Kenia afianza su democracia tras aprobar una nueva Constitución
M. Paone, Madrid, El País
Casi medio siglo después de su independencia, Kenia tiene una nueva constitución. Los resultados definitivos del referéndum de aprobación del nuevo texto dan al sí el 67,25% de apoyo. El frente del no ha reconocido la derrota. Pero el día después del primer voto a escala nacional, después de las presidenciales de diciembre de 2007, lo que la principal economía del este de África celebra es haber superado la prueba de fuego que la consulta suponía.
"Kenia tiene una nueva constitución y ha enterrado los demonios del voto", titulaba hoy el Daily Nation, el principal diario del país. No era para menos. La manera en que se vivió la jornada electoral y la actitud mantenida hasta el momento por todos los frentes han cancelado los temores de la víspera: los kenianos han mantenido de momento la promesa del "nunca más" al que se comprometieron hace más de dos años y medio tras las violencias electorales que tiñeron de sangre las elecciones presidenciales con más 1.300 muertos.
"Acabo de volver de Kibera y la situación allí es muy tranquila. Por otra parte no habría razón de enfrentamientos: aquí todo el mundo votó sí", comenta el padre Renato Kizito Sesana, misionero comboniano que lleva más de 22 años en el país. La sede principal de su misión dista solo unos kilómetros de Kibera, el mayor poblado de chabolas de África y un termómetro de las tensiones sociales, ya que desde ahí siempre han empezado las protestas violentas. "Los ciudadanos en Nairobi han vivido el día de la votación tranquilamente. Todas las personas con la que hemos hablado no tenían problemas en declarar que había votado para el sí. Creo que en Nairobi, si se confirman el dato ha votado por el sí el 80% de la población", cuenta en conversación telefónica desde la capital keniana.
La mayoría de las regiones se han declinado a favor de la nueva Constitución, que modifica profundamente la arquitectura institucional hacia una mayor distribución el poder entre la presidencia, el parlamento y los poderes regionales, con el objetivo de superar las divisiones tribales que desde la independencia de Reino Unido, obtenida en 1963, han asolado al país. "Es nuestro mayor avance y una victoria para los kenianos que han luchado contra la resistencia y las manipulaciones de la clase política y muerto por ello", comenta Maina Kiai, jurista y ex presidente de la Comisión Nacional de Kenya para los Derechos humanos.
Donde ha ganado masivamente el "no" es en Rift Valley, que ocupa gran parte del oeste de Kenya y que fue el principal teatro de la violencia que se desató entre finales de 2007 y principios de 2008, tras la victoria disputada entre el presidente Mwai Kibaki y su rival y ahora primer ministro, Raila Odinga. "El hecho de que en Rift Valley hayan votado masivamente por el no, puede ser peligroso. Es como si la región haya querido quedarse fuera de la nueva constitución", dice Kizito. En la región vive la etnia Kalenjin, a la que pertenece el ex presidente Daniel Arap Moi que gobernó Kenia durante 24 años bajo un sistema de partido único y que ha liderado la oposición a la nueva Constitución.
Varios analistas atribuyen la posición de Moi al temor de que con la nueva Constitución se aplique la revisión de la propiedad de las tierras adquiridas ilegalmente después de la independencia. El ex mandatario está acusado de haber beneficiado a su propio grupo étnico durante su presidencia. "En Kenia el pertenecer a una comunidad étnica tiene mucha importancia. La cosa puede parecer chocante para un europeo, si bien luego hacemos nuestras barbaridades, pero es así. Si en Rift Valley han votado por el no es porque Moi lo dijo", explica Kizito quien, por otro lado, no cree que la oposición de Moi y la del ministro para la Educación superior, William Ruto ¬-otro líder de la oposición a la reforma- se deba a la cuestión de las tierras. Por una razón sencilla: "Me temo que en este punto en concreto ninguna de las grandes familias al poder, los Moi, los Kibaki o los Odinga, tiene interés en que haya cambios ya que todos adquirieron propiedades de forma ilegal o de manera discutible. Creo que hasta que no cambie esta generación de políticos no van a cambiar muchas cosas".
En general, para este misionero de 65 años, el éxito de la nueva Constitución solo se medirá cuando se pongan en marcha las leyes de aplicación. Si se le pregunta qué opina de la visión que circula en los medios occidentales de que se trata de un gran cambio para el país africano, contesta: "Potencialmente lo es. Dependerá de cómo se desarrollarán las próximas elecciones y de si habrá un cambio generacional". Kiai, en general más optimista, reconoce que todavía queda mucho trabajo por hacer: "La Consitución hasta el momento es solo papel. Ahora habrá que darle vida".
