La banca pasa al ataque en Davos con una ofensiva contra la regulación
Madrid, El País
Richard Fuld, ex presidente del ex banco Lehman Brothers, pasó por el Congreso de EE UU hace unos meses para explicar la debacle de esa entidad sin una sola disculpa. Sir Fred Goodwin, primer responsable del cataclismo y posterior rescate del Royal Bank of Scotland -más de 300.000 millones de euros-, reclamó tras su cese una pensión escandalosa sin musitar nada parecido a un mea culpa. Fuld y Goodwin eran habituales en Davos, como la mayoría de los ejecutivos cuyos bancos fueron salvados de la quema con dinero público en todo el Atlántico Norte y que han cambiado sus cargos y sus visitas a la estación de esquí suiza por el golf y una jubilación dorada. Sus sustitutos llevaban un par de años sin aparecer por Davos, o con un perfil sospechosamente bajo: la ira popular -y no tan popular: Obama llegó a llamarles "irresponsables"- desaconsejaba los alardes de Wall Street y compañía. Pero la recuperación ha vuelto, y con ella los beneficios de los bancos. La prueba de que la crisis empieza a mirarse por el retrovisor es que la banca ha vuelto al ataque en Davos. Con toda la artillería.
Goldman Sachs, JP Morgan, UBS, Citigroup. Los primeros espadas de los grandes bancos del mundo llevan toda la semana en Davos avisando de que una excesiva regulación financiera puede ser perjudicial para el crecimiento. En público y preferentemente en privado aseguran que las normas de Basilea III -que les exigen más capital- y la esperada reforma que lidera el G-20 pueden acabar restringiendo la concesión de créditos. Y advierten incluso de que la regulación en el corazón del sistema -los países avanzados- conducirá a un crecimiento de la banca en la sombra y de las entidades menos reguladas, como los fondos de alto riesgo. El más directo fue Jamie Diamond, de JP Morgan: "La nueva regulación elevará el coste del crédito para consumidores y empresas". "El riesgo se transferirá de las áreas reguladas a otras más opacas", abundó Gary Cohn, de Goldman Sachs.
A las andanadas en público, Davos añade un componente más oscuro. Capitaneados por Bob Diamond, de Barclays, los grandes bancos se reunieron ayer en privado para tratar de fijar una estrategia conjunta. Al final, la reunión -a la que se presentó el secretario del Tesoro de EE UU, Tim Geithner- trascendió, y se acabó conociendo incluso el programa: la inevitable regulación financiera, los problemas de deuda soberana y las innovaciones financieras.
La tensión está ahí: unas horas antes, Dimon se había enfrentado al presidente francés, Nicolas Sarkozy, que a través de la presidencia del G-20 ha avanzado sus propuestas de imponer una tasa a las transacciones financieras y de reformar tanto el mercado de materias primas como el conjunto del sector financiero, en línea con el empujón regulatorio que parecía derivarse de las cumbres de Londres, Pittsburgh y Toronto y que ha acabado -por el momento- en agua de borrajas. "Ese estribillo constante que consiste en culpar a los banqueros, banqueros y más banqueros es improductivo e injusto", atacó Dimon. "El mundo ha pagado con decenas de millones de desempleados", replicó Sarkozy.
Eso fue el miércoles, pero el debate prosiguió ayer. La canciller alemana, Angela Merkel, terció en esa polémica con un apoyo inequívoco a Sarkozy: "La regulación es necesaria y las empresas
no deben luchar en su contra". Ese pulso entre reguladores y bancos no ha acabado. El sector financiero ha organizado hoy una nueva reunión, esta vez con los reguladores europeos y estadounidenses, con la participación de Santander y BBVA: Ana Patricia Botón y Francisco González se dejaron ver ayer por el Foro Económico Mundial. Pero la estrategia ya es evidente: frente a quienes piden más regulación, la banca reclama a los Gobiernos europeos y norteamericano que se centren en resolver los problemas de la deuda soberana, "el mayor riesgo potencial para Europa, pero no solo para Europa: para todo el mundo", explicó ayer Dimon.
El economista del MIT Simon Johnson aseguró a este periódico que es una "tristísima ironía" que los bancos "que han recibido el rescate con dinero público más generoso de la historia desvíen la atención con desinformaciones interesadas hacia los problemas con la deuda pública que han contribuido a crear". "La proliferación de bancos que no eran bancos, el uso omnipresente de derivados más con el fin de incrementar que de limitar el riesgo, el uso de vehículos fuera de balance y en general toda esa cultura de casino fue consecuencia de la desregulación. Resulta sencillamente increíble que de nuevo los banqueros quieran saltarse directamente las reglas, o eviten que la necesaria regulación se imponga", cerró Johnson, ex economista jefe del FMI, frente a una taza humeante en una cafetería de Davos.
