La mujer más poderosa

Janet Yellen tiene en sus manos la recuperación de la economía mundial

Sandro Pozzi
Nueva York, El País
Abran paso, Angela Merkel y Dilma Rousseff: llega Janet Yellen. No será difícil ver a la elegida para presidir la Reserva Federal en lo más alto de la lista que la revista Forbesdedica a las 100 mujeres más poderosas del planeta, donde ni siquiera aparece ahora. Eso sucederá cuando el Senado de EE UU confirme su nominación por parte del presidente Barak Obama, anunciada esta semana. Entonces, políticos, economistas e inversores serán todo oídos para ella. Y por la influencia que tienen las decisiones de la Fed en la marcha de la economía global, dicen que será más poderosa incluso que las reinas Isabel y Victoria de Inglaterra.


Más allá de esta hipérbole, es un hecho que Yellen está llamada a ser la primera mujer en dirigir uno de los bancos centrales del G-7, un club de hombres donde la igualdad de género brilla por su ausencia. Su mandato debería empezar el 1 de febrero próximo. Nunca antes una mujer dirigió la Reserva Federal en sus 100 años de historia. Tampoco ha habido una mujer al frente del Tesoro de EE UU en más de dos siglos. Ampliando más la vista, entre los 23 miembros del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) no hay ninguna.

La imagen se repite en el Banco de Inglaterra, integrado por nueve hombres exclusivamente. En el de Japón hay una mujer entre sus gobernadores, Sayuri Shirai. La Fed tiene tres en su máximo organismo de gobierno de manera permanente, más otras dos alternas. Solo Austria, Finlandia y Polonia tienen también mujeres en el directorio de los bancos centrales, tomando a los 34 países de la OCDE. No pasa lo mismo en los países emergentes, con Mercedes Marcó (Argentina), Elvira Nabiullina (Rusia), Gill Marcus (Sudáfrica), Linah Mohohlo (Botsuana) y Zeti Akhtar Aziz (Malasia) al frente de sus bancos centrales. La nominación de Yellen, por tanto, da vida al debate sobre la falta de representación de las mujeres en el mundo de la economía.

Es una realidad que no se puede pasar por alto, aunque no fue un reto mayor para que la menuda y cálida Yellen llegue a presidir la institución más influyente del planeta. Ella es la persona en la que confía Obama para dirigir la Fed. Es la decisión económica más importante de su segundo mandato, que le servirá para marcar el abandono de la crisis y dar continuidad a su legado cuando deje la Casa Blanca.

Quizás la vulnerabilidad inmediata de Yellen como líder sea que no era la primera opción, pese a que apareció desde el primer momento en la lista que se manejó para suceder a Ben Bernanke. Obama prefería a Larry Summers por su experiencia en la gestión de crisis pasadas. Pero para Wall Street esta cuestión y la del género no importan. Ahora lo que trata de descifrar son dos cosas: si Yellen es un clon de Bernanke y cómo llevará a cabo la reducción de los estímulos al crecimiento económico.

Yellen, de 67 años, tiene gran experiencia en el ámbito público y académico. Es seria y meticulosa, conoce los entresijos de la Reserva Federal (es su actual vicepresidenta) y entiende lo que se ha hecho durante los últimos cincos años para apoyar la economía. Por tanto debería saber qué hay que hacer para volver a la normalidad monetaria sin sobresaltos y romper con la dependencia de la economía hacia el dinero en efectivo que la Fed lleva años inyectándole.

El proceso de confirmación de Yellen en el Senado debería ser bastante fácil viendo el expediente de la expresidenta de la Reserva Federal de San Francisco. Otra cosa son las cuestiones políticas. El demócrata Jeff Merkley señalaba tras conocerse la elección que lo que se necesita ahora al frente de la Fed es una persona que “mire las decisiones de política monetaria a través de la lente de lo que es mejor para la clase media”.

De hecho, Yellen está considerada una de las voces que con más fuerza defendió dar prioridad a la creación de empleo sobre la inflación. También, como señala Merklye, es consistente en sus predicciones económicas. Pero es evidente que hay miembros del Senado que la ven con malos ojos como presunta continuadora de las políticas de Bernanke, pese a que ayudaron a EE UU a capear el peor temporal económico desde la Gran Depresión.

El senador republicano Robert Coker se encuentra entre los que considera que la de Janet Yellen es una mala elección. Cuestiona su laxitud. Ya se opuso a su nominación a vicepresidenta hace tres años y ahora opina que no hay evidencias de que la estrategia actual esté ayudando realmente a la creación de empleo. “Hay mucho de lo que hablar”, dice el político de Tennessee.

