Europa y su desmemoria o cómo maltrata a los refugiados pese a que en el pasado recibió un trato distinto
Los países europeos construyen vallas y alambradas para impedir el flujo migratorio, pero tras la II Guerra Mundial fueron recibidos con los brazos abiertos.
Javier Taeño | Gaceta trotamundos
Más de 7 millones de desplazados internos, 4 millones de refugiados en los países vecinos, más de 310.000 muertos y unas generaciones destruidas que ven cómo su sueño de estudiar y vivir en un país en paz va quedando poco a poco en el olvido. También miles de personas que llaman a diario a la puerta de Europa y se encuentran que está cerrada con llave.
Solo son números, pero reflejan claramente cómo Siria se sigue desangrando en un conflicto que camina con determinación por su cuarto año sin visos de resolución. Frente a ellos un mundo paralizado que en lugar de ayudar a unas personas que lo han perdido todo intenta imponer muros y fronteras, mostrando un corazón de hierro que no conoce ni generosidad ni solidaridad. Sin embargo no hay que echar mucho la vista atrás para darse cuenta de que aquellos que hoy hacen oídos sordos no hace tanto llamaban desesperados pidiendo ayuda.
En los últimos días han sido habituales las imágenes en las que se veía a policías macedonios persiguiendo a familias y evitando, con una brutalidad que ha estremecido a casi todos, que muchos refugiados, cansados, hambrientos y desesperados tras un largo camino huyendo del horror de la guerra, pudiesen llegar a Europa. Hungría mientras tanto construye una enorme valla que hará que lo que ahora es difícil, en pocos meses sea imposible.
La misma España ha reforzado sus fronteras en Ceuta y Melilla para intentar impedir que entre nadie de forma ilegal a territorio europeo. Idéntica situación para Francia en Calais. Pero si hay algo que tiene la historia es que siempre puede ser revisada y apenas hay que retroceder algo menos de un siglo para darse cuenta que Europa también ha necesitado ayuda y a diferencia del ejemplo que ella misma da, sí que la ha recibido.
Entre 1936 y 1939 España sufrió una dura Guerra Civil que dejó más de medio millón de muertos y una población exhausta y derrotada que intentó refugiarse fuera de las fronteras nacionales, huyendo de la represión de los vencedores. Miles de españoles terminaron en Francia, Alemania y especialmente en países latinoamericanos como México o Chile, en los que fueron recibidos con los brazos abiertos y pudieron empezar una nueva vida.
Poco después se produjo la II Guerra Mundial (1939-1945) que supuso una grave crisis migratoria que curiosamente solo se ha superado en la actualidad. ACNUR ha anunciado que hay 51,2 millones de personas refugiadas o desplazadas, pero la forma de actuar entonces y ahora fue muy diferente.
Mientras que hace 70 años los europeos tuvieron grandes oportunidades para empezar de cero en multitud de destinos, en la actualidad la política comunitaria está siendo la contraria; cerrar fronteras y dejarles abandonados a su propia suerte. Una estrategia que avergüenza hasta a las propias sociedades que claman contra las políticas que están siguiendo los gobiernos y que una vez más son un buen ejemplo en el que deberían fijarse los gobernantes.
La policía en Macedonia reprime a los refugiados y las familias en los pueblos dan agua y alimento. Alemania se muestra reacia a acoger, pero surgen iniciativas como personas que deciden ofrecer una habitación a estos desplazados o voluntarios que reparten mantas en los asentamientos.
Los casos se repiten por doquier, las fotos de gente sufriendo siguen inundando nuestros telediarios y Europa sigue paralizada, incapaz de recordar que hubo una vez en la que ella también tuvo que pedir ayuda y se encontró una mano tendida.
Javier Taeño | Gaceta trotamundos
Más de 7 millones de desplazados internos, 4 millones de refugiados en los países vecinos, más de 310.000 muertos y unas generaciones destruidas que ven cómo su sueño de estudiar y vivir en un país en paz va quedando poco a poco en el olvido. También miles de personas que llaman a diario a la puerta de Europa y se encuentran que está cerrada con llave.
Solo son números, pero reflejan claramente cómo Siria se sigue desangrando en un conflicto que camina con determinación por su cuarto año sin visos de resolución. Frente a ellos un mundo paralizado que en lugar de ayudar a unas personas que lo han perdido todo intenta imponer muros y fronteras, mostrando un corazón de hierro que no conoce ni generosidad ni solidaridad. Sin embargo no hay que echar mucho la vista atrás para darse cuenta de que aquellos que hoy hacen oídos sordos no hace tanto llamaban desesperados pidiendo ayuda.
En los últimos días han sido habituales las imágenes en las que se veía a policías macedonios persiguiendo a familias y evitando, con una brutalidad que ha estremecido a casi todos, que muchos refugiados, cansados, hambrientos y desesperados tras un largo camino huyendo del horror de la guerra, pudiesen llegar a Europa. Hungría mientras tanto construye una enorme valla que hará que lo que ahora es difícil, en pocos meses sea imposible.
La misma España ha reforzado sus fronteras en Ceuta y Melilla para intentar impedir que entre nadie de forma ilegal a territorio europeo. Idéntica situación para Francia en Calais. Pero si hay algo que tiene la historia es que siempre puede ser revisada y apenas hay que retroceder algo menos de un siglo para darse cuenta que Europa también ha necesitado ayuda y a diferencia del ejemplo que ella misma da, sí que la ha recibido.
Entre 1936 y 1939 España sufrió una dura Guerra Civil que dejó más de medio millón de muertos y una población exhausta y derrotada que intentó refugiarse fuera de las fronteras nacionales, huyendo de la represión de los vencedores. Miles de españoles terminaron en Francia, Alemania y especialmente en países latinoamericanos como México o Chile, en los que fueron recibidos con los brazos abiertos y pudieron empezar una nueva vida.
Poco después se produjo la II Guerra Mundial (1939-1945) que supuso una grave crisis migratoria que curiosamente solo se ha superado en la actualidad. ACNUR ha anunciado que hay 51,2 millones de personas refugiadas o desplazadas, pero la forma de actuar entonces y ahora fue muy diferente.
Mientras que hace 70 años los europeos tuvieron grandes oportunidades para empezar de cero en multitud de destinos, en la actualidad la política comunitaria está siendo la contraria; cerrar fronteras y dejarles abandonados a su propia suerte. Una estrategia que avergüenza hasta a las propias sociedades que claman contra las políticas que están siguiendo los gobiernos y que una vez más son un buen ejemplo en el que deberían fijarse los gobernantes.
La policía en Macedonia reprime a los refugiados y las familias en los pueblos dan agua y alimento. Alemania se muestra reacia a acoger, pero surgen iniciativas como personas que deciden ofrecer una habitación a estos desplazados o voluntarios que reparten mantas en los asentamientos.
Los casos se repiten por doquier, las fotos de gente sufriendo siguen inundando nuestros telediarios y Europa sigue paralizada, incapaz de recordar que hubo una vez en la que ella también tuvo que pedir ayuda y se encontró una mano tendida.