Condolencias en efectivo: de 210 a 50.000 dólares por civil muerto en guerra
Los ejércitos aliados pagan compensaciones dispares por muertos, heridos y daños materiales
Madrid, El País
Hace un mes Abdul Samad, de 60 años, entró en su casa de adobe en Panjwai (Afganistán) y se topó con una escena dantesca: los cadáveres de su esposa, cuatro de sus hijas, cuatro de sus hijos y dos parientes más tiroteados, acuchillados y quemados. Un sargento estadounidense, Robert Bales, llegado desde una base militar cercana está acusado del asesinato premeditado por la matanza de 16 civiles afganos, incluidos los Samad, el pasado 11 de marzo.
Casi dos semanas después, el Ejército de EE UU pagó a las familias de los fallecidos 50.000 dólares por cada una de las víctimas. Es la compensación más alta, o de las más altas, pagada por fuerzas armadas occidentales por la muerte de un civil en guerra. El comandante jefe de la OTAN en Afganistán, John Allen, aseguró entonces: "Creo que en este caso la suma es apropiada, dadas las circunstancias”. Porque no todas las víctimas valen lo mismo. El mínimo fueron los 210 dólares pagados por las tropas británicas por un fallecido también en Afganistán, según la ONG Civic, que escruta estos pagos hace años.
Tras la última matanza, perpetrada en un momento especialmente delicado en la relación Kabul-Washington por la quema de Coranes en un cuartel militar de la OTAN y las imágenes de soldados orinando sobre cadáveres, Estados Unidos siguió a pies juntillas la recomendación que hizo en 2009 el entonces secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates: “Creo que lo esencial es que, en las escasas ocasiones en las que cometemos un error, pidamos disculpas rápido, compensemos a las víctimas rápido y, después, investiguemos”.
“Aunque sí es la [compensación] más alta de la que hemos tenido noticia, eso no significa que no haya habido otros pagos mayores a otras personas. Simplemente, no es siempre un proceso transparente, así que no sabemos cuánto reciben todos”, explica una portavoz de Civic por correo electrónico en referencia a los 50.000 dólares por víctima mortal pagados en marzo.
Las pesquisas de esta ONG, plasmadas en un informe en 2010 que analiza las prácticas de las fuerzas internacionales en Afganistán, indican que existen países como EE UU o Polonia que con tal de neutralizar un posible conflicto —y proteger así a sus tropas— pagan compensaciones incluso cuando están casi seguros de que no han sido los causantes de una muerte concreta, unas lesiones o unos daños materiales. Otros, como Noruega, tienen procesos regulados en los que la indemnización se decide caso por caso. Las circunstancias suelen influir en la cifra, que suele ser mayor, explica Civic, si existen varias bajas en un solo incidente, como ocurrió en la matanza de Panjwai.
Civiles y soldados sostienen que estas prácticas palían la hostilidad hacia los aliados. Y eso que el sistema es tan dispar que, como advierte esta ONG de derechos humanos, puede considerarse arbitrario. La investigación reveló que Estados Unidos suele pagar unos 2.500 dólares cuando mata a un civil, Alemania entregó 20.000 dólares en efectivo y un coche valorados en otros 5.000 dólares a la familia de tres civiles muertos por sus soldados en un control (era el pago más alto conocido hasta la matanza de marzo pasado), el bombardeo a unos camiones cisterna de los talibanes en los que murieron varios civiles en septiembre de 2009 y costaron la dimisión a un ministro alemán se zanjó, según el informe, con ayudas para aquel invierno y para el desarrollo a largo plazo.
Países Bajos ha pagado 475.000 dólares por unas 80 muertes y heridas a 120 personas desde 2006, Australia ha indemnizado en el periodo 2001-2009 con unos 120.000 dólares por cuatro incidentes con más de un muerto o un herido, Italia pagó 13.500 dólares por la muerte de una adolescente y Noruega unos 8.000 dólares por un fallecido, siempre según el recuento de Civic (Campaña a favor de las víctimas inocentes en conflicto).
Estados Unidos paga a civiles desde la guerra de Corea, en los 50, siempre y cuando se considera apropiado en la cultura local. La ley internacional y un acuerdo con el Gobierno afgano eximen a los aliados de cualquier responsabilidad por los daños causados en combate. Pero casi todos entregan esas condolencias en efectivo.
La inmensa mayoría de las compensaciones son los denominados pagos por condolencia (o solatia) para paliar “el sufrimiento de los civiles” por los llamados daños colaterales, afectados por los combates. Cosa distinta son los pagos incluidos en La ley de Reclamaciones Extranjeras (the Foreign Claims Act) para daños ocasionados por soldados en actividades ajenas al combate o conductas ilícitas como como la matanza del sargento Bales. Insisten los ejércitos en que estos pagos no implican de ninguna manera la asunción de ninguna culpa y no tienen nada que ver con las reparaciones, que debe decidir un tribunal.
Cada vez que Washington embarca a sus tropas en una guerra se plantea si pagará o no. En Irak, bendijo las condolencias monetarias pocos meses después de la invasión, en 2003; en Afganistán, tardó cuatro años, según la información de Civic. Esta ONG reclama la creación de un sistema común para compensar a los civiles.
El sexagenario Samad contó a The New York Times que, tras tener que dejar su casa por la guerra, regresó a su pueblo con toda su familia hace un año. Allí, cerca de una base estadounidense, se sentía seguro. Todo cambió la noche del 11 de marzo cuando el sargento Bales, encarcelado en una prisión militar de EE UU, salió del cuartel.
