La OTAN aprobó un plan secreto de defensa de los países bálticos

Madrid, El País
"El día 22 de enero, el Comité Militar de la OTAN acordó extender Eagle Guardian, el plan de contingencia para la defensa de Polonia, para incluir también la defensa de Estonia, Letonia y Lituania". Con estas líneas, la Misión estadounidense ante la OTAN comunicó a Washington el epílogo secreto de un pulso que causó serias fricciones entre los aliados y que ha afectado significativamente las relaciones entre Occidente y Rusia en el último lustro.

La decisión fue el resultado final de un largo proceso de presiones y vetos mantenidos en el más estricto secreto, en el que los países bálticos insistían en pedir un plan específico de defensa de la OTAN, mientras el propio secretario general de la Alianza, el danés Anders Fogh Rasmussen, y varios aliados europeos mantenían su negativa a dar un paso que habría vuelto a considerar a Rusia como una amenaza en un momento de acercamiento entre Washington y Moscú.

A raíz de la guerra de Georgia de agosto de 2008, en la que Moscú demostró que no le temblaba el pulso a la hora de enviar a sus soldados más allá de sus fronteras y las repetidas declaraciones del Kremlin asegurando que usaría la fuerza militar para defender a sus ciudadanos en el extranjero, se desató una ola de miedo en los países bálticos, que nunca han olvidado el medio siglo de ocupación por parte de la URSS. Estonia, Letonia y Lituania sienten aún muy frescas las heridas de las invasiones nazi y soviética que diezmó sus poblaciones -la comunidad judía de Lituania fue masacrada- y dos décadas después de volver a ser repúblicas independientes siguen sin resolver el problema de la integración de sus minorías rusas, que superan el 20% de sus poblaciones. Estonia, además, fue objetivo en 2007 de un ciberataque lanzado por Moscú.

Garantía de protección

Los nuevos temores a una agresión rusa llevan a las tres capitales bálticas a exigir a la OTAN una garantía de protección basada en el artículo 5 de la Alianza, que establece la defensa mutua entre los aliados, y a considerar que los acuerdos bilaterales con Estados Unidos no son suficientes. Esta presión plantea un grave dilema para la OTAN: ¿tranquilizar a las repúblicas bálticas y, por tanto, ampliar los planes de defensa a costa de irritar al Kremlin? ¿O apaciguar las relaciones con Rusia, tan importantes para el abastecimiento energético de Europa, la estabilización de Afganistán, el éxito del cerco a Irán, la lucha contra el terrorismo o el desarme nuclear?

La correspondencia de las embajadas estadounidenses en Tallin, Riga y Vilna con Washington ofrece un relato preciso de la evolución de los acontecimientos, que los diplomáticos se esfuerzan especialmente en mantener secretos para no encolerizar a Moscú ni provocar tensiones entre los países aliados. Un cable calificado de secreto de la misión de EE UU en la OTAN de octubre del año pasado recuerda que desde 1997 la Alianza "no considera a Rusia un adversario" y que cualquier sugerencia en ese sentido o una vuelta a la guerra fría sería rechazada por algunos aliados como Alemania.

La Administración de Obama se inclina por satisfacer la petición de los bálticos, pero asume una actitud extremadamente cauta. De hecho, el comandante aliado supremo, el estadounidense James Stavridis, había empezado ya a desarrollar una "planificación prudente", a puerta cerrada en sus cuarteles generales. Sin embargo, la ministra de Defensa lituana, Rasa Jukneviciene, comenta al embajador norteamericano en la OTAN, Ivo Daalder, que algunos líderes de la Alianza, en concreto cita al secretario general Rasmussen y a Javier Solana, siguen arrastrando los pies.

Debate en el seno de la Alianza

Pese a todo, los aliados empiezan a buscar alternativas y significativamente es el Gobierno alemán quien sugiere la solución que será adoptada al final: la extensión del plan existente para Polonia. Eso evitará formalmente volver a definir Rusia como amenaza. El debate en el seno de la Alianza avanza hacia finales de 2009, pero EE UU sigue titubeando y los pasos dados no apaciguan la inquietud de los bálticos. El 2 de diciembre de 2009, el embajador Daalder escribe a Washington pidiendo que se tome con urgencia una decisión definitiva. Estados Unidos se arriesga, escribe, a "perder la capacidad de influir y plasmar este debate si no se toma una decisión firme antes de esas reuniones". Los países bálticos y Polonia tienen previsto reunirse el día 16. El almirante Stavridis también tiene que verse con el presidente del Comité Militar de la Alianza, el día 10.

El 15 de diciembre hay por fin fumata blanca. Un cable secreto de la Secretaría de Estado estadounidense fechado ese día informa de que se ha decidido que el plan de defensa Eagle Guardian para Polonia se amplíe a las tres repúblicas bálticas. El despacho insiste en exigir a los diplomáticos implicados en el plan la máxima discreción y enumera los riesgos de que se haga público. "Minaría su valor militar dando la oportunidad de observar el proceso de planificación de la OTAN, lo que debilita la seguridad de todos los aliados". También, continúa el cable, "haría mucho más difícil para algunos aliados apoyar la revisión del Eagle Guardian, creando divisiones en el seno de la Alianza" y "probablemente conduciría a un innecesario incremento de las tensiones entre Rusia y la OTAN, algo que debemos evitar".

El cable también aconseja a los diplomáticos cómo esquivar las preguntas de la prensa con lugares comunes como "la OTAN no discute planes específicos" o "la Alianza está constantemente revisando sus planes" ante "futuras contingencias que no están dirigidas contra ningún país".

Los países bálticos reciben con satisfacción el acuerdo calificado de "regalo de Navidad anticipado" por la diplomacia estonia, y Polonia acepta la solución con la única reserva de que no demore su propio plan. Al final, el Comité Militar de la OTAN aprueba la decisión el 22 de enero, que se ha mantenido secreta hasta hoy.

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