La crisis cambiaria sacude a Argentina
Argentina vuelve a autorizar la compra de dólares a los particulares
El Gobierno da un volantazo a la política monetaria que venía implantando desde finales de 2011
Francisco Peregil
Buenos Aires, El País
La depreciación del peso argentino respecto al dólar, que alcanzó el jueves niveles desconocidos desde la crisis provocada por el corralito de 2001, llevó el viernes al Gobierno de Argentina a dar un volantazo en su política económica. A partir del lunes, los ciudadanos argentinos podrán comprar dólares en el mercado oficial, cosa que se fue volviendo imposible desde finales de 2011 debido a las restricciones que impuso el Gobierno. La medida fue anunciada a primeras horas de la mañana por el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, en presencia del ministro de Economía, Axel Kicillof, después de que el día anterior el peso experimentase una depreciación del 12%, cerrara con un valor oficial de 7,75 pesos por dólar y de 13 pesos en el mercado negro, cifra desconocida hasta ese día en los garitos ilegales donde se intercambian divisas. El jefe de Gabinete también anunció que el recargo de las compras en el extranjero disminuirá del 35 al 20%.
Jorge Capitanich suele ofrecer cada mañana una conferencia de prensa en la que admite preguntas. Pero esta vez se limitó a emitir una declaración de minuto y medio: “Hemos decidido autorizar la compra de dólares para tenencia de personas físicas, de acuerdo al flujo de ingresos declarados”, señaló. Ante las numerosas preguntas que planteaban los periodistas, Axel Kicillof, espetó: “Los mismos que nos dijeron durante diez años —se refería a la década de los noventa, cuando gobernó el peronista Carlos Menem— que el dólar valía un peso son los que hoy nos quieren convencer de que vale 13. Así que saquen sus propias conclusiones”. Kicillof aludía al precio que alcanzó el día anterior el dólar en el mercado negro, que es al que acceden los pequeños ahorradores para conseguir divisas.
El ministro de Economía aclaró posteriormente en una entrevista concedida a Radio Continental, emisora del grupo Prisa (editor de EL PAÍS), que las subidas en el mercado ilegal y las de esta semana en el oficial, están provocadas por intereses particulares que pretenden desestabilizar “el proyecto económico”. En concreto, citó a la compañía petrolera Shell. “Ayer, alrededor de las doce y veinte de la tarde el dólar estaba cotizándose a 7,20 en el mercado. Y hubo un pedido de compra de dólares por 8,40, que luego terminó en 8,70 (…) Es como que yo entro en una verdulería y el tomate está a 11 pesos y digo: ‘Yo quiero comprar por 40’. ‘No, pero está a 12’ ‘No, yo quiero comprar por 40’. Kicillof explicó que la depreciación se produjo a causa de un pedido de 3,5 millones de dólares por parte de por compañía Shell, “que quiso poner el dólar a 8,40”. El presidente de Shell en Argentina, Juan José Aranguren, se apresuró a desmentir de forma rotunda cualquier intento desestabilizador.
En las redes sociales criticaban la versión del Gobierno alegando que si una compra de 3,5 millones de dólares podía crear tales movimientos en el mercado, muy mal debe andar la economía. La depreciación del peso no solo convulsionó el mercado argentino, sino que se unió a la devaluación de otras monedas de países emergentes, como Turquía y Sudáfrica, y provocó en la bolsa de España la mayor caída en lo que va de año.
El Gobierno argentino emprendió desde el 28 de octubre de 2011 lo que la prensa crítica bautizó como un “cepo cambiario”. La decisión ocasionó en su día varias caceroladas de miles de ciudadanos que vieron cómo se les volvía cada vez más caro ahorrar mediante la compra de dólares. Ante una inflación que ahora ronda el 25%, la solución para muchos argentinos consiste en comprar dólares y guardarlos en el colchón. Las protestas no hicieron cambiar el rumbo de la política cambiaría del Gobierno. Pero la política del Gobierno tampoco modificó los hábitos de millones de ahorradores habituados desde hace décadas a refugiarse en el dólar.
