Francisco: El futuro está en manos de los pobres

Isabel Mercado / Enviada especial a Santa Cruz
Fue su discurso más fuerte, más reformista. El más extenso y autocrítico. El papa Francisco llegó a la clausura del Encuentro Mundial de Movimientos Populares, que comenzó el martes 7 de julio y concluyó ayer , para romper paradigmas.


Minutos antes de su llegada, Alfredo Rada, el viceministro de Coordinación con Movimientos Sociales, que se confesó no católico, había anunciado su presencia como parte del acto de clausura del encuentro que reunió a más de 1.500 delegados de 30 países, que arribaron a un acuerdo denominado "Carta de Santa Cruz”, en el que se resumen las coincidencias de estos movimientos sociales en defensa de los derechos de los pueblos indígenas y de las organizaciones sociales.

Tierra, territorio, techo y trabajo digno están entre las principales conclusiones y demandas del encuentro; además, claro está, de un profundo cuestionamiento al sistema capitalista, al consumismo, al individualismo y una decidida defensa de la naturaleza.

Por los excluidos

Entonces llegó Francisco, acompañado del presidente Evo Morales y entre aplausos y ovaciones ingresó en un ambiente cargado de ideologías no precisamente católicas, sino más bien agnósticas cuando no ateas.

Fue cuando empezó Francisco a romper los paradigmas: Agradeció a los representantes de los movimientos populares por haberse reunido con él en Roma; les dijo que desde entonces los tiene en su corazón y sus oraciones, alabó el que se reunieran para debatir "mejores formas para superar las injusticias de los excluidos del mundo” y dio gracias al presidente Evo Morales por "respaldar decididamente este encuentro”.

De ahí en más, en casi una hora de discurso, respaldó las demandas del Encuentro: Tierra, techo y territorio (las tres T, como él las denominó). "Son derechos sagrados y vale la pena luchar por ellos (…), que el clamor de los excluidos se escuche en toda América Latina y en toda la Tierra”, dijo.

Y cuestionó: "¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad? (…) ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza? (…) Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio”.

"Sembradores de cambio”

Tales fueron, en adelante, los ejes de la disertación de Francisco: la necesidad de un cambio, de una transformación y la vinculación de este cambio a la protección de la Madre Tierra, de la Hermana Naturaleza, como él la llama.

Siempre coherente con el pensamiento expresado en la encíclica Laudato Si -a la que se refirió varias veces-, el Sumo Pontífice dijo que ya no es sostenible un mundo donde la premisa sea la ganancia a cualquier costo. "Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra, como decía San Francisco”.

El Papa llamó a estos "poetas sociales” y "sembradores de cambio” –como se refirió a los movimientos y organizaciones sociales del mundo- a encontrar respuestas globales a los problemas locales, a ir contra la globalización de la exclusión y de la indiferencia, en busca de una "globalización de la esperanza” y a asumir que el cambio que se debe perseguir nace desde el corazón y que no es un cambio "con dueños”. Por eso, dijo, "me gustó cuando escuché aquello del ‘proceso de cambio’”.

Pero le dio apellido a ese cambio, al llamarlo "positivo”. "Es el cambio concebido no como algo que un día llegará porque se impuso tal o cual opción política o porque se instauró tal o cual estructura social. Sabemos dolorosamente que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y sucumbir. Por eso me gusta tanto la imagen del proceso, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, reemplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos. Cada uno de nosotros no es más que parte de un todo complejo y diverso interactuando en el tiempo: pueblos que luchan por una significación, por un destino, por vivir con dignidad, por ‘vivir bien’”. argumentó.

"El futuro del mundo está en manos de los pobres, de los pueblos”, remarcó.

Tres tareas

El cambio es fundamental, pero ¿cómo se alcanza esa trascendental transformación? Francisco eludió dar una receta, pero dijo que hay tres tareas pendientes.

La primera es poner la economía al servicio de los pueblos, lo cual quiere decir que se debe defenestrar una globalización que descarta a las personas porque no responden a los parámetros mercantilistas.

La segunda tarea consiste en unir a los pueblos en el camino de la paz y la justicia, lo cual equivale a que las colectividades sean artífices de su propio destino.

Finalmente, la tercera tarea, que según el Papa es la más importante, estriba en defender a la Madre Tierra, la casa común que hoy es saqueada y devastada por la globalización fundamentada en el dinero.

Pidió perdón

En su emotivo discurso, el Papa también pidió perdón a los pueblos indígenas por los graves pecados de la Iglesia contra los pueblos originarios. "Quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue san Juan Pablo II: pido humildemente perdón no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”.
Minutos antes, el presidente Morales, al finalizar su discurso, agradeció reiteradamente la presencia del "hermano papa Francisco” y dijo que "es la primera vez que tengo un Papa: papa Francisco”.

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