Choque de trenes entre Merkel y Hollande
La cumbre informal sobre el crecimiento profundiza las divisiones dentro de la UE. El credo de la austeridad, encabezado por Alemania, se empieza a quebrar
Claudi Pérez
Bruselas, El País
La Unión Europea ha concedido una pequeña conquista al nuevo presidente de Francia, François Hollande, en su estreno europeo. Los socios pondrán en marcha en la próxima cumbre, a finales de junio, un programa —a largo plazo, eso sí— para estudiar la mutualización de la deuda pública europea. Y habrá medidas para estimular el crecimiento.
Francia ganó el asalto en la cumbre informal de anoche en Bruselas. Una nueva retórica empieza a imponerse —al menos a los puntos— con la vista puesta en sacudir los cimientos de la respuesta europea a una crisis que mantiene entre la espada y la pared a Grecia y España.
Ante la previsible negativa de Alemania, los mercados dictaminaron el fracaso de la cumbre horas antes de que los líderes europeos probaran el primer bocado en la cena informal que sirvió como puesta de largo de Hollande. Esa querencia por el fracaso es antigua. Y en cierta manera arbitraria: ayer no era día de acuerdos, a pesar de las tensiones en los mercados, sino la ocasión de que los líderes expusieran sus ideas de cara a la reunión de junio y ante las consecuencias de la austeridad a rajatabla con denominación de origen alemana.
La peculiar trampa que Europa se ha impuesto a sí misma se deja sentir sobre la economía (doble recesión, paro en niveles de depresión, desasosiego en los mercados) e incluso sobre la política (ascenso de los extremismos, peligro de fractura del euro). La cumbre tenía que servir para explorar los límites sin tabúes, no para aprobar medidas. Y los límites, en medio de una crisis desmesurada, los impone el más fuerte.
La canciller alemana, Angela Merkel, admitió que los eurobonos protagonizaron el enfrentamiento más sonado de la noche entre Francia y Alemania. “Ha habido una discusión muy detallada”, aseguró la canciller, acerca de la mutualización de la deuda.
Frente a la negativa categórica alemana, que ni siquiera quería abrir ese debate, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, explicó que ese proyecto estará presente en la cumbre de finales de junio: “Nadie pide una introducción inmediata, eso lleva tiempo y hay que ver sus repercusiones jurídicas, pero los eurobonos estarán dentro de un plan a largo plazo que se iniciará en la próxima cumbre para complementar la Unión Monetaria y fortalecer la unión económica”.
Entre las propuestas para fortalecer la Unión hay varias de raíz francesa e italiana: una supervisión bancaria más integrada y un régimen común de garantía de depósitos. Es decir, el germen de una unión bancaria.
Hollande no se dejó llevar en su primera comparecencia ante los medios en Bruselas. “Alemania piensa que los eurobonos son un punto de llegada, y Francia cree que son un punto de partida. Seguiremos discutiendo”, dijo. Pero dejó claro que su propuesta se abre paso, a pesar de que junto con Alemania hay varios países radicalmente en contra: “Los eurobonos no son para mutualizar la deuda del pasado, pero pueden servir para lograr financiación en mejores condiciones: Alemania está pagando un interés del 0% y España financia su deuda al 6%”, dijo Hollande. “Con los eurobonos se podría financiar a coste más bajo”, añadió el presidente francés, informa Ricardo Martínez de Rituerto.
En fin: habrá eurobonos, o al menos un proyecto que incluirá ese tipo de productos, pero a largo plazo. Europa se ha especializado en los últimos dos años y medio, a través de un reguero de cumbres (18 desde que arrancó la crisis fiscal griega), en activar acuerdos de este tipo, que acaban aguados o sencillamente desaparecidos: o no se materializan, o están pendientes de detalles, o se rectifican, o se aprueban y no se vuelve a hablar de ellos. Por eso el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, planteó la posibilidad de una intervención del BCE: solo el Eurobanco tiene credibilidad en los mercados porque sus acciones implican algo más que palabras. Pero no consiguió un compromiso explícito del BCE, ni una presión unánime sobre su presidente, Mario Draghi.