El Gobierno pretendía aumentar el flujo de dólares disponibles en el Banco Central y promover el uso del peso frente a la divisa estadounidense. Pero, hasta el momento, todo el batallón de medidas implantadas en dos años no han generado los resultados esperados. El dólar oficial se vendía en octubre de 2011 —al inicio de las medidas restrictivas— a 4,24 pesos mientras que en el mercado paralelo se ofrecía a 4,49 pesos. Este jueves, un día antes de que el Gobierno anunciara la marcha atrás en su política cambiaria, el dólar oficial llegó a elevarse hasta los 8,40 pesos y cerró a 7,75, después de que el Banco Central pusiera en circulación 100 millones de dólares provenientes de sus reservas para evitar un mayor desplome del peso. Mientras tanto, el dólar blue o negro se pagó a 13,10 pesos, el triple de lo que costaba en octubre de 2011. Y las reservas del Banco Central, que en octubre de 2011 se situaban en 47.821 millones de dólares, descendieron el jueves hasta los 29.263 millones, una cifra que no se registraba desde hacía siete años. Buena parte de esos 18.558 millones evaporados desde 2011 fueron destinados a pagar deudas, cosa de la que se enorgullece el Gobierno. Pero otra parte tuvo que invertirse en colocar dólares en el mercado para que no se disparase el dólar blue. Lo primero que hicieron el jueves miles de ciudadanos, cuando vieron que el dólar negro se disparaba a 13 pesos era acudir a comprarlos a las cuevas o despachos ilegales, antes de que continuara subiendo.
En 2012, Cristina Fernández intentó convencer a los ciudadanos de que era mucho más rentable ahorrar en pesos que en dólares. Les animó a que pesificaran sus ahorros. Para dar ejemplo, en julio de 2012 convirtió en pesos tres millones de dólares que tenía en depósito a plazo fijo y conminó al senador oficialista Aníbal Fernández a que pesificara también sus ahorros en dólares. Pero la mayoría de los argentinos siguieron confiando en la divisa estadounidense.
Las consecuencias de la nueva medida están por verse. Pero la mayoría de los economistas críticos señalan que no se conseguirá enderezar el timón mientras no haya un reconocimiento claro de la inflación y una política para combatirla. En resumen: el Gobierno aún no ha tomado la sartén por el mango.
El Gobierno da un volantazo a la política monetaria que venía implantando desde finales de 2011
Francisco Peregil
Buenos Aires, El País
La depreciación del peso argentino respecto al dólar, que alcanzó el jueves niveles desconocidos desde la crisis provocada por el corralito de 2001, llevó el viernes al Gobierno de Argentina a dar un volantazo en su política económica. A partir del lunes, los ciudadanos argentinos podrán comprar dólares en el mercado oficial, cosa que se fue volviendo imposible desde finales de 2011 debido a las restricciones que impuso el Gobierno. La medida fue anunciada a primeras horas de la mañana por el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, en presencia del ministro de Economía, Axel Kicillof, después de que el día anterior el peso experimentase una depreciación del 12%, cerrara con un valor oficial de 7,75 pesos por dólar y de 13 pesos en el mercado negro, cifra desconocida hasta ese día en los garitos ilegales donde se intercambian divisas. El jefe de Gabinete también anunció que el recargo de las compras en el extranjero disminuirá del 35 al 20%.
Jorge Capitanich suele ofrecer cada mañana una conferencia de prensa en la que admite preguntas. Pero esta vez se limitó a emitir una declaración de minuto y medio: “Hemos decidido autorizar la compra de dólares para tenencia de personas físicas, de acuerdo al flujo de ingresos declarados”, señaló. Ante las numerosas preguntas que planteaban los periodistas, Axel Kicillof, espetó: “Los mismos que nos dijeron durante diez años —se refería a la década de los noventa, cuando gobernó el peronista Carlos Menem— que el dólar valía un peso son los que hoy nos quieren convencer de que vale 13. Así que saquen sus propias conclusiones”. Kicillof aludía al precio que alcanzó el día anterior el dólar en el mercado negro, que es al que acceden los pequeños ahorradores para conseguir divisas.
