España: Rajoy subió impuestos para frenar a los mercados y en contacto con Berlín
El Gobierno decidió romper su promesa porque temía un nuevo estallido de la prima de riesgo. El ajuste más fuerte vendrá ahora de las autonomías, a las que Hacienda deberá convencer
Madrid, El País
José Luis Rodriguez Zapatero tardó seis años en dar un giro de 180 grados y hacer lo contrario de lo que siempre había prometido. Mariano Rajoy, seis días.
Pero si se busca el origen de los dos giros, muy distintos en su presentación y estrategia —el presidente ha aprendido mucho de los errores que hundieron a su antecesor—, se encuentra lo mismo: los mercados y Europa. Rajoy decidió desmentirse a sí mismo e incumplir su promesa de no subir impuestos al comprobar que no hacerlo podría provocar graves problemas a la deuda española, según fuentes del Ejecutivo.
Fue una semana frenética. Todo se cocinó en secreto y entre pocas personas. El Gobierno conoció el lunes la estimación de que el déficit llegaría al 8%. Ante el temor de que la prima de riesgo española se disparase en febrero, cuando se conociese la cifra oficial, ya sin tiempo para reaccionar, decidió adelantarse. A costa de empezar a incumplir sus principales promesas desde el primer Consejo de Ministros con contenido. Para el Ejecutivo de Rajoy, es clave dar la sensación de que lleva la iniciativa. No puede ir por detrás del mercado nada más empezar, según fuentes del Gobierno.
Las decisiones se tomaron en contacto con Berlín, el Gobierno más poderoso de Europa, al que Rajoy intenta acercarse mientras se distancia de Italia, cuya deuda tiene ahora muchos más problemas que la española, y con Bruselas, según las mismas fuentes. No en vano el mismo día en que se dio a conocer el ajuste, Olli Rehn, vicepresidente de la Comisión Europea encargado de asuntos económicos, hizo una nota para aplaudir las medidas —que conocía mucho antes de que se hicieran públicas— y reclamar al Gobierno español que ahora se centre en la reforma laboral.
Rajoy no quería que le pasara como a Zapatero, explican en su entorno. Esto es, que los acontecimientos y la presión de la prima de riesgo le desbordara. Por eso ha decidido ir por delante, dar la sensación de que toma la iniciativa y no es Europa quien le obliga —aunque en privado esté todo hablado—.
Si no reaccionaban, corrían el riesgo de que el Ecofin del próximo 20 de enero, como le pasó a Zapatero, les torciera la mano y les exigiera que subieran impuestos, algo que Europa lleva meses reclamando, aunque siempre hablaba del IVA, no de IRPF. El coste es alto.
El PP ha enfrentado al corazón de su electorado: la clase media que cotiza en el IRPF o los que tienen rentas del capital. Además, el recorte profundizará la recesión.
Las malas noticias llegaron el lunes
Todo empezó a precipitarse el lunes. El interventor general, aún el que puso el PSOE, comunica al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que la previsión es que el déficit se vaya al 8%. Dos puntos más del objetivo, 20.000 millones de euros más de recorte para bajar al 4,4% en 2012. Hay quien señala en el Ejecutivo que incluso podría irse más allá del 8%, por los excesos de las comunidades —casi todas en manos del PP— y la caída de la recaudación en el último trimestre, ya casi recesivo. Aunque ahora se hagan los sorprendidos, todos en el PP y en el entorno de Rajoy hablaban hace meses del 8%. Con el ejemplo de David Cameron en la cabeza, que perdió apoyo por ser muy sincero en campaña, Rajoy prometió hasta el último momento, incluso en el debate de investidura de hace 10 días, que no subiría impuestos y que el primer tijeretazo por el déficit sería de 16.500 millones de euros. Los suyos dicen que no es lo mismo intuirlo que ver la cifra real sobre la mesa.
El lunes llega la noticia del 8%, guardada en secreto. El martes, Montoro, en coordinación con Álvaro Nadal, hombre clave de confianza de Rajoy, empieza a pensar en propuestas. Hasta entonces se manejaba un ajuste de 4.000 millones sin subida de impuestos. Los ministros están inquietos. Hacienda no les dice cuánto les toca.
