Alemania reclama a la UE un reparto más equitativo de refugiados
Alemania y Suecia absorben el 45% de las solicitudes de asilo de los Veintiocho
Luis Doncel
Berlín, El País
La escena política alemana se parece en estos tiempos a un oasis en el que nada se mueve. Con unas cifras de empleo récord y una gran coalición que no da demasiadas preocupaciones, la canciller Angela Merkel reina en las encuestas, intocable tras una década al frente del Gobierno. Al margen de la convulsa situación internacional —Ucrania, Estado Islámico y la perenne crisis del euro, con Grecia a la cabeza—, solo un asunto enturbia la calma de puertas para adentro: el aumento continuado de inmigrantes que reclaman la condición de asilados políticos. “Cuando viajo a mi circunscripción, mis votantes solo me preguntan por dos asuntos: si vamos a perder el dinero prestado a Grecia y por los nuevos centros de refugiados”, confesaba hace un poco un diputado democristiano.
Las cifras son elocuentes. Alemania ha pasado de recibir unas 50.000 peticiones de asilo en 2011 a las más de 200.000 del año pasado. Se trata del volumen más alto de las dos últimas décadas, un récord que sin ninguna duda este año volverá a superar con creces.
La tragedia de los inmigrantes ahogándose en las costas del Mediterráneo logró esta semana ablandar la postura de Berlín, que en la cumbre de líderes europeos del jueves accedió a implicarse en las tareas de salvamento marítimo. Pero la vuelta de los flujos migratorios a lo más alto de la agenda política europea también ha servido para reactivar una vieja reclamación de Berlín: no es admisible que en la concesión del asilo político solo se impliquen algunos países, entre los que destacan Suecia y Alemania, que absorben el 45% de todas las peticiones de asilo de los Veintiocho.
“Si los europeos estamos de acuerdo en que la solución no es cerrar las fronteras exteriores, también tenemos que acordar entre nosotros un reparto más justo”, asegura el ministro de Asuntos Exteriores, Frank-Walter Steinmeier. En una entrevista publicada el sábado por Der Spiegel, el habitualmente diplomático Steinmeier dejaba entrever su enfado y acusaba indirectamente a sus socios europeos de falta de solidaridad. Mientras “demasiados se desentienden de su responsabilidad”, otros países (sobre todo Alemania, Suecia, Austria, Italia y Hungría) “hacen demasiado”, criticaba el político socialdemócrata.
Las cifras dan munición a los argumentos alemanes. Los 202.815 solicitudes de asilo de Alemania o las 81.325 de Suecia (el país que más peticiones recibe en relación con su población) contrastan con las 5.615 de España. También hay grandes diferencias entre países grandes y pequeños: Hungría, con menos de 10 millones de habitantes, recibe a más refugiados que Reino Unido, que tiene una población superior a los 64 millones. Pese a todo, las reclamaciones de Berlín chocan con la voluntad de otros países como Francia o Reino Unido, temerosos de que una llegada masiva de refugiados dé más fuerza aún a partidos como el Frente Nacional de Marine Le Pen o el UKIP de Nigel Farage. Alemania no es el único que se queja de falta de solidaridad. Países como Italia, Grecia y Mala —a los que llegan la mayor parte de inmigrantes que huyen de Libia— se sienten abandonados por el resto de socios europeos.
La propia Merkel intervino en el debate el pasado viernes, cuando reclamó una reforma radical del llamado sistema de Dublín, según el cual la petición de asilo político se tramita en el país al que primero haya llegado el solicitante. “Este sistema ya no funciona”, dijo la canciller. Alemania apuesta por un sistema de cuotas en el que a cada país le corresponda un determinado volumen de refugiados. Para determinar la cuota que le correspondería a cada país se usarían parámetros como el número de habitantes, la situación económica o las cifras de empleo, todos ellos indicadores que situarían de nuevo a Alemania como la mayor receptora de refugiados. El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, también apuesta por un sistema de cuotas.
La exigencia alemana de un reparto más equitativo de refugiados no se explica solo por los datos. También influyen factores políticos. El aumento de protestas contra la política de asilo y los ataques a centros de refugiados dan alas a los movimientos xenófobos que se articulan en torno a movimientos como Pegida o en el ala más radical del partido Alternativa para Alemania. Y estos movimientos suponen una amenaza para el liderazgo tranquilo que hoy ejerce Merkel y su partido democristiano.
