Grecia celebrará elecciones el 17 de junio
El actual presidente del Consejo de Estado, Panayotis Pikrammenos, será el primer ministro
Enric González
Atenas, El País
Los griegos volverán a las urnas el 17 de junio. Tras el fiasco electoral del pasado día 6, que produjo un Parlamento incapaz de componer una mayoría y un Gobierno viable, el segundo intento no muestra mejores perspectivas de éxito. Otro resultado parecido dejaría el país definitivamente a la deriva y agudizaría de forma extrema la crisis del euro. Solo dos opciones parecen viables: o una victoria de la izquierda radical (la coalición Syriza) apoyada por otros grupos progresistas contrarios al plan de austeridad, o una resurrección de los conservadores europeístas de Nueva Democracia que les permitiera formar Gobierno con sus antiguos rivales socialistas del Pasok.
La crispación política es muy elevada. Incluso el nombramiento de un Gobierno provisional de un mes de duración y sin autoridad para tomar decisiones ha constituido un drama. Los socialdemócratas del Pasok y los conservadores de Nueva Democracia, “el dúo de la austeridad”, exigieron al presidente Karolos Papoulias que prolongara el mandato de Lucas Papademos, el primer ministro técnico que asumió el cargo en otoño pasado. Alegaban que en las próximas semanas se producirían acontecimientos de gran relevancia, como la cumbre de la OTAN y las negociaciones europeas sobre políticas de crecimiento, que requerían una representación griega experimentada y fiable. Papoulias, sin embargo, prefirió escuchar al resto de los partidos, que reclamaban una figura completamente neutral. El elegido fue Panagiotis Pikramenos, presidente del Consejo de Estado, jurista de prestigio y figura de absoluta irrelevancia política.
En cualquier caso, se abre un mes tenso, en el que la conflictividad social irá en aumento porque la economía se deteriora a gran velocidad (a fines de año será un tercio de lo que era en 2009) y la hemorragia de despidos es imparable. La fuga de capitales también se acelera: las retiradas de depósitos de los bancos griegos rondan los 500 millones de euros diarios, según fuentes bancarias.
Cada día se hace más verosímil la hipótesis de una salida griega del euro y un retorno al dracma tutelado por el Fondo Monetario Internacional, cuya directora general, Christine Lagarde, afirma que sería posible “una ruptura ordenada”. Ante ese riesgo, que pese a cualquier ayuda del FMI sumiría temporalmente Grecia en un caos financiero y tendría repercusiones imprevisibles en toda la Unión Europea, tanto los griegos europeístas como sus acreedores de la troika (Unión Europea, Banco Central Europeo y FMI) se plantean la necesidad de suavizar las durísimas medidas de austeridad impuestas al país. Incluso la canciller alemana, Angela Merkel, habla ya de aplicar medidas para hacer más soportable el odiado “protocolo” de recortes presupuestarios.
Alexis Tsipras, líder de la izquierda radical, constituye la gran incógnita del nuevo proceso electoral. Es joven (37 años) y convincente, y su propuesta de mantener Grecia en el euro a cambio de una sustancial ampliación de los plazos de devolución de los créditos resulta atractiva para amplios sectores de la población. Hasta cierto punto, lo que plantea Tsipras no es muy distinto a un chantaje: si no nos dais más tiempo para pagar, viene a decir a los dirigentes europeos y del FMI, romperemos el euro y crearemos un desastre para nosotros y para todos los demás. Si gana, ¿tendrá éxito su farol? Misterio.
Otro misterio es el empeño que pondrán los dirigentes europeos en facilitar las cosas a Pasok y Nueva Democracia. Ambos partidos sufren un enorme descrédito porque durante las décadas en que se han alternado en el poder han fraguado el mayor desastre económico europeo desde la Segunda Guerra Mundial, y luego han firmado con los acreedores el protocolo de austeridad. En las elecciones del día 9 apenas superaron, conjuntamente, el 30% de los votos, lo que supuso una caída de vértigo desde el 70% alcanzado en 2009. Pero las dos viejas maquinarias políticas aún funcionan y podrían remontar, quizá, si la Unión Europea ayudara un poco. Para eso sería necesario que los acreedores se mostraran favorables a una dulcificación en las condiciones de pago y en los recortes impuestos, lo cual restaría argumentos a la izquierda opuesta a la austeridad y devolvería un mínimo prestigio a Pasok y ND.