El martes Rajoy atiende brevemente a los periodistas en el Congreso, sin cámaras ni micrófonos. Dice que el viernes solo habrá un mensaje, que el ajuste duro vendrá en marzo, con los Presupuestos. No era verdad. Todo se precipita. Hacienda empieza a manejar propuestas mucho más duras. Y subidas de impuestos, el anatema en el PP.
Todos los ministros, y sobre todo Rajoy, se han mostrado en contra públicamente de subir ningún impuesto. Se hablaba de bajadas. Es lo que viene en el programa electoral. Subirlos es una enmienda a la totalidad del discurso central del PP.
En contacto con Europa y Alemania —Nadal y sobre todo Luis de Guindos, ministro de Economía, son los encargados de esta tarea— se ha empezado a fraguar la revolución. El miércoles se elaboró la propuesta en Hacienda, se hicieron los números, y el jueves Rajoy convocó en La Moncloa a los ministros económicos: Montoro, Guindos, Fátima Báñez (Empleo) y José Manuel Soria (Industria). También estaban Nadal y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. La cita dura varias horas.
Montoro llevó la propuesta. Todo el mundo era consciente de los enormes riesgos políticos de la operación. Y de que las medidas van a profundizar la recesión. Por eso se discutieron opciones. Montoro llevaba semanas insistiendo en que el IVA, en un momento de depresión del consumo, no era una opción. Las fuentes consultadas creen que es muy posible que se acabe subiendo el IVA, como pide Europa, porque aún queda un ajuste de 21.000 millones. Pero será, si es, en los Presupuestos, en marzo, tras las elecciones andaluzas y tal vez ya para la segunda parte del año, cuando se espera que mejore algo el consumo.
Sin actas y en secreto
El secreto era clave. De hecho, aunque lo parece, la reunión no era una Comisión Delegada de Asuntos Económicos, de esas que va a presidir Rajoy. El mayor recorte de la historia de la Hacienda española, 8.900 millones de una tacada, y la segunda mayor subida de impuestos —solo Zapatero, al quitar los 400 euros de golpe y subir el IVA, la superó en volumen de ingresos previstos, aunque esta es más generalizada— se decidió de manera muy informal. Ni hubo comisión de subsecretarios —no estaban aún nombrados los del PP— ni comisión delegada. Todo se quedó en el entorno de Rajoy y sin actas.
La mayoría de los ministros hicieron el mayor ajuste de la historia sin tener jefes de gabinete, ni subsecretarios, ni secretarios de Estado, ni directores generales, ni jefes de prensa nombrados. Porque como Rajoy no les confirmó hasta última hora que iban a ser ministros, no les dio tiempo a hacer sus equipos.
Y eso que el consejo del viernes fue el de mayor contenido que se recuerda, incluido el reglamento de la ley antidescargas de Internet, la ubicación del almacén nuclear y hasta un cambio de la ley de partidos. La referencia del Consejo, muy detallada esta vez, parecía interminable. Desde el miércoles, en Moncloa nadie contestaba al teléfono. Como en los buenos tiempos del PP. A Rajoy le gusta mucho la política discreta de despacho y muy poco las preguntas de los medios, pese a que insiste en que hay que explicar muy bien las cosas, en contraste con el anterior Gobierno.
El jueves, después de tomar las decisiones políticas clave con los ministros económicos, llegaron los remates técnicos. Hay mucha orfebrería política en el decreto. El PP buscaba tapar las críticas. Mantiene cosas importantes como mensaje a las clases populares que también les votan: los 400 euros para parados de larga duración, el seguro de desempleo intacto, ligerísima subida de pensiones pero suficiente para ganarse el titular...
Rajoy también quieren evitar mientras pueda una declaración de guerra a los sindicatos y una batalla en la calle, que sucederían si toca el desempleo. El PP le sigue temiendo a la calle y quiere evitar en lo posible el conflicto. Aunque eso suponga enfrentarse abiertamente a esa clase media que no suele salir a la calle, alejada de los sindicatos, pero muy influyente a la hora de crear opinión pública.
Clase media alta
La subida de rentas del capital molestará a la clase media alta, e incluso muy alta, que siempre mimó el PP, a quienes Rajoy llamaba “los ahorradores” cuando Zapatero les subía —mucho menos que ahora— los impuestos. Pero a cambio iba a lograr un mensaje para los trabajadores: las rentas del capital también están afectadas. Claro que al final el dinero de verdad, dos tercios del total, sale de las rentas del trabajo. Y no se toca el de sociedades, donde tributa realmente la gente que tiene dinero. Pero el mensaje está ahí, y se puede repetir a partir de ahora con un martilleo constante en todo el entorno del Gobierno: “pagan más los que más tienen”.
