España: La victoria insuficiente de Rajoy da opciones a un pacto de izquierdas
Pedro Sánchez podría intentar gobernar con el apoyo de Podemos y nacionalistas
Miguel González
Madrid, El País
Cuando se le preguntó el pasado viernes en Bruselas cuál sería un buen resultado para él, Mariano Rajoy contestó: “Ser la primera fuerza política y gobernar”. El PP consiguió ganar las elecciones, pero queda lejos de tener asegurado gobernar. Con el 88% escrutado, los populares no solo se quedan a años luz de la mayoría absoluta (176 escaños), sino que cosechan el peor resultado obtenido por un partido ganador de las elecciones en la reciente historia democrática española (121 diputados), muy por debajo de los 156 que tuvo Aznar en 1996.
Aznar logró gobernar hace casi una década gracias al acuerdo de legislatura que firmó con los nacionalistas catalanes de Jordi Pujol, al que se sumaron PNV y Coalición Canaria. Descartado el nacionalismo catalán como socio, por su deriva independentista, la mirada de Rajoy se dirige hacia otro partido de origen catalán y signo contrario: Ciudadanos.
Pero, a la luz de los resultados provisionales, el apoyo de Ciudadanos (39 escaños) no bastaría para que Rajoy saliera elegido presidente, desde luego no en primera vuelta por mayoría absoluta, y el líder de la nueva fuerza, Albert Rivera, ya ha dejado claro durante la campaña que en ningún caso dará su voto afirmativo al todavía presidente del Gobierno.
En estas condiciones Rajoy solo puede aspirar a que Ciudadanos se abstenga en la segunda votación, en la que le basta con obtener mayoría simple de votos para ser investido. Pero —además de no estar claro todavía si dicha abstención sería incondicional o exigiría contrapartidas— resultará insuficiente si todos los demás partidos votan en contra ya que, a falta de resultados definitivos, la suma de las restantes fuerzas políticas supera con holgura la mitad de los escaños.
La política que ha practicado el PP durante estos años de mayoría absoluta hace que le resulte muy difícil recabar apoyos en otros caladeros. Coalición Canaria y PNV serían los más accesibles pero ambos, especialmente el segundo, se muestran muy renuentes.
La gran baza de Rajoy es que, dada la fragmentación del Parlamento salido de las urnas, no sea posible cuajar una opción alternativa.
El pacto entre PSOE y Podemos no se presenta fácil, debido a las profundas diferencias de sus respectivos programas, incluida la celebración de un referéndum en Cataluña. Aunque el PSOE se ha impuesto claramente como segunda fuerza política y Podemos no ha conseguido el sorpasso que aventuraban algunas encuestas, Pablo Iglesias ha reclamado en muchas ocasiones el liderazgo de un eventual Gobierno de izquierdas, que no cederá fácilmente.
Sin el voto positivo de Podemos, Pedro Sánchez no tiene posibilidades de salir elegido, aunque a él le resulte mucho más fácil que a Rajoy ganarse el apoyo del PNV, Unidad Popular-IU, Coalición Canaria —con la que los socialistas gobiernan en el archipiélago— o incluso los nacionalistas catalanes. Con todos o algunos de ellos podría Sánchez alcanzar un pacto, al menos para que le apoyaran o se abstuvieran en la investidura.
Descartado el PP, la mayoría más sólida es la que formaría un tripartito con PSOE, Podemos y Ciudadanos, pero Rivera ya ha dejado claro que no apoyará a ningún Ejecutivo que tenga el respaldo de Pablo Iglesias —ni siquiera absteniéndose—, por lo que Sánchez deberá elegir entre dos socios que son incompatibles entre sí; aunque sólo Podemos tendría escaños suficientes para intentar siquiera la formación de Gobierno.
Hay otra opción, la más sólida desde el punto de vista aritmético y la más polémica políticamente y es la gran coalición entre populares y socialistas. Los segundos la han rechazado de plano. Y no es fácil que se plantee a menos que el Parlamento salido de las urnas se demuestre ingobernable y que el nuevo Gobierno catalán, que debe constituirse en enero o avocar a nuevas elecciones autonómicas, acentúe su desafío independentista.
El presidente portugués, Aníbal Cavaco Siva, encargó a su correligionario Pedro Passos Coelho la formación de Gobierno tras elecciones del pasado 4 de octubre. Cavaco se basó en que la coalición conservadora había sido la más votada, aunque solo obtuvo 107 de los 230 escaños. Un mes después, el presidente luso tuvo que rendirse a la evidencia y proponer como primer ministro al socialista Antonio Costa, que construyó una mayoría parlamentaria de izquierdas.
La Constitución deja en manos del Rey la decisión de proponer a las Cortes el candidato a presidente. Felipe VI no está obligado a elegir al líder del partido más votado, sino a quien tenga más posibilidades de obtener la investidura. Por eso, antes de tomar una decisión, consultará con los grupos parlamentarios.
