Sin paracaídas para la ruptura del euro
Empresas y banca miden su resistencia ante emergencias financieras - Las firmas descartan la desaparición de la moneda y admiten que el impacto sería inasumible
Madrid, El País
Hay quien durante los primeros días de noviembre vio más posible que nunca en la salida de Grecia de la zona euro. El exprimer ministro Yorgos Papandreu había supeditado la aprobación del segundo rescate del país a un referéndum, algo que, en el mejor de los casos, ralentizaba ese auxilio hasta poner al país al borde de la bancarrota y la salida de la zona euro; y, en el peor, tumbaba el rescate, con idéntico resultado. El gran tabú se convirtió de repente en un escenario posible, cada vez menos improbable. Los acontecimientos de aquella turbulenta semana, que acabaron con la caída del Gobierno, se seguían desde el cuartel general de Tui, un gran operador turístico alemán, que se vio directamente afectado y se puso la venda antes de la herida.
La compañía contactó con los empresarios hoteleros de Grecia y les emplazó a firmar nuevos contratos comerciales ante la posibilidad de que el país pudiese abandonar la moneda única y volviera al dracma. La medida tenía su calado, ya que un regreso a una moneda nacional supondría una depreciación del 60% respecto al euro, según diversos análisis. El portavoz de la empresa germana, Robin Zimmermann, justificó en aquellos días que esta medida "también va de acuerdo con el interés de los turistas". "Todas las filiales de Tui deben velar por garantizar su seguridad ante posibles variaciones de los tipos de cambio", añadió el portavoz.
Aquel referéndum de Grecia no se celebró, el nuevo Gobierno interino heleno se ha comprometido a respaldar los acuerdos europeos del rescate y ese fuego, de momento, se controló.
Pero las empresas y bancos europeos llevan meses diseñando sus propias pruebas de resistencia, en la misma línea que la banca europea, es decir, comprobar qué efecto tendrían en sus fondos, su financiación y su actividad los diferentes escenarios adversos. No es lo mismo que caiga Grecia, apenas un 2% del PIB de Europa, que Italia. El abanico del miedo es amplio, abarca desde la suspensión de pagos de alguna de las economías, una segmentación de la zona euro o incluso una ruptura total de esta, entre otros escenarios. "O un mantenimiento del euro, pero a costa de una mayor disciplina fiscal, lo que también tendrá efecto en las compañías y su potencial de crecimiento", advierte David Cano, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI), que trabaja en planes para empresas ante diversos escenarios de riesgo.
En España, grandes empresas y banca valoran diferentes riesgos, pero apenas quieren oír la pregunta sobre un eventual desmantelamiento de la moneda única, ese qué harían si..., como si realizar simulacros de incendio fuese una forma de encender el fuego, mentar la bicha.
"Lo que hay que dejar claro es que no se trata de que las empresas piensen en que el euro se puede romper, o un país quebrar, sino que se plantean escenarios extremos para ver cómo les afectaría", comenta Cano.
La diversificación de fuentes de financiación, el refuerzo de los fondos propios y la colocación repartida de la liquidez se repite como un mantra estos días, pero todas estas medidas preventivas tendrían un efecto limitado si la ruptura del sistema monetario único europeo llegase a producirse. Hubo planes para entrar a aquella ordenada llegada del euro, pero ¿cómo prepararse para algo que no se sabe ni cómo, ni cuándo, ni en qué medida se puede producir? ¿Cómo reaccionar a lo que no contemplan ni los tratados europeos?
Un alto ejecutivo compara el plan de emergencia con que te den un paracaídas en un vuelo comercial, a 11 kilómetros de altura: "¿De qué serviría? De nada. Pues lo del fin del euro es parecido".
