Los campesinos del sur de Perú, encadenados a la coca por falta de alternativas

PICHARI, AFP
"Los campesinos viven encadenados a la coca, están sujetos al mercado negro, no tienen otra salida", afirma a la AFP Julián Pérez Malqui, que planta dos hectáreas de coca en el valle de los ríos Apurimac y Ene (VRAE), la mayor cuenca cocalera peruana en el sur del país.
Pérez Malqui relata que "han fracasado" los planes de desarrollo alternativo, impulsados por la cooperación internacional y el gobierno.
"Muchos agricultores quieren dejar la coca, siembran cacao, café o palmito, pero luego son abandonados y sin mercados para sus productos", afirma Pérez Malqui, miembro de la Federación de Productores Agrarios de Pichari, un distrito de 20.000 habitantes ubicado en el corazón del VRAE, en el departamento de Cusco.

El VRAE se extiende sobre 12.000 km2 de selva y montaña, donde se cultivan, según las autoridades, 19.000 hectáreas de coca. Pérez Malqui estima, sin embargo, que los sembradíos podrían bordear las 23.000 hectáreas. La ONU calculaba un total de 61.200 hectáreas cultivadas de cocales en Perú en 2010, cifras que no fueron actualizadas en el informe publicado el 26 de junio pasado.
"Viene la cooperación, ilusionan al campesino, ofrecen todo, pero luego desaparecen, entonces no hay otra salida que volver a la coca, dejando los productos alternativos sin mercados para vender", explica este agricultor.
Además, Pérez Malqui explica otra ventaja que tiene la coca para la economía doméstica de los campesinos. "Están atados a la planta porque brinda cuatro cosechas al año, mientras el cacao y el café sólo una", subraya.
Otro agricultor, Enrique Segovia, que siembra coca además de palmito, arroz y plátanos, profundiza en este aspecto en unas declaraciones a la AFP: "La coca es nuestra caja chica, que sirve para mantener a nuestras familias y educar a nuestros hijos". "La coca la cosecho hoy, seca mañana y en la tarde la vendo; en cambio, con el cacao tengo que esperar por lo menos diez días, mientras seca, para después venderlo".
"Hablemos claro -dice Pérez Malqui-, toda la coca del VRAE se va al narcotráfico (...) sólo una pequeña porción de los cultivos se dedica a la actividad legal y al masticado tradicional".
"Llevados por la necesidad vendemos a cualquier persona que quiera coca, sin preguntar si son 'nachos' (apelativo de los narcos)", explica Segovia, que actúa como un bodeguero que vende su mercadería sin mirar la cara al comprador: "Eso no nos hace narcotraficantes" "¿Dónde se llevan la coca? Eso no lo sabemos y no nos interesa", añade.
Los cocales del VRAE producen la materia prima para el 65% de la cocaína exportada por Perú, según las estimaciones de Hugo Cabieses, ex viceministro del Ministerio del Ambiente.
La ONU estimaba que en 2010 Perú producía 320 toneladas de cocaína anuales, datos no actualizados en el último informe de la ONU sobre drogas. Sin embargo, el ex zar antidrogas peruano Ricardo Soberón dijo a la AFP que esa cifra es exagerada y que la producción peruana podría ser de 150 a 200 toneladas anuales.
Edwin Huamán, alcalde de San Francisco, distrito vecino a Pichari, admitió a la AFP: "No podemos tapar el sol con un dedo, hay narcotráfico, pero eso no nos pinta de cuerpo entero; los narcos, con fuertes intereses económicos, están a la expectativa ante una población vulnerable que no tiene apoyo estatal y puede caer fácilmente en la tentación".
El VRAE, donde se cultiva la coca junto al café, el cacao, los palmitos y frutales, es sindicado como una zona de violencia y muerte por la presencia de narcotraficantes y de grupos supervivientes de la guerrilla Sendero Luminoso.
Para tratar de cambiar ese panorama, el gobierno anunció días atrás que pondrá en marcha un vasto plan en esa región con un enfoque no sólo militar y policial contra el narcotráfico y la subversión, sino con obras sociales para combatir su situación de abandono.

Entradas populares