A más corto plazo, los socios aclararon en qué consistirán las medidas para estimular el crecimiento. Merkel destacó los tres ámbitos que se debatieron durante la cumbre: la necesidad de continuar con las reformas estructurales (ámbito en el que incluyó la sacrosanta austeridad), el impulso a la movilidad laboral, y —aquí llega la novedad— un mayor chorro inversor a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI) para aumentar las posibilidades de que los jóvenes griegos, portugueses, españoles e italianos encuentren un empleo, además de financiar proyectos de infraestructuras, energía e I+D, informa Luis Doncel.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, explicó que el BEI ha recibido un mandato que consiste en una ampliación de capital de unos 10.000 millones de euros, con los que podría movilizar hasta 150.000 millones junto con el sector privado. Además, usará los fondos estructurales como palanca para las inversiones.
Junto con España, Grecia fue el otro foco candente en la reunión. Nada nuevo bajo el sol: Barroso y Van Rompuy explicaron que la Unión quiere que Grecia siga formando parte de la familia. Anunciaron el envío de fondos estructurales para impulsar el crecimiento e informaron de los 150.000 millones que ha recibido ya Atenas de la Unión y el Fondo Monetario Internacional.
Grecia quiere renegociar las condiciones del acuerdo por el que debe aplicarse una cura de austeridad, en función de los resultados electorales de mediados de junio. La Unión no transige. Los fondos aprobados y los estímulos solo llegarán si los griegos forman un Gobierno que respete los acuerdos firmados.
Tampoco con España hay novedades. Rajoy rechaza, al menos “a día de hoy”, que la banca española tenga que acudir al fondo europeo de rescate para recapitalizarse, como ha sugerido Hollande. Admitirlo supondría reconocer que su agujero es mayor de lo que parecía. Rajoy ha encargado a dos auditores externos un examen de la situación del sistema financiero español para despejar las dudas sobre su solvencia. Pero cada vez más voces en Bruselas instan a España a pedir el dinero, aunque por una vía alternativa: permitir al fondo de rescate que inyecte dinero en los bancos directamente, sin que Madrid lo solicite, permitiría al Gobierno español salvar la cara.
Una vez más, Alemania se niega. Hace falta un acuerdo político. Para cuando llegue, quizá sea tarde: la política, una vez más, como coche escoba de las ideas económicas.
Claudi Pérez
Bruselas, El País
La Unión Europea ha concedido una pequeña conquista al nuevo presidente de Francia, François Hollande, en su estreno europeo. Los socios pondrán en marcha en la próxima cumbre, a finales de junio, un programa —a largo plazo, eso sí— para estudiar la mutualización de la deuda pública europea. Y habrá medidas para estimular el crecimiento.
Francia ganó el asalto en la cumbre informal de anoche en Bruselas. Una nueva retórica empieza a imponerse —al menos a los puntos— con la vista puesta en sacudir los cimientos de la respuesta europea a una crisis que mantiene entre la espada y la pared a Grecia y España.
Ante la previsible negativa de Alemania, los mercados dictaminaron el fracaso de la cumbre horas antes de que los líderes europeos probaran el primer bocado en la cena informal que sirvió como puesta de largo de Hollande. Esa querencia por el fracaso es antigua. Y en cierta manera arbitraria: ayer no era día de acuerdos, a pesar de las tensiones en los mercados, sino la ocasión de que los líderes expusieran sus ideas de cara a la reunión de junio y ante las consecuencias de la austeridad a rajatabla con denominación de origen alemana.
La peculiar trampa que Europa se ha impuesto a sí misma se deja sentir sobre la economía (doble recesión, paro en niveles de depresión, desasosiego en los mercados) e incluso sobre la política (ascenso de los extremismos, peligro de fractura del euro). La cumbre tenía que servir para explorar los límites sin tabúes, no para aprobar medidas. Y los límites, en medio de una crisis desmesurada, los impone el más fuerte.
La canciller alemana, Angela Merkel, admitió que los eurobonos protagonizaron el enfrentamiento más sonado de la noche entre Francia y Alemania. “Ha habido una discusión muy detallada”, aseguró la canciller, acerca de la mutualización de la deuda.