Una reflexión similar puede oírse en la empresa Altadis, que tiene planes de contingencia ante diferentes problemas posibles, pero no uno específico ante un adiós a la moneda única, porque lo descartan. "Si se produjera una ruptura de la zona euro, estaríamos viviendo un fenómeno de tal magnitud y globalidad que es más que posible que un plan de esas características no pudiera contribuir en nada a remediar el impacto en la economía en general, y dependeríamos de decisiones que se adoptaran en instancias gubernamentales nacionales y europeas", señala una fuente de la firma, informa Santiago Hernández. La compañía llama a evitar el alarmismo y advierte que "no ayuda nada la impresión generalizada de pesimismo existente y los anuncios de futuras calamidades económicas".
No hay nada más miedoso que el dinero. Y, por lo tanto, no puede haber nadie más prudente que las entidades financieras, encargadas de guardarlo e invertirlo. Sin embargo, la gravedad de la crisis hace imposible negar la evidencia.
En un documento interno, un banco español admite "el carácter excepcional y extremo de la situación". Tras los fracasos de las sucesivas cumbres, "el deterioro del entorno financiero está siendo vertiginoso", dice este banco. La recomendación interna para sus mandos era que es un momento de "pragmatismo y flexibilidad". Las bases de este turbador análisis son dos: "La deuda soberana ha dejado de ser un activo sin riesgo" y "la lejanía en las posturas de los distintos actores políticos europeos a la hora de avanzar resulta inquietante".
En el capítulo de probabilidades, esta importante entidad financiera admite que "hay un 5% de posibilidades de que la situación acabe excepcionalmente peor". Sin citar esa innombrable ruptura del euro.
Oficialmente, las entidades no contemplan la posibilidad de esa fragmentación. Sin embargo, en privado, admiten que su obligación es prepararse para esta contingencia, que creen realmente remota porque "los daños serían catastróficos para todos".
Los expertos comentan que los dos bancos grandes, el Santander y el BBVA, tendrían más probabilidades de salir adelante por su fuerte posición en América Latina, Estados Unidos y Reino Unido. El patrimonio de sus filiales está en dólares y libras, lo que les dejaría parcialmente fuera de la tormenta. El resto de entidades financieras tienen todo su negocio en España, por lo que les afectaría a todos sus activos y pasivos.
Lo que sí han hecho es prepararse para la inestable situación actual, que se agudizó desde agosto. La fórmula del Banco Popular la suscriben sus competidores: "Reforzar el capital hasta el 9,76%; aumentar la captación de depósitos para depender menos de los mercados mayoristas y captar más clientes para fortalecer el modelo comercial". El problema es que el mercado no da para todos. Lo que unos ganan, otros lo pierden, por lo que la muerte de los más débiles está anunciada.
Si hubiese un listado de pesadillas empresariales, lo que ocuparía los primeros puestos es el credit crunch. Ese anglicismo que usa el mundo financiero sirve para hablar de una situación de sequía extrema del crédito y a precios desorbitados, porque el caso se presenta más tangible para los directivos que una salida de la divisa comunitaria. Los vecinos italianos saben algo de eso. "En Italia hay una alarma bancaria. Ya no circula más dinero", lanzó esta semana como mensaje el presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (Consob), Giuseppe Vegas.
En España, del grifo crediticio sale un chorro de agua cada vez más fino. En números, el saldo total de créditos para actividades productivas quedó en 963.849 millones de euros el pasado junio, según los últimos datos del Banco de España, lo que supone una caída de 30.600 millones en un año. Con la excepción del segundo trimestre de 2010, no deja de bajar desde hace dos años.
Para 2012 no se esperan alegrías en este terreno, según un alto ejecutivo financiero, porque se estima una caída de 35.000 millones de euros en la concesión de préstamos a familias y empresas, una contracción que los veteranos de esta industria no recuerdan haber visto antes.
El Banco Central Europeo (BCE) tiene pensado mantener e incluso potenciar la barra libre de financiación de a la banca. Se espera una demanda récord para la subasta del próximo 20 de diciembre y el mercado especula con la posibilidad de que el organismo que preside Mario Draghi pueda llegar a prestar dinero a dos y tres años, cuando hasta ahora el tope está en uno. La cuestión es si ese riego sanguíneo fluirá después a la llamada economía productiva.
