Las colonias: el tercer mundo de EE.UU.
Marcia Facundo, BBC Mundo, Texas
En una ardiente tarde de verano, una mujer llena una cubeta con el agua que sale de un grifo improvisado en un patio. Luego entra a una casucha para bañar a sus hijos. A pocos metros, dentro de otra maltrecha vivienda, hay cinco niños solos con el hambre en la mirada, esperando a su madre que salió a trabajar.
Son escenas de una "colonia" en el condado de Hidalgo, Texas, en Estados Unidos, pero la extrema pobreza de estas comunidades transporta al espectador a un barrio marginado de cualquier país en desarrollo.
En el Valle del Río Bravo, situado a unos 500 kilómetros de San Antonio, en el sur de Texas, se encuentran lo que expertos han calificado como "el tercer mundo de EE.UU."; cientos de barrios de tugurios, aislados de las ciudades y habitados principalmente por inmigrantes indocumentados, en su vasta mayoría provenientes de México.
Estas comunidades pueden encontrarse en EE.UU. a lo largo de toda la frontera con México, pero el sur de Texas cuenta con el mayor número de colonias, en las que se calcula viven más de 400.000 personas, según cifras del propio estado.
Sólo en el condado de Hidalgo existen más de 1.000 colonias con decenas de viviendas edificadas sobre tierra sin valor agrícola y que fue vendida a inmigrantes pobres.
Los expertos aseguran que ante el incremento de la violencia a causa del narcotráfico en México, ha aumentado también la población en las colonias con la llegada de mexicanos que huyen de su país por la falta de seguridad. Pero activistas locales afirman que la mayoría de los que ha cruzado el Río Bravo en los últimos años para residir en estas comunidades lo hacen para escapar de la situación económica del otro lado de la frontera.
"Tiene mucho que ver con lo que está ocurriendo en la frontera, pero ellos también vienen en busca de una mejor vida", afirmó Marlene Chávez, coordinadora de la organización Texas Rio Grande Legal Aid, que presta orientación legal a los pobladores de las colonias.
Estos barrios están aislados de las áreas urbanas, por lo que sus residentes no cuentan con acceso al agua potable, alcantarillado sanitario o a la electricidad. Muchos no tienen servicios de asistencia médica, escuelas, o áreas de recreación comunitarias.
Bajo el argumento de que no están incorporadas a ninguna ciudad, durante décadas las autoridades se han hecho de la vista gorda ante la precaria situación en que se vive en las colonias.
Parra vive con su esposo Alberto y sus siete hijos en una chabola. El patio es amplio y a pesar de los desechos, muebles viejos y juguetes rotos tirados en el patio, varios niños juegan al fútbol y las niñas corretean por el frente de la destartalada vivienda.
Su marido, un indocumentado, trabaja temporalmente en la construcción y la familia lucha para lograr pagar todos los meses los US$311.00 del préstamo del solar.
"Es difícil porque hay semanas que (su marido) se las pasa sin trabajar ningún día y ahí es cuando nos la vemos bien difícil pues no hay dinero. No hay para pagar los 'biles' (las cuentas), nos atrasamos con los pagos de la casa, del solar y es duro", indicó Parra.
Colonias similares a la en que vive Parra empezaron a constituirse a lo largo de la frontera estadounidense con México desde la década de 1950, cuando se crearon subdivisiones no incorporadas en terrenos que no tenían valor agrícola.
La tierra fue dividida en pequeñas parcelas con poca o ninguna infraestructura y fue vendida a inmigrantes mexicanos de bajos ingresos que buscaban viviendas asequibles.
Pero en los últimos años el fenómeno se ha multiplicado ante la llegada de cientos de mexicanos de escasos recursos.
Falta de ingresos
"La base del problema (en las colonias) siempre es la falta de ingresos", indicó Armando Garza, comisionado de San Juan, ciudad que también pertenece al condado de Hidalgo.
"Los residentes no tienen la manera de buscar esos ingresos necesarios para vivir como vive la otra parte de la comunidad", agregó Garza, quien también es activista de la organización Proyecto Azteca que ayuda a los habitantes de las colonias a mejorar sus viviendas.
Al igual que Garza, activistas comunitarios insisten que históricamente ni el gobierno federal, ni el estado de Texas y mucho menos los condados locales han prestado atención a la precaria situación que se vive en las colonias.
Pero René A. Ramírez, juez (alcalde) del Condado de Hidalgo, asegura lo contrario.
"Existen diversos programas que están disponibles (para las colonias) y que proporcionan algún tipo de asistencia", aseguró el funcionario.
Sin embargo, señaló que "aunque se han dedicado recursos en años recientes a mejorar la infraestructura y rehabilitación de las viviendas, las necesidades superan con creces los fondos disponibles para satisfacer esas necesidades".
Para Armando Garza los tres principales problemas que enfrentan sus residentes son: acceso a servicios como agua y luz, el desagüe y poder construir casas estables y seguras.
Según el activista, la forma de superar esas dificultades es mediante el esfuerzo propio de los habitantes de las colonias junto a la atención debida de las autoridades locales y federales.
"Ellos (los residentes) tienen que hacer su propio esfuerzo", agregó. "Pero el gobierno debe involucrarse en un esfuerzo de corregir muchos de los problemas de las colonias".
