Símbolos, culturas, juramentos, trajes, poses y dichos en posesión de gobernadores bolivianos
Sucre, ABI
La juramentación de los primeros gobernadores de los 9 departamentos bolivianos expresó la diversidad cultural, plasmada en los símbolos ancestrales y religiosos, de las autoridades que juraron el domingo en Sucre, cuna de la independencia de Bolivia, respetar la carta constitucional y trabajar por el país, uno de los mayor inequidad social de la región.
El acto de juramentación también registró matices de la polaridad política que aún subsiste en un país embarcado en un proceso de cambios estructurales resistido por sectores de sesgo conservador.
Los flamantes gobernadores de Santa Cruz, Rubén Costas; de Beni, Ernesto Suárez y de Tarija, Mario Cossío marcaron el tono de la oposición al presidente indígena Evo Morales al omitir, ex profeso y al parecer de manera combinada, el juramento de rigor que contiene la tradición de la administración boliviana desde 1825.
Los tres en conjunto ya habían expresado a priori sus reticencias a fajarse la banda símbolo de los poderes plurinacionales.
La banda bordada sobre los colores patrios nacionales exhibía el escudo de armas de cada departamento en el justo medio, flanqueado, arriba y abajo, a la izquierda y derecha en formación paralela, por la Whipala, bandera de las 36 naciones originarias que habitan en Bolivia, el Escudo de Bolivia, símbolo histórico de la heráldica nacional y, más abajo, a la misma altura, la Kantuta y el Patujú, representación inequívoca de la flora de este país andino amazónico.
En fundado en traje sastre de color azul, Costas esperó a la conclusión del acto en que Morales le llamó a la unidad no sin antes reprochar a él y a Suárez y Cossío sus políticas para sacarle del Palacio Quemado por vía de un quiebre institucional en 2008.
En el patio cuadrangular de piedra manzana caracterizado por una fuente de agua de trazos barrocos, que sirve de atrio en el umbral del histórico salón donde sus coterráneos Soane y Caballero firmaron el acta de independencia de Bolivia en 1825, Costas se hizo investir de una banda verde y blanco, símbolo del poder en Santa Cruz y así, sonriente, emergió a unas de las calles que conforman el rectángulo de la Plaza 25 de Mayo para enfrentar a los periodistas.
Ahí advirtió que no admitiría que nunca más le tilden de "separatista" y "golpista".
Trama similar adoptó Cossío que salió del dieciochesco salón restaurado en los '80 con una banda rojo y blanco a la altura del pecho.
Dijo que lo de menos eran los símbolos, pero, en una suerte de contradicción, afirmó que el lunes juraría, como buen católico, ante el pueblo que le eligió gobernador de Tarija.
Suárez, más escurridizo que sus aliados, echó un par de declaraciones y se perdió junto a sus adláteres entre los cientos que se dieron cita a la Plaza de Armas de Sucre.
Por su lado, el gobernador de Chuquisaca, Esteban Urquizo, mandó confeccionar un traje, pantalón y paletó de color negro con símbolos multicolores originarios del pueblo quechua, nación a la pertenece, bordados a la altura de puños y pectorales.
La tenida de Urquizo trazó paralelo con la vestimenta formal que luce el presidente Evo Morales, traje casimir sin solapa, es decir cuello cadete, de cuatro botones, terminaciones cóncavas y con la cruz andina bordada en puños y botonera superior.
De madrugada, antes del acto de juramentación oficial fue investido de poderes originarios, de poncho y sombrero de ala ancha cerca de Sucre.
Por su lado el gobernador de Potosí, Félix González, emergió al patio de la libertad con un bastón de mando con empuñadura de plata, mineral característico de su región, mundialmente conocida por el legendario Cerro Rico que dio lustre al Imperio español de Carlos V.
Su colega y correligionario de Oruro, Santos Tito, lució una camisa tocada con símbolos andinos bordados a la altura de la cuellera.
Los gobernadores de Pando, y Cochabamba, Luis Flores y Edmundo Novillo, dos criollos, se enfundaron sendos trajes sastre de color obscuro, con camisa y corbata, al tipo occidental.
Flores, Novillo y González, que lucía exultante, se quedaron cerca del salón para enfrentar una entrevista a la radio y televisión estatales. Se fueron cuando Sucre ya había recuperado la cotidianidad de domingo.
Por último, el gobernador de La Paz, César Cocarico se encasquetó un huairuro, poncho de color rojo que representa el poder diárquico de los pueblos aymaras de los Andes bolivianos.
Debajo el tejido de lana de alpaca dejaba traslucir una suerte camisa cocida en bayeta de la tierra y pantalones de color negro, zapatos del mismo tono.
A manera de banda, llevaba un 'chicote', látigo trenzado en cuero de vacuno y camélido, símbolo del poder ancestral de su pueblo aymara.
