¿Por qué nos indigna más la tragedia de un león que la de 100 personas?
Expertos analizan la reacción que ha despertado la muerte del felino Cecil a manos de un cazador
Kristin Suleng, El País
El final trágico del león Cecil estaba llamado a reventar los trending topic del verano con todos los ingredientes propios de una gran historia: especie icónica y entrañable, atracción turística, símbolo de la conservación de un país africano y una tierna prole de cachorros afelpados. Y, cómo no, el malo de película: el hombre blanco poderoso, que cruzó el Atlántico para una caza furtiva por puro placer, previo pago de 50.000 dólares. El revuelo en las redes sociales por la muerte del animal no se iba a hacer esperar. Pero, ¿hasta qué magnitud? Cuando las muestras de indignación y la solidaridad a golpe del hashtag #CecilTheLion superan a las de la muerte de miles de personas en tragedias y conflictos en todo el mundo, ¿podemos hablar de una reacción desmedida?
Según indica el psicólogo Francisco Estupiñá, secretario de la Sociedad Española de Psicología Clínica y de la Salud (SEPCyS), hay datos empíricos que podrían explicar este fenómeno. El primero de ellos apunta al aumento de la preocupación de la sociedad occidental por el bienestar de los animales, confirmada por la tendencia cada vez más en boga de las alternativas o estilos de vida relacionados con la “empatía animal”, como los vegetarianos o veganos, o los movimientos sociales a favor de la abolición de las corridas de toros.
“Otros estudios sugieren que la empatía hacia otros seres humanos y a los animales son factores relacionados pero independientes. Alguien puede disponer de más empatía hacia humanos o hacia animales y eso no tiene por qué condicionar esas diferentes emociones, por lo que puede que desarrollemos más empatía hacia los animales que a los humanos”, explica este psicólogo.
La exposición constante a los contenidos mediáticos también condiciona, restando o avivando, nuestra respuesta emocional ante determinadas situaciones. “La habituación afecta a la sensibilización. La noticia reiterada deja de tener la misma capacidad para impactar. La estructura y los contenidos habituales en los medios de comunicación nos acostumbran a las desgracias humanas. ¿Cuándo fue la última vez que no se ha hablado de una guerra en un lugar del mundo? La gente come mientras escucha esas tragedias sin darle demasiada importancia, y enseguida pasa a los deportes. Una noticia como la del león no es una historia a la que el gran público está habituado, por lo que la respuesta emocional también es diferente”, anota Estupiñá.
Para el psicólogo y divulgador Eparquio Delgado, la carga del contexto histórico y cultural engloba parte de las razones que podrían justificar las reacciones al final del león de Zimbabue. “La historia de Cecil no sería noticia, por ejemplo, si viviéramos en una tribu o en la selva y los leones fueran los que nos roban la comida o nos matan. En ese contexto, matar a un león sería una heroicidad. Tampoco hubiese sido lo mismo de haberse tratado de un pobre cazador que se defiende de un león. Pero cuando alguien va con alevosía y paga por matar a un ejemplar reconocido como una pieza de trofeo, eso se ve como algo muy injusto y puede explicar la oleada de indignación”.
En un estudio de un grupo de sociólogos americanos, al investigar el impacto emocional que generaban cuatro situaciones distintas en las que la víctima era un bebé, un adulto y ciertos animales, los encuestados manifestaban sentir más pena y rabia cuando las víctimas eran animales o bebés que los adultos. “Ese fenómeno se podría deber a que cuando vemos una noticia como la de Cecil pensemos que el león es un ser indefenso absolutamente entregado a los deseos de la figura poderosa del cazador. Cuando se trata de muchas personas que mueren en un conflicto, a veces interpretamos que esas personas están ahí porque quieren, pues tienen forma de escapar. Esa indefensión que detectamos en ciertos animales no la vemos tanto en adultos como víctimas”, señala Delgado.