Por eso, el PP decidió medir y hacer mucha política, estrategia. Toda la que les faltó, según critican muchos dirigentes socialistas, a Zapatero y Elena Salgado en mayo de 2010, cuando aprobaron congelar las pensiones —salvo las mínimas—, bajar sueldos de funcionarios y quitar los 400 euros de descuento del IRPF sin compensarlo con subidas a las rentas altas ni nada parecido. Y sin explicarlo.
El PP ha hecho varias apuestas arriesgadas de corte socialdemócrata a las que Zapatero y Salgado no se atrevieron, en especial una subida muy importante a las rentas del capital o el IBI. Rajoy, que ha aprendido mucho de los errores de Zapatero, parecía tranquilo, dicen los suyos. Ha demostrado que puede ser un hombre de acción, aunque, fiel a su estilo, ha decidido no salir para no convertirse en la cara de los recortes, al contrario de lo que ha hecho el italiano Mario Monti, por ejemplo, que compareció con sus ministros. Y también en solitario, ante la prensa italiana y la internacional. Rajoy, de momento, nada.
Los populares, eso sí, no han tocado impuestos que afectan más a los más ricos. Sociedades, por el que cotizan las mayores fortunas, no se tocó. Tampoco se planteó un impuesto a los bancos como el que proponía y aún defiende el PSOE y que han hecho otros países de Europa. Ni tocar las Sicav. Con la caída de beneficios, no es momento de afectar a las empresas, argumenta el Ejecutivo. Ese tipo de medidas ni siquiera estuvo encima de la mesa, señalan las fuentes del Gobierno.
El Consejo de Ministros fue uno de los más largos que se recuerdan. Buena parte de los ministros se quedaron impactados. Pensaban en un recorte de 4.000 millones y se encuentran con uno de 8.900. Hay ministerios, como el de Exteriores, que pierden casi dos tercios de su Presupuesto y eso que este recorte es el “inicio del inicio”, en palabras de la vicepresidenta Sánez de Santamaría.
Materias intocables
Los ministros llevaban preparadas estrategias de defensa contra Hacienda. Todos tenían una lista de materias intocables para discutir. Pero el volumen del recorte es de tal calibre que queda poco margen para matizar. Aún así, el consejo se alargó y la rueda de prensa se retrasó a las 14.30, algo muy inusual. Y con cuatro ministros, también inédito, todos con caras muy largas. Nadie se libra. Fomento, como se esperaba, es el más afectado. El recorte aniquila la inversión del ministerio y provocará sin duda despidos en las empresas que viven de la obra pública, que ya han protagonizado enormes EREs en el último año.
En el Ejecutivo señalan que ahora le toca a las autonomías. La desviación del déficit se debe sobre todo a ellas y sin embargo el recorte de momento se lo llevan los ministerios.
Ese es el trabajo de Montoro. Tiene que hablar con todos y convocar un Consejo de Política Fiscal para forzarles a reducir su déficit. Ahora casi todas son del PP, y los populares confían en lograr en marzo también Andalucía. Tendrá que convencerlas de que eliminen organismos, hagan despidos de empleados públicos y corten todo tipo de inversiones, lo que deprimirá aún más la economía. El Gobierno insiste en que a cambio, y con la reforma financiera que prepara Guindos, volverá el crédito imprescindible para regresar a la senda del crecimiento.
Además, con ese recorte vendrá una nueva traición a sus promesas electorales: las autonomías son las que manejan el gasto social, y solo con recortes ahí se pueden bajar el déficit de forma real. La enmienda a la totalidad al programa del PP no ha hecho así más que empezar.
En un primer momento, el giro se achaca a la herencia recibida. “Nos han dejado un país en la ruina económica y social”, decía este fin de semana desde Andalucía la nueva ministra de Empleo, Fátima Báñez. Pero muchos en el PP y en el Gobierno son conscientes de que ese argumento tiene poco recorrido. Rajoy ya ha empezado a quemarse. O mejor, dado que él no ha salido, a quemar a sus ministros económicos. Y esto es solo el primer paso de una larga travesía de malas noticias. Las mismas que no quiso dar en la campaña electoral. Ni en el debate de investidura. Ahora llegó la hora de la verdad.
