Análisis / Una industria en declive desde 1979
Las sanciones han reducido las exportaciones de crudo de Teherán, que representan el 50% del total de los ingresos del país persa
Teherán, El País
La industria petrolera iraní, que supone el 80% de las exportaciones del país y más de la mitad de sus ingresos (unos 58.000 millones de euros), está en declive desde la revolución de los ayatolás de 1979 y la guerra con Irak (1980-1988). Aunque durante los periodos del moderado Mohamed Jatamí (1997-2005) el sector recuperó algo de ímpetu, el subidón fue fugaz. Y tras la imposición de sanciones por parte de Occidente en el verano de 2010, la situación fue a peor, hasta el punto de que Irán tuvo que importar gasolina para consumo propio a pesar de las nueve refinerías con las que cuenta y de estar entre los cuatro países del mundo con mayores reservas probadas tanto de petróleo como de gas.
El 50% de todas las reservas se hallan en seis grandes yacimientos ubicados al oeste del país, desde la frontera con Irak hasta la costa del mar Rojo. En general, el crudo iraní es de calidad media, lo que significa que es apto para producir gasolina y gasóleo para automóviles y otros productos destilados de alto valor añadido. El sector está en manos del Gobierno y no está permitida la inversión extranjera directa, aunque sí la asociación entre el Estado y empresas foráneas para proyectos concretos. Buena parte de la industria está en manos de la Guardia Revolucionaria Islámica (los pasdarán), el cuerpo de élite del Ejército iraní.
Hasta la revolución, Irán producía más de seis millones de barriles diarios, y desde entonces nunca ha superado los cuatro millones. La alianza forjada con la Venezuela de Chávez desde hace más de una década en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) le permitió a Teherán mantener a raya la producción petrolera del cartel para forzar al alza los precios del crudo y mantener los ingresos por ventas petroleras a pesar de la caída de extracción durante mucho tiempo. Sin embargo, la disciplina del grupo se rompió a mediados de 2011, cuando Irán no pudo impedir que Arabia Saudí, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos subieran la producción, a petición de Occidente, para contener la escalada de los precios.
Ante la presión de EE UU y Europa y las diferencias con sus socios de la OPEP, Teherán centró sus esfuerzos en aumentar las ventas a las grandes economías asiáticas
Ante la presión de EE UU y Europa y las diferencias con sus socios de la OPEP, Teherán centró sus esfuerzos en aumentar las ventas a las grandes economías asiáticas. China, Japón, India y Corea del Sur son hoy los mayores importadores de crudo iraní, pero todo apunta a que estos países buscarán otros proveedores ante el incremento de la presión estadounidense para que dejen de comprar a Teherán. La asfixia financiera y comercial impuesta por Washington ya había hecho casi inviables las ventas de crudo para Teherán.
Durante 2011 al país persa le fue prácticamente imposible cobrar por sus ventas. Primero el banco central indio dejó de transferir los pagos y más tarde se interrumpieron las operaciones con entidades de Turquía y Emiratos Árabes Unidos. Recientemente, algunos compradores pagaron sus facturas a través del banco Gazprombank, filial del gigante energético ruso. Moscú es, en principio, el último aliado casi incondicional que le queda al Gobierno del presidente Mahmud Ahmadineyad.
Ante la imposibilidad cada vez mayor para el régimen de Teherán de burlar las sanciones para sacar partido a sus recursos petroleros, el régimen de Teherán ha impulsado la idea de que está dispuesto a bloquear el estrecho de Ormuz como respuesta a la presión de Occidente. Por el paso marítimo, que en su parte más estrecha apenas ronda los 37 kilómetros, se transportan 17 millones de barriles de crudo diarios, el 35% de todo el crudo que se transporta por mar y el 20% de todo el que se comercializa en el mundo. Esto sin contar los envíos de gas natural licuado. Unos 70 millones de toneladas de este producto pasaron entre enero y octubre de 2011 por Ormuz.
Teherán, El País
La industria petrolera iraní, que supone el 80% de las exportaciones del país y más de la mitad de sus ingresos (unos 58.000 millones de euros), está en declive desde la revolución de los ayatolás de 1979 y la guerra con Irak (1980-1988). Aunque durante los periodos del moderado Mohamed Jatamí (1997-2005) el sector recuperó algo de ímpetu, el subidón fue fugaz. Y tras la imposición de sanciones por parte de Occidente en el verano de 2010, la situación fue a peor, hasta el punto de que Irán tuvo que importar gasolina para consumo propio a pesar de las nueve refinerías con las que cuenta y de estar entre los cuatro países del mundo con mayores reservas probadas tanto de petróleo como de gas.
El 50% de todas las reservas se hallan en seis grandes yacimientos ubicados al oeste del país, desde la frontera con Irak hasta la costa del mar Rojo. En general, el crudo iraní es de calidad media, lo que significa que es apto para producir gasolina y gasóleo para automóviles y otros productos destilados de alto valor añadido. El sector está en manos del Gobierno y no está permitida la inversión extranjera directa, aunque sí la asociación entre el Estado y empresas foráneas para proyectos concretos. Buena parte de la industria está en manos de la Guardia Revolucionaria Islámica (los pasdarán), el cuerpo de élite del Ejército iraní.
Hasta la revolución, Irán producía más de seis millones de barriles diarios, y desde entonces nunca ha superado los cuatro millones. La alianza forjada con la Venezuela de Chávez desde hace más de una década en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) le permitió a Teherán mantener a raya la producción petrolera del cartel para forzar al alza los precios del crudo y mantener los ingresos por ventas petroleras a pesar de la caída de extracción durante mucho tiempo. Sin embargo, la disciplina del grupo se rompió a mediados de 2011, cuando Irán no pudo impedir que Arabia Saudí, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos subieran la producción, a petición de Occidente, para contener la escalada de los precios.
Ante la presión de EE UU y Europa y las diferencias con sus socios de la OPEP, Teherán centró sus esfuerzos en aumentar las ventas a las grandes economías asiáticas
Ante la presión de EE UU y Europa y las diferencias con sus socios de la OPEP, Teherán centró sus esfuerzos en aumentar las ventas a las grandes economías asiáticas. China, Japón, India y Corea del Sur son hoy los mayores importadores de crudo iraní, pero todo apunta a que estos países buscarán otros proveedores ante el incremento de la presión estadounidense para que dejen de comprar a Teherán. La asfixia financiera y comercial impuesta por Washington ya había hecho casi inviables las ventas de crudo para Teherán.
Durante 2011 al país persa le fue prácticamente imposible cobrar por sus ventas. Primero el banco central indio dejó de transferir los pagos y más tarde se interrumpieron las operaciones con entidades de Turquía y Emiratos Árabes Unidos. Recientemente, algunos compradores pagaron sus facturas a través del banco Gazprombank, filial del gigante energético ruso. Moscú es, en principio, el último aliado casi incondicional que le queda al Gobierno del presidente Mahmud Ahmadineyad.
Ante la imposibilidad cada vez mayor para el régimen de Teherán de burlar las sanciones para sacar partido a sus recursos petroleros, el régimen de Teherán ha impulsado la idea de que está dispuesto a bloquear el estrecho de Ormuz como respuesta a la presión de Occidente. Por el paso marítimo, que en su parte más estrecha apenas ronda los 37 kilómetros, se transportan 17 millones de barriles de crudo diarios, el 35% de todo el crudo que se transporta por mar y el 20% de todo el que se comercializa en el mundo. Esto sin contar los envíos de gas natural licuado. Unos 70 millones de toneladas de este producto pasaron entre enero y octubre de 2011 por Ormuz.