Obama será el primer presidente de Estados Unidos en visitar Hiroshima
En el viaje, a finales de mayo, el presidente no tiene previsto pedir perdón, pero sí reconocer el coste humano de la guerra y defender un mundo sin armas nucleares
Marc Bassets
Washington, El País
Barack Obama, en un gesto que puede definir el fin de su presidencia, viajará a final de mes a Hiroshima, símbolo de la capacidad autodestructora de la humanidad. Será la primera visita de un presidente de Estados Unidos en activo al lugar donde este país lanzó la primera bomba atómica, el 6 de agosto de 1945. Obama no prevé pedir perdón, pero sí reconocer el coste de la guerra y promover un mundo sin armas nucleares.
Hiroshima estrenó la era nuclear, en la que una bomba podía aniquilar millones de seres humanos. EE UU es el único país que la ha lanzado sobre población civil. Las bombas de Hiroshima y, tres días después, Nagasaki mataron a más de 200.000 personas. Los defensores del lanzamiento de la bomba argumentan que forzó la rendición de Japón y aceleró el final de la Segunda Guerra Mundial.
El momento de la visita es propicio. Obama se acerca al final de su mandato: hay poco espacio para las críticas de los opositores. Que haya pasado más de siete décadas y que Obama naciese en los años sesenta permite ver Hiroshima y Nagasaki con perspectiva. La visita ayuda a estrechar los lazos con Japón, derrotado en la Segunda Guerra Mundial y desde entonces aliado de EE UU, en un momento en que algunos países asiáticos ven con inquietud el expansionismo de China en la región. También enlaza con otra prioridad de Obama, reducir las armas nucleares, una iniciativa que le valió, entre otros motivos, el Premio Nobel de la Paz en 2009. "Como única potencia nuclear que ha usado el arma nuclear, Estados Unidos tiene la responsabilidad moral de actuar", dijo en un discurso en Praga, al inicio de la presidencia.
Durante su mandato, Obama ha multiplicado los gestos de humildad. Ha admitido, por ejemplo, que el enfrentamiento de medio siglo con Cuba fue un error. Ha reconocido la responsabilidad de EE UU en el golpe de Irán en 1953. Ha admitido el papel estadounidense en ese golpe en Argentina de 1976.
Obama ha convertido la memoria histórica en una herramienta de la política exterior. Esto ha llevado a algunos críticos a reprocharle que se dedique a pedir perdón a otros países en vez de defender el excepcionalismo americano, la idea de que este es un país único, con una misión especial en la historia de la humanidad.
La gestualidad en Hiroshima será milimetrada. No se trata de pedir disculpas, algo que muchos estadounidenses podrían ver como una ofensa a quienes combatieron en la Segunda Guerra Mundial, quizá la última gran guerra victoriosa y heroica de EE UU. Pedir perdón podría abrir la puerta al debate sobre los posibles crímenes.
"No revisará la decisión sobre el uso de la bomba atómica al final de la Segunda Guerra Mundial. En cambio, ofrecerá una visión hacia el futuro centrada en nuestro futuro compartido”, escribió el asesor de Obama Ben Rhodes en la publiación Medium. Más que de asignar culpas, lo que Obama pretende, según Rhodes, es recordar a los muertos, “el tremendo y devastador coste humano de la guerra”.
Marc Bassets
Washington, El País
Barack Obama, en un gesto que puede definir el fin de su presidencia, viajará a final de mes a Hiroshima, símbolo de la capacidad autodestructora de la humanidad. Será la primera visita de un presidente de Estados Unidos en activo al lugar donde este país lanzó la primera bomba atómica, el 6 de agosto de 1945. Obama no prevé pedir perdón, pero sí reconocer el coste de la guerra y promover un mundo sin armas nucleares.
Hiroshima estrenó la era nuclear, en la que una bomba podía aniquilar millones de seres humanos. EE UU es el único país que la ha lanzado sobre población civil. Las bombas de Hiroshima y, tres días después, Nagasaki mataron a más de 200.000 personas. Los defensores del lanzamiento de la bomba argumentan que forzó la rendición de Japón y aceleró el final de la Segunda Guerra Mundial.
El momento de la visita es propicio. Obama se acerca al final de su mandato: hay poco espacio para las críticas de los opositores. Que haya pasado más de siete décadas y que Obama naciese en los años sesenta permite ver Hiroshima y Nagasaki con perspectiva. La visita ayuda a estrechar los lazos con Japón, derrotado en la Segunda Guerra Mundial y desde entonces aliado de EE UU, en un momento en que algunos países asiáticos ven con inquietud el expansionismo de China en la región. También enlaza con otra prioridad de Obama, reducir las armas nucleares, una iniciativa que le valió, entre otros motivos, el Premio Nobel de la Paz en 2009. "Como única potencia nuclear que ha usado el arma nuclear, Estados Unidos tiene la responsabilidad moral de actuar", dijo en un discurso en Praga, al inicio de la presidencia.
Durante su mandato, Obama ha multiplicado los gestos de humildad. Ha admitido, por ejemplo, que el enfrentamiento de medio siglo con Cuba fue un error. Ha reconocido la responsabilidad de EE UU en el golpe de Irán en 1953. Ha admitido el papel estadounidense en ese golpe en Argentina de 1976.
Obama ha convertido la memoria histórica en una herramienta de la política exterior. Esto ha llevado a algunos críticos a reprocharle que se dedique a pedir perdón a otros países en vez de defender el excepcionalismo americano, la idea de que este es un país único, con una misión especial en la historia de la humanidad.
La gestualidad en Hiroshima será milimetrada. No se trata de pedir disculpas, algo que muchos estadounidenses podrían ver como una ofensa a quienes combatieron en la Segunda Guerra Mundial, quizá la última gran guerra victoriosa y heroica de EE UU. Pedir perdón podría abrir la puerta al debate sobre los posibles crímenes.
"No revisará la decisión sobre el uso de la bomba atómica al final de la Segunda Guerra Mundial. En cambio, ofrecerá una visión hacia el futuro centrada en nuestro futuro compartido”, escribió el asesor de Obama Ben Rhodes en la publiación Medium. Más que de asignar culpas, lo que Obama pretende, según Rhodes, es recordar a los muertos, “el tremendo y devastador coste humano de la guerra”.