ANÁLISIS / Un hito tardío

La cumbre China-Taiwán es un flotador para un partido ahogado en diatribas y expectativas

Xulio Ríos, El País
Aunque se llevaba negociando más de dos años entre bambalinas, el anuncio de la cumbre entre Xi Jinping y Ma Ying-jeou ha pillado por sorpresa a propios y extraños. El líder taiwanés lo venía promoviendo desde hace tiempo y rozó el éxito con motivo de la cumbre de cooperación Asia-Pacífico (APEC) hace un año, celebrada en Pekín. Tras la reunión de febrero de 2014 a nivel ministerial, este encuentro culmina la pirámide de la institucionalización de la comunicación entre ambos lados del Estrecho de Taiwán.


¿Por qué ahora? El Kuomintang (KMT) y el Partido Comunista de China (PCCh), rivales en la guerra civil, iniciaron en 2005 la “tercera cooperación” (las anteriores se gestaron en los años veinte y treinta del siglo pasado) para frenar el ascenso del soberanismo encarnado por el Partido Democrático Progresista (PDP). La recuperación del poder por parte del KMT en 2008, tras el convulso mandato de Chen Shui-bian (PDP), marcó una etapa de rápido acercamiento, especialmente en lo económico pero también en lo social, cultural, etc. La firma de más de una veintena de acuerdos así lo acredita. Era este el complemento necesario a la aprobación continental de la ley antisecesión, durante el mandato de Hu Jintao (2002-2012). La llegada de Xi Jinping a la máxima jefatura continental fue acompañada de un mayor atrevimiento con el propósito de acelerar el proceso en lo político. Xi dejó claro que si la independencia es totalmente inadmisible, el statu quo tampoco puede ser indefinido. La solución del problema de Taiwán no podría dejarse a futuras generaciones. La unificación es parte del sueño chino, dice Pekín.

Pero cuanto más el KMT fue sucumbiendo a las tesis continentales, más se distanciaba de él la propia población. En la primavera de 2014, el Movimiento Girasol catalizó el descontento y marcó un punto de inflexión, con la apabullante derrota del KMT en las elecciones locales de noviembre de ese año selló el fin de dicha época, agravado con una delicada crisis interna cuyo fiel reflejo fue la abrupta sustitución de la candidata presidencial Hung Hsiu-chu por el líder del partido, Eric Chu. Las elecciones de enero del año próximo pueden no solo significar la pérdida de la presidencia sino la significativa reducción del peso legislativo de los nacionalistas. Tsai Ing-wen (PDP) dispone de una cómoda ventaja, más de 20 puntos, respecto a su rival principal —40,3 frente a 18,6 según el Apple Daily—, Eric Chu (KMT)

En este contexto, la cumbre Xi-Ma equivale al lanzamiento de un flotador a un partido ahogado en sus diatribas y expectativas, pero puede llegar demasiado tarde para inferir un cambio de tendencia y recuperar el ánimo de una militancia desmoralizada. La mejora de las expectativas del KMT debería contribuir al menos a impedir una mayoría del PDP suficiente para cambiar la Constitución. Por otra parte, establece un reconocimiento del papel de Ma en el acercamiento bilateral, según sus críticos, muy obsesionado con dejar su impronta en la historia. Y permite la instauración de un canal de comunicación al máximo nivel, más complicado de materializar si el PDP logra la presidencia de Taiwán en enero.

El presidente saliente, Ma, vive sus horas más bajas y no está en condiciones de garantizar absolutamente nada a Pekín. Además, si bien la probable futura presidenta de la isla no tendrá fácil sustraerse a estos encuentros, serán difíciles de materializar en tanto el PDP no acepte el llamadoConsenso de 1992 (solo existe una China pero cada lado interpreta esto a su manera), auténtica piedra de toque de las relaciones bilaterales.

Y el problema de fondo subsiste. Los avances en el proceso de unificación no se dirimen solo en los encuentros entre las cúpulas sino a través de propuestas seductoras dirigidas a una población que abrumadoramente sigue apostando por la pervivencia del statu quo.

Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China.

Entradas populares