Lecciones de la recesión
Un grupo de historiadores vuelve al pasado para ayudar a entender los males de hoy
Madrid, El País
Cuando la bola de las hipotecas subprime empezó a rodar en EE UU, a mediados de 2007, muy pocos aventuraban que aquello fuese a ser mucho más que otro sobresalto financiero, una intensa, pero breve, corrección en los mercados bursátiles tras el estallido de una burbuja, como ocurrió con las empresas puntocom en el arranque del siglo. Era una visión generalizada, sobre todo en Europa, donde se limitaba el descalabro a la banca de inversión estadounidense. Año y medio después ya estaba claro que la crisis, por su impacto en la economía de los países avanzados, pasaría a la historia. Han discurrido más de cuatro años, y lo que se debate ahora es si la Gran Recesión, como aún se la conoce, no será un nombre de guerra demasiado amable, vistos los estragos ocasionados. Sobre todo, en Europa.
La rapidez con la que se asumió que esta crisis es un fenómeno histórico se tradujo, en España, en el brusco despertar de un sueño de prosperidad que había durado 15 años. Con los ojos de la Gran Recesión, aquella etapa apacible se revela como una época de excesos y desequilibrios, origen de muchos de los males actuales. Esa experiencia empuja a una revisión más amplia del pasado de la economía española, en busca de referencias que sirvan de guía en la comprensión de lo que ocurre hoy.
Y eso es lo que propuso a Negocios un grupo de historiadores económicos, coordinado por Enrique Llopis, catedrático de la Universidad Complutense. "Salvo excepciones, nos hemos prodigado poco en los medios de comunicación. Nos sentimos más cómodos en nuestros propios y estrechos circuitos, en congresos, seminarios, revistas científicas y libros para especialistas. La gravedad de los problemas que aquejan a España demanda que abandonemos ese relativo aislacionismo y que intentemos transmitir a un público más amplio los principales resultados de nuestras investigaciones sobre las grandes recesiones de la historia económica española en el último milenio", explica.
La colección de siete artículos que arranca hoy bucea hasta el final de la Edad Media para emerger en la Gran Recesión. En este apretado recorrido por grandes crisis económicas, los historiadores se adentran en el siglo XVII, en el funesto inicio del siglo XIX, en las réplicas de la Gran Depresión en la década de 1930, en la primera etapa del franquismo o en los años setenta del siglo pasado, donde confluyeron la crisis internacional del petróleo y los necesarios ajustes internos simbolizados en los Pactos de la Moncloa.
La amplitud del recorrido descarta, de partida, que este sea un ejercicio de comparación con los motivos y las consecuencias de la crisis actual. Para hacer aflorar el pasado más lejano, los historiadores se ven obligados a escudriñar partidas bautismales, diezmos o registros de aduanas. Nada parecido al enorme aparato estadístico, el maná de datos de todo tipo con el que se calibra el día a día de la Gran Recesión. Muchas crisis económicas se aceleraban por devastadoras guerras o epidemias calamitosas; otras se dilataban por décadas de estancamiento. Hasta bien entrado el siglo XX, la economía española dependía de un sector agrario, en buena parte, poco productivo. No hay comparación posible, tampoco, en los efectos de una recesión, que antes disparaba la mortandad y la hambruna. Algunos de los apelativos que recibieron las crisis analizadas -"la pequeña edad de hierro", "el largo siglo XVII", "los años del hambre"-, hablan por sí solos.
"La potencial aportación de las lecciones del pasado a la toma de decisiones en el presente no debe magnificarse, pero, tal vez, desvelar las claves de ciertos hitos históricos ayude a evitar o minimizar yerros y a incorporar al análisis de los asuntos candentes una perspectiva temporal más amplia", añade el catedrático Llopis, quien enfatiza que, en la serie de artículos, se presta "una especial atención al papel que los acontecimientos europeos e internacionales tuvieron en la gestación y superación" de las grandes crisis económicas españolas.
La explosiva combinación de choques externos con las fragilidades de la economía española es algo más que una coincidencia en este recorrido histórico. También es recurrente que los efectos del derroche por los que gestionan la Hacienda se hagan notar enseguida, o que la deuda pública se convierta en un termómetro habitual de la crisis, como desvela ya en la primera entrega de la serie el catedrático de la Universidad de Valencia Antoni Furió al tratar la crisis en la baja Edad Media. La débil productividad o los efectos de una distribución de la renta muy desequilibrada son también asuntos que emparentan tiempos tan dispares.
"Nuestra preocupación como ciudadanos impregna esta colección de artículos sobre los grandes desastres económicos de nuestro pasado remoto, y no tan remoto", acota Llopis. Durante las próximas semanas, los textos de los historiadores revelarán que incluso las recesiones más distantes dejan valiosas lecciones para arrojar luz sobre la Gran Recesión.
