El norte de Malí, de la guerra al caos
Varios conflictos afectan la región de Gao, donde se tuvo el último contacto con el vuelo AH5017
José Naranjo, El País
El último contacto con el vuelo AH5017 de Air Algérie se produjo a la altura de Gao, en el noreste de Malí. Tanto esta región como las de Tombuctú y Kidal están sumidas desde hace dos años y medio en un conflicto de múltiples caras y en el que se mezclan diferentes actores y causas.
En realidad, se debería hablar más bien de los conflictos del norte de Malí. Por un lado, la guerra internacional contra el avance del yihadismo, que vivió su climax en 2013 con la intervención militar francesa. Por otro, la rebelión tuareg liderada por el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA) que, desde enero de 2012, se enfrenta al Ejército de Malí y que aún sigue activa, especialmente en Kidal; y, finalmente, los enfrentamientos entre un puñado de grupos armados entre sí motivados por venganzas intercomunitarias y, sobre todo, por hacerse con el control de uno de los negocios más lucrativos de esta región, el tráfico de droga. Demasiadas armas e intereses circulando en una vasta y desértica región de porosas fronteras.
El pasado 16 de julio comenzaba en Argel el último intento internacional de alcanzar la paz en este caótico escenario. Tras aceptar la mediación argelina, seis grupos armados, entre ellos el propio MNLA y el Gobierno maliense, se sentaban a la misma mesa para establecer las condiciones de un alto el fuego y sentar las bases para una hipotética paz. Pese a las buenas palabras y los gestos, lo cierto es que las armas siguen hablando sobre el terreno.
En los últimos días, el MNLA y un grupo disidente se han enfrentado con violencia (se habla de decenas de muertos) en la zona de Tabankort, entre Gao y Kidal, en unos choques en los que según el responsable de la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Malí (Minusma), Bert Koenders “hay implicadas muchas comunidades, muchos intereses y muchos traficantes de droga”. El pasado 14 de julio un soldado francés murió (el noveno en este conflicto) en el último atentado suicida, reivindicado por el grupo Al Murabitún de Moctar Belmoctar, uno de los terroristas más buscados del mundo. Y el pasado mayo, el MNLA, grupo independentista, infligió una humillante derrota al Ejército de Malí en Kidal, con más de cincuenta fallecidos.
La intervención militar francesa que comenzó en enero de 2013 sirvió para frenar el avance yihadista hacia el sur y para recuperar el control de las ciudades de Gao y Tombuctú, poniendo en fuga a los tres principales grupos terroristas, de corte islamista radical, que se habían hecho con el control del norte del país (Al Qaeda en el Magreb Islámico, AQMI, Muyao y Ansar Dine). Los narcoterroristas en desbandada se refugiaron en las cuevas y escondrijos del macizo montañoso del Adrar de los Ifoghas, hasta donde fueron perseguidos por las fuerzas militares francesas y sus aliados chadianos. Otros se camuflaron entre la población de esta zona desértica, lo que ha mantenido la inestabilidad.
Tanto Gao como Tombuctú han sufrido decenas de ataques y las vías que atraviesan el desierto siguen siendo inseguras: secuestros, lanzamiento de obuses, asesinatos, choques violentos. La muestra más clara de este caos se da en Kidal, ciudad donde los rebeldes campan a sus anchas.
José Naranjo, El País
El último contacto con el vuelo AH5017 de Air Algérie se produjo a la altura de Gao, en el noreste de Malí. Tanto esta región como las de Tombuctú y Kidal están sumidas desde hace dos años y medio en un conflicto de múltiples caras y en el que se mezclan diferentes actores y causas.
En realidad, se debería hablar más bien de los conflictos del norte de Malí. Por un lado, la guerra internacional contra el avance del yihadismo, que vivió su climax en 2013 con la intervención militar francesa. Por otro, la rebelión tuareg liderada por el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA) que, desde enero de 2012, se enfrenta al Ejército de Malí y que aún sigue activa, especialmente en Kidal; y, finalmente, los enfrentamientos entre un puñado de grupos armados entre sí motivados por venganzas intercomunitarias y, sobre todo, por hacerse con el control de uno de los negocios más lucrativos de esta región, el tráfico de droga. Demasiadas armas e intereses circulando en una vasta y desértica región de porosas fronteras.
El pasado 16 de julio comenzaba en Argel el último intento internacional de alcanzar la paz en este caótico escenario. Tras aceptar la mediación argelina, seis grupos armados, entre ellos el propio MNLA y el Gobierno maliense, se sentaban a la misma mesa para establecer las condiciones de un alto el fuego y sentar las bases para una hipotética paz. Pese a las buenas palabras y los gestos, lo cierto es que las armas siguen hablando sobre el terreno.
En los últimos días, el MNLA y un grupo disidente se han enfrentado con violencia (se habla de decenas de muertos) en la zona de Tabankort, entre Gao y Kidal, en unos choques en los que según el responsable de la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Malí (Minusma), Bert Koenders “hay implicadas muchas comunidades, muchos intereses y muchos traficantes de droga”. El pasado 14 de julio un soldado francés murió (el noveno en este conflicto) en el último atentado suicida, reivindicado por el grupo Al Murabitún de Moctar Belmoctar, uno de los terroristas más buscados del mundo. Y el pasado mayo, el MNLA, grupo independentista, infligió una humillante derrota al Ejército de Malí en Kidal, con más de cincuenta fallecidos.
La intervención militar francesa que comenzó en enero de 2013 sirvió para frenar el avance yihadista hacia el sur y para recuperar el control de las ciudades de Gao y Tombuctú, poniendo en fuga a los tres principales grupos terroristas, de corte islamista radical, que se habían hecho con el control del norte del país (Al Qaeda en el Magreb Islámico, AQMI, Muyao y Ansar Dine). Los narcoterroristas en desbandada se refugiaron en las cuevas y escondrijos del macizo montañoso del Adrar de los Ifoghas, hasta donde fueron perseguidos por las fuerzas militares francesas y sus aliados chadianos. Otros se camuflaron entre la población de esta zona desértica, lo que ha mantenido la inestabilidad.
Tanto Gao como Tombuctú han sufrido decenas de ataques y las vías que atraviesan el desierto siguen siendo inseguras: secuestros, lanzamiento de obuses, asesinatos, choques violentos. La muestra más clara de este caos se da en Kidal, ciudad donde los rebeldes campan a sus anchas.