Enric González
Atenas, El País
Los griegos volverán a las urnas el 17 de junio. Tras el fiasco electoral del pasado día 6, que produjo un Parlamento incapaz de componer una mayoría y un Gobierno viable, el segundo intento no muestra mejores perspectivas de éxito. Otro resultado parecido dejaría el país definitivamente a la deriva y agudizaría de forma extrema la crisis del euro. Solo dos opciones parecen viables: o una victoria de la izquierda radical (la coalición Syriza) apoyada por otros grupos progresistas contrarios al plan de austeridad, o una resurrección de los conservadores europeístas de Nueva Democracia que les permitiera formar Gobierno con sus antiguos rivales socialistas del Pasok.
La crispación política es muy elevada. Incluso el nombramiento de un Gobierno provisional de un mes de duración y sin autoridad para tomar decisiones ha constituido un drama. Los socialdemócratas del Pasok y los conservadores de Nueva Democracia, “el dúo de la austeridad”, exigieron al presidente Karolos Papoulias que prolongara el mandato de Lucas Papademos, el primer ministro técnico que asumió el cargo en otoño pasado. Alegaban que en las próximas semanas se producirían acontecimientos de gran relevancia, como la cumbre de la OTAN y las negociaciones europeas sobre políticas de crecimiento, que requerían una representación griega experimentada y fiable. Papoulias, sin embargo, prefirió escuchar al resto de los partidos, que reclamaban una figura completamente neutral. El elegido fue Panagiotis Pikramenos, presidente del Consejo de Estado, jurista de prestigio y figura de absoluta irrelevancia política.
En cualquier caso, se abre un mes tenso, en el que la conflictividad social irá en aumento porque la economía se deteriora a gran velocidad (a fines de año será un tercio de lo que era en 2009) y la hemorragia de despidos es imparable. La fuga de capitales también se acelera: las retiradas de depósitos de los bancos griegos rondan los 500 millones de euros diarios, según fuentes bancarias.
Cada día se hace más verosímil la hipótesis de una salida griega del euro y un retorno al dracma tutelado por el Fondo Monetario Internacional, cuya directora general, Christine Lagarde, afirma que sería posible “una ruptura ordenada”. Ante ese riesgo, que pese a cualquier ayuda del FMI sumiría temporalmente Grecia en un caos financiero y tendría repercusiones imprevisibles en toda la Unión Europea, tanto los griegos europeístas como sus acreedores de la troika (Unión Europea, Banco Central Europeo y FMI) se plantean la necesidad de suavizar las durísimas medidas de austeridad impuestas al país. Incluso la canciller alemana, Angela Merkel, habla ya de aplicar medidas para hacer más soportable el odiado “protocolo” de recortes presupuestarios.
Alexis Tsipras, líder de la izquierda radical, constituye la gran incógnita del nuevo proceso electoral. Es joven (37 años) y convincente, y su propuesta de mantener Grecia en el euro a cambio de una sustancial ampliación de los plazos de devolución de los créditos resulta atractiva para amplios sectores de la población. Hasta cierto punto, lo que plantea Tsipras no es muy distinto a un chantaje: si no nos dais más tiempo para pagar, viene a decir a los dirigentes europeos y del FMI, romperemos el euro y crearemos un desastre para nosotros y para todos los demás. Si gana, ¿tendrá éxito su farol? Misterio.
Otro misterio es el empeño que pondrán los dirigentes europeos en facilitar las cosas a Pasok y Nueva Democracia. Ambos partidos sufren un enorme descrédito porque durante las décadas en que se han alternado en el poder han fraguado el mayor desastre económico europeo desde la Segunda Guerra Mundial, y luego han firmado con los acreedores el protocolo de austeridad. En las elecciones del día 9 apenas superaron, conjuntamente, el 30% de los votos, lo que supuso una caída de vértigo desde el 70% alcanzado en 2009. Pero las dos viejas maquinarias políticas aún funcionan y podrían remontar, quizá, si la Unión Europea ayudara un poco. Para eso sería necesario que los acreedores se mostraran favorables a una dulcificación en las condiciones de pago y en los recortes impuestos, lo cual restaría argumentos a la izquierda opuesta a la austeridad y devolvería un mínimo prestigio a Pasok y ND.