Apología de la hibridación: “nosotros” y los “otros”

Fernando Untoja Ch.
Existe una preocupación existencial muy inteligente en algunos “pensadores” y reconocidos “intelectuales”, que en los tiempos del indigenismo reclaman su lugar para el “ser mestizo”, pues están convencidos, mejor, están ya alienados por el discurso de que los “indígenas están en el poder”, de que existe una “cultura e identidad indígena” o que Bolivia es “pluri-indigenal”. ¿Cómo entender el reclamo de un espacio o una casilla para que el “ser mestizo” figure al menos en el censo indigenista que busca remendar con otros colores la camisa de Arlequín?

Esta actitud expresa una lectura no adecuada de la realidad social y las transformaciones económicas, el desplazamiento demográfico y cultural de los kollas en estos 50 años en todo el país. El prejuicio feudal o colonial inmoviliza la mente de muchos en una concepción estática de sociedad. Recordemos rápidamente que desde hace cinco décadas, asistimos a un fenómeno demográfico y cultural impresionante que engloba, produce y reproduce una identidad nacional.

Nadie puede negar que son los aymara-quechuas quienes se constituyen en los tejedores de la identidad nacional, no reclaman espacios, ni pretenden dar línea ideológica cultural sino simplemente ocupan los espacios económicos, comerciales y producen la identidad nacional, no reclaman por el carácter étnico ni andino. Tenemos que ser claros y francos, es necesario despejar las cosas antes de reclamar algún espacio, para esto no se debe caer en el discurso y la propaganda indigenista, pues la apología de la hibridación puede resultar una actitud desesperada, y peligrosa para la identidad nacional.

El discurso de los defensores del mestizaje no es nuevo, sino es el retorno a las viejas dicotomías racistas de: “nosotros” los blancos y los “otros”, los indios; ahora reformulado resulta: “nosotros” (los mestizos) y los “otros” (los indígenas). ¿Cuál es el interés de reclamar un lugar para el mestizaje? ¿La sociedad boliviana vive separada en guetos? ¿Y cuál es el interés de construir una camisa de Arlequín que a diario genera violencia entre los bolivianos?

Entonces seguir reclamando por un espacio para el “ser mestizo”, que nadie sabe quién es, ronda en el desconocimiento de la realidad social; la sociedad boliviana es ya un tejido social y económico que tiene la fuerza de producir una identidad cultural y nacional (sin resabios feudales). Nadie puede decir soy aymara, quechua puro, y tampoco puede decir soy un hibrido puro. Y tampoco los indigenistas que no son saben lo que es lo indígena, pueden decir que son puros.

Nuestros amigos que reclaman un espacio para el “ser mestizo” están haciendo juego al indigenismo, pues quieren un “espacio” en la camisa de Arlequín indigenista. ¿Qué trae implícito este discurso aparentemente reivindicador, de un espacio para los “mestizos” en el mundo totalitario del indigenismo? No es acaso prestarse al juego, y reforzar al discurso colonialista de esa vieja izquierda que ahora hace alquimia entre Marx y Pachamamismo?

La realidad es que sobre la base de las comunidades más importantes de los Andes, Bolivia en estos 200 años ha forjado una identidad nacional; nadie puede negar que los bolivianos y en cualquier rincón del país, se mueven con un ritmo y con una misma complicidad cultural. Miremos de Yacuiba a Pando, de Puerto Suárez a Sabaya, ¿quiénes trabajan en la agricultura, en comercio, industria, transporte, etc.…?

Basta ver la cultura que practican esas mujeres y hombres, ¿qué bailan y qué cantan? Son miles de aymaras, quechuas, que viven permanentemente tejiendo sus relaciones comerciales, viajando del oriente al occidente; están en todos los rincones del país, no se dicen ni indígenas ni mestizos, no reclaman un gueto. No reclaman ni lloran por un espacio, sólo construyen, producen y reproducen las relaciones culturales y éstas son cada vez más sólidas; la identidad nacional es kolla, sin tinte racista ni étnico; entonces es base y cimiento de la identidad boliviana.

Lo cierto es que lo kolla ha englobado, ha envuelto las regiones, las ciudades; ¿quién podría negar este fenómeno? Gracias al mundo kolla Bolivia adquiere fuerza en su identidad nacional. Recordemos que el indigenismo es invención por comodidad comercial de las ONG, los “americanistas” hicieron lo propio en el pasado. Es una actitud colonialista cuando juegan el papel de “defensores de los pobres colonizados”, buscan dar espacio a los indígenas: “su territorio”, “su parque”, inventarle “su alfabeto”, reconocer “su cultura”, etc.

Asustados por este discurso indigenista “hegemónico” de coyuntura, algunos reclaman y hacen la apología del mestizaje o de la hibridación. Es desde el pensamiento de la hibridación que abogados, analistas, y hasta algún ex presidente, reclaman un lugar para conservar la jerarquía étnica y social. Con el multiculturalismo entró de moda reclamar espacios propios para ser reconocidos; algunos, colonos colonizados y otros apologistas de la hibridación reclaman un “lugar para los indígenas” y otro “para los mestizos”.

El peligro del discurso de la hibridación hace problema en el pensamiento, pues quita la identidad, distorsiona el análisis para comprender el desarrollo y la formación de la identidad nacional. Encubre, confunde en nombre de lo “mestizo” relaciones peligrosas de tipo racista como “nosotros somos mestizos” y los “otros son indígenas”. Finalmente, lo cierto es que la soledad en las ideas crea mutaciones existenciales para muchos, genera rupturas en su seguridad, y reactiva el prejuicio colonial del “nosotros” y los “otros”; dicotomía peligrosa para la identidad nacional. Necesitamos separar los contextos, desmontar las ideas conglomeradas, des-construir las amalgamas, despejar los senderos para analizar nuestra realidad.

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