El ‘no’ al acuerdo de la UE con Ucrania triunfa en la consulta holandesa
El 61% de los votantes rechaza el pacto de asociación planteado por Bruselas
Isabel Ferrer
La Haya, El País
Los holandeses estaban este miércoles convocados a las urnas para votar sobre el acuerdo de asociación entre la UE y Ucrania, cita que suponía una significativa medición de la fortaleza del euroescepticismo, con graves amenazas para la estabilidad del Gobierno holandés y para la política europea en el Este. Con el escrutinio finalizado, el no logra el 61,1% de papeletas frente al 38,1% de síes, pero la participación (32,2%) apenas rebasa el límite necesario para validar la consulta.
Holanda es el único país que no ha ratificado el acuerdo de asociación entre la UE y Ucrania y manejar el resultado no resultará fácil. El primero en reconocerlo fue el primer ministro, Mark Rutte: “No se puede hacer de cualquier manera; habrá que hablar, despacio, con todas las instancias involucradas, como la UE y el Parlamento”. El otro problema urgente es la aparente desafección ciudadana, pues más de dos tercios de los votantes se quedaron en casa. Todos los partidos coincidieron en que resulta preciso “analizar si ha sido porque el asunto de Ucrania no interesa, o se ha explicado mal”.
Desde que en 2005 la Constitución Europea fuese rechazada en otra consulta directa, La Haya ha subrayado que la respuesta popular no ponía en duda la cooperación europea. Era solo que el ciudadano se sentía poco involucrado en las decisiones comunitarias, un error subsanable. Geert Wilders, el líder xenófobo y partidario de dar la espalda a Bruselas y al euro, aprovechó entonces ese malestar. Ahora ha hecho lo mismo secundado por los socialistas radicales y el Partido de los Animales. Solo que las dudas han desembocado en una votación convocada por grupos antieuropeístas ajenos a la política activa que ha sorprendido al Gobierno. Y otra vez deberá dar explicaciones en Bruselas. Y también en Kiev. Tras conocerse el resultado, que no es vinculante, Wilders sostuvo que el voto holandés supone “el principio del fin de la UE”.
El convenio crea una zona de libre comercio entre Ucrania y la UE y debe reforzar la democracia y los derechos humanos en Kiev. Pero el mensaje, en apariencia impecable, parecía no cuajar y el Ejecutivo pasó de ignorar casi la consulta a lanzarse en favor del sí. Y es que solo con el voto afirmativo podía respirar tranquila la actual coalición de centro izquierda. Eso, o bien con una abstención masiva que evitara superar la barrera del 30% para validar la consulta.
Un pacto contra la dependencia de Rusia
La UE firmó un acuerdo de asociación con Ucrania en 2014, en un contexto de hostilidad extrema con Rusia por el conflicto en el este ucranio y con el objetivo declarado de reducir la dependencia energética que Kiev tenía de Moscú.
El desarme arancelario acordado permitirá ahorrar a Ucrania 500 millones de euros anuales en sus exportaciones agrícolas e industriales. Al mismo tiempo, la Unión Europea pensó en movilizar una ayuda de hasta 11.000 millones de euros.
La situación ha provocado roces entre liberales de derecha y socialdemócratas, los socios en el poder. Como el convenio ha sido aprobado ya por el Parlamento, los primeros dieron a entender que la maquinaria legislativa forzaría su ratificación. Había que evitar que La Haya se viera obligada a buscar una solución acomodaticia en Bruselas. Pactar, por ejemplo, una cláusula excepcional para eludir la aplicación de algunos pasajes políticos. Como nadie quería dar otra vez la sensación de que la ciudadanía es un ente lejano, los liberales pasaron a decir que “para decidir hay que contar con todos los datos sobre la mesa”.
Diederik Samsom, líder socialdemócrata y a favor del sí, fue más contundente: “Un voto negativo claro puede impedir la ratificación, y ya sabemos quién descorchará una botella de champán: el presidente ruso, Putin, que desea una Ucrania inclinada hacia su lado”. La mayoría parlamentaria, a favor del acuerdo, ha intentado convencer al votante de que la ratificación no equivale a la entrada de Kiev en la UE. Pero el argumento de que no se puede negociar con un país corrupto ganó fuerza con la filtración de los papeles de Panamá, en los que aparece nada menos que el presidente ucranio, Petró Poroshenko. Su grupo empresarial figura en tres sociedades opacas en las Islas Vírgenes Británicas, Chipre… y Holanda.
De los casi 13 millones de holandeses convocados a las urnas, unos cuatro millones debían ejercer el voto para que la consulta fuera validada (hubo un 0,8% de papeletas en blanco que solo incidieron en la participación).
En Ucrania, entretanto, el interés ha sido enorme. No se entendía que Holanda pudiera negarle la oportunidad de reformas. En Rusia, por otro lado, la televisión emitió reportajes sobre el referéndum. Y en Alemania, el Gobierno subrayó que el convenio “no es contra Rusia porque una buena relación entre Ucrania y Moscú es importante para todos”.
