Merkel y Barroso impulsan el plan que reformará Europa
-La Comisión busca una reforma muy ambiciosa de la UE
-Berlín prefiere la coordinación fiscal y dejar para más tarde los eurobonos o la unión bancaria
Luis Doncel / Juan Gómez
Bruselas, El País
“Si España cae, todos sufrirán. ¿Por qué entonces Europa no hace lo necesario para evitar la catástrofe?”, le preguntaban hace unos días a un alto funcionario comunitario. “Porque, por ahora, a los alemanes no les aprieta el zapato”, respondía con una franqueza que desarmaba.
Precisamente para acabar con estas deficiencias —el que una parte de la eurozona pueda estar al borde del abismo mientras la otra ni se entere— la Comisión se ha embarcado en una reforma muy ambiciosa de la UE. Berlín, por el momento, no quiere ir tan lejos. Prefiere centrarse en la coordinación fiscal, y dejar para más tarde todo lo que implique compartir cargas (eurobonos o unión bancaria con un fondo de garantía de depósitos común).
En estos tiempos convulsos, cada semana parece que está en juego la supervivencia de Europa. El lunes osciló entre el pesimismo, el optimismo y todo lo contrario. Empezó con una entrevista en la que el gobernador del Banco Central de Chipre, Panicos Demetriades, confesaba al Financial Times que no descarta un rescate a su país para sufragar —cómo no— el agujero de su banca.
La comparecencia del comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, sirvió para calmar los ánimos. Bastó con que defendiera la inyección directa de fondos en la banca europea para que la prima de riesgo se contuviera y la Bolsa española —al contrario que las del resto del continente— se disparara. Otro motivo para el optimismo: Portugal anunció que había pasado el examen de Bruselas y del FMI y que, como premio, recibía el tramo de 4.100 millones del rescate que le toca.
Pero el plato fuerte llegó con la cena. En una misma mesa se sentaron la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de la Comisión, José Manuel Barroso. Con la reforma del sector financiero como uno de los temas estrella.
El portugués prepara junto a los presidentes del Consejo Europeo, del BCE y del Eurogrupo un plan para reestructurar la unión monetaria, según el periódico alemán Die Welt. Este proyecto gira sobre cuatro ejes: reformas estructurales, unión del sistema financiero, unión fiscal y unión política. Se trata de impulsar un plan que abandere la lucha por el crecimiento y no solo por la austeridad en las finanzas públicas.
Las nuevas medidas están pensadas para el largo plazo, no para solucionar los problemas que ahora atraviesan países como España o Grecia
Pero nadie garantiza que Bruselas vaya a lograr tan pronto un programa tan ambicioso. “No es realista pensar que los Veintisiete se vayan a poner de acuerdo tan pronto para aprobar este big-bang. Además, muchas de estas medidas sirven para el largo plazo, no para solucionar los problemas actuales de países como España o Grecia”, señalan fuentes diplomáticas alemanas.
Merkel pretende arrancar a sus socios un acuerdo para aumentar la cohesión en la política económica europea, con la creación de un ministro de Finanzas europeo y la cesión de más poderes al Parlamento, la Comisión y el Tribunal de Justicia. La idea es asegurarse de que antes de que se aprueben medidas que implican la mutualización de la deuda, las finanzas de los países del sur de Europa estén controladas. Tanto los eurobonos como la unión bancaria llegarían en una segunda fase reformista, según los planes alemanes. Nada nuevo, por tanto, en estos dos frentes de negociación. Pero el debate está en pleno apogeo.
La Bolsa alemana ha sufrido el peor mes de mayo desde que nació el índice DAX, hace 25 años. Aumentan los temores de que la crisis de la deuda esté a punto de alcanzar de lleno a la única economía importante que respetaba. La decisiva influencia alemana en Europa obliga tanto a los ciudadanos como a sus líderes a plantearse qué están dispuestos a sacrificar para preservar la unión monetaria y, con ello, su propia economía.
Antes de verse con Barroso, Merkel defendió la creación de un organismo de supervisión bancaria europeo, aunque recordó que se trata de un plan “a medio plazo”. Este respondería a la necesidad de mayores controles por parte de las instituciones europeas, sin las cuales “no podrá funcionar la unión monetaria”.
En cuanto la democristiana Merkel habla de avanzar en la unión política, saltan los conservadores de su coalición de centro-derecha. El diputado liberal Frank Schäffler, uno de los más notorios euroescépticos del Gobierno, decía que estamos ante “un proyecto de economía planificada impuesto desde arriba sin legitimación democrática”. Se refería al plan “secreto” que mencionaba el periódico conservador Die Welt para integrar el mercado bancario bajo un único supervisor, un depósito de garantías y un fondo de salvamento de las entidades afectadas por la crisis.
El sistema bancario alemán no pidió ayuda a Europa, pero tuvo que ser saneado con decenas de miles de euros del erario público. De ahí su resistencia a los rescates bancarios directos desde fondos comunes.
Alemania prefiere una financiación independiente a través de los propios bancos o de un impuesto a las transacciones financieras. Merkel está dispuesta a introducirlo en toda Europa. Sin embargo, este método es demasiado lento para responder a los problemas actuales.
Otro punto álgido de la semana llegará mañana, cuando la Comisión presente su propuesta de reforma para el sector financiero, que incluye la intervención directa de los Gobiernos en las entidades con problemas.
El objetivo es evitar futuras quiebras de entidades que acaben arrastrando al resto del sector financiero. Bruselas también regulará el fondo que las entidades tendrán que dotar para sufragar futuras crisis. “Tratará de solucionar crisis bancarias sin que haya que recurrir al dinero de los contribuyentes”, dicen en la Comisión. Habrá que esperar hasta entonces para saber si es recibido con optimismo o pesimismo.
