Venezuela/Colombia: la cuerda que no se rompe
BBC Mundo, Venezuela
Si la decisión de Venezuela de romper con Colombia abre una nueva página en la historia contemporánea de las relaciones bilaterales, analistas de distintas tendencias políticas coinciden en que no tendrá muchos párrafos ni se proyectará hacia otras posibilidades no exploradas hasta ahora, como un conflicto bélico.
Mientras que el ministro de la Defensa de Venezuela, Carlos Mata Figueroa, asegura que la Fuerza Armada está lista operativamente para enfrentar una agresión, nada parece dar la impresión de que en efecto hay un conflicto en curso, más allá de las palabras.
Por un lado, el presidente venezolano Hugo Chávez ha dejado abierta la posibilidad de que las cosas cambien, una vez que el nuevo mandatario de Colombia, Juan Manuel Santos, tome posesión del cargo.
Por el otro, Santos se ha abstenido de respaldar las denuncias formuladas por el gobierno del saliente Álvaro Uribe, con lo que no obstruye la posibilidad de que la reconciliación comience a gestarse, efectivamente, cuando se coloque la banda presidencial, el próximo 7 de agosto.
Y en la práctica, la frontera terrestre sigue abierta, los vuelos entre ciudades de las dos naciones siguen despegando y aterrizando, y el consulado colombiano opera en Caracas con normalidad.
Aunque la mayoría pronostica que la relación seguirá siendo difícil en el mediano plazo, hay optimistas que se aventuran a opinar que la ruptura como tal durará poco más de dos semanas.
Cuestión de conveniencia
Otros resaltan el hecho de que Venezuela se encuentra a las puertas de una campaña electoral para la elección de una nueva Asamblea Nacional, que tendrá lugar el 26 de septiembre.
El director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela, Ángel Álvarez – de tendencia crítica -, es de los que opinan que las partes mantendrán el conflicto como una cuerda justo lo suficientemente tensa como para obtener beneficios políticos, pero sin reventarla.
“Descarto la posibilidad de una escalada mayor. Sería una debacle en el contexto electoral. Una confrontación real, con bajas de un lado y de otro, en medio de una contienda comicial sería muy costosa”, opinó.
En cuanto a Colombia, señaló que los recursos que consume la guerra interna hace difícil concebir a ese país “manejando un conflicto militar con un país extranjero”.
“Ambos gobiernos cohesionan a sus partidarios con el conflcito externo. Es una vieja táctica, que les ha dado resultado. Para Venezuela es oportuno en el contexto electoral, aún cuando no se trata de una acción provocada por Chávez. En este caso, la fortuna le favoreció”, agregó.
Un tercer actor
Desde la perspectiva oficialista, el politólogo Alberto Aranguibel coincidió en que “la situación no es deseable para nadie” y señaló, en concordancia con portavoces de gobierno, que “del lado de Venezuela no está planteada ninguna confrontación”.
“El gobierno bolivariano no está llegando a esta situación porque sea una propuesta de tipo político que le interese. Lo hace porque es una situación de tensión, que afecta a toda la región, en la que estamos amenazados de manera severa”, indicó.
El canciller venezolano dijo el jueves que el personal diplomático colombiano tenía 72 horas para irse del país.
Aranguibel destacó que la respuesta venezolana no es reacción a un hecho asilado, sino “producto de una larga lista de situaciones de tensión generadas por la inconsistencia y manipulación delas relacioens bilaterales por parte del gobierno colombiano”, a la vez que aseguró que “no es un asunto personal entre el presidente Chávez y el presidente Uribe tampoco”.
Pero para el analista, la participación de un tercero es clave en la elaboración de los escenarios en el corto plazo: lo que va a poner en riesgo la paz entre los dos países y el resto del continente, señala, “es el avance o el intento que haga Estados Unidos por expandir su posición en América Latina”.
En este sentido, dice tener reservas, “habida cuenta de que Estados Unidos no va a hacer una inversión tan grande en bases militares en Colombia para dejarlas ahí”. Si el desenlace está sólo en manos de Bogotá y Caracas, entonces “va a estar determinado por la disposición del gobierno colombiano”. Pero no estaría del lado de Venezuela abrir fuego.
