España entierra sus comercios más tradicionales

Madrid, AP
El escaparate de muñecas y peluches es una de las imágenes más tradicionales de la Gran Vía madrileña. Un cartel de despedida altera el decorado de Navidad: "¡Gracias por estos 72 años!". Decenas de personas visitan la tienda a diario y se toman fotos para el recuerdo.


"Así", una de las jugueterías más antiguas de Madrid, está a punto de cerrar.

El 1 de enero del 2015 marca el final de una época en España. El comercio tradicional, el más familiar, el de toda la vida, pierde la protección que controlaba el precio de sus alquileres. La ley de arrendamientos urbanos -de 1995- permitió a todos los negocios abiertos antes de 1985 mantener sus contratos por un máximo de 20 años con el único gravamen anual del Índice de Precios al Consumo.

A partir de ahora, los propietarios pueden disponer de los locales a su antojo. Pero la renegociación del alquiler es casi imposible. "Así" paga 10.000 euros (12.200 dólares) al mes en la zona más comercial de la ciudad. El precio de mercado es cinco veces más. Lo mismo ocurre con otros tantos negocios tradicionales de zapaterías, talleres de costura y bares, entre otros, de Barcelona, Sevilla, Valencia, Bilbao y otras grandes capitales.

La Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos estima que 200.000 comercios están afectados. Entre 50.000 y 55.000 deberán cerrar inmediatamente y unas 120.000 personas perderán su puesto de trabajo en un país golpeado por un 24% de desempleo. Sin embargo, los expertos calculan que potentes franquicias como Zara (Inditex) alquilarán los locales y recuperarán actividad económica. Otra cosa es la esencia.

"Es un cambio de modelo que se impone en las grandes ciudades. Ha pasado en París, Florencia, Venecia... Las franquicias generan actividad económica, pero se pierde la esencia, el valor que una ciudad con respecto a otras", dijo Robert Tornabell, catedrático de la escuela de negocios ESADE. "Se llama progreso, pero hay cosas que tienen un valor incalculable".

"Lo más valioso a veces no tiene valor", añadió.

Pepa Eznarriega, de 45 años, es la cuarta generación al frente de la juguetería "Así", que en realidad -aunque casi nadie lo sabe en Madrid- es el acrónimo del nombre de su madre, Ángela Simón. Su bisabuelo Afrodisio abrió en 1942, cuando la Gran Vía era una calle deprimida por la Guerra Civil (1936-1939).

La tienda se ubicaba en un edificio propiedad de Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba, junto a otros socios. Cuando la duquesa, fallecida el pasado 20 de noviembre a los 88 años, quiso vender, la familia intentó comprar el local. Pero Cayetana de Alba quería desprenderse del edificio entero y no podían hacer frente a semejante gasto.

La juguetería es una de las postales más típicas de la ciudad. Niños de todas las generaciones se han quedado boquiabiertos mirando el escaparate de muñecas y peluches de fabricación propia. "Así" tiene otras cuatro tiendas en Madrid, pero el 70% de los ingresos de la empresa es gracias al negocio original de la Gran Vía. Eznarriega no ha querido negociar un nuevo precio, pero se les ha permitido permanecer hasta el 31 de enero para completar la campaña navideña, la de mayor venta.

"Nosotros hemos contribuido al éxito comercial de Madrid. Hemos pagado de nuestro bolsillo las reformas y ahora nos abandonan", dijo casi entre lágrimas. "Toda nuestra vida está aquí".

Las ocho personas que trabajan como dependientas serán despedidas. Montse García, de 40 años, es madre soltera y lleva 15 en "Así".

"La tienda es una familia y estamos destrozados", explicó. "Trato de ser positiva, pero en mi caso me voy a la calle con una edad difícil y un hijo".

Unos metros más arriba en la misma Gran Vía, Ángel García, de 89 años, recogía llorando un retrato del rey Alfonso XIII (1896-1941) dedicado a su tienda. La camisería es una de las más distinguidas de la ciudad, con un mobiliario de época de valor incalculable. García cerró para siempre la Camisería Hernando, que ha vestido durante 150 años a las mejores familias de Madrid. Tres personas se quedan en la calle, porque no pueden hacer frente a un nuevo alquiler mensual de 20.000 euros (24.340 dólares). Hasta ahora pagaban 3.650 dólares.

No muy lejos de la juguetería y la camisería, el Café Central es el club de jazz de referencia desde hace 35 años en Madrid. Gerardo Pérez, de 62, abrió el local junto a otros cinco socios. Hay conciertos los siete días de la semana para un público selecto y quizá pequeño, pero muy fiel. Tete Montoliu (1933-1997), el pianista y compositor de jazz más importante que dio España, llegó a actuar cinco semanas consecutivas en la década de 1990.

Café por la mañana y sala de conciertos de noche, el Central, con una plantilla de 35 empleados, lucha por sobrevivir. A través de un resquicio en la normativa, Pérez busca una prórroga de cinco años en el alquiler, que supera los 5.000 euros (6.100 dólares) al mes. El precio de mercado oscila entre el doble y el triple en ese barrio.

"Si no nos dan la prórroga del contrato, yo me quedaré aquí hasta que un juez diga que me tengo que ir", dijo. "Pero entiendo que los propietarios quieren sacar más rendimiento. Es normal".

"Si el Central desaparece, dudo mucho que nadie quiera abrir un club de jazz. Se perderá para siempre", agregó.

El Café Galdós, de ambiente literario, con exposiciones y actuaciones de teatro alternativo, también tiene un mes para cerrar. Actores e intelectuales han frecuentado el Galdós durante años, al igual que muchos políticos. El bar, una antigua panadería, está detrás del Congreso de los Diputados.

Ramiro González, de 46 años, trasladará el negocio a otro lugar relativamente cercano. Y, en principio, sus ocho trabajadores seguirán con él. Pero no tendrá el encanto del local original de techos infinitos y su espectacular barra de mármol.

"Todo el comercio tradicional, el de siempre, lo que da imagen de una ciudad con historia, acabará en franquicias: Zara, Starbucks... Entiendo que son los nuevos tiempos, pero es una pena", explicó González. "Estos lugares son parte de la cultura popular, son locales ya míticos"

El ministro de Economía, Luis de Guindos, aseguró recientemente en el Parlamento que se dio un periodo de 20 años para que estos comercios fueran adaptándose a los precios de mercado. De Guindos acusó a los socialistas, autores de la ley, de no haber hecho nada para solucionar este problema en los años que gobernaron.

Pero para muchos expertos, la cuestión es algo más que sentimental y económica. Porque muchos de estos negocios son genuinos. El producto que ofrecen es también un reclamo turístico.

"Muchos de los artículos de estas tiendas no se hacen ya en ninguna parte y es difícil medir si eso va a perjudicar al turismo", dijo Tornabell. "Se pierde una calidad de 100, 150 años. Y hay un coste".

"La ciudad pierde identidad", agregó.

Entradas populares