Europa se prepara para un largo calvario
Los dirigentes de Alemania y Francia auguran un durísimo 2012 en sus discursos de año nuevo. La división de la UE impide forjar un plan común contra la crisis
Bruselas, El País
Agotada por una crisis que la azota desde 2008, incapaz de trazar un rumbo nuevo, creíble y compartido, Europa empieza a surcar los mares de un 2012 que promete más tempestades. Mientras la sombra de la recesión se extiende por el continente, varios Gobiernos imponen a sus exhaustos ciudadanos nuevos impuestos y recortes sociales, y la divergencia de intereses entre países con cuentas en orden y aquellos con graves deudas amenaza con abrir una brecha irreparable en el seno de la Unión Europea.
Ante semejante horizonte, y pese a los esfuerzos para infundir algo de optimismo, los tradicionales discursos de fin de año de los principales mandatarios europeos sonaron en muchos pasajes como una marcha fúnebre. Angela Merkel resumió así lo que le aguarda a Alemania: “2012 será, sin duda, un año peor que 2011”. No solo la crisis europea no ha terminado, dijo la canciller alemana a sus conciudadanos, sino que “el camino para superarla será largo y no estará exento de reveses”. Tras haber tirado a toda máquina durante los últimos dos años, la locomotora alemana y sus exportaciones se resentirán inevitablemente por la depresión que atenaza su entorno.
Nicolas Sarkozy también adoptó un tono grave y alertó de que 2012 será “el año de todos los riesgos”. “La única forma de conservar nuestra soberanía, de controlar nuestro destino”, dijo a los franceses el presidente, “es elegir la vía de las reformas estructurales”.
En un complicado ejercicio de malabarismo político, ambos pidieron a los ciudadanos tener confianza; más de un votante debió de pensar que lo que se les pide es un acto de fe.
En estas circunstancias, 26 países de la Unión Europea se apresuran a perfilar los detalles de un nuevo tratado que pretende consolidar una mayor disciplina y cohesión fiscal en Europa. Detrás de los detalles legales, se esconde el gran pulso político que tendrá que resolverse este año: por un lado, la posición de Alemania (y de algunos otros países con las cuentas en orden), que exige rigor fiscal y rechaza de plano soluciones que socialicen las deudas; por el otro, la posición del eje del sur, que cree que sus sacrificios serán inútiles sin la protección de un paraguas colectivo.
La pugna política transcurre grosso modo alrededor de una línea imaginaria que divide a los Veintisiete no solo entre virtuosos y pecadores fiscales, sino a la vez entre centro y periferia de la Unión, y entre países protestantes y católicos. En esta ya de por sí complicada batalla, Reino Unido constituye el tercer frente, después de que David Cameron vetara la reforma apoyada por los demás.
Merkel y Sarkozy tienen previsto reunirse el próximo día 9 para impulsar las negociaciones. Hasta ahora, el dominio político de Alemania en el tándem —y, por ende, en todo el club— ha sido casi absoluto. Pero en la partida de 2012, Berlín podría encontrar una tenaz resistencia. Sarkozy puede ahora contar con dos nuevos potenciales aliados para ejercer presión sobre Merkel: Mario Monti y Mariano Rajoy. Monti ha sustituido en el poder en Roma a un desprestigiado y aislado Silvio Berlusconi. Pese a no tener la fuerza que le habría otorgado el respaldo de las urnas, Monti goza de prestigio, credibilidad y excelentes relaciones en Europa. Y, significativamente, ya ha manifestado que, si los endeudados tienen que hacer los deberes, sin embargo la solución a la crisis no se alcanzará solo con sus sacrificios.
En Madrid, Rajoy sustituye con una sólida mayoría absoluta al debilitadísimo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Político del mismo color de Sarkozy, Rajoy puede coincidir con él en distintos dossiers.
Los tres países juntos pueden forzar a Alemania a ceder algo. Sin embargo, para agitar más el ya terrible 2012 europeo, dos espadas de Damocles penden sobre ese posible trío: las elecciones presidenciales de mayo en Francia, en las que los socialistas —que rechazan el acuerdo de reforma alcanzado en la última cumbre europea— lideran los sondeos; y el precario equilibrio en el que se mueve Monti, dependiente en Roma de una mayoría cuando menos heterodoxa e inestable.
Todo ello ocurre mientras las riberas sur y este del Mediterráneo están en plena ebullición; y mientras los Balcanes —Serbia sobre todo— esperan señales decisivas desde Bruselas. Pero, sobre todo, ocurre mientras, por debajo del pulso en las alturas políticas, sectores cada vez más importantes de las sociedades europeas se deslizan hacia situaciones de extrema precariedad económica, prende en varios lares el fuego de los populismos, y la insatisfacción hacia los partidos principales redirige el consenso hacia nuevos partidos, fragmentando cada vez más los Parlamentos.