Madrid, El País
José Luis Rodriguez Zapatero tardó seis años en dar un giro de 180 grados y hacer lo contrario de lo que siempre había prometido. Mariano Rajoy, seis días.
Pero si se busca el origen de los dos giros, muy distintos en su presentación y estrategia —el presidente ha aprendido mucho de los errores que hundieron a su antecesor—, se encuentra lo mismo: los mercados y Europa. Rajoy decidió desmentirse a sí mismo e incumplir su promesa de no subir impuestos al comprobar que no hacerlo podría provocar graves problemas a la deuda española, según fuentes del Ejecutivo.
Fue una semana frenética. Todo se cocinó en secreto y entre pocas personas. El Gobierno conoció el lunes la estimación de que el déficit llegaría al 8%. Ante el temor de que la prima de riesgo española se disparase en febrero, cuando se conociese la cifra oficial, ya sin tiempo para reaccionar, decidió adelantarse. A costa de empezar a incumplir sus principales promesas desde el primer Consejo de Ministros con contenido. Para el Ejecutivo de Rajoy, es clave dar la sensación de que lleva la iniciativa. No puede ir por detrás del mercado nada más empezar, según fuentes del Gobierno.
Las decisiones se tomaron en contacto con Berlín, el Gobierno más poderoso de Europa, al que Rajoy intenta acercarse mientras se distancia de Italia, cuya deuda tiene ahora muchos más problemas que la española, y con Bruselas, según las mismas fuentes. No en vano el mismo día en que se dio a conocer el ajuste, Olli Rehn, vicepresidente de la Comisión Europea encargado de asuntos económicos, hizo una nota para aplaudir las medidas —que conocía mucho antes de que se hicieran públicas— y reclamar al Gobierno español que ahora se centre en la reforma laboral.
Rajoy no quería que le pasara como a Zapatero, explican en su entorno. Esto es, que los acontecimientos y la presión de la prima de riesgo le desbordara. Por eso ha decidido ir por delante, dar la sensación de que toma la iniciativa y no es Europa quien le obliga —aunque en privado esté todo hablado—.
Si no reaccionaban, corrían el riesgo de que el Ecofin del próximo 20 de enero, como le pasó a Zapatero, les torciera la mano y les exigiera que subieran impuestos, algo que Europa lleva meses reclamando, aunque siempre hablaba del IVA, no de IRPF. El coste es alto.
El PP ha enfrentado al corazón de su electorado: la clase media que cotiza en el IRPF o los que tienen rentas del capital. Además, el recorte profundizará la recesión.
Las malas noticias llegaron el lunes
Todo empezó a precipitarse el lunes. El interventor general, aún el que puso el PSOE, comunica al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que la previsión es que el déficit se vaya al 8%. Dos puntos más del objetivo, 20.000 millones de euros más de recorte para bajar al 4,4% en 2012. Hay quien señala en el Ejecutivo que incluso podría irse más allá del 8%, por los excesos de las comunidades —casi todas en manos del PP— y la caída de la recaudación en el último trimestre, ya casi recesivo. Aunque ahora se hagan los sorprendidos, todos en el PP y en el entorno de Rajoy hablaban hace meses del 8%. Con el ejemplo de David Cameron en la cabeza, que perdió apoyo por ser muy sincero en campaña, Rajoy prometió hasta el último momento, incluso en el debate de investidura de hace 10 días, que no subiría impuestos y que el primer tijeretazo por el déficit sería de 16.500 millones de euros. Los suyos dicen que no es lo mismo intuirlo que ver la cifra real sobre la mesa.
El lunes llega la noticia del 8%, guardada en secreto. El martes, Montoro, en coordinación con Álvaro Nadal, hombre clave de confianza de Rajoy, empieza a pensar en propuestas. Hasta entonces se manejaba un ajuste de 4.000 millones sin subida de impuestos. Los ministros están inquietos. Hacienda no les dice cuánto les toca.
El martes Rajoy atiende brevemente a los periodistas en el Congreso, sin cámaras ni micrófonos. Dice que el viernes solo habrá un mensaje, que el ajuste duro vendrá en marzo, con los Presupuestos. No era verdad. Todo se precipita. Hacienda empieza a manejar propuestas mucho más duras. Y subidas de impuestos, el anatema en el PP.
