FELIPE GONZÁLEZ: "En Europa llevamos 15 años de retraso en las reformas"
ANDREU MISSÉ - Bruselas
El coordinador del Grupo de Reflexión sobre el futuro europeo, que acaba de presentar en Bruselas sus conclusiones, insta a los gobernantes de la UE a aprovechar la crisis para impulsar unas reformas impostergables
Felipe González, Sevilla, 1942, ex presidente del Gobierno socialista (1982 -1996), presentó ayer en Bruselas las conclusiones del trabajo que han elaborado el Grupo de Reflexión que preside, durante los últimos 18 meses. Ve en la crisis financiera una oportunidad para acelerar el casi centenar de reformas que propone en su trabajo y recuperar el "retraso acumulado de Europa de 15 o 20 años". Cree que el horizonte de reflexión es para dentro de veinte años hay que empezar el trabajo desde ya.
Pregunta. ¿Qué espera que haga el Consejo Europeo con las casi cien recomendaciones de su trabajo, muchas de las cuales considera urgentes?
Respuesta. La dinámica que yo esperaría es que se comprendiera que la crisis puede debe y tiene que ser aprovechada como oportunidad y que se conecten los esfuerzos anticrisis con las medidas estructurales de medio y largo plazo empezando desde ahora. Cuando te piden un informe en el horizonte 2020-2030, lo que no espero pasando lo que está pasando, es que eso se interprete a que hay que empezar a trabajar en el 2020 para llegar al 2030. Yo creo personalmente que en Europa llevamos un retraso acumulado, al menos de 15 o 20 años, 15 años desde luego, respecto de los cambios estructurales que Europa necesita.
P. ¿Por qué este retraso?
R. Llevamos el retraso acumulado de lo que deberíamos calificar del fracaso de la estrategia de Lisboa del 2000 al 2010. Por tanto, lo que espero es una reacción que aproveche la crisis, que tome conciencia de la importancia o de la gravedad de la situación, por el retraso en las reformas estructurales. Que se tome conciencia del declive de Europa en relación con sus retos.
P. Con los acontecimientos de los últimos días, la opinión pública empieza asustarse, a preocuparse, por la pérdida del empleo, la desvalorización de los ahorros. ¿Cree que los políticos está a la altura de las circunstancias?
R. Lo que creo es que se ha perdido autoridad política, es decir, que el poder político representativo en el mundo es que defienda los intereses generales frente a intereses sectoriales parciales, incluso cuando se negocia se debe hacer eso. Creo que ha habido una decadencia del "autoritas" no del marco normativo del poder que sigue siendo el mismo básicamente, sino de la autoridad para ejercer la defensa de los intereses generales frente a los escollos que siempre existen en las sociedades. Recordemos una frase de los años 50, de un presidente americano, no precisamente progresista como el general Eisenhower, cuando decía:" lo único que peligra para la democracia representativa, es el creciente poder del complejo industrial militar, cosa que nunca ocurrió". Lo que yo digo es, ¿no estamos ante un poder financiero global condicionante del poder representativo de los gobiernos, gobierno a gobierno y de los gobiernos en la UE y en el espacio por decir algo, del G20? pues yo creo que sí.
P. ¿Estamos en una batalla entre políticos y mercados?
R. No son los mercados. Es la actuación de los agentes ligados al poder financiero. La contradicción más grande que estamos viviendo es que la operación de rescate de las entidades financieras privadas por sus propios errores se ha hecho a costa de los contribuyentes y ha desequilibrado las cuentas públicas. Los operadores en este momento denuncian el desequilibrio de las cuentas públicas provocado por la crisis financiera, más sus consecuencias, para desestabilizar los mercados. Pero simplifiquemos, a mi juicio, ya se está incubando la siguiente explosión financiera.
P. ¿De qué manera?
R. Hemos rescatado de la anterior al sistema financiero global con porcentajes altísimos de producto bruto y no se ha cambiado nada del comportamiento que nos ha llevado a esa crisis, por tanto, cual es el ejercicio del poder que reclamo, que el mercado funcione con unas reglas claras y unos controles claros, el financiero sobre todo, porque es el que ha provocado la implosión.
P. ¿Cree que es estable un sistema en el que en 40 años el sector financiero ha crecido hasta ser seis veces mayor que la economía real?
R. Claro, claro, eso lo he denunciado, la verdad es que uno no se debe citar a sí mismo, es demasiado vanidoso. Pero en 1999 presenté un informe, encargado por la tribu a la que pertenezco, la Internacional Socialista, sobre el funcionamiento de los mercados de capitales en el mundo. Una de las cosas que dije fue exactamente eso en el informe, si la economía mundial crece a un 4 % y el comercio mundial al 4,5 % y los movimientos de capital al 60 % acumulativo, algo no funciona bien. Tiene que haber un sistema de semáforo, y lo dije ya hace muchos años, que diga si crecen los movimientos de capital tres veces más que la economía real, muy bien, está financiándose el futuro y tal, muy bien. Pero a partir que crezca 4 veces mas, habrá que tener una señal amarilla y roja inmediatamente después para pararlo, no.
