Martelly ante una gigantesca tarea tras asumir este sábado en Haití
Puerto Príncipe, Agencias
El cantante Michel Martelly juró como nuevo presidente haitiano este sábado, pese a un apagón que dejó a oscuras el edificio provisorio del Parlamento en el que se celebraba la ceremonia, y ahora tiene ante sí una gigantesca tarea, en un país pobre y destruido.
"Vamos a cambiar Haití", proclamó el 56º presidente de Haití en su discurso inaugural ante miles de personas reunidas frente al antiguo palacio presidencial, luego de haber prestado juramento en presencia de parlamentarios, de una decena de jefes de Estado y del presidente saliente, René Preval.
"Juro ante Dios y ante la nación obedecer fielmente la constitución y las leyes de la República", prometió el cantante de 50 años, con la mano derecha alzada, en el Parlamento provisional, un edificio de madera construido para la ocasión en el centro de Puerto Príncipe, destruida por un terremoto en enero de 2010.
Preval entregó la banda presidencial al presidente de la Asamblea general, maestro de ceremonias, que a su vez se lo entregó a Martelly, electo el 20 de marzo pasado, presenció un periodista de la AFP.
Al lado de su mujer Sophia y sus cuatro hijos, bajo un calor sofocante, el nuevo presidente fue aplaudido por un centenar de parlamentarios haitianos, ex ministros del equipo de Préval y miembros de delegaciones extranjeras.
Entre ellos el ministro francés de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, el ex presidente estadounidense Bill Clinton y una decena de jefes de estado extranjeros, como el de la vecina República Dominicana, Leonel Fernández.
Con su sonrisa de cantante popular, el nuevo jefe de Estado se trasladó al museo del Panteón nacional para depositar un ramo de flores en memoria de los héroes de la independencia de Haití, y más tarde asistió a una ceremonia religiosa ante las ruinas del palacio presidencial, destruido por el terremoto, a la que asistieron unos 2.500 invitados.
Miles de haitianos se congregaron ante el palacio con pancartas en honor al nuevo presidente, en las que podían leerse frases como "Viva Cabeza Calva", uno de sus apodos.
"Pueblo haitiano, ¡los espero!", dijo Martelly a la muchedumbre. "El camino hacia la victoria habrá sido largo y doloroso".
Apoyada en las rejas del palacio, Marie-Edith Saintil, de 30 años, pidió al nuevo presidente que haga todo lo posible por mejorar la vida de los haitianos.
"Estamos desempleados, tenemos hambre, nos enfrentamos a todo tipo de problemas, esperamos que haga lo que sea bueno para nosotros", declaró a la AFP.
Haití es un país pobre, de poco menos de 10 millones de habitantes -la mitad de los cuales vive con menos de 2 dólares al día- y generó atención cuando fue destruido por uno de los peores terremotos que se recuerden.
Más de 225.000 personas murieron, y una de cada siete quedó sin hogar tras el sismo, que empeoró la situación de un país que ya era el más pobre de América.
Dieciséis meses después, el ritmo de la reconstrucción es dolorosamente lento para cientos de miles de traumatizados sobrevivientes, que perdieron todo y subsisten en improvisadas ciudades campamento alrededor de la capital, que sigue en ruinas.
Además, el sorpresivo retorno en enero del ex dictador Jean Claude "Baby Doc" Duvalier tras 25 años de exilio y el del primer presidente haitiano electo democráticamente, Jean Bertrand Aristide, en enero, reabrió viejas heridas.
Este es el contexto en el que asumió Martelly --un ex cantante de carnaval de 50 años de edad, políticamente novato-- tras ganar inesperadamente una campaña en la que prometió romper con el violento pasado de Haití.
"Por primera vez en la historia de Haití, un presidente democráticamente electo" le pasa la banda presidencial "a otro presidente democráticamente electo de la oposición", se congratuló Edmond Mulet, jefe de la misión de estabilización de la ONU en Haití (Minustah), desplegada desde 2004.
"Una de las grandes tareas inmediatas del nuevo gobierno será reenseñar a los haitianos a vivir juntos", analizó el novelista Jean-Claude Fignolé, alcalde de un poblado de pescadores en el suroeste de Haití, haciendo alusión a la violencia que continúa en algunas regiones.