Madrid, El País
Cuando la bola de las hipotecas subprime empezó a rodar en EE UU, a mediados de 2007, muy pocos aventuraban que aquello fuese a ser mucho más que otro sobresalto financiero, una intensa, pero breve, corrección en los mercados bursátiles tras el estallido de una burbuja, como ocurrió con las empresas puntocom en el arranque del siglo. Era una visión generalizada, sobre todo en Europa, donde se limitaba el descalabro a la banca de inversión estadounidense. Año y medio después ya estaba claro que la crisis, por su impacto en la economía de los países avanzados, pasaría a la historia. Han discurrido más de cuatro años, y lo que se debate ahora es si la Gran Recesión, como aún se la conoce, no será un nombre de guerra demasiado amable, vistos los estragos ocasionados. Sobre todo, en Europa.
La rapidez con la que se asumió que esta crisis es un fenómeno histórico se tradujo, en España, en el brusco despertar de un sueño de prosperidad que había durado 15 años. Con los ojos de la Gran Recesión, aquella etapa apacible se revela como una época de excesos y desequilibrios, origen de muchos de los males actuales. Esa experiencia empuja a una revisión más amplia del pasado de la economía española, en busca de referencias que sirvan de guía en la comprensión de lo que ocurre hoy.
Y eso es lo que propuso a Negocios un grupo de historiadores económicos, coordinado por Enrique Llopis, catedrático de la Universidad Complutense. "Salvo excepciones, nos hemos prodigado poco en los medios de comunicación. Nos sentimos más cómodos en nuestros propios y estrechos circuitos, en congresos, seminarios, revistas científicas y libros para especialistas. La gravedad de los problemas que aquejan a España demanda que abandonemos ese relativo aislacionismo y que intentemos transmitir a un público más amplio los principales resultados de nuestras investigaciones sobre las grandes recesiones de la historia económica española en el último milenio", explica.
La colección de siete artículos que arranca hoy bucea hasta el final de la Edad Media para emerger en la Gran Recesión. En este apretado recorrido por grandes crisis económicas, los historiadores se adentran en el siglo XVII, en el funesto inicio del siglo XIX, en las réplicas de la Gran Depresión en la década de 1930, en la primera etapa del franquismo o en los años setenta del siglo pasado, donde confluyeron la crisis internacional del petróleo y los necesarios ajustes internos simbolizados en los Pactos de la Moncloa.
La amplitud del recorrido descarta, de partida, que este sea un ejercicio de comparación con los motivos y las consecuencias de la crisis actual. Para hacer aflorar el pasado más lejano, los historiadores se ven obligados a escudriñar partidas bautismales, diezmos o registros de aduanas. Nada parecido al enorme aparato estadístico, el maná de datos de todo tipo con el que se calibra el día a día de la Gran Recesión. Muchas crisis económicas se aceleraban por devastadoras guerras o epidemias calamitosas; otras se dilataban por décadas de estancamiento. Hasta bien entrado el siglo XX, la economía española dependía de un sector agrario, en buena parte, poco productivo. No hay comparación posible, tampoco, en los efectos de una recesión, que antes disparaba la mortandad y la hambruna. Algunos de los apelativos que recibieron las crisis analizadas -"la pequeña edad de hierro", "el largo siglo XVII", "los años del hambre"-, hablan por sí solos.
"La potencial aportación de las lecciones del pasado a la toma de decisiones en el presente no debe magnificarse, pero, tal vez, desvelar las claves de ciertos hitos históricos ayude a evitar o minimizar yerros y a incorporar al análisis de los asuntos candentes una perspectiva temporal más amplia", añade el catedrático Llopis, quien enfatiza que, en la serie de artículos, se presta "una especial atención al papel que los acontecimientos europeos e internacionales tuvieron en la gestación y superación" de las grandes crisis económicas españolas.
La explosiva combinación de choques externos con las fragilidades de la economía española es algo más que una coincidencia en este recorrido histórico. También es recurrente que los efectos del derroche por los que gestionan la Hacienda se hagan notar enseguida, o que la deuda pública se convierta en un termómetro habitual de la crisis, como desvela ya en la primera entrega de la serie el catedrático de la Universidad de Valencia Antoni Furió al tratar la crisis en la baja Edad Media. La débil productividad o los efectos de una distribución de la renta muy desequilibrada son también asuntos que emparentan tiempos tan dispares.
"Nuestra preocupación como ciudadanos impregna esta colección de artículos sobre los grandes desastres económicos de nuestro pasado remoto, y no tan remoto", acota Llopis. Durante las próximas semanas, los textos de los historiadores revelarán que incluso las recesiones más distantes dejan valiosas lecciones para arrojar luz sobre la Gran Recesión.