Madrid, El País
Hace un mes Abdul Samad, de 60 años, entró en su casa de adobe en Panjwai (Afganistán) y se topó con una escena dantesca: los cadáveres de su esposa, cuatro de sus hijas, cuatro de sus hijos y dos parientes más tiroteados, acuchillados y quemados. Un sargento estadounidense, Robert Bales, llegado desde una base militar cercana está acusado del asesinato premeditado por la matanza de 16 civiles afganos, incluidos los Samad, el pasado 11 de marzo.
Casi dos semanas después, el Ejército de EE UU pagó a las familias de los fallecidos 50.000 dólares por cada una de las víctimas. Es la compensación más alta, o de las más altas, pagada por fuerzas armadas occidentales por la muerte de un civil en guerra. El comandante jefe de la OTAN en Afganistán, John Allen, aseguró entonces: "Creo que en este caso la suma es apropiada, dadas las circunstancias”. Porque no todas las víctimas valen lo mismo. El mínimo fueron los 210 dólares pagados por las tropas británicas por un fallecido también en Afganistán, según la ONG Civic, que escruta estos pagos hace años.
Tras la última matanza, perpetrada en un momento especialmente delicado en la relación Kabul-Washington por la quema de Coranes en un cuartel militar de la OTAN y las imágenes de soldados orinando sobre cadáveres, Estados Unidos siguió a pies juntillas la recomendación que hizo en 2009 el entonces secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates: “Creo que lo esencial es que, en las escasas ocasiones en las que cometemos un error, pidamos disculpas rápido, compensemos a las víctimas rápido y, después, investiguemos”.
“Aunque sí es la [compensación] más alta de la que hemos tenido noticia, eso no significa que no haya habido otros pagos mayores a otras personas. Simplemente, no es siempre un proceso transparente, así que no sabemos cuánto reciben todos”, explica una portavoz de Civic por correo electrónico en referencia a los 50.000 dólares por víctima mortal pagados en marzo.
Las pesquisas de esta ONG, plasmadas en un informe en 2010 que analiza las prácticas de las fuerzas internacionales en Afganistán, indican que existen países como EE UU o Polonia que con tal de neutralizar un posible conflicto —y proteger así a sus tropas— pagan compensaciones incluso cuando están casi seguros de que no han sido los causantes de una muerte concreta, unas lesiones o unos daños materiales. Otros, como Noruega, tienen procesos regulados en los que la indemnización se decide caso por caso. Las circunstancias suelen influir en la cifra, que suele ser mayor, explica Civic, si existen varias bajas en un solo incidente, como ocurrió en la matanza de Panjwai.
Civiles y soldados sostienen que estas prácticas palían la hostilidad hacia los aliados. Y eso que el sistema es tan dispar que, como advierte esta ONG de derechos humanos, puede considerarse arbitrario. La investigación reveló que Estados Unidos suele pagar unos 2.500 dólares cuando mata a un civil, Alemania entregó 20.000 dólares en efectivo y un coche valorados en otros 5.000 dólares a la familia de tres civiles muertos por sus soldados en un control (era el pago más alto conocido hasta la matanza de marzo pasado), el bombardeo a unos camiones cisterna de los talibanes en los que murieron varios civiles en septiembre de 2009 y costaron la dimisión a un ministro alemán se zanjó, según el informe, con ayudas para aquel invierno y para el desarrollo a largo plazo.
Países Bajos ha pagado 475.000 dólares por unas 80 muertes y heridas a 120 personas desde 2006, Australia ha indemnizado en el periodo 2001-2009 con unos 120.000 dólares por cuatro incidentes con más de un muerto o un herido, Italia pagó 13.500 dólares por la muerte de una adolescente y Noruega unos 8.000 dólares por un fallecido, siempre según el recuento de Civic (Campaña a favor de las víctimas inocentes en conflicto).
Estados Unidos paga a civiles desde la guerra de Corea, en los 50, siempre y cuando se considera apropiado en la cultura local. La ley internacional y un acuerdo con el Gobierno afgano eximen a los aliados de cualquier responsabilidad por los daños causados en combate. Pero casi todos entregan esas condolencias en efectivo.
La inmensa mayoría de las compensaciones son los denominados pagos por condolencia (o solatia) para paliar “el sufrimiento de los civiles” por los llamados daños colaterales, afectados por los combates. Cosa distinta son los pagos incluidos en La ley de Reclamaciones Extranjeras (the Foreign Claims Act) para daños ocasionados por soldados en actividades ajenas al combate o conductas ilícitas como como la matanza del sargento Bales. Insisten los ejércitos en que estos pagos no implican de ninguna manera la asunción de ninguna culpa y no tienen nada que ver con las reparaciones, que debe decidir un tribunal.
Cada vez que Washington embarca a sus tropas en una guerra se plantea si pagará o no. En Irak, bendijo las condolencias monetarias pocos meses después de la invasión, en 2003; en Afganistán, tardó cuatro años, según la información de Civic. Esta ONG reclama la creación de un sistema común para compensar a los civiles.
El sexagenario Samad contó a The New York Times que, tras tener que dejar su casa por la guerra, regresó a su pueblo con toda su familia hace un año. Allí, cerca de una base estadounidense, se sentía seguro. Todo cambió la noche del 11 de marzo cuando el sargento Bales, encarcelado en una prisión militar de EE UU, salió del cuartel.