ANÁLISIS / Retórica e incumplimientos
Es generalizada la creencia de que estas reuniones, tal como están concebidas, apenas si representan logros que puedan ser reconocibles en Guanajuato, Quito, Oporto o Cáceres
Madrid, El País
Avalanchas de retórica e incumplimientos sepultaron la credibilidad de las cumbres iberoamericanas, apadrinadas y financiadas por España, fundamentalmente, desde su nacimiento en 1991. Las citas anuales de jefes de Estado y de Gobierno de España, Portugal y América Latina arrancaron en la ciudad mexicana de Guadalajara con la intención de estrechar la integración de una comunidad de naciones emparentadas por la lengua y la historia, pero fragmentada por la ideología, el subdesarrollo, las crisis y la divergencia de intereses.
Los presagios de un diario uruguayo, que publicó un texto sobre la cumbre de Asunción titulado Crónica de un fracaso anunciado, sintonizan con la generalizada creencia de que las reuniones, tal como están concebidas, apenas si presentan logros que puedan ser reconocibles en Guanajuato, Quito, Oporto o Cáceres. Más allá de los cuantiosos fondos habilitados por España durante dos decenios para abrir escuelas y clínicas, e impulsar becas y proyectos de cooperación con Latinoamérica, cuesta trabajo identificar los resultados tangibles de unas cumbres que acumulan compromisos programáticos sin desarrollar. Las reuniones languidecen desde hace años y son aprovechadas frecuentemente por el mundo empresarial para buscar la mediación de los gobernantes en la solución de conflictos o el cierre de contratos con el sector público. Hace cinco años, el Rey Juan Carlos aceptó la petición del entonces presidente de Argentina, Néstor Kirchner, para mediar entre Uruguay y Argentina en la crisis derivada de la instalación de plantas de celulosa en el río Uruguay.
“Es necesario redefinir los objetivos de los encuentros y reorientar una serie de cuestiones porque la situación en Europa y América Latina ha cambiado en 20 años”, señala Carlos Malamud, investigador del Real Instituto Elcano, quien reconoce que muchas de las declaraciones de las cumbres fueron papel mojado. “Pero eso pasa también en otras reuniones como el G-20”.
Los temas centrales en Monterrey, Viña del Mar, Santa Cruz de la Sierra, Madrid, Estoril o Río, fueron tan ambiciosos como inabarcables y etéreos: desarrollo, comercio e integración, cooperación, gobernabilidad, democracia participativa y valores éticos, globalización, migración, inclusión social. No obstante, las discusiones de ministros y presidentes, los conciliábulos previos de sus asesores, versaron siempre sobre asuntos de agenda internacional, desde las pruebas nucleares francesas y diversos contenciosos bilaterales al embargo de EE UU contra Cuba. La controversia sobre la utilización del término “bloqueo” o “embargo” en la declaración final de Salamanca (2005) consumió jornadas enteras.
Esos asuntos “secundarios” determinaron el interés informativo, los titulares de prensa y, por tanto, el mensaje recibido por la ciudadanía iberoamericana, un mensaje ajeno a las preocupaciones de sociedades arruinadas por la corrupción, el desgobierno y la injusticia social. La asistencia de Fidel Castro a las cumbres, interrumpida desde hace años, influyó mucho en el contenido de las crónicas periodísticas.
El atentado preparado contra Fidel Castro y su bronca con el entonces presidente de El Salvador, Miguel Ángel Flores, marcaron la cumbre de Panamá en 2000, y el “romance” del líder cubano con José María Aznar, los preparativos de la cumbre del año anterior en La Habana. Cuba desencadenó la polémica en Viña del Mar, en 1996, al no cumplir su compromiso de respetar el pluralismo político, según una de las cláusulas de la declaración final de esa cita.
“España siempre ha querido evitar las trifulcas porque el foro nació para integrar, no para desunir, pero era muy difícil mantener la concordia entre gobernantes tan dispares como Hugo Chávez o [el colombiano Álvaro] Uribe”, dice un diplomático español. La irrupción en escena del venezolano Hugo Chávez, alzado contra la colonización española de 1492, el maridaje de Aznar con la Administración de Bush, el posterior divorcio de Zapatero, los cambios de Gobierno en América Latina y la creación de nuevas asociaciones regionales zarandearon el curso de varias cumbres iberoamericanas y complicaron su gestión. “¿Han servido?”, se pregunta el académico mexicano Marcos Martín. “La respuesta no es sencilla. No puede quedarse en un simple sí o en un rotundo no. La complejidad del mundo iberoamericano así lo sugiere”.