Si la decisión de Venezuela de romper con Colombia abre una nueva página en la historia contemporánea de las relaciones bilaterales, analistas de distintas tendencias políticas coinciden en que no tendrá muchos párrafos ni se proyectará hacia otras posibilidades no exploradas hasta ahora, como un conflicto bélico.
Mientras que el ministro de la Defensa de Venezuela, Carlos Mata Figueroa, asegura que la Fuerza Armada está lista operativamente para enfrentar una agresión, nada parece dar la impresión de que en efecto hay un conflicto en curso, más allá de las palabras.
Por un lado, el presidente venezolano Hugo Chávez ha dejado abierta la posibilidad de que las cosas cambien, una vez que el nuevo mandatario de Colombia, Juan Manuel Santos, tome posesión del cargo.
Por el otro, Santos se ha abstenido de respaldar las denuncias formuladas por el gobierno del saliente Álvaro Uribe, con lo que no obstruye la posibilidad de que la reconciliación comience a gestarse, efectivamente, cuando se coloque la banda presidencial, el próximo 7 de agosto.
Y en la práctica, la frontera terrestre sigue abierta, los vuelos entre ciudades de las dos naciones siguen despegando y aterrizando, y el consulado colombiano opera en Caracas con normalidad.
Aunque la mayoría pronostica que la relación seguirá siendo difícil en el mediano plazo, hay optimistas que se aventuran a opinar que la ruptura como tal durará poco más de dos semanas.
Cuestión de conveniencia
Otros resaltan el hecho de que Venezuela se encuentra a las puertas de una campaña electoral para la elección de una nueva Asamblea Nacional, que tendrá lugar el 26 de septiembre.
El director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela, Ángel Álvarez – de tendencia crítica -, es de los que opinan que las partes mantendrán el conflicto como una cuerda justo lo suficientemente tensa como para obtener beneficios políticos, pero sin reventarla.
“Descarto la posibilidad de una escalada mayor. Sería una debacle en el contexto electoral. Una confrontación real, con bajas de un lado y de otro, en medio de una contienda comicial sería muy costosa”, opinó.
En cuanto a Colombia, señaló que los recursos que consume la guerra interna hace difícil concebir a ese país “manejando un conflicto militar con un país extranjero”.
“Ambos gobiernos cohesionan a sus partidarios con el conflcito externo. Es una vieja táctica, que les ha dado resultado. Para Venezuela es oportuno en el contexto electoral, aún cuando no se trata de una acción provocada por Chávez. En este caso, la fortuna le favoreció”, agregó.
Un tercer actor
Desde la perspectiva oficialista, el politólogo Alberto Aranguibel coincidió en que “la situación no es deseable para nadie” y señaló, en concordancia con portavoces de gobierno, que “del lado de Venezuela no está planteada ninguna confrontación”.
“El gobierno bolivariano no está llegando a esta situación porque sea una propuesta de tipo político que le interese. Lo hace porque es una situación de tensión, que afecta a toda la región, en la que estamos amenazados de manera severa”, indicó.
El canciller venezolano dijo el jueves que el personal diplomático colombiano tenía 72 horas para irse del país.
Aranguibel destacó que la respuesta venezolana no es reacción a un hecho asilado, sino “producto de una larga lista de situaciones de tensión generadas por la inconsistencia y manipulación delas relacioens bilaterales por parte del gobierno colombiano”, a la vez que aseguró que “no es un asunto personal entre el presidente Chávez y el presidente Uribe tampoco”.
Pero para el analista, la participación de un tercero es clave en la elaboración de los escenarios en el corto plazo: lo que va a poner en riesgo la paz entre los dos países y el resto del continente, señala, “es el avance o el intento que haga Estados Unidos por expandir su posición en América Latina”.
En este sentido, dice tener reservas, “habida cuenta de que Estados Unidos no va a hacer una inversión tan grande en bases militares en Colombia para dejarlas ahí”. Si el desenlace está sólo en manos de Bogotá y Caracas, entonces “va a estar determinado por la disposición del gobierno colombiano”. Pero no estaría del lado de Venezuela abrir fuego.