No toda la empatía animal es igual
La humanización mediática de las especies animales también puede ser problemática. Los documentales, los libros y las películas con delfines, lobos, leones y demás fauna como protagonistas, con nombre propio y falsas atribuciones humanas, nos pueden hacer caer en interpretaciones erróneas. “Cuando se habla de leones, mucha gente ve a Simba, de El Rey León, un felino con identidad, con sentimientos y un papá. De modo que la caza también puede interpretarse como asesinato. También influye el hecho de haber tenido contacto directo con animales. Los que viven en entornos rurales y han visto matar animales desde niños, no suelen tener las repuestas emocionales de los urbanitas cuando ven una gallina. El contacto directo con algunas situaciones hace que el impacto mediático sea menor”.
Pero, ¿sentimos la misma empatía por todos los animales? El psicólogo Delgado recuerda la anécdota del presidente Obama, quien durante una entrevista dio muerte a una mosca en un gesto de ágil destreza. “Al día siguiente, la organización Personas por el Trato Ético a los Animales (PETA) emitió un comunicado diciendo que hay que proteger a todas los animales, incluidas las moscas. La mayor parte de la gente se lo tomó a guasa. Pero, ¿y si hubiera sido un gato?”.
Según el ambientólogo Andreu Escrivà, no toda la fauna goza de la misma consideración en nuestro imaginario colectivo. “Hay especies a las que vemos más achuchables. De manera directa o indirecta, tendemos a prestar más atención a las especies que nos parecen más bonitas o tiernas, como los cachorros de león o del oso panda, que a, por ejemplo, una larva de efemeróptero, que sufre la misma amenaza de peligro de extinción”.
Ese sesgo, explica Escrivà, resulta beneficioso para promover la dedicación de esfuerzos y recursos en la conservación y la gestión de las poblaciones. “A la gente se la convence con productos, que son estos animales entrañables que enganchan fácilmente al público y se venden en los centros de interpretación en forma de peluche, y eso contribuye a explicar esas grandes inversiones que cuestan de hacer entender. Es la situación con la que se encuentran cada día los que trabajan en biología de la conservación. Es mucho más fácil convencer al político de salvar al lince que a un cangrejo. Pero suele ser positivo, porque estos animales achuchables muchas veces son especies paraguas: si desprotegemos a estas, muchas otras especies corren peligro”.
La solidaridad fácil de un muro de Facebook
La propia dinámica de las redes sociales constituye un papel importante para el psicólogo Estupiñá. “Las redes sociales producen una fácil adhesión a movimientos, causas o ideas, donde la militancia se presenta como algo tan fácil como firmar una petición online para que algo deje de ocurrir. Es políticamente correcto hablar de un drama en Facebook porque la expresión de solidaridad cuesta unos segundos para darle al like y compartir. La empatía es muy fácil de demostrar, pero no es una acción. ¿Hasta qué punto ese impacto supone una diferencia en el comportamiento de las personas? ¿Cuántos se han planteado la militancia en una ONG más allá de la charla de café o el escritorio del ordenador? Alguien puede que diga en las redes que la historia de Cecil es terrible y dos semanas después coma antílope en un restaurante de carnes exóticas y no le parezca contradictorio”, apunta el psicólogo Estupiñá.
Sin embargo, para Silvia Barquero, presidenta del Partido Animalista PACMA, las voces que han expresado su solidaridad con la muerte de Cecil son las mismas que están contra cualquier forma de maltrato animal. “No creo que nadie que haya manifestado su disgusto o indignación en las redes sociales sea impasible al maltrato animal o a las corridas de toros. Son parte de la misma base social. La sensibilidad ciudadana está creciendo mucho hacia el trato que reciben los animales, pero no en detrimento de las personas. Mueren cientos de miles de perros y gatos en las perreras españolas y no son noticia. La gente empatiza cuando alguien le cuenta una historia. Eso es lo que ha ocurrido con Cecil. La gente se solidariza por ciertas injusticias sociales sabiendo que pueden formar parte de un cambio con su indignación. Pero, en otras ocasiones, la gente se desanima al creer que no puede hacer nada por ser algo lejano”.