El cantante Michel Martelly juró como nuevo presidente haitiano este sábado, pese a un apagón que dejó a oscuras el edificio provisorio del Parlamento en el que se celebraba la ceremonia, y ahora tiene ante sí una gigantesca tarea, en un país pobre y destruido.
"Vamos a cambiar Haití", proclamó el 56º presidente de Haití en su discurso inaugural ante miles de personas reunidas frente al antiguo palacio presidencial, luego de haber prestado juramento en presencia de parlamentarios, de una decena de jefes de Estado y del presidente saliente, René Preval.
"Juro ante Dios y ante la nación obedecer fielmente la constitución y las leyes de la República", prometió el cantante de 50 años, con la mano derecha alzada, en el Parlamento provisional, un edificio de madera construido para la ocasión en el centro de Puerto Príncipe, destruida por un terremoto en enero de 2010.
Preval entregó la banda presidencial al presidente de la Asamblea general, maestro de ceremonias, que a su vez se lo entregó a Martelly, electo el 20 de marzo pasado, presenció un periodista de la AFP.
Al lado de su mujer Sophia y sus cuatro hijos, bajo un calor sofocante, el nuevo presidente fue aplaudido por un centenar de parlamentarios haitianos, ex ministros del equipo de Préval y miembros de delegaciones extranjeras.
Entre ellos el ministro francés de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, el ex presidente estadounidense Bill Clinton y una decena de jefes de estado extranjeros, como el de la vecina República Dominicana, Leonel Fernández.
Con su sonrisa de cantante popular, el nuevo jefe de Estado se trasladó al museo del Panteón nacional para depositar un ramo de flores en memoria de los héroes de la independencia de Haití, y más tarde asistió a una ceremonia religiosa ante las ruinas del palacio presidencial, destruido por el terremoto, a la que asistieron unos 2.500 invitados.
Miles de haitianos se congregaron ante el palacio con pancartas en honor al nuevo presidente, en las que podían leerse frases como "Viva Cabeza Calva", uno de sus apodos.
"Pueblo haitiano, ¡los espero!", dijo Martelly a la muchedumbre. "El camino hacia la victoria habrá sido largo y doloroso".
Apoyada en las rejas del palacio, Marie-Edith Saintil, de 30 años, pidió al nuevo presidente que haga todo lo posible por mejorar la vida de los haitianos.
"Estamos desempleados, tenemos hambre, nos enfrentamos a todo tipo de problemas, esperamos que haga lo que sea bueno para nosotros", declaró a la AFP.
Haití es un país pobre, de poco menos de 10 millones de habitantes -la mitad de los cuales vive con menos de 2 dólares al día- y generó atención cuando fue destruido por uno de los peores terremotos que se recuerden.
Más de 225.000 personas murieron, y una de cada siete quedó sin hogar tras el sismo, que empeoró la situación de un país que ya era el más pobre de América.
Dieciséis meses después, el ritmo de la reconstrucción es dolorosamente lento para cientos de miles de traumatizados sobrevivientes, que perdieron todo y subsisten en improvisadas ciudades campamento alrededor de la capital, que sigue en ruinas.
Además, el sorpresivo retorno en enero del ex dictador Jean Claude "Baby Doc" Duvalier tras 25 años de exilio y el del primer presidente haitiano electo democráticamente, Jean Bertrand Aristide, en enero, reabrió viejas heridas.
Este es el contexto en el que asumió Martelly --un ex cantante de carnaval de 50 años de edad, políticamente novato-- tras ganar inesperadamente una campaña en la que prometió romper con el violento pasado de Haití.
"Por primera vez en la historia de Haití, un presidente democráticamente electo" le pasa la banda presidencial "a otro presidente democráticamente electo de la oposición", se congratuló Edmond Mulet, jefe de la misión de estabilización de la ONU en Haití (Minustah), desplegada desde 2004.
"Una de las grandes tareas inmediatas del nuevo gobierno será reenseñar a los haitianos a vivir juntos", analizó el novelista Jean-Claude Fignolé, alcalde de un poblado de pescadores en el suroeste de Haití, haciendo alusión a la violencia que continúa en algunas regiones.