El momento del cambio en la Fed no puede ser más interesante. A corto plazo, la primera lectura que se hace de la elección es el apoyo de Obama a la política de estímulos sin límite de la Reserva Federal. El presidente necesita que continúe, por eso la elección de Yellen se ve como la evidente. La economista neoyorquina es partidaria de afrontar con calma el proceso de abandono de los estímulos. El banco central de EE UU lleva casi un año comprando deuda hipotecaria y pública a un ritmo de 85.000 millones al mes. Hasta el propio Bernanke admite que si se deja funcionando más tiempo del necesario el problema crecerá. Y ahí está el primer gran cometido para Yellen: cómo desmontar toda la estructura sin crear tensiones. Es un proceso que, según señala José Viñals desde el Fondo Monetario Internacional, “no tiene precedentes”.

Se refiere Viñals tanto a su cuantía como a su complejidad. Para cuando Bernanke le ceda el puesto, Yellen heredará un balance con activos valorados en cuatro billones de dólares, cuatro veces más de lo que tenía antes de la crisis. En esencia, la Fed está comprando medio billón de dólares en deuda al año, con lo que se acerca a los 600.000 millones que coloca en el mercado. Por eso se considera que esto debe acabar pronto.

Bernanke quiere irse con el camino marcado. Su idea es que el programa conocido como QE3 siga funcionando hasta el próximo verano. Pero para ello debe dar antes el primer paso hacia su ralentización, algo que podría suceder a final de mes, aunque por la tensión política en Washington y la falta de datos económicos por el parón gubernamental es más probable que se retrase a diciembre o incluso enero.

Los economistas del banco Wells Fargo creen que la Reserva Federal no puede esperar mucho más y dejar un cambio de política de tal calibre en manos de una persona nueva. Además, señalan que la presidencia de la Fed no es el único asiento que queda vacante. Hay tres puestos de gobernadores que deben ser cubiertos, a lo que se suma la rotación en los presidentes regionales con voto. En marzo la Fed será muy diferente.

De momento, Wall Street se quita de encima un punto de incertidumbre. Al mercado le gusta la elección de Yellen porque ve continuidad en la labor de Bernanke, porque su propósito es apuntalar el crecimiento y por su capacidad para crear consensos. Lo que espera ahora es que en su comparecencia ante el Comité de Banca del Senado explique con claridad su plan.

En su cabeza no hay doctrina. Sencillamente trata de dar una explicación económica a cada escenario que se presenta. Es cierto que Yellen es algo más paloma que Bernanke, es decir, más laxa desde el punto de vista monetario. Pero eso puede cambiar cuando asuma la presidencia de la Fed, porque tendrá que mirar más hacia el centro para contar con el mayor apoyo posible a sus iniciativas.

Eso no quitará que para ello tenga que retar a los miembros ubicados en los extremos. Es lo que hizo cuando desde la Fed de San Francisco cuestionó la solidez del mercado inmobiliario, cuando saltaron las alarmas de la inflación y, más recientemente, en su insistencia por centrar todo el esfuerzo en la reducción del paro. De momento, los hechos validan su visión. “No tiene una bola de cristal, pero es muy afinada en la comprensión de cómo funcionan los mercados y la economía”, dijo Obama.

Por lo general, Yellen es partidaria de que la Fed movilice todo su arsenal si es necesario. “La Fed de Yellen será muy similar por eso a la Fed de Bernanke”, señalan desde la consultora IHS Global Isight. Es decir, si hay recortes en la compra de deuda en diciembre será porque Bernanke cuenta con el consentimiento explícito de Yellen. Aunque, como indican los analistas, ella “presionará para que no se vaya muy rápido mientras la incertidumbre amenace el empleo”.

La futura presidenta de la Fed fue muy clara en este sentido cuando aceptó la nominación del presidente de EE UU. En un tono más bien populista, dijo que el mandato de la institución es “servir a todos los ciudadanos” y recordó que muchos de ellos “siguen sin encontrar un empleo y les preocupa cómo pagar las facturas y llevar comida a sus familias”. Era un intento de conectar con un público que ve que la Reserva Federal está más al servicio de Wall Street.

El acta de la reunión de septiembre sigue mostrando un cierto equilibrio de fuerzas entre las palomas y los halcones que pueblan el Comité de Mercado Abierto, máximo órgano decisorio de la Fed en política monetaria. Como indican desde Cumberland Advisors, eso permitirá a Yellen modular el mecanismo de compra de deuda con tranquilidad. Pero también es cierto que el acta muestra una ansiedad creciente por dar el primer paso atrás, y la mayoría está a favor de que así sea antes de final de año, si la crisis fiscal lo permite y los datos acompañan.

Hay opiniones para todos los gustos. Están los que no ven el primer recorte en la compra de deuda hasta marzo, cuando todos los asientos en la Fed se hayan movido, o incluso que aumente si la economía sufre por el circo político en Washington. Pero en la firma financiera Guggenheim Partners creen que Yellen podría sorprender al mercado en febrero con un recorte mayor de lo esperado, en respuesta a los que cuestionan su compromiso con la estabilidad de precios.

