Europa se obceca con la austeridad
Merkel insiste en que hay que firmar el Tratado fiscal antes de poder generar crecimiento
Bruselas, El País
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán; su homólogo belga, Elio Di Rupo; el presidente español, Mariano Rajoy, el primer ministro griego, Lucas Papadimos y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, en Bruselas.
Europa ha jugado este jueves a las grandes palabras en una cumbre que servirá para consagrar la austeridad en los Tratados y que viene a ilegalizar el keynesianismo, con la prohibición de los déficits por mandato constitucional. Hasta aquí los hechos. Todo lo demás es retórica: los mandatarios europeos se empeñaron en subrayar un cambio de tono para tratar de convencer a la ciudadanía —y puede que a los mercados— de que los recortes no son la única obsesión en una eurozona muy maltratada por la crisis fiscal, pero que también va de cabeza hacia la recesión.
“Lo primero que hay que hacer es firmar el Tratado fiscal. Lo segundo es ver cómo generar crecimiento”, dijo la canciller alemana, Angela Merkel. Ese es el orden. Y “lo segundo”, que es casi todo lo demás, ya se hará más adelante: la enésima cumbre de Bruselas en esta historia interminable de la crisis pospuso una vez más la entrega de parte del dinero del rescate para Grecia, y apenas se debatió el llamamiento de España a flexibilizar los objetivos de déficit para evitar que el exceso de tijera acabe en un descosido para algunos países.
“La consolidación fiscal está ahí para quedarse”, dijo el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, que cierra así, al menos temporalmente, una puerta fundamental para España y para varios países más: la de la relajación de las metas de déficit.
España es ahora una especie de clave de bóveda de lo que ocurre y puede venir en adelante en la eurozona. Un caso de manual: ha aplicado severos recortes y aun así en 2011 el déficit se fue hasta el 8,5% del PIB, muy lejos del objetivo marcado (6%), lo que provocará nuevos y dolorosos tijeretazos. Con algunos agravantes: la economía española se encamina hacia la recesión, y el paro supera el 23% de la población activa, cifras sin comparación en el mundo mal llamado desarrollado. Otros países están en situaciones fiscales parecidas, pero no se deciden a entrar en ese debate sobre la necesidad de dar algo más de margen fiscal so pena de provocar una recesión profunda y de agravar la incipiente contestación social. Durante la cena de jefes de Estado “no hubo ninguna discusión acerca de ningún tipo de flexibilización sobre los objetivos de déficit”, indicó Barroso. Pero España sí abrió ese melón en el Eurogrupo: Madrid interpreta que la negociación ha comenzado. Aunque el arranque es poco prometedor.
El ministro de Economía, Luis de Guindos, explicó ante sus homólogos el por qué del agujero fiscal español en 2011, pero no encontró los apoyos que esperaba. Al contrario: recibió la reprimenda del representante del Banco central Europeo (BCE) y del comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, que pide más explicaciones sobre el déficit y el detalle del Presupuesto (con los correspondientes recortes) antes de empezar a hablar de abrir la mano con el déficit. El silencio fue la respuesta de todos los demás ministros, pese a que esa cuestión afecta a muchos otros países: Francia y Bélgica, por ejemplo, van a tener muchos problemas. Holanda, que tiene también un agujero importante, dejó en solitario a España al asegurar que cumplirá sus metas. “La flexibilización de los compromisos caerá como fruta madura. Pero para mayo, no con la velocidad que pretende España”, indicaron fuentes comunitarias, que apuntaron que si Madrid decide mantener un pulso el resultado puede ser contraproducente: ni siquiera se descarta la apertura de un procedimiento de sanción.
Bruselas tiene sus tiempos y sus reglas. Y se agarra a ellos aunque se dé de bruces con la realidad: el PIB europeo caerá en 2012, especialmente en los países que han aplicado mayores recortes (Grecia y Portugal, Italia y España), y la situación general es mucho peor de lo que la Comisión vaticinaba. El paro se anotó ayer un nuevo máximo en la eurozona. Al menos la crisis fiscal y financiera amaina y eso justifica el cambio de retórica en favor del crecimiento.
