ANÁLISIS / El Este quiere el éxito ucranio
Las nuevas democracias de la UE entienden mejor la necesidad de dar a Ucrania una perspectiva europea
MARCIN ZABOROWSKI, El País
Por segunda vez en los últimos diez años, las multitudes acuden al euromaidán, en el centro de Kiev, para manifestarse en medio de un frío helador. Agitan banderas de la Unión Europea (UE) y exigen que su Gobierno se decante por Europa; demuestran un apego a la idea europea que no tiene parangón en la propia UE. La última vez, la Revolución Naranja de 2004-2005 dio lugar a un Gobierno proeuropeo, pero luego, las élites corruptas y la incapacidad de la UE para responder a las aspiraciones de los ucranios que esperaban oír que la UE les daría la bienvenida en el futuro acabaron con ese ímpetu. Esta vez, los ucranios proeuropeos están indignados por la decisión del Gobierno prorruso del presidente Yanúkovich de rechazar la oferta de una asociación con la UE.
Los trascendentales acontecimientos en el euromaidán hacen que la actividad diplomática sea frenética en Polonia, Alemania, los países nórdicos y en un puñado de Estados excomunistas, mientras que el resto de Europa a lo mejor se solidariza con ellos, pero muestra menos interés por el destino del vecino más grande de la UE hacia el este. Existen varias razones que explican esta divergencia de los intereses por Ucrania, pero, básicamente, están relacionados con la historia y la geografía.
Ucrania y los Estados del centro y del este de Europa están unidos por siglos de coexistencia en los que sus fronteras mutuas se desplazaron muchas veces a lo largo de los últimos siglos. La ciudad del oeste de Ucrania de Lviv/Lwow/Lemberg estaba en Polonia durante el periodo de entreguerras, mientras que antes de la I Guerra Mundial estaba dentro de las fronteras del imperio austrohúngaro. Los ucranios étnicos constituyen la minoría más grande de Polonia, y la minoría polaca en Ucrania también es importante. Como ellos mismos han experimentado la intimidación rusa, los polacos, los eslovacos y los bálticos sienten más empatía hacia Ucrania, que ahora se ve sometida a diversas presiones por parte de Moscú. Hace unos años, Rusia cortó literalmente su suministro de gas a Ucrania en pleno invierno. Esta vez, Moscú ha paralizado las importaciones ucranias para obligar a Kiev a rechazar la asociación con la UE. En el improbable caso de que los acontecimientos en Ucrania se vuelvan más graves o incluso violentos, serían los Estados vecinos (Polonia, Lituania, Suecia) los que tendrían que asumir la tarea de proporcionar una ayuda humanitaria adecuada.
Pero Ucrania también representa una gran oportunidad para la región. Si Kiev emprende la senda de la europeización, los polacos, los suecos y los alemanes saldrían beneficiados por tener un vecino estable y económicamente fuerte con una población de 45 millones de habitantes. En este momento, Ucrania es uno de los Estados más corruptos del mundo. Aunque es rico en minerales, posee una base industrial desarrollada y sus jóvenes tienen una buena formación, la falta de transparencia de su sistema ahuyenta a los posibles inversores. Por ejemplo, la empresa minera de cobre polaca KGHM decidió invertir en el lejano Chile en vez de en la vecina Ucrania, a pesar de que, en lo que a potencial se refiere, Ucrania presenta mayores oportunidades para la industria del cobre. Aunque hace 20 años Polonia y Ucrania se encontraban en un nivel comparable de desarrollo económico, hoy día son dos mundos aparte. Pero es evidente que cuando Ucrania adopte las normativas de la UE y limpie su sistema se podría convertir con relativa rapidez en un país de éxito que se beneficie a sí mismo y beneficie a la región.
Por último, al igual que España, Polonia y otros países que sufrieron el autoritarismo se muestran en general favorables a la idea de proseguir la ampliación de la UE. Las nuevas democracias de la UE (en el este o en el sur), que saben por experiencia propia que la aspiración de incorporarse a la UE tuvo un impacto fundamental en sus esfuerzos por consolidar la democracia y fomentar la modernización económica, entienden mejor la necesidad de ofrecer a Ucrania una perspectiva europea.
