La legislatura europea más tumultuosa

La crisis deja seis millones de parados más y 2,5 billones de deuda adicional

Claudi Pérez
Bruselas, El País
Desde finales de los años ochenta, el capitalismo alumbra crisis con una cadencia de entre tres y cinco años. El crash de Wall Street en 1987 dejó paso al derrumbe del sistema monetario europeo, al efecto tequila mexicano, a la crisis asiática, rusa y latinoamericana, al pinchazo de las puntocom y a la quiebra de Enron. Consecuencia o tal vez suma de toda esa cadena de desastres, para 2007 se había hinchado tal superburbuja que con su pinchazo estalló la madre de todas las crisis, la denominada Gran Recesión, uno de esos huracanes que se dan una vez en un siglo. Llegó a Europa un poco más tarde, coincidiendo con el arranque de la legislatura europea. Y se convirtió en una crisis con mil y una caras: primero y siempre financiera, después fiscal, finalmente de desempleo y empobrecimiento de las clases medias y bajas, con reverberaciones sociales y políticas como el reciente aumento del populismo.


Un lustro después, la Unión y el euro siguen intactos tras salvar varias situaciones extremas, en una legislatura que se ha convertido en la más turbulenta de su historia. El edificio sigue en pie. Pero a lo largo de los últimos años se han desnudado todas sus flaquezas: la Europa del euro se construyó inicialmente como un poder débil al que le faltaba parte de las herramientas de prevención de las crisis, y todas las de su gestión. Las decisiones tomadas en los cuatro últimos años han corregido parcialmente esas carencias, pero apenas han logrado retocar, apuntalar el edificio. Hay ahora más y mejores herramientas. Pero por el camino ha quedado un sabor agridulce en el manejo de la crisis de Bruselas, con una Comisión Europea débil, apartada a menudo por Berlín y compañía: “Desde una perspectiva histórica, la gestión de la eurozona durante los últimos años será uno de los mayores errores jamás vistos de política económica”, resume el economista y asesor del Gobierno francés Jean Pisani-Ferry, autor del soberbio La crisis del euro y sus consecuencias.

Pese a todos esos reproches, la legislatura también ha mostrado, más que nunca, la utilidad de Europa. El papel de la Unión como última red de protección evitó las quiebras de Grecia, Irlanda, Portugal, Chipre y también la de la banca española, aunque a su vez los socios impusieron unas condiciones tan duras a cambio que han provocado algo parecido a una depresión en muchos de esos países, con la austeridad convertida en un eufemismo apenas velado para firmar el acta de defunción de la solidaridad como valor inspirador de la Unión. De este agitado proceso ha surgido algún artefacto crucial para el devenir económico del proyecto comunitario: el fondo de rescate (o Mede) y la unión bancaria, un proyecto menos ambicioso de lo esperado pero que refrenda la idea de que toda la UE está interconectada por su sistema financiero.

Pero, sobre todo, estos años refuerzan el papel del BCE como tal vez la única institución genuinamente europea —con sus defectos, y algunos errores de trazo grueso— capaz de reconducir la situación cuando vienen curvas.

Aun con esos avances, la sobredosis de recortes aplicados ha provocado algo más que rasguños. Basta un par de datos para comprobarlo. Uno: la crisis deja en el continente una inmensa cicatriz en lo social, al elevar de 20 a 26 millones el número de parados y abrir una enorme fractura Norte-Sur, Alemania-todos los demás. Y dos: en la legislatura en la que la austeridad se convirtió casi en una revolución cultural, la deuda pública ha pasado del 75% al 88% del PIB de la Unión a finales de 2013 —y subiendo— un mordisco de dos billones y medio de euros que se explica, básicamente, por la factura del salvamento de los bancos y por el aumento del gasto vinculado al Estado de bienestar, como las prestaciones de desempleo. Europa, además, sale muy mal parada en las comparaciones con EE UU y con el resto de áreas económicas; empieza a salir del túnel pero la recuperación es aún muy frágil, “está expuesta a cualquier vaivén, interior o exterior”, indica Charles Wyplosz, del Graduate Institute.

La mayor sacudida desde que existe la UE no podía pasar desapercibida. Y no solo en el plano económico: estuvo a punto de llevarse por delante el euro, pero políticamente dejó a la vista todas las costuras del proyecto, un liderazgo alemán intransigente frente a la preocupante ausencia de Francia y la dimisión del Reino Unido, el ascenso de populismos de diversa índole, los problemas de gobernanza, la pérdida de peso de Europa en el mundo —con una política exterior que muestra verdaderas dificultades para perseguir una meta común— y una alarmante falta de liderazgo.

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