"Es muy importante que las empresas refuercen ahora sus fondos propios y busquen vías de financiación alternativas al sector bancario, como las salidas a Bolsa, la emisión de bonos o las colocaciones privadas de capital", advierte Cano, de AFI.
También quien tiene liquidez debe pensar en repartirla entre fondos, letras o bonos, por ejemplo, para repartir riesgos. La crisis está llevando a un cambio de posiciones en los viejos activos refugio: el bono alemán pierde atractivo frente al estadounidense, por ejemplo.
Si, en el caso más extremo, la eurozona se rompiera, "no hay una regla única sobre lo que una sociedad debe hacer, la que está endeudada debe actuar de una manera, y la que tiene liquidez, debe pensar en cómo protegerla mejor", añade el analista de AFI. "La excusa de estos ejercicios sirve para detectar algunas flaquezas, como una excesiva concentración en un área, por ejemplo, o confirmar estrategias", apunta.
Santiago Herrero, consultor de riesgos financieros y políticos de Marsh, también advierte a las compañías de la necesidad de "potenciar la calidad crediticia de las aseguradoras, porque eso facilita mucho la financiación". Aunque han empezado más tarde que otras empresas europeas, apunta, la española está cada vez más concienciada.
Las empresas, de un modo u otro, están sumidas en sus propios planes de austeridad. Mercadona y Eroski, por ejemplo, coinciden en que se han aplicado en recortar al máximo los costes y mejorar su eficiencia. Y Vueling se suma a ese credo y al de la diversificación.
Estas son medidas puestas en marcha desde que comenzó la crisis, porque lo que pocos esperaban hace un año es que el incendio de la pequeña Grecia acaba por poner en vilo a toda la UE; y que Alemania y Francia plantearan incluso un euro a dos velocidades. Para ese tipo de riesgos, se han tenido que inventar nuevos paracaídas, pero ninguno suficiente para lo innombrable.
Madrid, El País
Hay quien durante los primeros días de noviembre vio más posible que nunca en la salida de Grecia de la zona euro. El exprimer ministro Yorgos Papandreu había supeditado la aprobación del segundo rescate del país a un referéndum, algo que, en el mejor de los casos, ralentizaba ese auxilio hasta poner al país al borde de la bancarrota y la salida de la zona euro; y, en el peor, tumbaba el rescate, con idéntico resultado. El gran tabú se convirtió de repente en un escenario posible, cada vez menos improbable. Los acontecimientos de aquella turbulenta semana, que acabaron con la caída del Gobierno, se seguían desde el cuartel general de Tui, un gran operador turístico alemán, que se vio directamente afectado y se puso la venda antes de la herida.
La compañía contactó con los empresarios hoteleros de Grecia y les emplazó a firmar nuevos contratos comerciales ante la posibilidad de que el país pudiese abandonar la moneda única y volviera al dracma. La medida tenía su calado, ya que un regreso a una moneda nacional supondría una depreciación del 60% respecto al euro, según diversos análisis. El portavoz de la empresa germana, Robin Zimmermann, justificó en aquellos días que esta medida "también va de acuerdo con el interés de los turistas". "Todas las filiales de Tui deben velar por garantizar su seguridad ante posibles variaciones de los tipos de cambio", añadió el portavoz.
Aquel referéndum de Grecia no se celebró, el nuevo Gobierno interino heleno se ha comprometido a respaldar los acuerdos europeos del rescate y ese fuego, de momento, se controló.
