Holanda, el equipo que siempre se queda a las puertas de la gloria mundialista
Brasil, BBC
“El fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once… y Holanda se queda a un paso del triunfo“.
Esta libre adaptación de la frase del exjugador inglés Gary Lineker -quien definió el fútbol como “un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once, y siempre gana Alemania”- se puede aplicar tras la derrota de Holanda ante Argentina este miércoles en la segunda semifinal del Mundial de Brasil 2014.
La selección holandesa es la que más finales mundialistas ha perdido -tres- y uno de los equipos que pertenecen a la categoía de grandes que no tiene en sus vitrinas ninguna copa mundial. Apenas se puede consolar con una Eurocopa, la de 1988 que se disputó en Alemania.
Se puede decir que el hecho de que un país pequeño, de apenas 17 millones de habitantes, haya perdido tres finales implica el mérito de haberlas alcanzado, pero como recordaba el entrenador holandés Louis van Gaal este mismo miércoles, los deportistas quieren ganar, y este dato probablemente les servirá de poco consuelo.
¿Cómo explicar que uno de los equipos más admirados del mundo no haya alcanzado nunca la gloria del campeón?
Para un país con un tamaño levemente superior al de Suiza no es un logro menor.
Pero si se mira a su reputación futbolística y su venerado sistema de juego, especialmente el que desarrolló en la década de 1970, cuesta trabajo creer que no haya ganado aún una Copa del Mundo.
Disputó la final en tres ocasiones y en otras dos ediciones más se quedó en semifinales.
Era la Holanda de Johan Cruyff, la recién bautizada “naranja mecánica”, la selección que jugaba un “fútbol total”.
Esta admirada selección tuvo su origen en el Ajax de Ámsterdam, equipo dirigido por Rinus Michels que tenía a Johan Cruyff como figura indiscutible y que se alzó con tres Copas de Europa -la actual Liga de Campeones- consecutivas: 1971, 1972 y 1973.
Como director técnico, Michels trasladó el estilo del Ajax de Cruyff, que contaba con otras estrellas como Johan Neeskens, Johnny Rep o Ruud Krol, al conjunto nacional y dio lugar a una identidad propia caracterizada por un juego ofensivo y dinámico.
El equipo tenía un perfecto engranaje desde la portería hasta el ataque. Contaba con futbolistas inteligentes, proactivos, con buena técnica y excelente resistencia física, que corrían en círculos y maravillaban a todo el mundo.
Ahí nació el concepto de “naranja mécanica”, por el color de la vestimenta, por el estilo de juego de ataque y, por qué no, por el entonces reciente estreno de la película de Stanley Kubrick en 1971, que de seguro impactó severamente a la sociedad de la época.
Este equipo revolucionario se adelantó 1-0 en la final de 1974 sin que los alemanas tocaran el balón, pero finalmente perdió por 2 goles a 1 en Múnich; nadie supo explicar bien por qué.
Una hipótesis es que se creyeron campeones antes de tiempo.
En aquel Mundial también se vio las caras en el partido definitivo con la selección anfitriona, Argentina. Y perdió.
En este caso no fue una cuestión de exceso de confianza. Holanda había aprendido la lección y se mostró más humilde.
En sus filas no contó con su gran estrella: Cruyff renunció a jugar ese torneo, por razones que todavía no están del todo claras.
Ya fuera la ausencia de Cruyff o la mala suerte -un tiro de Resenbrink al poste cuando el partido expiraba con 1-1 enmudeció al Monumental de Buenos Aires- lo cierto es que Holanda cayó en la prórroga por 3-1.
La selección tardó en recuperarse de aquella decepción y no volvió a disputar una Copa del Mundo hasta Italia 90.
Los holandeses tuvieron frente a sí a la España de Vicente del Bosque que venía de ganar la Eurocopa de Suiza y Austria 2008, y deslumbraba con su juego de toque de balón.
“Esta vez sí, a la tercera va la vencida”. El ambiente que se respiraba en Holanda en aquel momento era de optimismo.
España era campeona de Europa y, además, había eliminado a la todopoderosa Alemania en semifinales del Mundial con un resultado contundente. Pero su historial en los Mundiales no dejaba lugar para muchas ilusiones y sin embargo la Oranje se veía merecedora del preciado trofeo.
“España será campeón del mundo”, dijo el seleccionador alemán, Joachim Löw, tras su derrota ante la “Roja”.
El único gol del partido, marcado por Andrés Iniesta en la prórroga, confirmó la predicción del alemán y acabó una vez más con el sueño holandés.
Ahora, cuatro años después, cuando pocos veían a los holandeses en la recta final de la competición, la “naranja mecánica” se fue abriendo camino y se colocó en una semifinal a la que llegó con cierto aire de favoritismo.
Cada derrota y cada decepción pertenece a distintas épocas. Los adversarios han sido conjuntos diferentes y se han dado circunstancias diversas. Pero hay un denominador común, la sensación que le queda al equipo de “merecer algo más”.
“El fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once… y Holanda se queda a un paso del triunfo“.
Esta libre adaptación de la frase del exjugador inglés Gary Lineker -quien definió el fútbol como “un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once, y siempre gana Alemania”- se puede aplicar tras la derrota de Holanda ante Argentina este miércoles en la segunda semifinal del Mundial de Brasil 2014.
