Bolivia, entre los más pobres
La Jornada
Bolivia, Ecuador y Venezuela son, en ese orden, son los tres países más pobres entre ocho países de América Latina, analizados por la fundación mexicana Ethos. Considera a Chile como el mejor situado seguido por Brasil, México, Colombia y Perú. El estudio señala que "la mayoría de los países" latinoamericanos analizados, "sigue presentando altos índices de marginación y rezago social". Define la pobreza como "una situación caracterizada por la incapacidad de satisfacer las necesidades del hogar, así como del entorno" indispensables para conducir a las personas "a un estado de bienestar de acuerdo a la realidad política, económica y social de determinada sociedad".
La clasificación final promedia la "pobreza de hogar", ponderando niveles de ingresos y educación, de acceso a agua potable y servicios sanitarios o básicos, y la "pobreza de entorno", que considera variables de salud pública, desarrollo institucional, economía, democracia, seguridad pública, medio ambiente y género. Entre las conclusiones destaca que "los países que presentan entornos institucionales endebles son los más pobres".
En realidad este informe solo reitera percepciones de otros estudios y refleja lo que los indicadores económicos y sociales incorporan a las estadísticas. Pero como todo hecho económico y social, existen muchas ópticas desde las que se puede analizar el contexto de un país o una comunidad.
Por ejemplo, tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Banco Mundial, han mejorado la calificación de solvencia de Bolivia, lo que le permite acceder a un margen más amplio de endeudamiento. Esto significa acceder a líneas de crédito que otros países no pueden alcanzar por su capacidad de generación de riqueza. Y un aumento en la riqueza, sin duda disminuye los índices de pobreza, aunque este razonamiento no sea garantía de una distribución equitativa.
De todas maneras, para nadie es un secreto que Bolivia tiene problemas profundos y que la pobreza abraza a más del 60% de la población. Pero al mismo tiempo, existen estudios de organismos internacionales como la CEPAL, BID y otros, que expresan confianza en las posibilidades que tiene nuestro país para salir adelante. Prueba de ello es que la profunda crisis global que hizo tambalear a las economías más prósperas, fue resistida por Bolivia, que logró más bien, reforzar su estabilidad. El Banco Mundial señaló que la reacción frente a la crisis de la mayoría de los gobiernos de Latinoamérica, entre ellos Bolivia, ha sido rápida y eficaz. Por ello es que muchos estudios ven en este momento posibilidades que generan mucha esperanza.
Evidentemente, quedan problemas como la pobreza, el desempleo, el excesivo endeudamiento, y especialmente las debilidades institucionales que son las que más afectan a la credibilidad del Estado. El proceso de cambio que vive el país, debe efectuar una conversión hacia la productividad. Toda la economía descansa sobre la explotación de materias primas que en el caso de Bolivia, con el gas y los minerales ha logrado equilibrar el déficit histórico que se arrastraba. Pero para lograr el crecimiento en calidad, que irradie beneficios a toda la población y se logre disminuir la pobreza, será necesario sumar a las materias primas, la mano de obra con una mayor cualificación del trabajo, una mayor competitividad, además que de una vez por todas tiene que ingresarse a la industrialización, que es la única forma de generar valor agregado a la riqueza que genera el país. El ex Presidente del BID, Enrique Iglesias, decía que "hay que innovar en el sentido de efectuar cambios de procedimientos, de estructuras empresariales, de modelos de organización, de formas de abordar el comercio internacional... En fin, un concepto global de innovación, que incluye innovar en el sistema de la gestión pública. Hay que introducir nuevos criterios para la asignación de los recursos en materia de salud o de educación. La innovación entendida como un cambio, apoyado en el conocimiento, en la manera de hacer las cosas".
Bolivia, Ecuador y Venezuela son, en ese orden, son los tres países más pobres entre ocho países de América Latina, analizados por la fundación mexicana Ethos. Considera a Chile como el mejor situado seguido por Brasil, México, Colombia y Perú. El estudio señala que "la mayoría de los países" latinoamericanos analizados, "sigue presentando altos índices de marginación y rezago social". Define la pobreza como "una situación caracterizada por la incapacidad de satisfacer las necesidades del hogar, así como del entorno" indispensables para conducir a las personas "a un estado de bienestar de acuerdo a la realidad política, económica y social de determinada sociedad".
La clasificación final promedia la "pobreza de hogar", ponderando niveles de ingresos y educación, de acceso a agua potable y servicios sanitarios o básicos, y la "pobreza de entorno", que considera variables de salud pública, desarrollo institucional, economía, democracia, seguridad pública, medio ambiente y género. Entre las conclusiones destaca que "los países que presentan entornos institucionales endebles son los más pobres".
En realidad este informe solo reitera percepciones de otros estudios y refleja lo que los indicadores económicos y sociales incorporan a las estadísticas. Pero como todo hecho económico y social, existen muchas ópticas desde las que se puede analizar el contexto de un país o una comunidad.
Por ejemplo, tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Banco Mundial, han mejorado la calificación de solvencia de Bolivia, lo que le permite acceder a un margen más amplio de endeudamiento. Esto significa acceder a líneas de crédito que otros países no pueden alcanzar por su capacidad de generación de riqueza. Y un aumento en la riqueza, sin duda disminuye los índices de pobreza, aunque este razonamiento no sea garantía de una distribución equitativa.
De todas maneras, para nadie es un secreto que Bolivia tiene problemas profundos y que la pobreza abraza a más del 60% de la población. Pero al mismo tiempo, existen estudios de organismos internacionales como la CEPAL, BID y otros, que expresan confianza en las posibilidades que tiene nuestro país para salir adelante. Prueba de ello es que la profunda crisis global que hizo tambalear a las economías más prósperas, fue resistida por Bolivia, que logró más bien, reforzar su estabilidad. El Banco Mundial señaló que la reacción frente a la crisis de la mayoría de los gobiernos de Latinoamérica, entre ellos Bolivia, ha sido rápida y eficaz. Por ello es que muchos estudios ven en este momento posibilidades que generan mucha esperanza.
Evidentemente, quedan problemas como la pobreza, el desempleo, el excesivo endeudamiento, y especialmente las debilidades institucionales que son las que más afectan a la credibilidad del Estado. El proceso de cambio que vive el país, debe efectuar una conversión hacia la productividad. Toda la economía descansa sobre la explotación de materias primas que en el caso de Bolivia, con el gas y los minerales ha logrado equilibrar el déficit histórico que se arrastraba. Pero para lograr el crecimiento en calidad, que irradie beneficios a toda la población y se logre disminuir la pobreza, será necesario sumar a las materias primas, la mano de obra con una mayor cualificación del trabajo, una mayor competitividad, además que de una vez por todas tiene que ingresarse a la industrialización, que es la única forma de generar valor agregado a la riqueza que genera el país. El ex Presidente del BID, Enrique Iglesias, decía que "hay que innovar en el sentido de efectuar cambios de procedimientos, de estructuras empresariales, de modelos de organización, de formas de abordar el comercio internacional... En fin, un concepto global de innovación, que incluye innovar en el sistema de la gestión pública. Hay que introducir nuevos criterios para la asignación de los recursos en materia de salud o de educación. La innovación entendida como un cambio, apoyado en el conocimiento, en la manera de hacer las cosas".