-Berlín prefiere la coordinación fiscal y dejar para más tarde los eurobonos o la unión bancaria
Luis Doncel / Juan Gómez
Bruselas, El País
“Si España cae, todos sufrirán. ¿Por qué entonces Europa no hace lo necesario para evitar la catástrofe?”, le preguntaban hace unos días a un alto funcionario comunitario. “Porque, por ahora, a los alemanes no les aprieta el zapato”, respondía con una franqueza que desarmaba.
Precisamente para acabar con estas deficiencias —el que una parte de la eurozona pueda estar al borde del abismo mientras la otra ni se entere— la Comisión se ha embarcado en una reforma muy ambiciosa de la UE. Berlín, por el momento, no quiere ir tan lejos. Prefiere centrarse en la coordinación fiscal, y dejar para más tarde todo lo que implique compartir cargas (eurobonos o unión bancaria con un fondo de garantía de depósitos común).
En estos tiempos convulsos, cada semana parece que está en juego la supervivencia de Europa. El lunes osciló entre el pesimismo, el optimismo y todo lo contrario. Empezó con una entrevista en la que el gobernador del Banco Central de Chipre, Panicos Demetriades, confesaba al Financial Times que no descarta un rescate a su país para sufragar —cómo no— el agujero de su banca.
La comparecencia del comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, sirvió para calmar los ánimos. Bastó con que defendiera la inyección directa de fondos en la banca europea para que la prima de riesgo se contuviera y la Bolsa española —al contrario que las del resto del continente— se disparara. Otro motivo para el optimismo: Portugal anunció que había pasado el examen de Bruselas y del FMI y que, como premio, recibía el tramo de 4.100 millones del rescate que le toca.
Pero el plato fuerte llegó con la cena. En una misma mesa se sentaron la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de la Comisión, José Manuel Barroso. Con la reforma del sector financiero como uno de los temas estrella.
El portugués prepara junto a los presidentes del Consejo Europeo, del BCE y del Eurogrupo un plan para reestructurar la unión monetaria, según el periódico alemán Die Welt. Este proyecto gira sobre cuatro ejes: reformas estructurales, unión del sistema financiero, unión fiscal y unión política. Se trata de impulsar un plan que abandere la lucha por el crecimiento y no solo por la austeridad en las finanzas públicas.
Las nuevas medidas están pensadas para el largo plazo, no para solucionar los problemas que ahora atraviesan países como España o Grecia
Pero nadie garantiza que Bruselas vaya a lograr tan pronto un programa tan ambicioso. “No es realista pensar que los Veintisiete se vayan a poner de acuerdo tan pronto para aprobar este big-bang. Además, muchas de estas medidas sirven para el largo plazo, no para solucionar los problemas actuales de países como España o Grecia”, señalan fuentes diplomáticas alemanas.
Merkel pretende arrancar a sus socios un acuerdo para aumentar la cohesión en la política económica europea, con la creación de un ministro de Finanzas europeo y la cesión de más poderes al Parlamento, la Comisión y el Tribunal de Justicia. La idea es asegurarse de que antes de que se aprueben medidas que implican la mutualización de la deuda, las finanzas de los países del sur de Europa estén controladas. Tanto los eurobonos como la unión bancaria llegarían en una segunda fase reformista, según los planes alemanes. Nada nuevo, por tanto, en estos dos frentes de negociación. Pero el debate está en pleno apogeo.
La Bolsa alemana ha sufrido el peor mes de mayo desde que nació el índice DAX, hace 25 años. Aumentan los temores de que la crisis de la deuda esté a punto de alcanzar de lleno a la única economía importante que respetaba. La decisiva influencia alemana en Europa obliga tanto a los ciudadanos como a sus líderes a plantearse qué están dispuestos a sacrificar para preservar la unión monetaria y, con ello, su propia economía.
Antes de verse con Barroso, Merkel defendió la creación de un organismo de supervisión bancaria europeo, aunque recordó que se trata de un plan “a medio plazo”. Este respondería a la necesidad de mayores controles por parte de las instituciones europeas, sin las cuales “no podrá funcionar la unión monetaria”.
En cuanto la democristiana Merkel habla de avanzar en la unión política, saltan los conservadores de su coalición de centro-derecha. El diputado liberal Frank Schäffler, uno de los más notorios euroescépticos del Gobierno, decía que estamos ante “un proyecto de economía planificada impuesto desde arriba sin legitimación democrática”. Se refería al plan “secreto” que mencionaba el periódico conservador Die Welt para integrar el mercado bancario bajo un único supervisor, un depósito de garantías y un fondo de salvamento de las entidades afectadas por la crisis.
El sistema bancario alemán no pidió ayuda a Europa, pero tuvo que ser saneado con decenas de miles de euros del erario público. De ahí su resistencia a los rescates bancarios directos desde fondos comunes.
Alemania prefiere una financiación independiente a través de los propios bancos o de un impuesto a las transacciones financieras. Merkel está dispuesta a introducirlo en toda Europa. Sin embargo, este método es demasiado lento para responder a los problemas actuales.
Otro punto álgido de la semana llegará mañana, cuando la Comisión presente su propuesta de reforma para el sector financiero, que incluye la intervención directa de los Gobiernos en las entidades con problemas.
El objetivo es evitar futuras quiebras de entidades que acaben arrastrando al resto del sector financiero. Bruselas también regulará el fondo que las entidades tendrán que dotar para sufragar futuras crisis. “Tratará de solucionar crisis bancarias sin que haya que recurrir al dinero de los contribuyentes”, dicen en la Comisión. Habrá que esperar hasta entonces para saber si es recibido con optimismo o pesimismo.