Kristin Suleng, El País
El final trágico del león Cecil estaba llamado a reventar los trending topic del verano con todos los ingredientes propios de una gran historia: especie icónica y entrañable, atracción turística, símbolo de la conservación de un país africano y una tierna prole de cachorros afelpados. Y, cómo no, el malo de película: el hombre blanco poderoso, que cruzó el Atlántico para una caza furtiva por puro placer, previo pago de 50.000 dólares. El revuelo en las redes sociales por la muerte del animal no se iba a hacer esperar. Pero, ¿hasta qué magnitud? Cuando las muestras de indignación y la solidaridad a golpe del hashtag #CecilTheLion superan a las de la muerte de miles de personas en tragedias y conflictos en todo el mundo, ¿podemos hablar de una reacción desmedida?
Según indica el psicólogo Francisco Estupiñá, secretario de la Sociedad Española de Psicología Clínica y de la Salud (SEPCyS), hay datos empíricos que podrían explicar este fenómeno. El primero de ellos apunta al aumento de la preocupación de la sociedad occidental por el bienestar de los animales, confirmada por la tendencia cada vez más en boga de las alternativas o estilos de vida relacionados con la “empatía animal”, como los vegetarianos o veganos, o los movimientos sociales a favor de la abolición de las corridas de toros.
“Otros estudios sugieren que la empatía hacia otros seres humanos y a los animales son factores relacionados pero independientes. Alguien puede disponer de más empatía hacia humanos o hacia animales y eso no tiene por qué condicionar esas diferentes emociones, por lo que puede que desarrollemos más empatía hacia los animales que a los humanos”, explica este psicólogo.
La exposición constante a los contenidos mediáticos también condiciona, restando o avivando, nuestra respuesta emocional ante determinadas situaciones. “La habituación afecta a la sensibilización. La noticia reiterada deja de tener la misma capacidad para impactar. La estructura y los contenidos habituales en los medios de comunicación nos acostumbran a las desgracias humanas. ¿Cuándo fue la última vez que no se ha hablado de una guerra en un lugar del mundo? La gente come mientras escucha esas tragedias sin darle demasiada importancia, y enseguida pasa a los deportes. Una noticia como la del león no es una historia a la que el gran público está habituado, por lo que la respuesta emocional también es diferente”, anota Estupiñá.
Para el psicólogo y divulgador Eparquio Delgado, la carga del contexto histórico y cultural engloba parte de las razones que podrían justificar las reacciones al final del león de Zimbabue. “La historia de Cecil no sería noticia, por ejemplo, si viviéramos en una tribu o en la selva y los leones fueran los que nos roban la comida o nos matan. En ese contexto, matar a un león sería una heroicidad. Tampoco hubiese sido lo mismo de haberse tratado de un pobre cazador que se defiende de un león. Pero cuando alguien va con alevosía y paga por matar a un ejemplar reconocido como una pieza de trofeo, eso se ve como algo muy injusto y puede explicar la oleada de indignación”.
En un estudio de un grupo de sociólogos americanos, al investigar el impacto emocional que generaban cuatro situaciones distintas en las que la víctima era un bebé, un adulto y ciertos animales, los encuestados manifestaban sentir más pena y rabia cuando las víctimas eran animales o bebés que los adultos. “Ese fenómeno se podría deber a que cuando vemos una noticia como la de Cecil pensemos que el león es un ser indefenso absolutamente entregado a los deseos de la figura poderosa del cazador. Cuando se trata de muchas personas que mueren en un conflicto, a veces interpretamos que esas personas están ahí porque quieren, pues tienen forma de escapar. Esa indefensión que detectamos en ciertos animales no la vemos tanto en adultos como víctimas”, señala Delgado.