Pero las empresas y bancos europeos llevan meses diseñando sus propias pruebas de resistencia, en la misma línea que la banca europea, es decir, comprobar qué efecto tendrían en sus fondos, su financiación y su actividad los diferentes escenarios adversos. No es lo mismo que caiga Grecia, apenas un 2% del PIB de Europa, que Italia. El abanico del miedo es amplio, abarca desde la suspensión de pagos de alguna de las economías, una segmentación de la zona euro o incluso una ruptura total de esta, entre otros escenarios. "O un mantenimiento del euro, pero a costa de una mayor disciplina fiscal, lo que también tendrá efecto en las compañías y su potencial de crecimiento", advierte David Cano, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI), que trabaja en planes para empresas ante diversos escenarios de riesgo.
En España, grandes empresas y banca valoran diferentes riesgos, pero apenas quieren oír la pregunta sobre un eventual desmantelamiento de la moneda única, ese qué harían si..., como si realizar simulacros de incendio fuese una forma de encender el fuego, mentar la bicha.
"Lo que hay que dejar claro es que no se trata de que las empresas piensen en que el euro se puede romper, o un país quebrar, sino que se plantean escenarios extremos para ver cómo les afectaría", comenta Cano.
La diversificación de fuentes de financiación, el refuerzo de los fondos propios y la colocación repartida de la liquidez se repite como un mantra estos días, pero todas estas medidas preventivas tendrían un efecto limitado si la ruptura del sistema monetario único europeo llegase a producirse. Hubo planes para entrar a aquella ordenada llegada del euro, pero ¿cómo prepararse para algo que no se sabe ni cómo, ni cuándo, ni en qué medida se puede producir? ¿Cómo reaccionar a lo que no contemplan ni los tratados europeos?
Un alto ejecutivo compara el plan de emergencia con que te den un paracaídas en un vuelo comercial, a 11 kilómetros de altura: "¿De qué serviría? De nada. Pues lo del fin del euro es parecido".
Una reflexión similar puede oírse en la empresa Altadis, que tiene planes de contingencia ante diferentes problemas posibles, pero no uno específico ante un adiós a la moneda única, porque lo descartan. "Si se produjera una ruptura de la zona euro, estaríamos viviendo un fenómeno de tal magnitud y globalidad que es más que posible que un plan de esas características no pudiera contribuir en nada a remediar el impacto en la economía en general, y dependeríamos de decisiones que se adoptaran en instancias gubernamentales nacionales y europeas", señala una fuente de la firma, informa Santiago Hernández. La compañía llama a evitar el alarmismo y advierte que "no ayuda nada la impresión generalizada de pesimismo existente y los anuncios de futuras calamidades económicas".
No hay nada más miedoso que el dinero. Y, por lo tanto, no puede haber nadie más prudente que las entidades financieras, encargadas de guardarlo e invertirlo. Sin embargo, la gravedad de la crisis hace imposible negar la evidencia.
En un documento interno, un banco español admite "el carácter excepcional y extremo de la situación". Tras los fracasos de las sucesivas cumbres, "el deterioro del entorno financiero está siendo vertiginoso", dice este banco. La recomendación interna para sus mandos era que es un momento de "pragmatismo y flexibilidad". Las bases de este turbador análisis son dos: "La deuda soberana ha dejado de ser un activo sin riesgo" y "la lejanía en las posturas de los distintos actores políticos europeos a la hora de avanzar resulta inquietante".
En el capítulo de probabilidades, esta importante entidad financiera admite que "hay un 5% de posibilidades de que la situación acabe excepcionalmente peor". Sin citar esa innombrable ruptura del euro.
Oficialmente, las entidades no contemplan la posibilidad de esa fragmentación. Sin embargo, en privado, admiten que su obligación es prepararse para esta contingencia, que creen realmente remota porque "los daños serían catastróficos para todos".
Los expertos comentan que los dos bancos grandes, el Santander y el BBVA, tendrían más probabilidades de salir adelante por su fuerte posición en América Latina, Estados Unidos y Reino Unido. El patrimonio de sus filiales está en dólares y libras, lo que les dejaría parcialmente fuera de la tormenta. El resto de entidades financieras tienen todo su negocio en España, por lo que les afectaría a todos sus activos y pasivos.