P. Hay muchas críticas por la lenta reacción de Europa ante la crisis de estos días.
R. A mí me importa mucho más saber por qué en Europa el efecto de la crisis es mayor que en el lugar de su origen primigenio que es EE UU. A mi me parece que en Europa es más difícil el proceso de toma de decisiones y se ve con menos optimismo la recuperación postcrisis. Esto es lo que me preocupa. En Europa se proyecta esa crisis sobre una Europa que no ha hecho esos cambios estructurales que se comprometió hacer en el 2000 cuando detectó que perdía competitividad, que su crecimiento era demasiado pequeño, que tenía problemas demográficos graves, adaptación a la sociedad del conocimiento. Por tanto la crisis se ha producido sobre una estructura europea digamos obsoleta, distanciada de la capacidad de inserción en la economía global, esto es lo que pasa.
P. ¿Cree que el euro puede resistir sin perder a ninguno de sus socios?
R. Lo que se ha demostrado en esta crisis, es que el pacto de estabilidad es condición necesaria, pero no suficiente. Que además hay políticas económicas que si son excesivamente divergentes no resisten de estar dentro de un espacio interior sin fronteras de moneda única y por tanto de política monetaria igual para todos. Esas divergencias siempre nos exponen a choques asimétricos que ponen en tensión al conjunto del sistema.
P. ¿Pero los problemas de esas divergencias ya se conocían hace 10 años, no?
R. Pues claro. Por eso digo el pacto de estabilidad y crecimiento tomémoslo como la condición necesaria. Y la gobernanza de la convergencia como la condición suficiente. El pacto de estabilidad y crecimiento debe ser rigurosamente aplicado y después hay que establecer un mecanismo de gobernanza para evitar las divergencias de balanza de pagos, de competitividad, de balanzas comerciales. De que vale que un país tenga buenas cuentas públicas si el país como tal tiene cuentas divergentes cada vez más graves.
P. Una de sus propuestas es la de concentrar sus esfuerzos en defender al trabajador más que al puesto de trabajo
R. Por ser absolutamente preciso en el concepto. Defender al trabajador efectivamente en términos que hoy dé resultados significa defender su empleabilidad, que es su capacidad de tener empleo en una economía sometida a profundos cambios tecnológicos y rapidísimos, por eso defiendo la empleabilidad como el factor más seguro para mantener ocupada a la población activa. Por eso tiene más importancia en estos cambios tecnológicos rápido que el puesto de trabajo concreto en una situación concreta y en lugar concreto.
P. ¿Cómo ve que España puede salir de esta?
R. En España estábamos perdiendo competitividad durante muchos años y estábamos consumiendo lo que no ahorrábamos. Estábamos consumiendo a nivel interno en exceso de ladrillo y cemento. Digamos que ha habido dos burbujas, la burbuja que ha explosionado, que nos afecta a todos que es la financiera y una burbuja que era la nuestra, la inmobiliaria, esos dos efectos encadenados han puesto de relieve que nuestro modelo productivo tiene que adaptarse y cambiar rápidamente con elementos añadidos a los que tienen que hacer otros. Pero la competitividad alemana en la economía global también ha decaído. En la economía europea no, pero en la global también, por tanto el mensaje es para todos. Podríamos decir, lo hicieron bien los suecos, lo hicieron bien los daneses, lo hicieron bien los finlandeses, pues si, pero no por la aplicación de la estrategia de Lisboa, sino por su propia convicción previa a la estrategia de Lisboa de la necesidad de adaptación.
P. ¿Cree que el debate político en España está centrado para resolver los problemas que tiene el país?
R. No. Le voy a decir solo la idea, pero no se la voy a explicar, en España los debates no están centrados en los problemas reales y con frecuencia se pierden en los problemas que creamos que no siendo reales se conviertes en graves.
P. ¿Y en este contexto tendría sentido un Gobierno de concentración?
R. Lo que tiene sentido es aunar el esfuerzo de todos los interlocutores con un programa y una dirección y eso significa que nosotros que tenemos el poder repartido en tres niveles y además lo compartimos con Europa. No se puede hablar de un programa de ajuste de la administración pública si no hay un programa de ajuste de las administraciones autonómicas y locales.