La juramentación de los primeros gobernadores de los 9 departamentos bolivianos expresó la diversidad cultural, plasmada en los símbolos ancestrales y religiosos, de las autoridades que juraron el domingo en Sucre, cuna de la independencia de Bolivia, respetar la carta constitucional y trabajar por el país, uno de los mayor inequidad social de la región.
El acto de juramentación también registró matices de la polaridad política que aún subsiste en un país embarcado en un proceso de cambios estructurales resistido por sectores de sesgo conservador.
Los flamantes gobernadores de Santa Cruz, Rubén Costas; de Beni, Ernesto Suárez y de Tarija, Mario Cossío marcaron el tono de la oposición al presidente indígena Evo Morales al omitir, ex profeso y al parecer de manera combinada, el juramento de rigor que contiene la tradición de la administración boliviana desde 1825.
Los tres en conjunto ya habían expresado a priori sus reticencias a fajarse la banda símbolo de los poderes plurinacionales.
La banda bordada sobre los colores patrios nacionales exhibía el escudo de armas de cada departamento en el justo medio, flanqueado, arriba y abajo, a la izquierda y derecha en formación paralela, por la Whipala, bandera de las 36 naciones originarias que habitan en Bolivia, el Escudo de Bolivia, símbolo histórico de la heráldica nacional y, más abajo, a la misma altura, la Kantuta y el Patujú, representación inequívoca de la flora de este país andino amazónico.
En fundado en traje sastre de color azul, Costas esperó a la conclusión del acto en que Morales le llamó a la unidad no sin antes reprochar a él y a Suárez y Cossío sus políticas para sacarle del Palacio Quemado por vía de un quiebre institucional en 2008.
En el patio cuadrangular de piedra manzana caracterizado por una fuente de agua de trazos barrocos, que sirve de atrio en el umbral del histórico salón donde sus coterráneos Soane y Caballero firmaron el acta de independencia de Bolivia en 1825, Costas se hizo investir de una banda verde y blanco, símbolo del poder en Santa Cruz y así, sonriente, emergió a unas de las calles que conforman el rectángulo de la Plaza 25 de Mayo para enfrentar a los periodistas.
Ahí advirtió que no admitiría que nunca más le tilden de "separatista" y "golpista".
Trama similar adoptó Cossío que salió del dieciochesco salón restaurado en los '80 con una banda rojo y blanco a la altura del pecho.
Dijo que lo de menos eran los símbolos, pero, en una suerte de contradicción, afirmó que el lunes juraría, como buen católico, ante el pueblo que le eligió gobernador de Tarija.
Suárez, más escurridizo que sus aliados, echó un par de declaraciones y se perdió junto a sus adláteres entre los cientos que se dieron cita a la Plaza de Armas de Sucre.
Por su lado, el gobernador de Chuquisaca, Esteban Urquizo, mandó confeccionar un traje, pantalón y paletó de color negro con símbolos multicolores originarios del pueblo quechua, nación a la pertenece, bordados a la altura de puños y pectorales.
La tenida de Urquizo trazó paralelo con la vestimenta formal que luce el presidente Evo Morales, traje casimir sin solapa, es decir cuello cadete, de cuatro botones, terminaciones cóncavas y con la cruz andina bordada en puños y botonera superior.
De madrugada, antes del acto de juramentación oficial fue investido de poderes originarios, de poncho y sombrero de ala ancha cerca de Sucre.
Por su lado el gobernador de Potosí, Félix González, emergió al patio de la libertad con un bastón de mando con empuñadura de plata, mineral característico de su región, mundialmente conocida por el legendario Cerro Rico que dio lustre al Imperio español de Carlos V.
Su colega y correligionario de Oruro, Santos Tito, lució una camisa tocada con símbolos andinos bordados a la altura de la cuellera.
Los gobernadores de Pando, y Cochabamba, Luis Flores y Edmundo Novillo, dos criollos, se enfundaron sendos trajes sastre de color obscuro, con camisa y corbata, al tipo occidental.
Flores, Novillo y González, que lucía exultante, se quedaron cerca del salón para enfrentar una entrevista a la radio y televisión estatales. Se fueron cuando Sucre ya había recuperado la cotidianidad de domingo.
Por último, el gobernador de La Paz, César Cocarico se encasquetó un huairuro, poncho de color rojo que representa el poder diárquico de los pueblos aymaras de los Andes bolivianos.
Debajo el tejido de lana de alpaca dejaba traslucir una suerte camisa cocida en bayeta de la tierra y pantalones de color negro, zapatos del mismo tono.
A manera de banda, llevaba un 'chicote', látigo trenzado en cuero de vacuno y camélido, símbolo del poder ancestral de su pueblo aymara.