El rescate a España planea sobre la UE

Alemania insiste en retrasar la ayuda, redobla la presión para estrechar el control sobre la disciplina fiscal e impone una desnaturalización de la unión bancaria

Claudi Pérez
Bruselas, El País
La alta política europea avanza en círculos. El segundo rescate español sobrevoló la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno en Bruselas de principio a fin, desde las declaraciones iniciales en la alfombra roja a las conversaciones de pasillo. Oficialmente no estaba en la agenda, y el apagón informativo fue general: se habló de unión bancaria, del por ahora inexistente pacto europeo por el crecimiento, del ambicioso proyecto para restañar las grietas del edificio institucional de la Unión a largo plazo, pero no de España. Al menos, públicamente.


Rajoy echó balones fuera. "Del rescate, nada de nada. Nadie ha hablado del rescate ni me ha preguntado. No hagan mucho caso de lo que vean publicado por ahí. Hasta que yo lo comunique no habrá nada de nada", dijo al final de la cumbre. Cabe recordar que el Gobierno negó que iba a solicitar el rescate bancario la misma mañana que lo pidió.

Y sin embargo, el rescate está ahí, a la vuelta de la esquina, según varias fuentes consultadas, casi completamente pactado y solo a expensas del calendario electoral en algunos países (las autonómicas gallegas y vascas, por supuesto, pero también unos comicios locales en Finlandia el 28 de octubre, y el ciclo preelectoral alemán). Todo está preparado para cuando el presidente Mariano Rajoy considere que la solicitud está lo suficientemente madura como para que no haya sorpresas de última hora. Rajoy, la canciller alemana Angela Merkel, el presidente francés, François Hollande, y compañía trataron ese asunto en los aledaños de la reunión e intentaron hacer el menor ruido posible para prolongar la relativa tranquilidad en los mercados y esperar a que los últimos flecos se aclaren, según las fuentes consultadas. Pero España se resiste a dar el paso porque Berlín sigue siendo el gran miedo de Rajoy.


El Ejecutivo alemán quiere reservarse una última baza en lo relativo a las condiciones, en función de un último examen sobre el estado de la economía española y de la profundidad de las reformas y los ajustes comprometidos, para apretar las tuercas o ceder y dar algo más de laxitud, como reclama Madrid. La Comisión Europea, el Consejo y todos los líderes explicaron que ese paso solo puede darlo España, y en concreto fuentes de Berlín se agarraron al discurso oficial en las últimas semanas: "España es quien debe decidir si pide ayuda o no. Pero a la vista de los últimos acontecimientos, es difícil defender que puede quedarse fuera de los mercados". Alemania, con ese argumento, sigue retrasando el rescate. Francia lo quiere de inmediato: Hollande acusó a Merkel de actuar "por intereses electorales" en los principales debates europeos, que ahora se centran precisamente en España y en la unión bancaria, que afecta también directamente a los intereses españoles.

El supervisor bancario único y la recapitalización directa de los bancos europeos fue el otro caballo de batalla de la cumbre, que al cierre de esta edición estaba lejos de terminar, pero de la que no se esperaban ni grandes avances ni diferencias insalvables: el método de Gobierno de la UE se basa en acuerdos que permitan salvar la cara a todo el mundo. El paréntesis en los mercados es demasiado importante para aclarar tanto el horizonte del rescate español como el otro gran elefante en la habitación: la solución a la crisis griega. En medio de las protestas en las calles de Atenas por el acuerdo entre el Gobierno helénico y la Troika -ajustes por importe de 11.500 millones más para liberar un nuevo tramo de las ayudas por valor de 31.000 millones-, los socios de la UE tuvieron palabras de aliento para Grecia. Pero fuentes europeas explicaron a este diario que, una vez descartada la salida de Grecia del euro, la solución se retrasará hasta el próximo Eurogrupo: dos años más para cumplir con los objetivos de déficit (para evitar que la austeridad estrangule aún más una economía que lleva un lustro en recesión) y un balón de oxígeno para evitar que la losa del endeudamiento griego (un 160% del PIB, el doble que España) aplaste cualquier posibilidad de salida de la crisis.

Paradójicamente, tampoco Grecia figuraba en la agenda oficial de la cumbre, como ocurrió con España. De lo que sí se habló fue de unión bancaria y de un mayor control de los presupuestos nacionales: en ambos asuntos Francia y Alemania mostraron sus diferencias, aunque Merkel y Hollande, que tuvieron una reunión bilateral, avanzaron en una posición común. París y Berlín acordaron completar el trabajo legal para final de año y poner en marcha el supervisor único "en el transcurso de 2013", según fuentes europeas.

Esa no es la rápida decisión que Francia quería: finalmente, como se esperaba, se imponen los argumentos de Alemania, que lleva unas semanas presionando para ralentizar el calendario. La única concesión de Merkel es que, al cabo, habrá supervisor único (y será el BCE) el año próximo: en algún momento llegó a dudarse de que eso fuera posible. Pero eso, muy probablemente, retrasará la recapitalización directa de bancos hasta bien entrado 2014, tal y como avanzó en Tokio hace unos días el presidente del BCE, Mario Draghi.

Demasiado tarde para España. Además, ni siquiera hay calendario para el fondo de garantía de depósitos común y para el mecanismo de resolución de bancos, los dos aspectos más ambiciosos de la unión bancaria. El Eurogrupo debatirá próximamente quién se come finalmente los activos tóxicos que han depositado algunos países en los bancos malos. Fuentes europeas explicaron que las primeras pérdidas corresponderán a cada país, pero hay una posibilidad de que una parte del importe caiga bajo el paraguas del mecanismo de rescate europeo. Eso aliviaría la presión del agujero bancario sobre la deuda pública: permitiría deshacer, al menos mínimamente, el círculo vicioso entre los problemas financieros y los de deuda soberana en casos como el español.

Por lo demás, lo de siempre: Alemania sigue insistiendo en que el problema de la UE es la indisciplina fiscal y llevó a Bruselas una propuesta para crear la figura de un supercomisario europeo que tenga derecho de veto sobre los presupuestos nacionales. El presidente del Consejo, Herman Van Rompuy, venía con un ambicioso plan que pasa por crear un presupuesto para la eurozona con capacidad para actuar en momentos de crisis, y a la vez obligar a los países a firmar un contrato que les comprometa a la hora de poner en marcha reformas. Merkel aplaudió "los progresos que ha hecho la Unión en la disciplina fiscal", pero afirmó que los socios deberían ir un paso más allá, "dar a Europa verdaderos poderes de intervención sobre las cuentas públicas nacionales".

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