El crecimiento de la deuda externa

Alberto Zuazo
El país está reincidiendo en el endeudamiento externo, bajo la ilusión de que tiene sustentabilidad para pagarla. Lo mismo ocurrió en el primer gobierno del general Hugo Banzer (1971-78). Y como ahora se intenta, igualmente se emitieron bonos.
Lo que no hay que olvidar es que el endeudamiento en el régimen de Banzer fue una de las causas principales de la hiperinflación de los años 80. Para ese tiempo y cuando los ingresos del país eran modestos, la deuda se tornó impagable, por lo que hubo necesidad de declarar a Bolivia en mora.

Pero lo más grave fue la hiperinflación, que devoró la riqueza nacional, así como al segundo gobierno del doctor Hernán Siles Zuazo, el héroe de la revolución de hace 60 años. Su espíritu de sacrificio volvió a ponerse en evidencia, al resignar un año de los cuatro del mandato constitucional que ejercía, para dar paso a una elección general y que su sucesor, con mayor apoyo popular, tome las decisiones cruciales que urgían. Fruto de ello fue el decreto 21.060.

La situación actual no es la misma, existe mayor crecimiento económico, pero ningún país en desarrollo, como es el caso de Bolivia, puede estar seguro de que la bonanza de precios de las materias primas que exporta se mantenga per se. Las crisis de deuda en Estados Unidos y Europa muy bien podrían extenderse a Latinoamérica. Por lo menos, es un riesgo latente.

Aquellas potencias difícilmente están sobrellevando sus peripecias, en particular en el área social. Éstas se manifiestan en el desempleo, pérdida parcial de salarios, de beneficios sociales y de otros derechos, producto de luchas sociales.

En Bolivia, sin muchas diferencias, no es tan hipotética la posibilidad de sufrir una crisis y hasta de una hiperinflación. En los años 80, el cambio monetario llegó al 11.000 por ciento. Las amas de casa deambulaban detrás de las “colas”, para conseguir alimentos y otros medios de subsistencia.

Los espejismos de hoy, al paso que se conduce la economía del país, muy bien pueden trocarse en momentos de angustia, tanto fiscal como social. Cuando hay desajustes en esta materia, lo que se tiene de reservas y posibilidades de seguir percibiendo buenos ingresos por las exportaciones de gas natural y minerales, que son los sustentos de la economía nacional en el presente, se esfuman en poco tiempo. Y con ello, vuelven los fantasmas de la pobreza que, por lo demás, ahora mismo afecta al 60% de la población.

El endeudamiento es fácil, cuando hay organismos internacionales irresponsables que los ofrecen a manos llenas. Empero, cuando se produce un gran deterioro de la economía internacional, sus consecuencias son contagiosas y funestas. El primer toque de alarma lo está dando China, que este año prevé crecer a sólo el nueve por ciento, después de haberlo estado haciendo hasta en el 14%.

China es la gran compradora de materias primas de este tiempo, al punto de haberse situado en el segundo lugar de la economía mundial. La avidez con la que aún lo hace -aunque los minerales están ya bajando de precios este año- en cualquier momento puede frenar el crecimiento espectacular que alcanzó en los últimos 25 años.

Probablemente no le afectaría mucho, porque tiene un inmenso mercado aún por atender. En cambio, sus proveedores, los países en desarrollo, no tendrían dónde colocar su producción. O por lo menos no podrían seguir disfrutando de los buenos precios de la actualidad.

En tal escenario, el pago de la deuda creciente podría tornarse difícil. Con la presunción de la bonanza, se han creado múltiples obligaciones públicas y sociales. O sea que, ante los disminuidos volúmenes de ingresos, pronto tendría que echarse mano de las reservas, las que, aparte de no ser tan cuantiosas, se volatilizarían en poco tiempo. Y, después qué…

Un estudio de la Fundación Jubileo, perteneciente a la Iglesia Católica, estableció que el saldo de la deuda externa creció de 2008 al 2011 en el 43%, llegando a $us 3.486 millones. El año pasado se registró la cifra récord de contrataciones de préstamos: alcanzó a $us 1.262 millones.

Los indicadores de deuda externa muestran cierta sostenibilidad, como queda dicho. Sin embargo, esto puede desaparecer como la espuma, si se presentan los quebrantos referidos. En economía es mejor ser cautos, no encandilarse con fenómenos pasajeros.

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