Fuentes comunitarias explicaron que se esperaban cuchillos largos a lo largo de la cena de jefes de Estado y de Gobierno: España pensaba contar con algunos aliados en su cruzada por la suavización de los objetivos de déficit, “pero no parece fácil que Alemania y los grandes países faciliten ahora una flexibilización del déficit, por mucho que algunas economías estén asfixiadas”, explicaron fuentes diplomáticas.
La puntilla se colocó a última hora en las conclusiones de la cumbre: “Los Estados sometidos al escrutinio de los mercados deben cumplir sus objetivos y estar listos para poner en marcha nuevas medidas de consolidación si fuera necesario”. Todo lo contrario de lo que España pretendía.
Al menos, el nivel de dramatismo ha bajado en relación con ocasiones anteriores. El diluvio de liquidez del BCE sobre la banca (un billón de euros) ha calmado las aguas en los mercados. Y pese a una carta firmada por 12 jefes de Estado (con Reino Unido, Italia y España a la cabeza) a favor del crecimiento que se ha interpretado como una suerte de rebelión ante el directorio francoalemán, el plato más importante de la reunión está atado y bien atado: 25 de los 27 países de la UE firmarán hoy el Tratado para imponer rigor y responsabilidad en las cuentas europeas. “Esa firma es un paso importante hacia una unión estable; hace posible una unión política”, explicó Merkel. Más lacónico, el primer ministro británico, David Cameron, recordó que Europa “no se enfrenta solo a una crisis de deuda: es también una crisis de crecimiento”.
Reino Unido y República Checa, salvo sorpresas, serán las dos únicas firmas que faltarán hoy en la firma del Tratado. Aun así, casi nada en Europa es lo que parece: sobre el tratado siguen planeando incertidumbres. Irlanda ya ha anunciado que lo someterá a referéndum. Pero la piedra de toque de Europa en los próximos meses es Francia. Siempre Francia: el socialista François Hollande ya ha anunciado que si llega al Elíseo en mayo renegociará el acuerdo. Europa, aquella “utopía factible”, sigue en construcción.
Bruselas, El País
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán; su homólogo belga, Elio Di Rupo; el presidente español, Mariano Rajoy, el primer ministro griego, Lucas Papadimos y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, en Bruselas.
Europa ha jugado este jueves a las grandes palabras en una cumbre que servirá para consagrar la austeridad en los Tratados y que viene a ilegalizar el keynesianismo, con la prohibición de los déficits por mandato constitucional. Hasta aquí los hechos. Todo lo demás es retórica: los mandatarios europeos se empeñaron en subrayar un cambio de tono para tratar de convencer a la ciudadanía —y puede que a los mercados— de que los recortes no son la única obsesión en una eurozona muy maltratada por la crisis fiscal, pero que también va de cabeza hacia la recesión.
“Lo primero que hay que hacer es firmar el Tratado fiscal. Lo segundo es ver cómo generar crecimiento”, dijo la canciller alemana, Angela Merkel. Ese es el orden. Y “lo segundo”, que es casi todo lo demás, ya se hará más adelante: la enésima cumbre de Bruselas en esta historia interminable de la crisis pospuso una vez más la entrega de parte del dinero del rescate para Grecia, y apenas se debatió el llamamiento de España a flexibilizar los objetivos de déficit para evitar que el exceso de tijera acabe en un descosido para algunos países.
“La consolidación fiscal está ahí para quedarse”, dijo el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, que cierra así, al menos temporalmente, una puerta fundamental para España y para varios países más: la de la relajación de las metas de déficit.