Luis Doncel
Berlín, El País
La escena política alemana se parece en estos tiempos a un oasis en el que nada se mueve. Con unas cifras de empleo récord y una gran coalición que no da demasiadas preocupaciones, la canciller Angela Merkel reina en las encuestas, intocable tras una década al frente del Gobierno. Al margen de la convulsa situación internacional —Ucrania, Estado Islámico y la perenne crisis del euro, con Grecia a la cabeza—, solo un asunto enturbia la calma de puertas para adentro: el aumento continuado de inmigrantes que reclaman la condición de asilados políticos. “Cuando viajo a mi circunscripción, mis votantes solo me preguntan por dos asuntos: si vamos a perder el dinero prestado a Grecia y por los nuevos centros de refugiados”, confesaba hace un poco un diputado democristiano.
Las cifras son elocuentes. Alemania ha pasado de recibir unas 50.000 peticiones de asilo en 2011 a las más de 200.000 del año pasado. Se trata del volumen más alto de las dos últimas décadas, un récord que sin ninguna duda este año volverá a superar con creces.
La tragedia de los inmigrantes ahogándose en las costas del Mediterráneo logró esta semana ablandar la postura de Berlín, que en la cumbre de líderes europeos del jueves accedió a implicarse en las tareas de salvamento marítimo. Pero la vuelta de los flujos migratorios a lo más alto de la agenda política europea también ha servido para reactivar una vieja reclamación de Berlín: no es admisible que en la concesión del asilo político solo se impliquen algunos países, entre los que destacan Suecia y Alemania, que absorben el 45% de todas las peticiones de asilo de los Veintiocho.
“Si los europeos estamos de acuerdo en que la solución no es cerrar las fronteras exteriores, también tenemos que acordar entre nosotros un reparto más justo”, asegura el ministro de Asuntos Exteriores, Frank-Walter Steinmeier. En una entrevista publicada el sábado por Der Spiegel, el habitualmente diplomático Steinmeier dejaba entrever su enfado y acusaba indirectamente a sus socios europeos de falta de solidaridad. Mientras “demasiados se desentienden de su responsabilidad”, otros países (sobre todo Alemania, Suecia, Austria, Italia y Hungría) “hacen demasiado”, criticaba el político socialdemócrata.
Las cifras dan munición a los argumentos alemanes. Los 202.815 solicitudes de asilo de Alemania o las 81.325 de Suecia (el país que más peticiones recibe en relación con su población) contrastan con las 5.615 de España. También hay grandes diferencias entre países grandes y pequeños: Hungría, con menos de 10 millones de habitantes, recibe a más refugiados que Reino Unido, que tiene una población superior a los 64 millones. Pese a todo, las reclamaciones de Berlín chocan con la voluntad de otros países como Francia o Reino Unido, temerosos de que una llegada masiva de refugiados dé más fuerza aún a partidos como el Frente Nacional de Marine Le Pen o el UKIP de Nigel Farage. Alemania no es el único que se queja de falta de solidaridad. Países como Italia, Grecia y Mala —a los que llegan la mayor parte de inmigrantes que huyen de Libia— se sienten abandonados por el resto de socios europeos.
La propia Merkel intervino en el debate el pasado viernes, cuando reclamó una reforma radical del llamado sistema de Dublín, según el cual la petición de asilo político se tramita en el país al que primero haya llegado el solicitante. “Este sistema ya no funciona”, dijo la canciller. Alemania apuesta por un sistema de cuotas en el que a cada país le corresponda un determinado volumen de refugiados. Para determinar la cuota que le correspondería a cada país se usarían parámetros como el número de habitantes, la situación económica o las cifras de empleo, todos ellos indicadores que situarían de nuevo a Alemania como la mayor receptora de refugiados. El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, también apuesta por un sistema de cuotas.
La exigencia alemana de un reparto más equitativo de refugiados no se explica solo por los datos. También influyen factores políticos. El aumento de protestas contra la política de asilo y los ataques a centros de refugiados dan alas a los movimientos xenófobos que se articulan en torno a movimientos como Pegida o en el ala más radical del partido Alternativa para Alemania. Y estos movimientos suponen una amenaza para el liderazgo tranquilo que hoy ejerce Merkel y su partido democristiano.