Bruselas, El País
Agotada por una crisis que la azota desde 2008, incapaz de trazar un rumbo nuevo, creíble y compartido, Europa empieza a surcar los mares de un 2012 que promete más tempestades. Mientras la sombra de la recesión se extiende por el continente, varios Gobiernos imponen a sus exhaustos ciudadanos nuevos impuestos y recortes sociales, y la divergencia de intereses entre países con cuentas en orden y aquellos con graves deudas amenaza con abrir una brecha irreparable en el seno de la Unión Europea.
Ante semejante horizonte, y pese a los esfuerzos para infundir algo de optimismo, los tradicionales discursos de fin de año de los principales mandatarios europeos sonaron en muchos pasajes como una marcha fúnebre. Angela Merkel resumió así lo que le aguarda a Alemania: “2012 será, sin duda, un año peor que 2011”. No solo la crisis europea no ha terminado, dijo la canciller alemana a sus conciudadanos, sino que “el camino para superarla será largo y no estará exento de reveses”. Tras haber tirado a toda máquina durante los últimos dos años, la locomotora alemana y sus exportaciones se resentirán inevitablemente por la depresión que atenaza su entorno.
Nicolas Sarkozy también adoptó un tono grave y alertó de que 2012 será “el año de todos los riesgos”. “La única forma de conservar nuestra soberanía, de controlar nuestro destino”, dijo a los franceses el presidente, “es elegir la vía de las reformas estructurales”.
En un complicado ejercicio de malabarismo político, ambos pidieron a los ciudadanos tener confianza; más de un votante debió de pensar que lo que se les pide es un acto de fe.
En estas circunstancias, 26 países de la Unión Europea se apresuran a perfilar los detalles de un nuevo tratado que pretende consolidar una mayor disciplina y cohesión fiscal en Europa. Detrás de los detalles legales, se esconde el gran pulso político que tendrá que resolverse este año: por un lado, la posición de Alemania (y de algunos otros países con las cuentas en orden), que exige rigor fiscal y rechaza de plano soluciones que socialicen las deudas; por el otro, la posición del eje del sur, que cree que sus sacrificios serán inútiles sin la protección de un paraguas colectivo.
La pugna política transcurre grosso modo alrededor de una línea imaginaria que divide a los Veintisiete no solo entre virtuosos y pecadores fiscales, sino a la vez entre centro y periferia de la Unión, y entre países protestantes y católicos. En esta ya de por sí complicada batalla, Reino Unido constituye el tercer frente, después de que David Cameron vetara la reforma apoyada por los demás.
Merkel y Sarkozy tienen previsto reunirse el próximo día 9 para impulsar las negociaciones. Hasta ahora, el dominio político de Alemania en el tándem —y, por ende, en todo el club— ha sido casi absoluto. Pero en la partida de 2012, Berlín podría encontrar una tenaz resistencia. Sarkozy puede ahora contar con dos nuevos potenciales aliados para ejercer presión sobre Merkel: Mario Monti y Mariano Rajoy. Monti ha sustituido en el poder en Roma a un desprestigiado y aislado Silvio Berlusconi. Pese a no tener la fuerza que le habría otorgado el respaldo de las urnas, Monti goza de prestigio, credibilidad y excelentes relaciones en Europa. Y, significativamente, ya ha manifestado que, si los endeudados tienen que hacer los deberes, sin embargo la solución a la crisis no se alcanzará solo con sus sacrificios.
En Madrid, Rajoy sustituye con una sólida mayoría absoluta al debilitadísimo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Político del mismo color de Sarkozy, Rajoy puede coincidir con él en distintos dossiers.
Los tres países juntos pueden forzar a Alemania a ceder algo. Sin embargo, para agitar más el ya terrible 2012 europeo, dos espadas de Damocles penden sobre ese posible trío: las elecciones presidenciales de mayo en Francia, en las que los socialistas —que rechazan el acuerdo de reforma alcanzado en la última cumbre europea— lideran los sondeos; y el precario equilibrio en el que se mueve Monti, dependiente en Roma de una mayoría cuando menos heterodoxa e inestable.
Todo ello ocurre mientras las riberas sur y este del Mediterráneo están en plena ebullición; y mientras los Balcanes —Serbia sobre todo— esperan señales decisivas desde Bruselas. Pero, sobre todo, ocurre mientras, por debajo del pulso en las alturas políticas, sectores cada vez más importantes de las sociedades europeas se deslizan hacia situaciones de extrema precariedad económica, prende en varios lares el fuego de los populismos, y la insatisfacción hacia los partidos principales redirige el consenso hacia nuevos partidos, fragmentando cada vez más los Parlamentos.