La deuda de 250 años de esclavitud

El 68% de los estadounidenses está en contra de indemnizar a los descendientes de esclavos

Cristina F. Pereda
Washington, El País
Al sistema de esclavitud en Estados Unidos le sucedieron un siglo de leyes que institucionalizaron la discriminación contra los afroamericanos. Sirvieron, por ejemplo, para que la acerera US Steel empleara durante cinco décadas a miles de negros libres en sus minas. ¿De qué manera consiguió la empresa una fuerza laboral que pudiera someter a abusos? “La mayoría habían sido detenidos y después ‘realquilados’ por los gobiernos locales a estas empresas”, según reveló una investigación de Douglas Blackmon. “Cuarenta y cinco años después de que Lincoln firmase la Emancipación, miles de hombres seguían presos, vigilados con látigos, trabajando para la bonanza empresarial que crecía en el norte”.


Eran Esclavos con otro nombre, como se tituló la obra de Blackmon. El escritor investigó qué pasaría en EE UU si las grandes corporaciones reconocieran cómo se habían beneficiado de la fuerza de trabajo esclava de la misma manera que lo hicieron las empresas alemanas que emplearon a judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Alemania pagó indemnizaciones multimillonarias a Israel. EE UU, cuyo sistema de esclavitud se extendió 250 años, no se atreve a hablar aún de reparaciones.

¿Debe EE UU reparar las consecuencias de la esclavitud? ¿Cómo abordaría el pago a 44 millones de personas? El debate va y viene. En 2008 lo provocó la obra de Blackmon. Hace unos meses fue un reportaje en la revista The Atlantic cuyos datos relacionaron la marginación de los afroamericanos en Chicago con las leyes que durante décadas les prohibieron alquilar viviendas. Cada legislatura desde hace 25 años, el congresista de Michigan John Conyers plantea un proyecto de ley para que EE UU reconozca “la crueldad, la brutalidad y la falta de humanidad” de la esclavitud”, así como “la consecuente discriminación económica y racial de los afroamericanos y el impacto en sus supervivientes”. La propuesta nunca se ha llegado a debatir.

“Tenemos que ser capaces de debatir el infierno de la esclavitud a pesar de que fuera legal”, afirma Robert Sedler, profesor de derecho de la Universidad de Wayne (Michigan) y abogado en casos de derechos civiles. “La falta de diálogo sólo impide que comprendamos su alcance”. Para Sedler el primer obstáculo es que esté vinculado con una cantidad económica. El segundo es una cuestión de viabilidad: la esclavitud estaba legalizada, sus víctimas fallecieron hace décadas y sus descendientes no siempre pueden demostrar la línea de parentesco.

Si no es la inferioridad racial, pregunta Blackmon, ¿qué explica las dificultades de los afroamericanos para avanzar económica y socialmente? La “inquietante” respuesta ya la conocen muchos afroamericanos: “un modo de esclavitud pervivió hasta el siglo XX, integrado en el sistema económico y amparado por el gobierno”. Sus efectos, como han demostrado decenas de autores en una especie de relevo de pruebas documentales -el último es Ta-Nehisi Coates, en The Atlantic- se sienten todavía hoy.

De todos los países y colonias que participaron en el sistema de la esclavitud, EE UU es el único en el que la población sometida aumentó década tras década. El censo de 1790 registró a 697.000 esclavos. 70 años después eran cuatro millones. La mayoría no había dejado atrás las ‘puertas de no retorno’ en orillas africanas. Nacían esclavos. 150 años después, de las 185 familias más ricas del país, solo tres son afroamericanas y la riqueza de los blancos es 19 veces mayor que la de los negros. Entre 2005 y 2009, el valor de las viviendas de familias blancas pasó de 113.000 dólares a 134.000, mientras que el de las negras descendía de 12.000 dólares a 5.600. La tasa de desempleo de los afroamericanos duplica la de los blancos desde hace cinco décadas. También suman uno de los 2,3 millones de estadounidenses encarcelados.

En ‘Un argumento a favor de las Reparaciones’, Coates describe la era Jim Crow como una “cleptocracia” en la que a los negros les robaban su derecho a votar a través de impuestos. Soldados negros que regresaban de la Segunda Guerra Mundial aterrizaban en la nación de la libertad despojados de ésta. En el siglo XX, seis millones de afroamericanos protagonizaron la Gran Migración hacia el norte. “No sólo buscaban mejores sueldos y trabajo. Querían el amparo de la ley”.