Isabel Ferrer
La Haya, El País
Los holandeses estaban este miércoles convocados a las urnas para votar sobre el acuerdo de asociación entre la UE y Ucrania, cita que suponía una significativa medición de la fortaleza del euroescepticismo, con graves amenazas para la estabilidad del Gobierno holandés y para la política europea en el Este. Con el escrutinio finalizado, el no logra el 61,1% de papeletas frente al 38,1% de síes, pero la participación (32,2%) apenas rebasa el límite necesario para validar la consulta.
Holanda es el único país que no ha ratificado el acuerdo de asociación entre la UE y Ucrania y manejar el resultado no resultará fácil. El primero en reconocerlo fue el primer ministro, Mark Rutte: “No se puede hacer de cualquier manera; habrá que hablar, despacio, con todas las instancias involucradas, como la UE y el Parlamento”. El otro problema urgente es la aparente desafección ciudadana, pues más de dos tercios de los votantes se quedaron en casa. Todos los partidos coincidieron en que resulta preciso “analizar si ha sido porque el asunto de Ucrania no interesa, o se ha explicado mal”.
Desde que en 2005 la Constitución Europea fuese rechazada en otra consulta directa, La Haya ha subrayado que la respuesta popular no ponía en duda la cooperación europea. Era solo que el ciudadano se sentía poco involucrado en las decisiones comunitarias, un error subsanable. Geert Wilders, el líder xenófobo y partidario de dar la espalda a Bruselas y al euro, aprovechó entonces ese malestar. Ahora ha hecho lo mismo secundado por los socialistas radicales y el Partido de los Animales. Solo que las dudas han desembocado en una votación convocada por grupos antieuropeístas ajenos a la política activa que ha sorprendido al Gobierno. Y otra vez deberá dar explicaciones en Bruselas. Y también en Kiev. Tras conocerse el resultado, que no es vinculante, Wilders sostuvo que el voto holandés supone “el principio del fin de la UE”.
El convenio crea una zona de libre comercio entre Ucrania y la UE y debe reforzar la democracia y los derechos humanos en Kiev. Pero el mensaje, en apariencia impecable, parecía no cuajar y el Ejecutivo pasó de ignorar casi la consulta a lanzarse en favor del sí. Y es que solo con el voto afirmativo podía respirar tranquila la actual coalición de centro izquierda. Eso, o bien con una abstención masiva que evitara superar la barrera del 30% para validar la consulta.
Un pacto contra la dependencia de Rusia
La UE firmó un acuerdo de asociación con Ucrania en 2014, en un contexto de hostilidad extrema con Rusia por el conflicto en el este ucranio y con el objetivo declarado de reducir la dependencia energética que Kiev tenía de Moscú.
El desarme arancelario acordado permitirá ahorrar a Ucrania 500 millones de euros anuales en sus exportaciones agrícolas e industriales. Al mismo tiempo, la Unión Europea pensó en movilizar una ayuda de hasta 11.000 millones de euros.
La situación ha provocado roces entre liberales de derecha y socialdemócratas, los socios en el poder. Como el convenio ha sido aprobado ya por el Parlamento, los primeros dieron a entender que la maquinaria legislativa forzaría su ratificación. Había que evitar que La Haya se viera obligada a buscar una solución acomodaticia en Bruselas. Pactar, por ejemplo, una cláusula excepcional para eludir la aplicación de algunos pasajes políticos. Como nadie quería dar otra vez la sensación de que la ciudadanía es un ente lejano, los liberales pasaron a decir que “para decidir hay que contar con todos los datos sobre la mesa”.
Diederik Samsom, líder socialdemócrata y a favor del sí, fue más contundente: “Un voto negativo claro puede impedir la ratificación, y ya sabemos quién descorchará una botella de champán: el presidente ruso, Putin, que desea una Ucrania inclinada hacia su lado”. La mayoría parlamentaria, a favor del acuerdo, ha intentado convencer al votante de que la ratificación no equivale a la entrada de Kiev en la UE. Pero el argumento de que no se puede negociar con un país corrupto ganó fuerza con la filtración de los papeles de Panamá, en los que aparece nada menos que el presidente ucranio, Petró Poroshenko. Su grupo empresarial figura en tres sociedades opacas en las Islas Vírgenes Británicas, Chipre… y Holanda.
De los casi 13 millones de holandeses convocados a las urnas, unos cuatro millones debían ejercer el voto para que la consulta fuera validada (hubo un 0,8% de papeletas en blanco que solo incidieron en la participación).
En Ucrania, entretanto, el interés ha sido enorme. No se entendía que Holanda pudiera negarle la oportunidad de reformas. En Rusia, por otro lado, la televisión emitió reportajes sobre el referéndum. Y en Alemania, el Gobierno subrayó que el convenio “no es contra Rusia porque una buena relación entre Ucrania y Moscú es importante para todos”.