No toda la empatía animal es igual
La humanización mediática de las especies animales también puede ser problemática. Los documentales, los libros y las películas con delfines, lobos, leones y demás fauna como protagonistas, con nombre propio y falsas atribuciones humanas, nos pueden hacer caer en interpretaciones erróneas. “Cuando se habla de leones, mucha gente ve a Simba, de El Rey León, un felino con identidad, con sentimientos y un papá. De modo que la caza también puede interpretarse como asesinato. También influye el hecho de haber tenido contacto directo con animales. Los que viven en entornos rurales y han visto matar animales desde niños, no suelen tener las repuestas emocionales de los urbanitas cuando ven una gallina. El contacto directo con algunas situaciones hace que el impacto mediático sea menor”.
Pero, ¿sentimos la misma empatía por todos los animales? El psicólogo Delgado recuerda la anécdota del presidente Obama, quien durante una entrevista dio muerte a una mosca en un gesto de ágil destreza. “Al día siguiente, la organización Personas por el Trato Ético a los Animales (PETA) emitió un comunicado diciendo que hay que proteger a todas los animales, incluidas las moscas. La mayor parte de la gente se lo tomó a guasa. Pero, ¿y si hubiera sido un gato?”.
Según el ambientólogo Andreu Escrivà, no toda la fauna goza de la misma consideración en nuestro imaginario colectivo. “Hay especies a las que vemos más achuchables. De manera directa o indirecta, tendemos a prestar más atención a las especies que nos parecen más bonitas o tiernas, como los cachorros de león o del oso panda, que a, por ejemplo, una larva de efemeróptero, que sufre la misma amenaza de peligro de extinción”.
Ese sesgo, explica Escrivà, resulta beneficioso para promover la dedicación de esfuerzos y recursos en la conservación y la gestión de las poblaciones. “A la gente se la convence con productos, que son estos animales entrañables que enganchan fácilmente al público y se venden en los centros de interpretación en forma de peluche, y eso contribuye a explicar esas grandes inversiones que cuestan de hacer entender. Es la situación con la que se encuentran cada día los que trabajan en biología de la conservación. Es mucho más fácil convencer al político de salvar al lince que a un cangrejo. Pero suele ser positivo, porque estos animales achuchables muchas veces son especies paraguas: si desprotegemos a estas, muchas otras especies corren peligro”.
La solidaridad fácil de un muro de Facebook
La propia dinámica de las redes sociales constituye un papel importante para el psicólogo Estupiñá. “Las redes sociales producen una fácil adhesión a movimientos, causas o ideas, donde la militancia se presenta como algo tan fácil como firmar una petición online para que algo deje de ocurrir. Es políticamente correcto hablar de un drama en Facebook porque la expresión de solidaridad cuesta unos segundos para darle al like y compartir. La empatía es muy fácil de demostrar, pero no es una acción. ¿Hasta qué punto ese impacto supone una diferencia en el comportamiento de las personas? ¿Cuántos se han planteado la militancia en una ONG más allá de la charla de café o el escritorio del ordenador? Alguien puede que diga en las redes que la historia de Cecil es terrible y dos semanas después coma antílope en un restaurante de carnes exóticas y no le parezca contradictorio”, apunta el psicólogo Estupiñá.
Sin embargo, para Silvia Barquero, presidenta del Partido Animalista PACMA, las voces que han expresado su solidaridad con la muerte de Cecil son las mismas que están contra cualquier forma de maltrato animal. “No creo que nadie que haya manifestado su disgusto o indignación en las redes sociales sea impasible al maltrato animal o a las corridas de toros. Son parte de la misma base social. La sensibilidad ciudadana está creciendo mucho hacia el trato que reciben los animales, pero no en detrimento de las personas. Mueren cientos de miles de perros y gatos en las perreras españolas y no son noticia. La gente empatiza cuando alguien le cuenta una historia. Eso es lo que ha ocurrido con Cecil. La gente se solidariza por ciertas injusticias sociales sabiendo que pueden formar parte de un cambio con su indignación. Pero, en otras ocasiones, la gente se desanima al creer que no puede hacer nada por ser algo lejano”.