Aseguran que la policía de EE UU se militariza gracias a la guerra contra las drogas y el terrorismo
Washington, EFE
La guerra contra las drogas y el terrorismo ha difuminado el límite entre el policía y el soldado hasta convertir a los agentes armados con rifles semiautomáticos en elementos “rutinarios” de cada vez más ciudades y pueblos de EE UU, según varias investigaciones independientes.
La imagen del policía amable que conocía a cada vecino del barrio ha quedado desplazada en gran parte de Estados Unidos por la de agentes armados con rifles, transportados en vehículos blindados e impregnados de una mentalidad de guerra que es difícil borrar.
Son los agentes de equipos especiales conocidos como SWAT, entrenados con métodos militares, que forman parte de cada vez más departamentos de policía de Estados Unidos y se destinan incluso a redadas contra objetivos no armados, enormemente distintas de las operaciones de alto riesgo a las que se limitaban en sus orígenes.
“Se llaman ‘especiales’ y se supone que no deberían usarse constantemente. El problema es que ya no son especiales, sino rutinarios”, dijo a Efe Arthur Rizer, un expolicía y exmilitar que ha observado durante años la progresiva militarización de los departamentos de policía locales.
“Si los entrenamos como soldados y los equipamos como soldados, no deberíamos sorprendernos de que empiecen a actuar como soldados”
“Si los entrenamos como soldados y los equipamos como soldados, no deberíamos sorprendernos de que empiecen a actuar como soldados. Y la misión de un soldado es matar al enemigo”, subrayó Rizer, actualmente profesor de Derecho en la Universidad de Georgetown.
Con él coincide Radley Balko, un periodista de investigación que publicó recientemente un libro en el que describe cómo los policías equipados de militar han pasado a usarse casi a diario, en redadas contra sospechosos de poseer drogas o de mantener apuestas de juego ilegales, en ocasiones con víctimas mortales colaterales.
Su libro “Ascenso del policía guerrero” relata, por ejemplo, el “absurdo” caso de unos monjes tibetanos detenidos por equipos SWAT tras haber superado la estancia permitida por su visado en 2006, o el del niño de 11 años Alberto Sepúlveda, que murió en 2000 tras ser disparado por error en una redada antinarcóticos en California.
Las fuerzas especiales SWAT nacieron en los años 60, poco antes de que el expresidente Richard Nixon declarara la guerra contra las drogas, y han crecido al calor de esa estrategia, con la intención original de proteger a los policías de los integrantes de carteles, “que normalmente están fuertemente armados”, explica Rizer.
Dado que una ley de 1878 impide el uso de militares como fuerzas de orden público en EEUU, el Gobierno concibió “una mezcla” entre ambos estilos para combatir el narcotráfico, según el mismo experto.
“La guerra contra las drogas comenzó a equipar a los policías como soldados, y la llamada guerra contra el terrorismo lo llevó a un nuevo nivel”
“La guerra contra las drogas comenzó a equipar a los policías como soldados, y la llamada guerra contra el terrorismo lo llevó a un nuevo nivel”, aseguró Rizer.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el Gobierno aumentó sus fondos para equipos antiterroristas en todo el país, al tiempo que las tecnologías militares “se abarataban” y se hacían “más accesibles a los departamentos” de policía locales, indicó.
Según datos del Centro para el Periodismo de Investigación (CIR), el Departamento de Seguridad Nacional ha gastado 35.000 millones de dólares desde 2002 en reforzar las fuerzas nacionales, en especial para comprar equipos militares, mientras que el Pentágono concedió 500 millones a los agentes nacionales sólo en 2011.
Mientras, los SWAT han pasado de desplegar pocos cientos de redadas en 1975 a al menos 50.000 en 2005, según una investigación nacional del profesor Peter Kraska de la Universidad de Kentucky.
Esa tendencia llamó la atención de Rizer en 2006, cuando volvía a casa tras dos años destinado en la guerra de Irak y vio “a un policía en el aeropuerto de Minneápolis (Minnesota) que llevaba un M4, exactamente el mismo rifle” que él portaba “cuando patrullaba en (la ciudad iraquí de) Faluya”.
“Un M4 es un arma de larga distancia. Si los policías necesitan matar a alguien que esté tan lejos, eso no encaja con el concepto de proteger y servir a tu comunidad. Así que empecé a investigar la militarización de la policía en EE UU”, afirmó Rizer.
Hoy, el experto cree que la “comunidad policial estadounidense se ha transformado en apenas una generación” hacia una “mentalidad donde lo que importa es ser un tipo duro y derribar puertas”.
En su libro, Balko habla también de una “cultura de la militarización” difícil de erradicar y alimentada por estímulos como los vídeos para reclutar nuevos agentes, que muestran a policías descendiendo de helicópteros y disparando armas de gran calibre.
A las investigaciones de Rizer, Balko o Kraska se sumará a principios de 2014 un estudio del Centro para la Justicia de ACLU, organización para la defensa de los derechos civiles, que estará basado en datos de 255 departamentos de policía en 25 estados.
Kara Dansky, que dirige la investigación de ACLU, explicó a Efe que, tras años de leer informes preocupantes como el de Balko, decidieron investigar para determinar “si verdaderamente hay una militarización agresiva de la policía local” a nivel nacional.