Casi medio siglo después de su independencia, Kenia tiene una nueva constitución. Los resultados definitivos del referéndum de aprobación del nuevo texto dan al sí el 67,25% de apoyo. El frente del no ha reconocido la derrota. Pero el día después del primer voto a escala nacional, después de las presidenciales de diciembre de 2007, lo que la principal economía del este de África celebra es haber superado la prueba de fuego que la consulta suponía.
"Kenia tiene una nueva constitución y ha enterrado los demonios del voto", titulaba hoy el Daily Nation, el principal diario del país. No era para menos. La manera en que se vivió la jornada electoral y la actitud mantenida hasta el momento por todos los frentes han cancelado los temores de la víspera: los kenianos han mantenido de momento la promesa del "nunca más" al que se comprometieron hace más de dos años y medio tras las violencias electorales que tiñeron de sangre las elecciones presidenciales con más 1.300 muertos.
"Acabo de volver de Kibera y la situación allí es muy tranquila. Por otra parte no habría razón de enfrentamientos: aquí todo el mundo votó sí", comenta el padre Renato Kizito Sesana, misionero comboniano que lleva más de 22 años en el país. La sede principal de su misión dista solo unos kilómetros de Kibera, el mayor poblado de chabolas de África y un termómetro de las tensiones sociales, ya que desde ahí siempre han empezado las protestas violentas. "Los ciudadanos en Nairobi han vivido el día de la votación tranquilamente. Todas las personas con la que hemos hablado no tenían problemas en declarar que había votado para el sí. Creo que en Nairobi, si se confirman el dato ha votado por el sí el 80% de la población", cuenta en conversación telefónica desde la capital keniana.
La mayoría de las regiones se han declinado a favor de la nueva Constitución, que modifica profundamente la arquitectura institucional hacia una mayor distribución el poder entre la presidencia, el parlamento y los poderes regionales, con el objetivo de superar las divisiones tribales que desde la independencia de Reino Unido, obtenida en 1963, han asolado al país. "Es nuestro mayor avance y una victoria para los kenianos que han luchado contra la resistencia y las manipulaciones de la clase política y muerto por ello", comenta Maina Kiai, jurista y ex presidente de la Comisión Nacional de Kenya para los Derechos humanos.
Donde ha ganado masivamente el "no" es en Rift Valley, que ocupa gran parte del oeste de Kenya y que fue el principal teatro de la violencia que se desató entre finales de 2007 y principios de 2008, tras la victoria disputada entre el presidente Mwai Kibaki y su rival y ahora primer ministro, Raila Odinga. "El hecho de que en Rift Valley hayan votado masivamente por el no, puede ser peligroso. Es como si la región haya querido quedarse fuera de la nueva constitución", dice Kizito. En la región vive la etnia Kalenjin, a la que pertenece el ex presidente Daniel Arap Moi que gobernó Kenia durante 24 años bajo un sistema de partido único y que ha liderado la oposición a la nueva Constitución.
Varios analistas atribuyen la posición de Moi al temor de que con la nueva Constitución se aplique la revisión de la propiedad de las tierras adquiridas ilegalmente después de la independencia. El ex mandatario está acusado de haber beneficiado a su propio grupo étnico durante su presidencia. "En Kenia el pertenecer a una comunidad étnica tiene mucha importancia. La cosa puede parecer chocante para un europeo, si bien luego hacemos nuestras barbaridades, pero es así. Si en Rift Valley han votado por el no es porque Moi lo dijo", explica Kizito quien, por otro lado, no cree que la oposición de Moi y la del ministro para la Educación superior, William Ruto ¬-otro líder de la oposición a la reforma- se deba a la cuestión de las tierras. Por una razón sencilla: "Me temo que en este punto en concreto ninguna de las grandes familias al poder, los Moi, los Kibaki o los Odinga, tiene interés en que haya cambios ya que todos adquirieron propiedades de forma ilegal o de manera discutible. Creo que hasta que no cambie esta generación de políticos no van a cambiar muchas cosas".
En general, para este misionero de 65 años, el éxito de la nueva Constitución solo se medirá cuando se pongan en marcha las leyes de aplicación. Si se le pregunta qué opina de la visión que circula en los medios occidentales de que se trata de un gran cambio para el país africano, contesta: "Potencialmente lo es. Dependerá de cómo se desarrollarán las próximas elecciones y de si habrá un cambio generacional". Kiai, en general más optimista, reconoce que todavía queda mucho trabajo por hacer: "La Consitución hasta el momento es solo papel. Ahora habrá que darle vida".