Marcin Zaborowski es director del Instituto Polaco de Asuntos Internacionales.
MARCIN ZABOROWSKI, El País
Por segunda vez en los últimos diez años, las multitudes acuden al euromaidán, en el centro de Kiev, para manifestarse en medio de un frío helador. Agitan banderas de la Unión Europea (UE) y exigen que su Gobierno se decante por Europa; demuestran un apego a la idea europea que no tiene parangón en la propia UE. La última vez, la Revolución Naranja de 2004-2005 dio lugar a un Gobierno proeuropeo, pero luego, las élites corruptas y la incapacidad de la UE para responder a las aspiraciones de los ucranios que esperaban oír que la UE les daría la bienvenida en el futuro acabaron con ese ímpetu. Esta vez, los ucranios proeuropeos están indignados por la decisión del Gobierno prorruso del presidente Yanúkovich de rechazar la oferta de una asociación con la UE.
Los trascendentales acontecimientos en el euromaidán hacen que la actividad diplomática sea frenética en Polonia, Alemania, los países nórdicos y en un puñado de Estados excomunistas, mientras que el resto de Europa a lo mejor se solidariza con ellos, pero muestra menos interés por el destino del vecino más grande de la UE hacia el este. Existen varias razones que explican esta divergencia de los intereses por Ucrania, pero, básicamente, están relacionados con la historia y la geografía.
Ucrania y los Estados del centro y del este de Europa están unidos por siglos de coexistencia en los que sus fronteras mutuas se desplazaron muchas veces a lo largo de los últimos siglos. La ciudad del oeste de Ucrania de Lviv/Lwow/Lemberg estaba en Polonia durante el periodo de entreguerras, mientras que antes de la I Guerra Mundial estaba dentro de las fronteras del imperio austrohúngaro. Los ucranios étnicos constituyen la minoría más grande de Polonia, y la minoría polaca en Ucrania también es importante. Como ellos mismos han experimentado la intimidación rusa, los polacos, los eslovacos y los bálticos sienten más empatía hacia Ucrania, que ahora se ve sometida a diversas presiones por parte de Moscú. Hace unos años, Rusia cortó literalmente su suministro de gas a Ucrania en pleno invierno. Esta vez, Moscú ha paralizado las importaciones ucranias para obligar a Kiev a rechazar la asociación con la UE. En el improbable caso de que los acontecimientos en Ucrania se vuelvan más graves o incluso violentos, serían los Estados vecinos (Polonia, Lituania, Suecia) los que tendrían que asumir la tarea de proporcionar una ayuda humanitaria adecuada.
Pero Ucrania también representa una gran oportunidad para la región. Si Kiev emprende la senda de la europeización, los polacos, los suecos y los alemanes saldrían beneficiados por tener un vecino estable y económicamente fuerte con una población de 45 millones de habitantes. En este momento, Ucrania es uno de los Estados más corruptos del mundo. Aunque es rico en minerales, posee una base industrial desarrollada y sus jóvenes tienen una buena formación, la falta de transparencia de su sistema ahuyenta a los posibles inversores. Por ejemplo, la empresa minera de cobre polaca KGHM decidió invertir en el lejano Chile en vez de en la vecina Ucrania, a pesar de que, en lo que a potencial se refiere, Ucrania presenta mayores oportunidades para la industria del cobre. Aunque hace 20 años Polonia y Ucrania se encontraban en un nivel comparable de desarrollo económico, hoy día son dos mundos aparte. Pero es evidente que cuando Ucrania adopte las normativas de la UE y limpie su sistema se podría convertir con relativa rapidez en un país de éxito que se beneficie a sí mismo y beneficie a la región.
Por último, al igual que España, Polonia y otros países que sufrieron el autoritarismo se muestran en general favorables a la idea de proseguir la ampliación de la UE. Las nuevas democracias de la UE (en el este o en el sur), que saben por experiencia propia que la aspiración de incorporarse a la UE tuvo un impacto fundamental en sus esfuerzos por consolidar la democracia y fomentar la modernización económica, entienden mejor la necesidad de ofrecer a Ucrania una perspectiva europea.
Marcin Zaborowski es director del Instituto Polaco de Asuntos Internacionales.