La riqueza del mundo de los muertos
Arqueólogos mexicanos exhiben objetos de hace 1.800 años hallados en Teotihuacán
Luis Pablo Beauregard
México, El País
La representación del inframundo en la tierra la forma un túnel de 102 metros de longitud y 2,5 de altura. El agua llegaba a las rodillas de los sacerdotes que lo recorrían. Sus antorchas hacían brillar la cúpula, que titilaba gracias a la pirita que se había aplicado a la bóveda para representar las estrellas que los antiguos mexicanos creen que se veían desde el mundo de los muertos. En las cámaras se hallaban miles de ofrendas traídas desde lejos, como el jade, caracolas de mar talladas, colmillos de grandes felinos, vasijas de cerámica y otros objetos alusivos al agua en honor a Tláloc, una de las deidades más temidas y veneradas en Mesoamérica.
El inframundo estuvo oculto por más de 1.800 años en el subsuelo de Teotihuacán, debajo del Templo de la Serpiente Emplumada, una de las zonas arqueológicas más visitadas de México, a 50 kilómetros de la capital. María Teresa Romero, directora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), presentó esta semana al público los principales logros del proyecto Tlalocan: camino bajo la tierra, con los principales hallazgos de cinco años de trabajo en la excavación.
Quizá fue algo más que la suerte lo que hizo que las fuertes lluvias del otoño de 2003 llevaran al arqueólogo Sergio Gómez a descubrir un pozo en la parte conocida como La Ciudadela, al sur de la Pirámide de la Luna. Ayudado por sus colegas, bajó 13 metros amarrado por una cuerda. A través de un boquete de 83 centímetros de diámetro se dio cuenta de que había un espacio que se extendía desde la Gran Explanada hacia el Templo de la Serpiente Emplumada. Fue el inicio del proyecto Tlalocan.
Gómez siguió su instinto. Las leyendas contaban que la entrada al inframundo se hacía desde el oeste, y que al este había un sitio “lleno de riquezas, abundancia y fecundidad creadora”. El líder del proyecto no imaginó entonces que ahí hallaría una de las ofrendas más importantes de Mesoamérica, con 50.000 objetos de enorme valor.
El túnel era una representación metafórica de la cueva del origen de los tiempos que había quedado orillado a la mitología prehispánica. “El hallazgo nos abre posibilidades de tener nuevos conocimientos sobre la cosmogonía, la religión y la cultura en toda la región”, asegura el arqueólogo. Ahora se sabe que allí abajo, una zona restringida a los más poderosos, se celebraban los rituales para nombrar a las autoridades. “Las divinidades del mundo de los muertos otorgaban su poder a los nuevos gobernantes ahí”, dice Gómez.
Las pruebas de carbono 14 han revelado que algunas de las ofrendas datan del año 126. Los arqueólogos están entusiasmados porque dentro del tesoro hallaron “fragmentos significativos” de piel. Esto aportaría más información sobre las etnias que poblaban los diferentes barrios de Teotihuacán. “No se ha encontrado algo así en todo México”, dice Gómez, que trata de mantener a raya su optimismo señalando que se tienen que realizar pruebas de ADN para descartar que se trate de restos de animal.
El descubrimiento del grupo de expertos del INAH marca un hito en la historia arqueológica de México. Para que los trabajos comenzaran hace 11 años fue necesario retirar casi 1.000 toneladas de tierra. Hasta 2009 el proyecto no comenzó a tomar forma.
Las primeras imágenes del interior se lograron en 2010 gracias al robot Tlaloque I, el primero utilizado en México para explorar zonas arqueológicas frágiles y el segundo del mundo (tras Egipto). “Lo hicimos en cuatro meses con materiales que reciclábamos y con lo que encontrábamos”, explica Hugo Guerra, el ingeniero del Instituto Politécnico Nacional que lo creó. El ingenio del alumno de mecatrónica logró poner ojos en un sitio que había estado vedado desde el año 550, cuando el túnel sufrió una clausura definitiva. Ante el éxito se diseñó una nueva máquina que auxilió a los arqueólogos a encontrar tres habitáculos en el recorrido. Los especialistas hallaron allí algunos de los objetos más fascinantes. Se trata de cuatro esculturas, tres femeninas y una masculina. Estaban de pie observando hacia la intersección de las tres recámaras.
Excavar en México y su pasado suele dejar al descubierto más preguntas que certezas. Al menos así ha sido para Gómez, que cree que las misteriosas esculturas dirigen su vista hacia la tumba de algún importante sacerdote o exgobernante de Teotihuacán. “Creemos que el túnel se clausuró definitivamente para resguardar algo. Existen indicios de una sepultura ritual”, dice. El misterio quedará sin respuesta al menos hasta 2015, cuando el proyecto Tlalocan concluya.