Frente a la negativa categórica alemana, que ni siquiera quería abrir ese debate, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, explicó que ese proyecto estará presente en la cumbre de finales de junio: “Nadie pide una introducción inmediata, eso lleva tiempo y hay que ver sus repercusiones jurídicas, pero los eurobonos estarán dentro de un plan a largo plazo que se iniciará en la próxima cumbre para complementar la Unión Monetaria y fortalecer la unión económica”.
Entre las propuestas para fortalecer la Unión hay varias de raíz francesa e italiana: una supervisión bancaria más integrada y un régimen común de garantía de depósitos. Es decir, el germen de una unión bancaria.
Hollande no se dejó llevar en su primera comparecencia ante los medios en Bruselas. “Alemania piensa que los eurobonos son un punto de llegada, y Francia cree que son un punto de partida. Seguiremos discutiendo”, dijo. Pero dejó claro que su propuesta se abre paso, a pesar de que junto con Alemania hay varios países radicalmente en contra: “Los eurobonos no son para mutualizar la deuda del pasado, pero pueden servir para lograr financiación en mejores condiciones: Alemania está pagando un interés del 0% y España financia su deuda al 6%”, dijo Hollande. “Con los eurobonos se podría financiar a coste más bajo”, añadió el presidente francés, informa Ricardo Martínez de Rituerto.
En fin: habrá eurobonos, o al menos un proyecto que incluirá ese tipo de productos, pero a largo plazo. Europa se ha especializado en los últimos dos años y medio, a través de un reguero de cumbres (18 desde que arrancó la crisis fiscal griega), en activar acuerdos de este tipo, que acaban aguados o sencillamente desaparecidos: o no se materializan, o están pendientes de detalles, o se rectifican, o se aprueban y no se vuelve a hablar de ellos. Por eso el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, planteó la posibilidad de una intervención del BCE: solo el Eurobanco tiene credibilidad en los mercados porque sus acciones implican algo más que palabras. Pero no consiguió un compromiso explícito del BCE, ni una presión unánime sobre su presidente, Mario Draghi.
A más corto plazo, los socios aclararon en qué consistirán las medidas para estimular el crecimiento. Merkel destacó los tres ámbitos que se debatieron durante la cumbre: la necesidad de continuar con las reformas estructurales (ámbito en el que incluyó la sacrosanta austeridad), el impulso a la movilidad laboral, y —aquí llega la novedad— un mayor chorro inversor a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI) para aumentar las posibilidades de que los jóvenes griegos, portugueses, españoles e italianos encuentren un empleo, además de financiar proyectos de infraestructuras, energía e I+D, informa Luis Doncel.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, explicó que el BEI ha recibido un mandato que consiste en una ampliación de capital de unos 10.000 millones de euros, con los que podría movilizar hasta 150.000 millones junto con el sector privado. Además, usará los fondos estructurales como palanca para las inversiones.
Junto con España, Grecia fue el otro foco candente en la reunión. Nada nuevo bajo el sol: Barroso y Van Rompuy explicaron que la Unión quiere que Grecia siga formando parte de la familia. Anunciaron el envío de fondos estructurales para impulsar el crecimiento e informaron de los 150.000 millones que ha recibido ya Atenas de la Unión y el Fondo Monetario Internacional.
Grecia quiere renegociar las condiciones del acuerdo por el que debe aplicarse una cura de austeridad, en función de los resultados electorales de mediados de junio. La Unión no transige. Los fondos aprobados y los estímulos solo llegarán si los griegos forman un Gobierno que respete los acuerdos firmados.
Tampoco con España hay novedades. Rajoy rechaza, al menos “a día de hoy”, que la banca española tenga que acudir al fondo europeo de rescate para recapitalizarse, como ha sugerido Hollande. Admitirlo supondría reconocer que su agujero es mayor de lo que parecía. Rajoy ha encargado a dos auditores externos un examen de la situación del sistema financiero español para despejar las dudas sobre su solvencia. Pero cada vez más voces en Bruselas instan a España a pedir el dinero, aunque por una vía alternativa: permitir al fondo de rescate que inyecte dinero en los bancos directamente, sin que Madrid lo solicite, permitiría al Gobierno español salvar la cara.
Una vez más, Alemania se niega. Hace falta un acuerdo político. Para cuando llegue, quizá sea tarde: la política, una vez más, como coche escoba de las ideas económicas.