Madrid, El País
Avalanchas de retórica e incumplimientos sepultaron la credibilidad de las cumbres iberoamericanas, apadrinadas y financiadas por España, fundamentalmente, desde su nacimiento en 1991. Las citas anuales de jefes de Estado y de Gobierno de España, Portugal y América Latina arrancaron en la ciudad mexicana de Guadalajara con la intención de estrechar la integración de una comunidad de naciones emparentadas por la lengua y la historia, pero fragmentada por la ideología, el subdesarrollo, las crisis y la divergencia de intereses.
Los presagios de un diario uruguayo, que publicó un texto sobre la cumbre de Asunción titulado Crónica de un fracaso anunciado, sintonizan con la generalizada creencia de que las reuniones, tal como están concebidas, apenas si presentan logros que puedan ser reconocibles en Guanajuato, Quito, Oporto o Cáceres. Más allá de los cuantiosos fondos habilitados por España durante dos decenios para abrir escuelas y clínicas, e impulsar becas y proyectos de cooperación con Latinoamérica, cuesta trabajo identificar los resultados tangibles de unas cumbres que acumulan compromisos programáticos sin desarrollar. Las reuniones languidecen desde hace años y son aprovechadas frecuentemente por el mundo empresarial para buscar la mediación de los gobernantes en la solución de conflictos o el cierre de contratos con el sector público. Hace cinco años, el Rey Juan Carlos aceptó la petición del entonces presidente de Argentina, Néstor Kirchner, para mediar entre Uruguay y Argentina en la crisis derivada de la instalación de plantas de celulosa en el río Uruguay.
“Es necesario redefinir los objetivos de los encuentros y reorientar una serie de cuestiones porque la situación en Europa y América Latina ha cambiado en 20 años”, señala Carlos Malamud, investigador del Real Instituto Elcano, quien reconoce que muchas de las declaraciones de las cumbres fueron papel mojado. “Pero eso pasa también en otras reuniones como el G-20”.
Los temas centrales en Monterrey, Viña del Mar, Santa Cruz de la Sierra, Madrid, Estoril o Río, fueron tan ambiciosos como inabarcables y etéreos: desarrollo, comercio e integración, cooperación, gobernabilidad, democracia participativa y valores éticos, globalización, migración, inclusión social. No obstante, las discusiones de ministros y presidentes, los conciliábulos previos de sus asesores, versaron siempre sobre asuntos de agenda internacional, desde las pruebas nucleares francesas y diversos contenciosos bilaterales al embargo de EE UU contra Cuba. La controversia sobre la utilización del término “bloqueo” o “embargo” en la declaración final de Salamanca (2005) consumió jornadas enteras.
Esos asuntos “secundarios” determinaron el interés informativo, los titulares de prensa y, por tanto, el mensaje recibido por la ciudadanía iberoamericana, un mensaje ajeno a las preocupaciones de sociedades arruinadas por la corrupción, el desgobierno y la injusticia social. La asistencia de Fidel Castro a las cumbres, interrumpida desde hace años, influyó mucho en el contenido de las crónicas periodísticas.
El atentado preparado contra Fidel Castro y su bronca con el entonces presidente de El Salvador, Miguel Ángel Flores, marcaron la cumbre de Panamá en 2000, y el “romance” del líder cubano con José María Aznar, los preparativos de la cumbre del año anterior en La Habana. Cuba desencadenó la polémica en Viña del Mar, en 1996, al no cumplir su compromiso de respetar el pluralismo político, según una de las cláusulas de la declaración final de esa cita.
“España siempre ha querido evitar las trifulcas porque el foro nació para integrar, no para desunir, pero era muy difícil mantener la concordia entre gobernantes tan dispares como Hugo Chávez o [el colombiano Álvaro] Uribe”, dice un diplomático español. La irrupción en escena del venezolano Hugo Chávez, alzado contra la colonización española de 1492, el maridaje de Aznar con la Administración de Bush, el posterior divorcio de Zapatero, los cambios de Gobierno en América Latina y la creación de nuevas asociaciones regionales zarandearon el curso de varias cumbres iberoamericanas y complicaron su gestión. “¿Han servido?”, se pregunta el académico mexicano Marcos Martín. “La respuesta no es sencilla. No puede quedarse en un simple sí o en un rotundo no. La complejidad del mundo iberoamericano así lo sugiere”.