Luis Pablo Beauregard
México, El País
La representación del inframundo en la tierra la forma un túnel de 102 metros de longitud y 2,5 de altura. El agua llegaba a las rodillas de los sacerdotes que lo recorrían. Sus antorchas hacían brillar la cúpula, que titilaba gracias a la pirita que se había aplicado a la bóveda para representar las estrellas que los antiguos mexicanos creen que se veían desde el mundo de los muertos. En las cámaras se hallaban miles de ofrendas traídas desde lejos, como el jade, caracolas de mar talladas, colmillos de grandes felinos, vasijas de cerámica y otros objetos alusivos al agua en honor a Tláloc, una de las deidades más temidas y veneradas en Mesoamérica.
El inframundo estuvo oculto por más de 1.800 años en el subsuelo de Teotihuacán, debajo del Templo de la Serpiente Emplumada, una de las zonas arqueológicas más visitadas de México, a 50 kilómetros de la capital. María Teresa Romero, directora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), presentó esta semana al público los principales logros del proyecto Tlalocan: camino bajo la tierra, con los principales hallazgos de cinco años de trabajo en la excavación.
Quizá fue algo más que la suerte lo que hizo que las fuertes lluvias del otoño de 2003 llevaran al arqueólogo Sergio Gómez a descubrir un pozo en la parte conocida como La Ciudadela, al sur de la Pirámide de la Luna. Ayudado por sus colegas, bajó 13 metros amarrado por una cuerda. A través de un boquete de 83 centímetros de diámetro se dio cuenta de que había un espacio que se extendía desde la Gran Explanada hacia el Templo de la Serpiente Emplumada. Fue el inicio del proyecto Tlalocan.
Gómez siguió su instinto. Las leyendas contaban que la entrada al inframundo se hacía desde el oeste, y que al este había un sitio “lleno de riquezas, abundancia y fecundidad creadora”. El líder del proyecto no imaginó entonces que ahí hallaría una de las ofrendas más importantes de Mesoamérica, con 50.000 objetos de enorme valor.
El túnel era una representación metafórica de la cueva del origen de los tiempos que había quedado orillado a la mitología prehispánica. “El hallazgo nos abre posibilidades de tener nuevos conocimientos sobre la cosmogonía, la religión y la cultura en toda la región”, asegura el arqueólogo. Ahora se sabe que allí abajo, una zona restringida a los más poderosos, se celebraban los rituales para nombrar a las autoridades. “Las divinidades del mundo de los muertos otorgaban su poder a los nuevos gobernantes ahí”, dice Gómez.
Las pruebas de carbono 14 han revelado que algunas de las ofrendas datan del año 126. Los arqueólogos están entusiasmados porque dentro del tesoro hallaron “fragmentos significativos” de piel. Esto aportaría más información sobre las etnias que poblaban los diferentes barrios de Teotihuacán. “No se ha encontrado algo así en todo México”, dice Gómez, que trata de mantener a raya su optimismo señalando que se tienen que realizar pruebas de ADN para descartar que se trate de restos de animal.
El descubrimiento del grupo de expertos del INAH marca un hito en la historia arqueológica de México. Para que los trabajos comenzaran hace 11 años fue necesario retirar casi 1.000 toneladas de tierra. Hasta 2009 el proyecto no comenzó a tomar forma.
Las primeras imágenes del interior se lograron en 2010 gracias al robot Tlaloque I, el primero utilizado en México para explorar zonas arqueológicas frágiles y el segundo del mundo (tras Egipto). “Lo hicimos en cuatro meses con materiales que reciclábamos y con lo que encontrábamos”, explica Hugo Guerra, el ingeniero del Instituto Politécnico Nacional que lo creó. El ingenio del alumno de mecatrónica logró poner ojos en un sitio que había estado vedado desde el año 550, cuando el túnel sufrió una clausura definitiva. Ante el éxito se diseñó una nueva máquina que auxilió a los arqueólogos a encontrar tres habitáculos en el recorrido. Los especialistas hallaron allí algunos de los objetos más fascinantes. Se trata de cuatro esculturas, tres femeninas y una masculina. Estaban de pie observando hacia la intersección de las tres recámaras.
Excavar en México y su pasado suele dejar al descubierto más preguntas que certezas. Al menos así ha sido para Gómez, que cree que las misteriosas esculturas dirigen su vista hacia la tumba de algún importante sacerdote o exgobernante de Teotihuacán. “Creemos que el túnel se clausuró definitivamente para resguardar algo. Existen indicios de una sepultura ritual”, dice. El misterio quedará sin respuesta al menos hasta 2015, cuando el proyecto Tlalocan concluya.