Todos los ministros, y sobre todo Rajoy, se han mostrado en contra públicamente de subir ningún impuesto. Se hablaba de bajadas. Es lo que viene en el programa electoral. Subirlos es una enmienda a la totalidad del discurso central del PP.
En contacto con Europa y Alemania —Nadal y sobre todo Luis de Guindos, ministro de Economía, son los encargados de esta tarea— se ha empezado a fraguar la revolución. El miércoles se elaboró la propuesta en Hacienda, se hicieron los números, y el jueves Rajoy convocó en La Moncloa a los ministros económicos: Montoro, Guindos, Fátima Báñez (Empleo) y José Manuel Soria (Industria). También estaban Nadal y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. La cita dura varias horas.
Montoro llevó la propuesta. Todo el mundo era consciente de los enormes riesgos políticos de la operación. Y de que las medidas van a profundizar la recesión. Por eso se discutieron opciones. Montoro llevaba semanas insistiendo en que el IVA, en un momento de depresión del consumo, no era una opción. Las fuentes consultadas creen que es muy posible que se acabe subiendo el IVA, como pide Europa, porque aún queda un ajuste de 21.000 millones. Pero será, si es, en los Presupuestos, en marzo, tras las elecciones andaluzas y tal vez ya para la segunda parte del año, cuando se espera que mejore algo el consumo.
Sin actas y en secreto
El secreto era clave. De hecho, aunque lo parece, la reunión no era una Comisión Delegada de Asuntos Económicos, de esas que va a presidir Rajoy. El mayor recorte de la historia de la Hacienda española, 8.900 millones de una tacada, y la segunda mayor subida de impuestos —solo Zapatero, al quitar los 400 euros de golpe y subir el IVA, la superó en volumen de ingresos previstos, aunque esta es más generalizada— se decidió de manera muy informal. Ni hubo comisión de subsecretarios —no estaban aún nombrados los del PP— ni comisión delegada. Todo se quedó en el entorno de Rajoy y sin actas.
La mayoría de los ministros hicieron el mayor ajuste de la historia sin tener jefes de gabinete, ni subsecretarios, ni secretarios de Estado, ni directores generales, ni jefes de prensa nombrados. Porque como Rajoy no les confirmó hasta última hora que iban a ser ministros, no les dio tiempo a hacer sus equipos.
Y eso que el consejo del viernes fue el de mayor contenido que se recuerda, incluido el reglamento de la ley antidescargas de Internet, la ubicación del almacén nuclear y hasta un cambio de la ley de partidos. La referencia del Consejo, muy detallada esta vez, parecía interminable. Desde el miércoles, en Moncloa nadie contestaba al teléfono. Como en los buenos tiempos del PP. A Rajoy le gusta mucho la política discreta de despacho y muy poco las preguntas de los medios, pese a que insiste en que hay que explicar muy bien las cosas, en contraste con el anterior Gobierno.
El jueves, después de tomar las decisiones políticas clave con los ministros económicos, llegaron los remates técnicos. Hay mucha orfebrería política en el decreto. El PP buscaba tapar las críticas. Mantiene cosas importantes como mensaje a las clases populares que también les votan: los 400 euros para parados de larga duración, el seguro de desempleo intacto, ligerísima subida de pensiones pero suficiente para ganarse el titular...
Rajoy también quieren evitar mientras pueda una declaración de guerra a los sindicatos y una batalla en la calle, que sucederían si toca el desempleo. El PP le sigue temiendo a la calle y quiere evitar en lo posible el conflicto. Aunque eso suponga enfrentarse abiertamente a esa clase media que no suele salir a la calle, alejada de los sindicatos, pero muy influyente a la hora de crear opinión pública.
Clase media alta
La subida de rentas del capital molestará a la clase media alta, e incluso muy alta, que siempre mimó el PP, a quienes Rajoy llamaba “los ahorradores” cuando Zapatero les subía —mucho menos que ahora— los impuestos. Pero a cambio iba a lograr un mensaje para los trabajadores: las rentas del capital también están afectadas. Claro que al final el dinero de verdad, dos tercios del total, sale de las rentas del trabajo. Y no se toca el de sociedades, donde tributa realmente la gente que tiene dinero. Pero el mensaje está ahí, y se puede repetir a partir de ahora con un martilleo constante en todo el entorno del Gobierno: “pagan más los que más tienen”.