En una ardiente tarde de verano, una mujer llena una cubeta con el agua que sale de un grifo improvisado en un patio. Luego entra a una casucha para bañar a sus hijos. A pocos metros, dentro de otra maltrecha vivienda, hay cinco niños solos con el hambre en la mirada, esperando a su madre que salió a trabajar.
Son escenas de una "colonia" en el condado de Hidalgo, Texas, en Estados Unidos, pero la extrema pobreza de estas comunidades transporta al espectador a un barrio marginado de cualquier país en desarrollo.
En el Valle del Río Bravo, situado a unos 500 kilómetros de San Antonio, en el sur de Texas, se encuentran lo que expertos han calificado como "el tercer mundo de EE.UU."; cientos de barrios de tugurios, aislados de las ciudades y habitados principalmente por inmigrantes indocumentados, en su vasta mayoría provenientes de México.
Estas comunidades pueden encontrarse en EE.UU. a lo largo de toda la frontera con México, pero el sur de Texas cuenta con el mayor número de colonias, en las que se calcula viven más de 400.000 personas, según cifras del propio estado.
Sólo en el condado de Hidalgo existen más de 1.000 colonias con decenas de viviendas edificadas sobre tierra sin valor agrícola y que fue vendida a inmigrantes pobres.
Los expertos aseguran que ante el incremento de la violencia a causa del narcotráfico en México, ha aumentado también la población en las colonias con la llegada de mexicanos que huyen de su país por la falta de seguridad. Pero activistas locales afirman que la mayoría de los que ha cruzado el Río Bravo en los últimos años para residir en estas comunidades lo hacen para escapar de la situación económica del otro lado de la frontera.
"Tiene mucho que ver con lo que está ocurriendo en la frontera, pero ellos también vienen en busca de una mejor vida", afirmó Marlene Chávez, coordinadora de la organización Texas Rio Grande Legal Aid, que presta orientación legal a los pobladores de las colonias.
Estos barrios están aislados de las áreas urbanas, por lo que sus residentes no cuentan con acceso al agua potable, alcantarillado sanitario o a la electricidad. Muchos no tienen servicios de asistencia médica, escuelas, o áreas de recreación comunitarias.
Bajo el argumento de que no están incorporadas a ninguna ciudad, durante décadas las autoridades se han hecho de la vista gorda ante la precaria situación en que se vive en las colonias.
Parra vive con su esposo Alberto y sus siete hijos en una chabola. El patio es amplio y a pesar de los desechos, muebles viejos y juguetes rotos tirados en el patio, varios niños juegan al fútbol y las niñas corretean por el frente de la destartalada vivienda.
Su marido, un indocumentado, trabaja temporalmente en la construcción y la familia lucha para lograr pagar todos los meses los US$311.00 del préstamo del solar.
"Es difícil porque hay semanas que (su marido) se las pasa sin trabajar ningún día y ahí es cuando nos la vemos bien difícil pues no hay dinero. No hay para pagar los 'biles' (las cuentas), nos atrasamos con los pagos de la casa, del solar y es duro", indicó Parra.
Colonias similares a la en que vive Parra empezaron a constituirse a lo largo de la frontera estadounidense con México desde la década de 1950, cuando se crearon subdivisiones no incorporadas en terrenos que no tenían valor agrícola.
La tierra fue dividida en pequeñas parcelas con poca o ninguna infraestructura y fue vendida a inmigrantes mexicanos de bajos ingresos que buscaban viviendas asequibles.
Pero en los últimos años el fenómeno se ha multiplicado ante la llegada de cientos de mexicanos de escasos recursos.
Falta de ingresos
"La base del problema (en las colonias) siempre es la falta de ingresos", indicó Armando Garza, comisionado de San Juan, ciudad que también pertenece al condado de Hidalgo.
"Los residentes no tienen la manera de buscar esos ingresos necesarios para vivir como vive la otra parte de la comunidad", agregó Garza, quien también es activista de la organización Proyecto Azteca que ayuda a los habitantes de las colonias a mejorar sus viviendas.
Al igual que Garza, activistas comunitarios insisten que históricamente ni el gobierno federal, ni el estado de Texas y mucho menos los condados locales han prestado atención a la precaria situación que se vive en las colonias.
Pero René A. Ramírez, juez (alcalde) del Condado de Hidalgo, asegura lo contrario.
"Existen diversos programas que están disponibles (para las colonias) y que proporcionan algún tipo de asistencia", aseguró el funcionario.
Sin embargo, señaló que "aunque se han dedicado recursos en años recientes a mejorar la infraestructura y rehabilitación de las viviendas, las necesidades superan con creces los fondos disponibles para satisfacer esas necesidades".
Para Armando Garza los tres principales problemas que enfrentan sus residentes son: acceso a servicios como agua y luz, el desagüe y poder construir casas estables y seguras.
Según el activista, la forma de superar esas dificultades es mediante el esfuerzo propio de los habitantes de las colonias junto a la atención debida de las autoridades locales y federales.
"Ellos (los residentes) tienen que hacer su propio esfuerzo", agregó. "Pero el gobierno debe involucrarse en un esfuerzo de corregir muchos de los problemas de las colonias".