España es ahora una especie de clave de bóveda de lo que ocurre y puede venir en adelante en la eurozona. Un caso de manual: ha aplicado severos recortes y aun así en 2011 el déficit se fue hasta el 8,5% del PIB, muy lejos del objetivo marcado (6%), lo que provocará nuevos y dolorosos tijeretazos. Con algunos agravantes: la economía española se encamina hacia la recesión, y el paro supera el 23% de la población activa, cifras sin comparación en el mundo mal llamado desarrollado. Otros países están en situaciones fiscales parecidas, pero no se deciden a entrar en ese debate sobre la necesidad de dar algo más de margen fiscal so pena de provocar una recesión profunda y de agravar la incipiente contestación social. Durante la cena de jefes de Estado “no hubo ninguna discusión acerca de ningún tipo de flexibilización sobre los objetivos de déficit”, indicó Barroso. Pero España sí abrió ese melón en el Eurogrupo: Madrid interpreta que la negociación ha comenzado. Aunque el arranque es poco prometedor.
El ministro de Economía, Luis de Guindos, explicó ante sus homólogos el por qué del agujero fiscal español en 2011, pero no encontró los apoyos que esperaba. Al contrario: recibió la reprimenda del representante del Banco central Europeo (BCE) y del comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, que pide más explicaciones sobre el déficit y el detalle del Presupuesto (con los correspondientes recortes) antes de empezar a hablar de abrir la mano con el déficit. El silencio fue la respuesta de todos los demás ministros, pese a que esa cuestión afecta a muchos otros países: Francia y Bélgica, por ejemplo, van a tener muchos problemas. Holanda, que tiene también un agujero importante, dejó en solitario a España al asegurar que cumplirá sus metas. “La flexibilización de los compromisos caerá como fruta madura. Pero para mayo, no con la velocidad que pretende España”, indicaron fuentes comunitarias, que apuntaron que si Madrid decide mantener un pulso el resultado puede ser contraproducente: ni siquiera se descarta la apertura de un procedimiento de sanción.
Bruselas tiene sus tiempos y sus reglas. Y se agarra a ellos aunque se dé de bruces con la realidad: el PIB europeo caerá en 2012, especialmente en los países que han aplicado mayores recortes (Grecia y Portugal, Italia y España), y la situación general es mucho peor de lo que la Comisión vaticinaba. El paro se anotó ayer un nuevo máximo en la eurozona. Al menos la crisis fiscal y financiera amaina y eso justifica el cambio de retórica en favor del crecimiento.
Fuentes comunitarias explicaron que se esperaban cuchillos largos a lo largo de la cena de jefes de Estado y de Gobierno: España pensaba contar con algunos aliados en su cruzada por la suavización de los objetivos de déficit, “pero no parece fácil que Alemania y los grandes países faciliten ahora una flexibilización del déficit, por mucho que algunas economías estén asfixiadas”, explicaron fuentes diplomáticas.
La puntilla se colocó a última hora en las conclusiones de la cumbre: “Los Estados sometidos al escrutinio de los mercados deben cumplir sus objetivos y estar listos para poner en marcha nuevas medidas de consolidación si fuera necesario”. Todo lo contrario de lo que España pretendía.
Al menos, el nivel de dramatismo ha bajado en relación con ocasiones anteriores. El diluvio de liquidez del BCE sobre la banca (un billón de euros) ha calmado las aguas en los mercados. Y pese a una carta firmada por 12 jefes de Estado (con Reino Unido, Italia y España a la cabeza) a favor del crecimiento que se ha interpretado como una suerte de rebelión ante el directorio francoalemán, el plato más importante de la reunión está atado y bien atado: 25 de los 27 países de la UE firmarán hoy el Tratado para imponer rigor y responsabilidad en las cuentas europeas. “Esa firma es un paso importante hacia una unión estable; hace posible una unión política”, explicó Merkel. Más lacónico, el primer ministro británico, David Cameron, recordó que Europa “no se enfrenta solo a una crisis de deuda: es también una crisis de crecimiento”.
Reino Unido y República Checa, salvo sorpresas, serán las dos únicas firmas que faltarán hoy en la firma del Tratado. Aun así, casi nada en Europa es lo que parece: sobre el tratado siguen planeando incertidumbres. Irlanda ya ha anunciado que lo someterá a referéndum. Pero la piedra de toque de Europa en los próximos meses es Francia. Siempre Francia: el socialista François Hollande ya ha anunciado que si llega al Elíseo en mayo renegociará el acuerdo. Europa, aquella “utopía factible”, sigue en construcción.