En Chicago, Filadelfia o Washington, toparon con normativas urbanísticas que les impedían firmar alquileres. Entre 1930 y 1960, en Chicago se produjeron linchamientos de negros e incendios para mantener “vecindarios segregados”, según la documentación de Coates. Su acusación apunta también al gobierno federal: “El New Deal de Roosevelt estaba basado en las leyes de Jim Crow”. Describe la ley de Seguridad Social de 1935 como “diseñada para proteger el estilo de vida sureño”. Los trabajadores agrícolas y domésticos, la mayoría negros, quedaron excluidos de las indemnizaciones por desempleos. El 65% de los afroamericanos no tuvieron acceso a una protección fundamental de la que sí disponían el resto de ciudadanos.

A pesar de ser una parte clave de su historia, los profesores de EE UU dedican más tiempo a estudiar el Holocausto que la esclavitud, explica Sara Fanning, especialista en la ruta de los esclavos de África a EE UU. “Para muchos estudiantes es doloroso”, afirma. Algunos de sus alumnos son descendientes de esclavos y, asegura, “quieren entender la historia para poder seguir adelante”. Pero el debate por las reparaciones está por llegar. “Conlleva tantos problemas, necesitamos eliminar los aspectos más sensibles de esta conversación para anular la posibilidad de rechazo”.

EE UU tampoco ha dedicado un espacio público a explorar esta parte de su historia. EE UU carece de un museo nacional de historia afroamericana. Llegará, como pronto, el año que viene, y se espera que cuente con una exhibición permanente dedicada a la esclavitud. “Se trata de una época que se extendió 250 años. No hay un sitio lo suficientemente grande en los museos actuales como para abarcarlo entero”, dice Fanning.

Durante las últimas décadas, bajo el liderazgo de iniciativas como la de Conyers, varias instituciones han defendido la necesidad de las reparaciones por la esclavitud. en 1987 nació la Coalición Nacional de Negros por las Reparaciones (NCOBRA). La Asociación para el Avance de las Personas de Color, la poderosa NAACP, las pidió en 1993. EE UU sí indemnizó a los japoneses internados en suelo americano durante la Segunda Guerra Mundial. En 1997, el presidente Clinton pidió disculpas por los experimentos realizados en los años 30 infectando a cientos de negros con sífilis sin su consentimiento.

Pero las reparaciones por la esclavitud, en vez de reconciliar, dividen a la población. El 75% de los afroamericanos afirma que la esclavitud es la causa de la disparidad económica actual entre blancos y negros, mientras que el 68% de los estadounidenses asegura que el gobierno no debería pagar a los descendientes de esclavos y un 57% también rechaza la idea de abordar las reparaciones a través de programas educativos. Los ciudadanos niegan, en la misma proporción, que EE UU deba compensar a los afroamericanos por las leyes discriminatorias instauradas durante más de un siglo después de abolirse la esclavitud, según una encuesta reciente de YouGov y Huffington Post.

Las voces en su contra aseguran que no se puede culpar a EE UU de los errores cometidos antes de ser fundado. “Esta nación es el resultado de un esfuerzo colectivo que inventó la idea de libertad y debemos protegerlo”, escribió Neil Steinberg, columnista del Chicago Sun Times. “Los negros viven mejor en EE UU que en África, a pesar de que la esclavitud fue un calvario”. Steinberg alerta de que si la nación se adentra en su historia para enmendar errores “destrozaremos un país que todos debemos proteger”.

Coates tacha estos argumentos de “patriotismo a la carta” por celebrar la libertad ignorando el pasado esclavista. “La era de los linchamientos ha terminado. Pero la memoria de aquellos a quienes robaron sus vidas permanece en las consecuencias que sufrieron”, dice Coates. “En EE UU existe la extraña y poderosa creencia de que si apuñalas 10 veces a un negro, deja de sangrar en el momento en que sueltas el cuchillo. Creemos que el dominio blanco es algo del pasado, una deuda que se puede hacer desaparecer simplemente con no mirar”.

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