La UE y Reino Unido alcanzan un acuerdo para impedir el ‘Brexit’

Los jefes de Estado y de Gobierno han llegado esta noche a un acuerdo "unánime" sobre las concesiones que los socios harán a Londres tras dos días de intensas negociaciones

Claudi Pérez
Bruselas, El País
Con este nuevo acuerdo, el Reino Unido queda en primer lugar más liberado de la premisa de una unión más estrecha que defendía a capa y espada Bélgica, entre otros. "Queda claro que la cláusula de ir hacia una unión más estrecha no se aplicará para el Reino Unido", reza el texto adoptado publicado por el diario británico Financial Times.


Los países del Este, capitaneados por Polonia y República Checa, se resistían la noche de este viernes con uñas y dientes a aceptar la maniobra de Londres para limitar los derechos de los inmigrantes europeos. La cuerda se tensa en Bruselas. Necesitados de grandes dosis de escenografía para justificar un pacto que altera uno de los valores fundamentales de la Unión —la igualdad de derechos de los trabajadores sea cual sea su pasaporte—, los socios con más migrantes rechazan pagar un peaje excesivo para garantizar la continuidad británica en el club europeo. Pese a los esfuerzos de persuasión de David Cameron con el apoyo sin fisuras de Berlín.

El excepcionalismo británico pone a la UE ante la tesitura de ofrecer concesiones a Londres o lidiar con una potencial —y destructiva— salida de Reino Unido del club europeo. Los líderes de los Veintiocho tenían prácticamente acordada este viernes la nueva relación entre Londres y la Unión, para que el Gobierno de David Cameron haga campaña a favor del sí en el referéndum. El pacto está sellado en lo que concierne a la economía y la banca, en la activación de un pseudoveto para la nueva legislación que no guste en las islas, incluso en lo relativo a los elementos simbólicos para dejar claro que Londres no cree en aquello de una Unión cada vez más estrecha. Pero no hay fumata blanca en lo esencial: Cameron quiere limitar los derechos de los trabajadores en función de su pasaporte, para reducir las llegadas de inmigrantes que —supuestamente— ponen en peligro el Estado del bienestar. Y los países con más tradición migrante, en particular los del Este, se resisten a ceder sin limitar al máximo los daños. A pesar de las presiones.

Y las presiones no son pocas. Cameron lleva semanas preparando esta cumbre, junto con los presidentes de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y del Consejo Europeo, Donald Tusk, que le han ofrecido soluciones en todos los ámbitos para evitar el temido Brexit. La canciller alemana, Angela Merkel, reclama un acuerdo generoso para que Cameron haga campaña a favor de Europa. Con esos mimbres y a la vista de la enorme debilidad de un proyecto europeo en crisis permanente, nadie se ha atrevido a amagar con un veto. Pero en el momento de la verdad, el acuerdo cuesta más de lo previsto: el llamado grupo de Visegrado —Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría— no acaba de aceptar los endiablados detalles relativos al asunto migratorio. Esos países quieren menos alfombra roja para Cameron.

Grecia amagó con bloquear el acuerdo, ante la formidable presión que han impuesto los socios sobre Atenas para limitar la entrada de refugiados. Los Veintiocho han impuesto un ultimátum de tres meses a Grecia si no quiere quedarse fuera de Schengen. Atenas contraatacó este viernes con esa amenaza, pero nadie en Bruselas pensaba anoche, al cierre de esta edición, que el Gobierno de Alexis Tsipras esté en condiciones de plantar cara, en una posición de extrema debilidad y en medio de un tercer rescate que le obliga a portarse bien si quiere ventajas. No: la verdadera amenaza para el acuerdo —que aun así se da por hecho— procede del bloque del Este. Y viene por el verdadero meollo de la cuestión británica: la posibilidad de limitar los derechos de los inmigrantes.
La oposición del Este

Londres pretende modular las prestaciones de los trabajadores que lleven menos de cuatro años en suelo británico. Y quiere hacerlo por un plazo de hasta 13 años. Ha conseguido el respaldo de las instituciones europeas, y de una Merkel que sostiene que Europa es un mercado único pero no una unión social y, por tanto, defiende que es posible limitar las prestaciones. Pero ni Merkel ni Cameron ni Juncker contaban con la férrea oposición del Este, en un último sprint negociador para aguar la propuesta al máximo. La República Checa cree que el borrador de conclusiones que circulaba este viernes “no es aceptable”, ante una redacción que, a pesar de todos los esfuerzos, pone en peligro la libre circulación y el principio de no discriminación. Polonia dejó claro que no aceptará límites por más de siete años, y solo para los nuevos trabajadores. Esos países, además, han arrancado una moratoria en la aplicación de la reducción de prestaciones por hijo, en aras de facilitar el acuerdo.

Fuentes europeas hablaban este viernes de situación “crítica”, por la dificultad para limar las diferencias. El presidente de la Eurocámara, Marti Schulz, subrayó la “tensión” ante dos posturas difíciles de reconciliar. Los países del Este temen un peligroso efecto imitación: que otros socios sigan la senda de Reino Unido y apliquen también algunas de las medidas, como limitar las prestaciones por hijo en función del nivel de vida del país en el que vive la familia de los trabajadores. Dinamarca ha abierto la puerta a esa posibilidad.

Consciente de las dificultades en la cumbre, Cameron suspendió el consejo de ministros previsto para este viernes, en un nuevo golpe de efecto. Porque la agónica negociación, según las fuentes consultadas, no obedece solamente a la necesidad de limar asperezas en los aspectos más técnicos. “Tanto Cameron como los socios del Este necesitan escenificar ese desencuentro de cara a sus respectivas opiniones públicas. Ese teatro es una auténtica necesidad política en los países con más inmigrantes, y también en un Reino Unido en el que la ciudadanía no acaba de estar satisfecha con la oferta”, apuntaron fuentes diplomáticas.
Rajoy, resignado

Francia y Bélgica presionaron a Cameron por los asuntos más económicos y financieros. Italia lleva dos días haciendo una viva defensa del federalismo a través del primer ministro, Matteo Renzi, el único que ha aparecido ante la prensa explicando que más allá de los detalles hay una idea de Europa que se desprende de la oferta al Reino Unido y que, en definitiva, puede suponer atrasar el reloj del proyecto europeo. Pero los países históricamente más emigrantes llevan la voz cantante en el pulso con Cameron. Con Berlín y la Comisión a favor, ese principio de discriminación de los trabajadores en función del pasaporte es difícil de detener —salvo que el Parlamento Europeo y sobre todo el Tribunal europeo de Justicia se opongan a esa medida, y eso en todo caso llegará más adelante—, pero los socios del Este quieren reducir al máximo las concesiones, limitar el número de años en los que Londres podrá aplicar esa medida y, en fin, aguar el acuerdo al máximo.

¿España? Uno de los países que más emigrantes envía a Reino Unido últimamente se escuda en la debilidad del Gobierno en funciones para quedarse prácticamente al margen. El presidente Mariano Rajoy pareció en Bruselas resignado, se limitó a subrayar que para España cualquier limitación de la libertad de circulación de personas debería ser temporal. Y apenas intervino, más preocupado por la complicada situación política interna que por una negociación que puede redefinir los contornos del proyecto europeo.

Entradas populares