La guerra contra las drogas y el terrorismo ha difuminado el límite entre el policía y el soldado hasta convertir a los agentes armados con rifles semiautomáticos en elementos “rutinarios” de cada vez más ciudades y pueblos de EE UU, según varias investigaciones independientes.
La imagen del policía amable que conocía a cada vecino del barrio ha quedado desplazada en gran parte de Estados Unidos por la de agentes armados con rifles, transportados en vehículos blindados e impregnados de una mentalidad de guerra que es difícil borrar.
Son los agentes de equipos especiales conocidos como SWAT, entrenados con métodos militares, que forman parte de cada vez más departamentos de policía de Estados Unidos y se destinan incluso a redadas contra objetivos no armados, enormemente distintas de las operaciones de alto riesgo a las que se limitaban en sus orígenes.
“Se llaman ‘especiales’ y se supone que no deberían usarse constantemente. El problema es que ya no son especiales, sino rutinarios”, dijo a Efe Arthur Rizer, un expolicía y exmilitar que ha observado durante años la progresiva militarización de los departamentos de policía locales.
“Si los entrenamos como soldados y los equipamos como soldados, no deberíamos sorprendernos de que empiecen a actuar como soldados”
“Si los entrenamos como soldados y los equipamos como soldados, no deberíamos sorprendernos de que empiecen a actuar como soldados. Y la misión de un soldado es matar al enemigo”, subrayó Rizer, actualmente profesor de Derecho en la Universidad de Georgetown.
Con él coincide Radley Balko, un periodista de investigación que publicó recientemente un libro en el que describe cómo los policías equipados de militar han pasado a usarse casi a diario, en redadas contra sospechosos de poseer drogas o de mantener apuestas de juego ilegales, en ocasiones con víctimas mortales colaterales.
Su libro “Ascenso del policía guerrero” relata, por ejemplo, el “absurdo” caso de unos monjes tibetanos detenidos por equipos SWAT tras haber superado la estancia permitida por su visado en 2006, o el del niño de 11 años Alberto Sepúlveda, que murió en 2000 tras ser disparado por error en una redada antinarcóticos en California.
Las fuerzas especiales SWAT nacieron en los años 60, poco antes de que el expresidente Richard Nixon declarara la guerra contra las drogas, y han crecido al calor de esa estrategia, con la intención original de proteger a los policías de los integrantes de carteles, “que normalmente están fuertemente armados”, explica Rizer.
Dado que una ley de 1878 impide el uso de militares como fuerzas de orden público en EEUU, el Gobierno concibió “una mezcla” entre ambos estilos para combatir el narcotráfico, según el mismo experto.
“La guerra contra las drogas comenzó a equipar a los policías como soldados, y la llamada guerra contra el terrorismo lo llevó a un nuevo nivel”
“La guerra contra las drogas comenzó a equipar a los policías como soldados, y la llamada guerra contra el terrorismo lo llevó a un nuevo nivel”, aseguró Rizer.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el Gobierno aumentó sus fondos para equipos antiterroristas en todo el país, al tiempo que las tecnologías militares “se abarataban” y se hacían “más accesibles a los departamentos” de policía locales, indicó.
Según datos del Centro para el Periodismo de Investigación (CIR), el Departamento de Seguridad Nacional ha gastado 35.000 millones de dólares desde 2002 en reforzar las fuerzas nacionales, en especial para comprar equipos militares, mientras que el Pentágono concedió 500 millones a los agentes nacionales sólo en 2011.
Mientras, los SWAT han pasado de desplegar pocos cientos de redadas en 1975 a al menos 50.000 en 2005, según una investigación nacional del profesor Peter Kraska de la Universidad de Kentucky.
Esa tendencia llamó la atención de Rizer en 2006, cuando volvía a casa tras dos años destinado en la guerra de Irak y vio “a un policía en el aeropuerto de Minneápolis (Minnesota) que llevaba un M4, exactamente el mismo rifle” que él portaba “cuando patrullaba en (la ciudad iraquí de) Faluya”.
“Un M4 es un arma de larga distancia. Si los policías necesitan matar a alguien que esté tan lejos, eso no encaja con el concepto de proteger y servir a tu comunidad. Así que empecé a investigar la militarización de la policía en EE UU”, afirmó Rizer.
Hoy, el experto cree que la “comunidad policial estadounidense se ha transformado en apenas una generación” hacia una “mentalidad donde lo que importa es ser un tipo duro y derribar puertas”.
En su libro, Balko habla también de una “cultura de la militarización” difícil de erradicar y alimentada por estímulos como los vídeos para reclutar nuevos agentes, que muestran a policías descendiendo de helicópteros y disparando armas de gran calibre.
A las investigaciones de Rizer, Balko o Kraska se sumará a principios de 2014 un estudio del Centro para la Justicia de ACLU, organización para la defensa de los derechos civiles, que estará basado en datos de 255 departamentos de policía en 25 estados.
Kara Dansky, que dirige la investigación de ACLU, explicó a Efe que, tras años de leer informes preocupantes como el de Balko, decidieron investigar para determinar “si verdaderamente hay una militarización agresiva de la policía local” a nivel nacional.