Richard Fuld, ex presidente del ex banco Lehman Brothers, pasó por el Congreso de EE UU hace unos meses para explicar la debacle de esa entidad sin una sola disculpa. Sir Fred Goodwin, primer responsable del cataclismo y posterior rescate del Royal Bank of Scotland -más de 300.000 millones de euros-, reclamó tras su cese una pensión escandalosa sin musitar nada parecido a un mea culpa. Fuld y Goodwin eran habituales en Davos, como la mayoría de los ejecutivos cuyos bancos fueron salvados de la quema con dinero público en todo el Atlántico Norte y que han cambiado sus cargos y sus visitas a la estación de esquí suiza por el golf y una jubilación dorada. Sus sustitutos llevaban un par de años sin aparecer por Davos, o con un perfil sospechosamente bajo: la ira popular -y no tan popular: Obama llegó a llamarles "irresponsables"- desaconsejaba los alardes de Wall Street y compañía. Pero la recuperación ha vuelto, y con ella los beneficios de los bancos. La prueba de que la crisis empieza a mirarse por el retrovisor es que la banca ha vuelto al ataque en Davos. Con toda la artillería.
Goldman Sachs, JP Morgan, UBS, Citigroup. Los primeros espadas de los grandes bancos del mundo llevan toda la semana en Davos avisando de que una excesiva regulación financiera puede ser perjudicial para el crecimiento. En público y preferentemente en privado aseguran que las normas de Basilea III -que les exigen más capital- y la esperada reforma que lidera el G-20 pueden acabar restringiendo la concesión de créditos. Y advierten incluso de que la regulación en el corazón del sistema -los países avanzados- conducirá a un crecimiento de la banca en la sombra y de las entidades menos reguladas, como los fondos de alto riesgo. El más directo fue Jamie Diamond, de JP Morgan: "La nueva regulación elevará el coste del crédito para consumidores y empresas". "El riesgo se transferirá de las áreas reguladas a otras más opacas", abundó Gary Cohn, de Goldman Sachs.
A las andanadas en público, Davos añade un componente más oscuro. Capitaneados por Bob Diamond, de Barclays, los grandes bancos se reunieron ayer en privado para tratar de fijar una estrategia conjunta. Al final, la reunión -a la que se presentó el secretario del Tesoro de EE UU, Tim Geithner- trascendió, y se acabó conociendo incluso el programa: la inevitable regulación financiera, los problemas de deuda soberana y las innovaciones financieras.
La tensión está ahí: unas horas antes, Dimon se había enfrentado al presidente francés, Nicolas Sarkozy, que a través de la presidencia del G-20 ha avanzado sus propuestas de imponer una tasa a las transacciones financieras y de reformar tanto el mercado de materias primas como el conjunto del sector financiero, en línea con el empujón regulatorio que parecía derivarse de las cumbres de Londres, Pittsburgh y Toronto y que ha acabado -por el momento- en agua de borrajas. "Ese estribillo constante que consiste en culpar a los banqueros, banqueros y más banqueros es improductivo e injusto", atacó Dimon. "El mundo ha pagado con decenas de millones de desempleados", replicó Sarkozy.
Eso fue el miércoles, pero el debate prosiguió ayer. La canciller alemana, Angela Merkel, terció en esa polémica con un apoyo inequívoco a Sarkozy: "La regulación es necesaria y las empresas
no deben luchar en su contra". Ese pulso entre reguladores y bancos no ha acabado. El sector financiero ha organizado hoy una nueva reunión, esta vez con los reguladores europeos y estadounidenses, con la participación de Santander y BBVA: Ana Patricia Botón y Francisco González se dejaron ver ayer por el Foro Económico Mundial. Pero la estrategia ya es evidente: frente a quienes piden más regulación, la banca reclama a los Gobiernos europeos y norteamericano que se centren en resolver los problemas de la deuda soberana, "el mayor riesgo potencial para Europa, pero no solo para Europa: para todo el mundo", explicó ayer Dimon.
El economista del MIT Simon Johnson aseguró a este periódico que es una "tristísima ironía" que los bancos "que han recibido el rescate con dinero público más generoso de la historia desvíen la atención con desinformaciones interesadas hacia los problemas con la deuda pública que han contribuido a crear". "La proliferación de bancos que no eran bancos, el uso omnipresente de derivados más con el fin de incrementar que de limitar el riesgo, el uso de vehículos fuera de balance y en general toda esa cultura de casino fue consecuencia de la desregulación. Resulta sencillamente increíble que de nuevo los banqueros quieran saltarse directamente las reglas, o eviten que la necesaria regulación se imponga", cerró Johnson, ex economista jefe del FMI, frente a una taza humeante en una cafetería de Davos.