El ministro de Economía aclaró posteriormente en una entrevista concedida a Radio Continental, emisora del grupo Prisa (editor de EL PAÍS), que las subidas en el mercado ilegal y las de esta semana en el oficial, están provocadas por intereses particulares que pretenden desestabilizar “el proyecto económico”. En concreto, citó a la compañía petrolera Shell. “Ayer, alrededor de las doce y veinte de la tarde el dólar estaba cotizándose a 7,20 en el mercado. Y hubo un pedido de compra de dólares por 8,40, que luego terminó en 8,70 (…) Es como que yo entro en una verdulería y el tomate está a 11 pesos y digo: ‘Yo quiero comprar por 40’. ‘No, pero está a 12’ ‘No, yo quiero comprar por 40’. Kicillof explicó que la depreciación se produjo a causa de un pedido de 3,5 millones de dólares por parte de por compañía Shell, “que quiso poner el dólar a 8,40”. El presidente de Shell en Argentina, Juan José Aranguren, se apresuró a desmentir de forma rotunda cualquier intento desestabilizador.
En las redes sociales criticaban la versión del Gobierno alegando que si una compra de 3,5 millones de dólares podía crear tales movimientos en el mercado, muy mal debe andar la economía. La depreciación del peso no solo convulsionó el mercado argentino, sino que se unió a la devaluación de otras monedas de países emergentes, como Turquía y Sudáfrica, y provocó en la bolsa de España la mayor caída en lo que va de año.
El Gobierno argentino emprendió desde el 28 de octubre de 2011 lo que la prensa crítica bautizó como un “cepo cambiario”. La decisión ocasionó en su día varias caceroladas de miles de ciudadanos que vieron cómo se les volvía cada vez más caro ahorrar mediante la compra de dólares. Ante una inflación que ahora ronda el 25%, la solución para muchos argentinos consiste en comprar dólares y guardarlos en el colchón. Las protestas no hicieron cambiar el rumbo de la política cambiaría del Gobierno. Pero la política del Gobierno tampoco modificó los hábitos de millones de ahorradores habituados desde hace décadas a refugiarse en el dólar.
El Gobierno pretendía aumentar el flujo de dólares disponibles en el Banco Central y promover el uso del peso frente a la divisa estadounidense. Pero, hasta el momento, todo el batallón de medidas implantadas en dos años no han generado los resultados esperados. El dólar oficial se vendía en octubre de 2011 —al inicio de las medidas restrictivas— a 4,24 pesos mientras que en el mercado paralelo se ofrecía a 4,49 pesos. Este jueves, un día antes de que el Gobierno anunciara la marcha atrás en su política cambiaria, el dólar oficial llegó a elevarse hasta los 8,40 pesos y cerró a 7,75, después de que el Banco Central pusiera en circulación 100 millones de dólares provenientes de sus reservas para evitar un mayor desplome del peso. Mientras tanto, el dólar blue o negro se pagó a 13,10 pesos, el triple de lo que costaba en octubre de 2011. Y las reservas del Banco Central, que en octubre de 2011 se situaban en 47.821 millones de dólares, descendieron el jueves hasta los 29.263 millones, una cifra que no se registraba desde hacía siete años. Buena parte de esos 18.558 millones evaporados desde 2011 fueron destinados a pagar deudas, cosa de la que se enorgullece el Gobierno. Pero otra parte tuvo que invertirse en colocar dólares en el mercado para que no se disparase el dólar blue. Lo primero que hicieron el jueves miles de ciudadanos, cuando vieron que el dólar negro se disparaba a 13 pesos era acudir a comprarlos a las cuevas o despachos ilegales, antes de que continuara subiendo.
En 2012, Cristina Fernández intentó convencer a los ciudadanos de que era mucho más rentable ahorrar en pesos que en dólares. Les animó a que pesificaran sus ahorros. Para dar ejemplo, en julio de 2012 convirtió en pesos tres millones de dólares que tenía en depósito a plazo fijo y conminó al senador oficialista Aníbal Fernández a que pesificara también sus ahorros en dólares. Pero la mayoría de los argentinos siguieron confiando en la divisa estadounidense.
Las consecuencias de la nueva medida están por verse. Pero la mayoría de los economistas críticos señalan que no se conseguirá enderezar el timón mientras no haya un reconocimiento claro de la inflación y una política para combatirla. En resumen: el Gobierno aún no ha tomado la sartén por el mango.