Informe de gasto militar de los países según el PIB: Bolivia habría invertido $us 504 millones

Dario Mizrahi en Infobae América
El final de la Guerra Fría estuvo atravesado por una carrera armamentista que incrementó el gasto militar en el mundo, y en la que Estados Unidos fue obteniendo una ventaja cada vez más difícil de remontar para la Unión Soviética. La conclusión del conflicto que dividió al planeta entre Este y Oeste durante medio siglo, y el derrumbe del bloque soviético en 1991, provocaron una fuerte caída en la inversión.


El Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, Suecia (SIPRI por su sigla en inglés), estima que en 1988, cuando la Guerra Fría comenzaba a ser parte del pasado, la suma del gasto militar en el mundo era de 1,56 billones de dólares. Ocho años después, en 1996, bajó a un 1 billón.

"El fin de la Guerra Fría y las transformaciones geopolíticas que de esto derivaron, permite explicar el porqué del descenso del gasto militar en la década de 1990. La lucha bipolar que la caracterizó, y la agenda de seguridad propia del período, alimentaron guerras e hipótesis de conflicto que constituyeron la motivación para contar con unas Fuerzas Armadas más grandes y potentes", explica a Infobae la politóloga Viviana García Pinzón, investigadora de la Universidad Nacional de Colombia.

"Otro factor a tener en cuenta es que durante las década de 1980 y 1990 se produjo la tercera ola de democratización. Este proceso llevó a la disminución del gasto, y en muchos casos a un cambio en los roles y misiones de los militares en el régimen político. La agenda global en la década de 1990 estuvo más enfocada en el comercio y el crecimiento económico, que en la seguridad y las amenazas de guerra entre estados", agrega.

Sin embargo, la fantasía de un escenario internacional indefinidamente pacífico, capaz de terminar para siempre con los conflictos armados, duró muy poco. Ya a principios de los 2000 el gasto militar volvió a trepar, y la tendencia no hizo más que pronunciarse después del atentado contra las Torres Gemelas y el estallido de sucesivas conflagraciones en Medio Oriente.

"El aumento en el siglo XXI se enmarca en un cambio en la agenda de seguridad -dice García Pinzón. No sólo la persistencia de amenazas y conflictos geopolíticos, sino la consolidación de las llamadas nuevas amenazas de carácter interméstico, frente a las cuales muchos países han optado por el involucramiento de los militares para combatirlas. En el caso de América Latina vale señalar los casos de Brasil y México, que han asignado tareas al Ejército en el marco de la lucha contra el crimen organizado".

En 1998 todavía se destinaban 1 un billón de dólares. Diez años más tarde, el expendio creció un 70%, hasta 1,7 billones. Desde 2009 se mantiene estable en ese nivel.

"En los 2.000, la OTAN empezó a expandir una especie de cordón de seguridad alrededor de Rusia y la misma Europa reactivó el gasto. Moscú hizo lo mismo y así se reanudó en cierta manera la carrera armamentista. Además empezaron a estallar conflictos regionales tanto en Medio Oriente como en India, Pakistán, etc.", explica Manfred Grautoff, director de Geostrategy Defense & Economy, centro de pensamiento y de análisis en seguridad, consultado por Infobae.

"Por otro lado -continúa-, la forma de la guerra ha cambiado. Ahora estamos frente a conflictos que se conocen como de cuarta generación, donde el énfasis está puesto en la tecnología".

Los más y menos militaristas

Si se calcula en términos absolutos, Estados Unidos es, con mucha ventaja, el país con mayor inversión militar. En 2014 desembolsó 610.000 millones de dólares. En segundo lugar quedó China, con 216.000, y tercero Rusia, con 84.000. Cierran el top ten Arabia Saudita (81.000), Francia (62.000), Reino Unido (60.000), India (50.000), Alemania (46.000), Japón (46.000) y Corea del Sur (37.000).

Pero este cálculo puede ser un poco engañoso, porque esas naciones son también las más ricas. Si tienen más, es lógico que gasten más.

El ranking es muy diferente si se toma en cuenta un criterio relativo, como la inversión en relación al PIB. En ese caso, el que encabeza es Omán, que en 2014 destinó el 11,6% de su producto a fines militares. Completan el podio Arabia Saudita, con 10,4%, y Sudán del Sur, con 9,3%.

Luego vienen Libia (6,2%), Congo (5,6%), Argelia (5,4%), Israel (5,2%), Angola (5,2%), Emiratos Árabes (5,1%) y Azerbaiyán (4,6%). Estados Unidos se ubica en el puesto 22, con 3,5 por ciento.

De los diez, cinco son de África, cuatro de Medio Oriente y uno del Cáucaso. ¿Qué tienen en común? Todos están en zonas de conflicto. Ya sea porque están formalmente en guerra, enfrenten la amenaza del terrorismo o tienen disputas limítrofes con sus vecinos.

"Lo de África es muy sui generis, y tiene que ver con todos los conflictos que padece. El gasto militar, principalmente a partir de la compra de mucho armamento, es usado por los gobiernos para mantener la fidelidad del Ejército y sus hombres, y así sostenerse en el poder. También están las amenazas terroristas, con organizaciones como la Al Shabaab o Boko Haram. Son todas cosas que activan las inversiones", dice Grautoff.

