La crisis obliga a Europa a reinventarse

Alemania, AFP
La crisis de deuda que ahoga Europa desde hace meses sigue galopando desbocada y los dirigentes europeos sin encontrar la solución que ponga fin a una tormenta financiera que ha puesto al euro en la picota y a la estabilidad de la Eurozona en cuestión. Un proyecto renovado hace tan solo dos años con la entrada en vigor de un Tratado de Lisboa -su segundo aniversario será el próximo 1 de diciembre- que no ha sabido responder a las necesidades ni económicas ni políticas de los países que comparten el euro y que les obliga ahora a reinventarse con celeridad hacia una Unión Europea más integrada y cohesionada.

La tarea se presenta complicada. Para empezar porque cualquier modificación de los tratados requiere la aprobación de los 27. Una decisión que no es un mero trámite y si no basta recordar a la fracasada Constitución europea, cuyo rechazo en referéndum por Francia y Holanda provocó una grave crisis institucional. Europa consiguió salir de aquel atolladero con el Tratado de Lisboa, rechazado por Irlanda en un primer referéndum y aprobado en el segundo, pero el texto que le sustituyó no ha respondido a las expectativas. "Si como William Hague, el secretario de asuntos exteriores británico sugiere, la Eurozona es una casa en llamas sin salidas, lo primero que habría que hacer es apagar el fuego. Pero esto no es suficiente. Hay que reparar la casa entera porque es la Unión Europea entera la que se está convirtiendo en menos eficiente y menos relevante", exponía recientemente en un artículo de opinión en el Financial Times, Jean-Claude Piris, antiguo director general del servicio jurídico del Consejo.

Este gráfico ejemplo parece tomado al pie de la letra por los dirigentes europeos que, pese a meses de inacción, claman ahora por refundar Europa a partir de un proyecto más integrado que dote a las instituciones europeas de nuevas competencias para "reforzar la gobernanza económica, mejorar la disciplina fiscal y profundizar en la unión económica", la pata que hasta ahora ha fracasado. Cesión de soberanía y poder, en definitiva, para retirar el derecho de voto a los países que se salten las reglas, cortarles los fondos estructurales y otras ayudas e incluso intervenir en sus presupuestos nacionales. Y es que los mecanismos actuales, denuncia ahora la canciller alemana Angela Merkel, no han sido capaces ni de prevenir el fuego ni de apagarlo a tiempo.

Asegura que estamos ante la crisis más grave desde la segunda guerra mundial y que la unión solo funcionará "si los miembros ceden competencias a las instituciones comunes" y apuestan por "más Europa". Sus antiguas propuestas fueron asumidas esta semana por el presidente permanente de la UE, Herman van Rompuy, que presentará el próximo 9 de diciembre la hoja de ruta ante los jefes de estado y de gobierno. Un plan, que también contempla armonización fiscal y de políticas sociales, que puede reabrir heridas y viejas tensiones entre los 17 países del euro y los 10 restantes y alimentar aún más la Europa a varias velocidades que muchos temen. "Ha habido mucho debate exagerado sobre esto y es hora de desdramatizarlo. Después de todo, es perfectamente normal que aquellos que comparten una moneda común tomen decisiones en común", advertía el pasado miércoles en Estrasburgo. Lo decía todavía más claro unos días antes el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, durante un solemne discurso en Berlín. "La velocidad de la Unión Europea y con mayor razón la de la Eurozona no puede ser la de sus miembros más lentos. Deben existir, y existen garantías para aquellos que no quieran avanzar, pero una cosa es no querer avanzar y otra lastrar el progreso de los demás".

incapaces de actuar rápido Pero si hay algo que ha demostrado esta crisis es que la UE es incapaz de actuar con agilidad y tomar decisiones rápidas. Los debates se eternizan y las cumbres se multiplican sin que los líderes europeos tomen decisiones con la rapidez con la que los mercados suben las primas de riesgo. Por eso tras dos años a expensas de los vaivenes de los inversores, con medidas que siempre llegan tarde, la solución que se impone es que quien quiera avanzar más rápido lo haga. Para algunos se trata de una oportunidad de apostar por "más Europa" a través de más cooperación reforzada o modificando limitadamente el Tratado. Para otros se trata simplemente de la posibilidad de recuperar terreno perdido, como el premier británico, David Cameron, que ha dicho que este nuevo debate puede ser el elemento "para remodernizar la UE", "recuperar poderes para el Reino Unido", y que la UE se centre "en lo que realmente importa".

Pero para muchos, políticos y analistas, los males actuales se deben no solo al ataque orquestado desde los mercados sino también a la falta de un liderazgo. Entre bromas se dice en la capital europea que quien toma las decisiones es Merkel y que el dirigente galo corre después a explicarlas en rueda de prensa. Tengan más o menos influencia de la que presumen, lo cierto es que su nombre está desde hace meses en boca de muchos. Y no precisamente para bien. "Europa ha dejado de tener líderes", se lamentaba esta misma semana el ex presidente de la república portuguesa y ex eurodiputado, Mario Soares, que responsabiliza directamente a la canciller Angela Merkel de la decadencia que vive el proyecto europeo.

A principios de septiembre hasta el mismísimo Helmut Kohl, enfermo desde hace años, salía de su retiro para criticar la gestión de la crisis del euro, lo mismo que el antiguo canciller socialdemócrata Helmut Schmidt. "No es la moneda la que está en junio, es Europa", reprochaba. Y hasta el antiguo ministro de finanzas socialista, Peer Steinbrück, criticaba el tiempo perdido. En su opinión hay que explicar a los alemanes que "la UE es la respuesta a 1945 y al siglo XXI, en un mundo dramáticamente alterado con nuevos pesos pesados" y "con una Alemania que se ha beneficiado de la continua integración europea en términos políticos, económicos y sociales". Y eso significa que los alemanes "tendrán que pagar" pero será un dinero "bien invertido en Europa, en la paz y en la prosperidad", aseguraba en una entrevista a la revista Spiegel.

como alemania Merkel, que se convirtió en la primera mujer en llegar a la cancillería en 2005, ha intentado diseñar una Europa a imagen y semejanza de Alemania, basada en el rigor presupuestario y la austeridad, pero esa mano dura de la que hace gala ha terminado por ahogar el crecimiento. De ella dicen que no tiene la llama de Schmidt ni la fe de Konrad Adenauer. Sus dudas alimentaron durante meses la incertidumbre y retrasaron el rescate de Grecia agravando su situación y la de toda Europa. Por eso los últimos meses parecen erráticos. Puso trabas para cerrar un acuerdo sobre el nuevo fondo de rescate europeo, que todavía sigue sin utilizarse como cortafuegos frente a la crisis, y se niega a aceptar la creación de eurobonos porque desde 2009 mientras el resto de la eurozona se ve obligada a aumentar la rentabilidad por su deuda, la alemana ha salido reforzada y su coste de financiación se ha reducido prácticamente a la nada. Como decía uno de los padres fundadores del proyecto europeo, Jean Monnet, "los hombres solo aceptan el cambio resignados por la necesidad y solo ven la necesidad durante la crisis". Esperemos que de esta aprendan a avanzar con rapidez y a llegar a la meta antes que los mercados.

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