La selección holandesa es la que más finales mundialistas ha perdido -tres- y uno de los equipos que pertenecen a la categoía de grandes que no tiene en sus vitrinas ninguna copa mundial. Apenas se puede consolar con una Eurocopa, la de 1988 que se disputó en Alemania.
Se puede decir que el hecho de que un país pequeño, de apenas 17 millones de habitantes, haya perdido tres finales implica el mérito de haberlas alcanzado, pero como recordaba el entrenador holandés Louis van Gaal este mismo miércoles, los deportistas quieren ganar, y este dato probablemente les servirá de poco consuelo.
¿Cómo explicar que uno de los equipos más admirados del mundo no haya alcanzado nunca la gloria del campeón?
Una selección muy valorada
Holanda ocupa, desde hace una década, un puesto entre las diez mejores selecciones del mundo, según la clasificación que elabora la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA).
“Siempre estuvimos orgullosos de nuestra manera de jugar. Hicimos cosas importantes en el mundo del fútbol con esta manera de juego. Alcanzamos dos finales y ganamos una Eurocopa. Para ser un país pequeño esto es un gran éxito” Ruud Gullit, exfutbolista holandés
En los primeros seis meses de 2014 ha bajado posiciones y oscila entre el 10 y el 15, pero los diez años anteriores ha estado invariablemente en lo más alto, llegando a alcanzar el tercer puesto en 2008 y 2009 y el segundo en 2010 y 2011. Para un país con un tamaño levemente superior al de Suiza no es un logro menor.
Pero si se mira a su reputación futbolística y su venerado sistema de juego, especialmente el que desarrolló en la década de 1970, cuesta trabajo creer que no haya ganado aún una Copa del Mundo.
Disputó la final en tres ocasiones y en otras dos ediciones más se quedó en semifinales.
“El fútbol total”
La primera gran decepción futbolística de Holanda llegó en 1974, cuando la Oranje cayó en la final por 2-1 ante Alemania Occidental, país organizador del Mundial.Era la Holanda de Johan Cruyff, la recién bautizada “naranja mecánica”, la selección que jugaba un “fútbol total”.
Esta admirada selección tuvo su origen en el Ajax de Ámsterdam, equipo dirigido por Rinus Michels que tenía a Johan Cruyff como figura indiscutible y que se alzó con tres Copas de Europa -la actual Liga de Campeones- consecutivas: 1971, 1972 y 1973.
Como director técnico, Michels trasladó el estilo del Ajax de Cruyff, que contaba con otras estrellas como Johan Neeskens, Johnny Rep o Ruud Krol, al conjunto nacional y dio lugar a una identidad propia caracterizada por un juego ofensivo y dinámico.
El equipo tenía un perfecto engranaje desde la portería hasta el ataque. Contaba con futbolistas inteligentes, proactivos, con buena técnica y excelente resistencia física, que corrían en círculos y maravillaban a todo el mundo.
Este equipo revolucionario se adelantó 1-0 en la final de 1974 sin que los alemanas tocaran el balón, pero finalmente perdió por 2 goles a 1 en Múnich; nadie supo explicar bien por qué.
Una hipótesis es que se creyeron campeones antes de tiempo.
“Eterno subcampeón”
Con la siguiente derrota en una final mundialista, en 1978, la selección holandesa recibió otro sobrenombre: “eterno subcampeón”.En aquel Mundial también se vio las caras en el partido definitivo con la selección anfitriona, Argentina. Y perdió.
En este caso no fue una cuestión de exceso de confianza. Holanda había aprendido la lección y se mostró más humilde.
En sus filas no contó con su gran estrella: Cruyff renunció a jugar ese torneo, por razones que todavía no están del todo claras.
La selección tardó en recuperarse de aquella decepción y no volvió a disputar una Copa del Mundo hasta Italia 90.
A la tercera va la vencida
Tendrían que pasar 32 años desde la final de Argentina para que Holanda alcanzara el último partido de un Mundial de fútbol: fue en Sudáfrica 2010.Los holandeses tuvieron frente a sí a la España de Vicente del Bosque que venía de ganar la Eurocopa de Suiza y Austria 2008, y deslumbraba con su juego de toque de balón.
“Esta vez sí, a la tercera va la vencida”. El ambiente que se respiraba en Holanda en aquel momento era de optimismo.
España era campeona de Europa y, además, había eliminado a la todopoderosa Alemania en semifinales del Mundial con un resultado contundente. Pero su historial en los Mundiales no dejaba lugar para muchas ilusiones y sin embargo la Oranje se veía merecedora del preciado trofeo.
“España será campeón del mundo”, dijo el seleccionador alemán, Joachim Löw, tras su derrota ante la “Roja”.
El único gol del partido, marcado por Andrés Iniesta en la prórroga, confirmó la predicción del alemán y acabó una vez más con el sueño holandés.
Ahora, cuatro años después, cuando pocos veían a los holandeses en la recta final de la competición, la “naranja mecánica” se fue abriendo camino y se colocó en una semifinal a la que llegó con cierto aire de favoritismo.
Cada derrota y cada decepción pertenece a distintas épocas. Los adversarios han sido conjuntos diferentes y se han dado circunstancias diversas. Pero hay un denominador común, la sensación que le queda al equipo de “merecer algo más”.