Lo que sí han hecho es prepararse para la inestable situación actual, que se agudizó desde agosto. La fórmula del Banco Popular la suscriben sus competidores: "Reforzar el capital hasta el 9,76%; aumentar la captación de depósitos para depender menos de los mercados mayoristas y captar más clientes para fortalecer el modelo comercial". El problema es que el mercado no da para todos. Lo que unos ganan, otros lo pierden, por lo que la muerte de los más débiles está anunciada.
Si hubiese un listado de pesadillas empresariales, lo que ocuparía los primeros puestos es el credit crunch. Ese anglicismo que usa el mundo financiero sirve para hablar de una situación de sequía extrema del crédito y a precios desorbitados, porque el caso se presenta más tangible para los directivos que una salida de la divisa comunitaria. Los vecinos italianos saben algo de eso. "En Italia hay una alarma bancaria. Ya no circula más dinero", lanzó esta semana como mensaje el presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (Consob), Giuseppe Vegas.
En España, del grifo crediticio sale un chorro de agua cada vez más fino. En números, el saldo total de créditos para actividades productivas quedó en 963.849 millones de euros el pasado junio, según los últimos datos del Banco de España, lo que supone una caída de 30.600 millones en un año. Con la excepción del segundo trimestre de 2010, no deja de bajar desde hace dos años.
Para 2012 no se esperan alegrías en este terreno, según un alto ejecutivo financiero, porque se estima una caída de 35.000 millones de euros en la concesión de préstamos a familias y empresas, una contracción que los veteranos de esta industria no recuerdan haber visto antes.
El Banco Central Europeo (BCE) tiene pensado mantener e incluso potenciar la barra libre de financiación de a la banca. Se espera una demanda récord para la subasta del próximo 20 de diciembre y el mercado especula con la posibilidad de que el organismo que preside Mario Draghi pueda llegar a prestar dinero a dos y tres años, cuando hasta ahora el tope está en uno. La cuestión es si ese riego sanguíneo fluirá después a la llamada economía productiva.
"Es muy importante que las empresas refuercen ahora sus fondos propios y busquen vías de financiación alternativas al sector bancario, como las salidas a Bolsa, la emisión de bonos o las colocaciones privadas de capital", advierte Cano, de AFI.
También quien tiene liquidez debe pensar en repartirla entre fondos, letras o bonos, por ejemplo, para repartir riesgos. La crisis está llevando a un cambio de posiciones en los viejos activos refugio: el bono alemán pierde atractivo frente al estadounidense, por ejemplo.
Si, en el caso más extremo, la eurozona se rompiera, "no hay una regla única sobre lo que una sociedad debe hacer, la que está endeudada debe actuar de una manera, y la que tiene liquidez, debe pensar en cómo protegerla mejor", añade el analista de AFI. "La excusa de estos ejercicios sirve para detectar algunas flaquezas, como una excesiva concentración en un área, por ejemplo, o confirmar estrategias", apunta.
Santiago Herrero, consultor de riesgos financieros y políticos de Marsh, también advierte a las compañías de la necesidad de "potenciar la calidad crediticia de las aseguradoras, porque eso facilita mucho la financiación". Aunque han empezado más tarde que otras empresas europeas, apunta, la española está cada vez más concienciada.
Las empresas, de un modo u otro, están sumidas en sus propios planes de austeridad. Mercadona y Eroski, por ejemplo, coinciden en que se han aplicado en recortar al máximo los costes y mejorar su eficiencia. Y Vueling se suma a ese credo y al de la diversificación.
Estas son medidas puestas en marcha desde que comenzó la crisis, porque lo que pocos esperaban hace un año es que el incendio de la pequeña Grecia acaba por poner en vilo a toda la UE; y que Alemania y Francia plantearan incluso un euro a dos velocidades. Para ese tipo de riesgos, se han tenido que inventar nuevos paracaídas, pero ninguno suficiente para lo innombrable.