Por eso, el PP decidió medir y hacer mucha política, estrategia. Toda la que les faltó, según critican muchos dirigentes socialistas, a Zapatero y Elena Salgado en mayo de 2010, cuando aprobaron congelar las pensiones —salvo las mínimas—, bajar sueldos de funcionarios y quitar los 400 euros de descuento del IRPF sin compensarlo con subidas a las rentas altas ni nada parecido. Y sin explicarlo.
El PP ha hecho varias apuestas arriesgadas de corte socialdemócrata a las que Zapatero y Salgado no se atrevieron, en especial una subida muy importante a las rentas del capital o el IBI. Rajoy, que ha aprendido mucho de los errores de Zapatero, parecía tranquilo, dicen los suyos. Ha demostrado que puede ser un hombre de acción, aunque, fiel a su estilo, ha decidido no salir para no convertirse en la cara de los recortes, al contrario de lo que ha hecho el italiano Mario Monti, por ejemplo, que compareció con sus ministros. Y también en solitario, ante la prensa italiana y la internacional. Rajoy, de momento, nada.
Los populares, eso sí, no han tocado impuestos que afectan más a los más ricos. Sociedades, por el que cotizan las mayores fortunas, no se tocó. Tampoco se planteó un impuesto a los bancos como el que proponía y aún defiende el PSOE y que han hecho otros países de Europa. Ni tocar las Sicav. Con la caída de beneficios, no es momento de afectar a las empresas, argumenta el Ejecutivo. Ese tipo de medidas ni siquiera estuvo encima de la mesa, señalan las fuentes del Gobierno.
El Consejo de Ministros fue uno de los más largos que se recuerdan. Buena parte de los ministros se quedaron impactados. Pensaban en un recorte de 4.000 millones y se encuentran con uno de 8.900. Hay ministerios, como el de Exteriores, que pierden casi dos tercios de su Presupuesto y eso que este recorte es el “inicio del inicio”, en palabras de la vicepresidenta Sánez de Santamaría.
Materias intocables
Los ministros llevaban preparadas estrategias de defensa contra Hacienda. Todos tenían una lista de materias intocables para discutir. Pero el volumen del recorte es de tal calibre que queda poco margen para matizar. Aún así, el consejo se alargó y la rueda de prensa se retrasó a las 14.30, algo muy inusual. Y con cuatro ministros, también inédito, todos con caras muy largas. Nadie se libra. Fomento, como se esperaba, es el más afectado. El recorte aniquila la inversión del ministerio y provocará sin duda despidos en las empresas que viven de la obra pública, que ya han protagonizado enormes EREs en el último año.
En el Ejecutivo señalan que ahora le toca a las autonomías. La desviación del déficit se debe sobre todo a ellas y sin embargo el recorte de momento se lo llevan los ministerios.
Ese es el trabajo de Montoro. Tiene que hablar con todos y convocar un Consejo de Política Fiscal para forzarles a reducir su déficit. Ahora casi todas son del PP, y los populares confían en lograr en marzo también Andalucía. Tendrá que convencerlas de que eliminen organismos, hagan despidos de empleados públicos y corten todo tipo de inversiones, lo que deprimirá aún más la economía. El Gobierno insiste en que a cambio, y con la reforma financiera que prepara Guindos, volverá el crédito imprescindible para regresar a la senda del crecimiento.
Además, con ese recorte vendrá una nueva traición a sus promesas electorales: las autonomías son las que manejan el gasto social, y solo con recortes ahí se pueden bajar el déficit de forma real. La enmienda a la totalidad al programa del PP no ha hecho así más que empezar.
En un primer momento, el giro se achaca a la herencia recibida. “Nos han dejado un país en la ruina económica y social”, decía este fin de semana desde Andalucía la nueva ministra de Empleo, Fátima Báñez. Pero muchos en el PP y en el Gobierno son conscientes de que ese argumento tiene poco recorrido. Rajoy ya ha empezado a quemarse. O mejor, dado que él no ha salido, a quemar a sus ministros económicos. Y esto es solo el primer paso de una larga travesía de malas noticias. Las mismas que no quiso dar en la campaña electoral. Ni en el debate de investidura. Ahora llegó la hora de la verdad.