Miguel González
Madrid, El País
Cuando se le preguntó el pasado viernes en Bruselas cuál sería un buen resultado para él, Mariano Rajoy contestó: “Ser la primera fuerza política y gobernar”. El PP consiguió ganar las elecciones, pero queda lejos de tener asegurado gobernar. Con el 88% escrutado, los populares no solo se quedan a años luz de la mayoría absoluta (176 escaños), sino que cosechan el peor resultado obtenido por un partido ganador de las elecciones en la reciente historia democrática española (121 diputados), muy por debajo de los 156 que tuvo Aznar en 1996.
Aznar logró gobernar hace casi una década gracias al acuerdo de legislatura que firmó con los nacionalistas catalanes de Jordi Pujol, al que se sumaron PNV y Coalición Canaria. Descartado el nacionalismo catalán como socio, por su deriva independentista, la mirada de Rajoy se dirige hacia otro partido de origen catalán y signo contrario: Ciudadanos.
Pero, a la luz de los resultados provisionales, el apoyo de Ciudadanos (39 escaños) no bastaría para que Rajoy saliera elegido presidente, desde luego no en primera vuelta por mayoría absoluta, y el líder de la nueva fuerza, Albert Rivera, ya ha dejado claro durante la campaña que en ningún caso dará su voto afirmativo al todavía presidente del Gobierno.
En estas condiciones Rajoy solo puede aspirar a que Ciudadanos se abstenga en la segunda votación, en la que le basta con obtener mayoría simple de votos para ser investido. Pero —además de no estar claro todavía si dicha abstención sería incondicional o exigiría contrapartidas— resultará insuficiente si todos los demás partidos votan en contra ya que, a falta de resultados definitivos, la suma de las restantes fuerzas políticas supera con holgura la mitad de los escaños.
La política que ha practicado el PP durante estos años de mayoría absoluta hace que le resulte muy difícil recabar apoyos en otros caladeros. Coalición Canaria y PNV serían los más accesibles pero ambos, especialmente el segundo, se muestran muy renuentes.
La gran baza de Rajoy es que, dada la fragmentación del Parlamento salido de las urnas, no sea posible cuajar una opción alternativa.
El pacto entre PSOE y Podemos no se presenta fácil, debido a las profundas diferencias de sus respectivos programas, incluida la celebración de un referéndum en Cataluña. Aunque el PSOE se ha impuesto claramente como segunda fuerza política y Podemos no ha conseguido el sorpasso que aventuraban algunas encuestas, Pablo Iglesias ha reclamado en muchas ocasiones el liderazgo de un eventual Gobierno de izquierdas, que no cederá fácilmente.
Sin el voto positivo de Podemos, Pedro Sánchez no tiene posibilidades de salir elegido, aunque a él le resulte mucho más fácil que a Rajoy ganarse el apoyo del PNV, Unidad Popular-IU, Coalición Canaria —con la que los socialistas gobiernan en el archipiélago— o incluso los nacionalistas catalanes. Con todos o algunos de ellos podría Sánchez alcanzar un pacto, al menos para que le apoyaran o se abstuvieran en la investidura.
Descartado el PP, la mayoría más sólida es la que formaría un tripartito con PSOE, Podemos y Ciudadanos, pero Rivera ya ha dejado claro que no apoyará a ningún Ejecutivo que tenga el respaldo de Pablo Iglesias —ni siquiera absteniéndose—, por lo que Sánchez deberá elegir entre dos socios que son incompatibles entre sí; aunque sólo Podemos tendría escaños suficientes para intentar siquiera la formación de Gobierno.
Hay otra opción, la más sólida desde el punto de vista aritmético y la más polémica políticamente y es la gran coalición entre populares y socialistas. Los segundos la han rechazado de plano. Y no es fácil que se plantee a menos que el Parlamento salido de las urnas se demuestre ingobernable y que el nuevo Gobierno catalán, que debe constituirse en enero o avocar a nuevas elecciones autonómicas, acentúe su desafío independentista.
El presidente portugués, Aníbal Cavaco Siva, encargó a su correligionario Pedro Passos Coelho la formación de Gobierno tras elecciones del pasado 4 de octubre. Cavaco se basó en que la coalición conservadora había sido la más votada, aunque solo obtuvo 107 de los 230 escaños. Un mes después, el presidente luso tuvo que rendirse a la evidencia y proponer como primer ministro al socialista Antonio Costa, que construyó una mayoría parlamentaria de izquierdas.
La Constitución deja en manos del Rey la decisión de proponer a las Cortes el candidato a presidente. Felipe VI no está obligado a elegir al líder del partido más votado, sino a quien tenga más posibilidades de obtener la investidura. Por eso, antes de tomar una decisión, consultará con los grupos parlamentarios.