Desmontar por completo el QE3 es, por tanto, el reto más inmediato. El segundo llegará un año después y será mucho mayor. De ser confirmada su nominación, Yellen tendrá la responsabilidad de decidir el momento en el que procederá a subir los tipos de interés, estancados en el 0% desde hace cinco años. Ese será el punto de inflexión de la política monetaria.

Yellen es firme al trazar una línea de separación clara entre el recorte en la compra de deuda y el alza de tipos. Bernanke ya dejó claro también que una cosa no lleva a la otra. Así lo entienden los estrategas de la gestora de fondos BlackRock, donde esperan que la nueva Fed seguirá poniendo más peso en la parte del mandato que se refiere al logro del pleno empleo, “incluso a costa de un alza temporal en la inflación”. No ven, por ello, alza de tipos antes de 2015.

El banco central de EE UU ha dicho que mantendrá los tipos mientras el paro no baje de una forma sostenida del 6,5% —en agosto se encontraba en el 7,3%— y la inflación no amenace con superar el 2,5%. Lo que está por ver es si el alza de precios puede forzar a la Fed a actuar antes de que el paro llegue al nivel deseado. Antes de eso, puede decidir elevar los intereses que paga a los bancos por las reservas que estos tienen en el banco central.

Los analistas de IHS no ven a Yellen sacrificando la credibilidad de la Fed en la lucha contra la inflación a cambio de impulsar la demanda y reducir el paro. “No esperamos que la lleve más allá del 2% durante su mandato”, auguran. Es más, creen que están probadas sus credenciales en este campo, lo que le permitirá hacerse con los votos republicanos que necesita para asegurar su confirmación.

En su intervención ante Obama, Yellen dejó claro que como presidenta se encargará de mantener a raya la inflación y garantizar que “no mina los beneficios del crecimiento”. Con este compromiso con la estabilidad de precios, Goldman Sachs cree incluso que la salida no se completará hasta mucho más tarde, con la primera subida de tipos a comienzos de 2016.

Los retos de suavizar los estímulos y de subir los tipos de interés irán acompañados de un tercero si cabe más complejo. En sus primeros dos años de mandato, Yellen deberá reducir el masivo balance de la Fed para devolverlo a su nivel normal, por debajo del billón de dólares. El temor ahí no es solo la inflación, sino que se creen burbujas difíciles de detectar o que el mercado se muestre incapaz de absorber estos activos.

No hay un calendario ni un plan conocido para llevar a cabo todo esto. Así que Yellen tendrá que saber guiar las expectativas del mercado, un liderazgo que hasta ahora recaía en Bernanke. No es fácil, como se vio el pasado verano en Wall Street, porque la economía se muestra aún vulnerable a sacudidas tanto internas como externas. Y mantener la estrategia actual es ahora lo más fácil, porque se ajusta a los pilares del mandato.

También, como Bernanke, es una firme creyente en la efectividad de la comunicación y la transparencia. Es, de hecho, la arquitecta de la estrategia de apertura de la Fed. Ahí llega su otro gran reto: cómo modular el lenguaje de la Reserva Federal, sus gestos en las comparecencias ante el Congreso y sus respuestas en las ruedas de prensa para evitar tropiezos.

Cualquier desvío en la partitura puede crear confusión y restar credibilidad al mensaje de la Fed, como sucedió tras la reunión de septiembre. El mercado esperaba para entonces el primer paso para reducir los estímulos. Estuvo cerca, como muestra el encendido debate que hubo en el seno del banco central, de acuerdo con el acta del encuentro. Pero como después dijo Bernanke en rueda de prensa, lo importante es la marcha de la economía.

En su discurso de aceptación de la nominación, Yellen introdujo además lo que podría considerarse un tercer pilar en el mandato de la Fed: “La promoción de un sistema financiero fuerte y estable”. Es una función que se da por asumida para mantener la estabilidad de precios y promover el máximo empleo. La reforma financiera bautizada como Dodd-Frank dio además nuevos poderes al banco central para supervisar a las grandes instituciones.

Pero entre los temas que pueden salir a colación durante el proceso de ratificación en el Senado está el apoyo que dio en los tiempos de la Administración de Clinton a que se desmantelara la ley Glass-Steagall, que levantó el cortafuegos entre el negocio de banca comercial y de inversión en las grandes instituciones. Una separación que quiere volver a instaurarse para así reducir el tamaño de los bancos y el riesgo de que estalle otra crisis.

El último gran reto de Yellen será luchar contra la politización de la Reserva Federal. La nueva presidenta deberá salvaguardar la independencia de la institución, como tuvo que hacer su predecesor durante la crisis. No son pocos los políticos en Washington que aprovechan cualquier ocasión para criticar el trabajo del banco central y echarle el lazo.

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