El país que menos invierte es Mauricio. La isla del sudeste africano destina a actividades militares apenas el 0,26% de su PIB. En segundo lugar está Moldavia, con 0,36%, y tercero está Nigeria, con 0,41

Siguen Guatemala (0,44%), Luxemburgo (0,47%), Irlanda (0,49%), Cabo Verde (0,57%), Papúa Nueva Guinea (0,60%), Malta (0,60%) y Sierra Leona (0,64%).

"Si miramos el caso de Guatemala -dice García Pinzón-, hay que tener en cuenta que una condición clave de los acuerdos de paz de 1996 (luego de la guerra civil), fue la desmilitarización del Estado, la disminución de hombres por parte del Ejército, y la reducción del presupuesto. Guatemala enfrenta problemáticas de seguridad que no tienen índole militar, sino que están relacionados con el crimen organizado y actores armados ilegales de carácter urbano".

Luxemburgo y Malta son países muy pequeños, que prácticamente no tienen Fuerzas Armadas. Particularmente afectado por la crisis internacional, Irlanda tuvo que hacer el ajuste más drástico de su historia, que incluyó una reducción radical de su presupuesto de defensa. El resto de las naciones tienen en común estar entre las más pobres del mundo, y tener una muy baja fortaleza institucional.

"El gasto militar es importante en términos de seguridad. No es muy conveniente que sea demasiado bajo en un mundo como el que estamos viviendo hoy, con tantas amenazas regionales. Lo que sí puede tener de positivo es que libera recursos, que se pueden destinar a otras áreas. Pero siempre es necesario algo de disuasión, porque las tensiones entre los países siempre van a estar latentes", afirma Grautoff.

Latinoamérica: el caso colombiano

El gasto en América Latina es más bien bajo. La gran excepción es Colombia, que con 3,4% del PIB está casi al nivel de Estados Unidos. Por encima del 2% está sólo Ecuador (2,7%), y Chile es el único que se acerca (1,9%).

Entre 1 y 2 por ciento están Uruguay (1,7%), Paraguay (1,5%), Brasil (1,4%), Bolivia (1,4%), Perú (1,4%), Honduras (1,3%), Guyana (1,2%), Venezuela (1,1%), Belice (1,1%), El Salvador (1%) y Argentina (1%). Más abajo aparecen Jamaica (0,9%), Trinidad & Tobago (0,8%), Nicaragua (0,7%), México (0,7%), República Dominicana (0,6%) y Guatemala (0,4%).

El estudio dice que Bolivia destinó el 1,4% de su PIB en armas, y el PIB del 2014 fue de 36.000 millones de dólares. Eso significa que Bolivia habría invertido 504 millones de dólares.

En la región, y en el mundo, hay un ejemplo excepcional: Costa Rica. ¿Por qué no figura en la lista? En 1948 tomó la osada decisión de abolir sus Fuerzas Armadas. "No quiero un ejército de soldados, sino uno de educadores", dijo el entonces presidente, José Figueres Ferrer, para justificar la medida.

En lo que respecta al caso colombiano, hay una peculiaridad que puede inducir a la confusión: si tiene un gasto muy superior a sus vecinos es, en gran parte, por una cuestión estadística. A diferencia de lo que ocurre en el resto, el mantenimiento de las fuerzas de seguridad se incluye en el presupuesto de defensa, lo que automáticamente lleva a sobredimensionar el expendio.

"La Policía es un cuerpo profesional gigantesco y se la considera dentro del Ministerio de Defensa -dice Grautoff. La segunda cuestión es que el gasto pensional también se considera dentro del militar. Entonces, la cifra es termina siendo inmensa, aunque cuando se la desagrega ya no es tan así".

Hecha la salvedad, hay que decir que Colombia es igualmente un país con un gasto militar importante, que se ha incrementado en los últimos años. "La agenda de seguridad colombiana ha estado atravesada por la lucha contrainsurgente. El combate a las guerrillas, en especial a las FARC, ha sido prioritario en las últimas décadas. Desde la presidencia de Andrés Pastrana (1998-2012), el Estado colombiano inició un proceso de modernización y fortalecimiento de las Fuerzas Armadas, que continuó con mayor fuerza durante las presidencias de Álvaro Uribe. Ése fortalecimiento ha tenido como correlato un gasto considerable en el sector seguridad. A ello se suman los recursos destinados al combate del narcotráfico", cuenta García Pinzón.

"Lo que pasó durante los gobiernos de Uribe -dice Grautoff- fue que se incorporaron como 50.000 hombres, algo gigantesco. Pero la inversión en suministros y armamento no fue tan fuerte".

Esa decisión se basó en el objetivo de declararle la guerra a las FARC y recuperar el control sobre muchas de las zonas rurales del país, que habían quedado en manos de la guerrilla. "Se buscó tener mayor control territorial, algo muy complicado por la geografía de Colombia. Pero así se logró limitar la movilidad de las FARC", concluye.

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