Creo que el esfuerzo debe ser colectivo que haga colaborar a los distintos niveles de poder y también a los interlocutores económicos y sociales. Por tanto hay que decir las cosas claras, esto está así, entre todos vamos a repartir el sacrificio necesario para salir de la crisis y este es el esfuerzo y la orientación que pedimos. Esto es lo que me parece clave. ¿Esto se traduce en un gobierno de concentración, en uno de coalición? no, esto es instrumental. ¿Si no hay el sentido de base de trabajar todos a una, en un proyecto y con la misma dirección, de que sirve un gobierno de concentración?
P. ¿La condición sería volver a centrar el debate político en los problemas reales del país?
R. Evidente, eso es lo evidente, es decir, me extraña que la gente pierda demasiado tiempo en temas que no sean enfrentar la salida de la crisis y las reformas estructurales que necesitamos para volver a crecer, generar empleo y competir en la economía global. No digo que no existan otros problemas, me extraña que nos distraigamos demasiado por otros problemas que no interesan a nadie.
P. ¿Algunos economistas han propuesto un ajuste durísimo y un recorte salarial de hasta el 20 %?
R. Sin duda hay que hacer un ajuste repartido. Pero por qué del 20%, en base a qué, porque no el 20 % mas de productividad por horas de trabajo, porqué no invierten la oración, porque lo que no podemos hacer en la economía global es competir por salarios bajos. Competir a la baja salarial no le va a dar a Europa ningún margen de ventaja si quiere mantener la cohesión social. Pero si quiere liquidar la cohesión social y hacer un modelo Singapur, indio, pero creo que esto no es el propósito. El propósito es ganar valor añadido creciendo la economía y sostener la cohesión social. ¿Vamos a competir, con qué?, con un país emergente como Brasil por salarios baratos. Esto está fuera de toda perspectiva razonable.
P. ¿No resulta una paradoja ahora que está tan en duda el estado del bienestar en Europa, que Estados Unidos de la mano de Obama se inspire en el modelo europeo?.
R. Es una paradoja, pero es una maravillosa paradoja, lo mejor que se puede hacer es tener conciencia de que la cohesión social es un factor si se hace bien de competitividad y de sostenibilidad del modelo pero para que sea ese factor de sostenibilidad del modelo, hay que saber que el Estado del bienestar se financia con el éxito de la economía que ahora es economía global. Por tanto, necesitamos una economía social de mercado altamente competitiva y sostenible en el tiempo.
El coordinador del Grupo de Reflexión sobre el futuro europeo, que acaba de presentar en Bruselas sus conclusiones, insta a los gobernantes de la UE a aprovechar la crisis para impulsar unas reformas impostergables
Felipe González, Sevilla, 1942, ex presidente del Gobierno socialista (1982 -1996), presentó ayer en Bruselas las conclusiones del trabajo que han elaborado el Grupo de Reflexión que preside, durante los últimos 18 meses. Ve en la crisis financiera una oportunidad para acelerar el casi centenar de reformas que propone en su trabajo y recuperar el "retraso acumulado de Europa de 15 o 20 años". Cree que el horizonte de reflexión es para dentro de veinte años hay que empezar el trabajo desde ya.
Pregunta. ¿Qué espera que haga el Consejo Europeo con las casi cien recomendaciones de su trabajo, muchas de las cuales considera urgentes?
Respuesta. La dinámica que yo esperaría es que se comprendiera que la crisis puede debe y tiene que ser aprovechada como oportunidad y que se conecten los esfuerzos anticrisis con las medidas estructurales de medio y largo plazo empezando desde ahora. Cuando te piden un informe en el horizonte 2020-2030, lo que no espero pasando lo que está pasando, es que eso se interprete a que hay que empezar a trabajar en el 2020 para llegar al 2030. Yo creo personalmente que en Europa llevamos un retraso acumulado, al menos de 15 o 20 años, 15 años desde luego, respecto de los cambios estructurales que Europa necesita.
P. ¿Por qué este retraso?
R. Llevamos el retraso acumulado de lo que deberíamos calificar del fracaso de la estrategia de Lisboa del 2000 al 2010. Por tanto, lo que espero es una reacción que aproveche la crisis, que tome conciencia de la importancia o de la gravedad de la situación, por el retraso en las reformas estructurales. Que se tome conciencia del declive de Europa en relación con sus retos.
P. Con los acontecimientos de los últimos días, la opinión pública empieza asustarse, a preocuparse, por la pérdida del empleo, la desvalorización de los ahorros. ¿Cree que los políticos está a la altura de las circunstancias?
R. Lo que creo es que se ha perdido autoridad política, es decir, que el poder político representativo en el mundo es que defienda los intereses generales frente a intereses sectoriales parciales, incluso cuando se negocia se debe hacer eso. Creo que ha habido una decadencia del "autoritas" no del marco normativo del poder que sigue siendo el mismo básicamente, sino de la autoridad para ejercer la defensa de los intereses generales frente a los escollos que siempre existen en las sociedades. Recordemos una frase de los años 50, de un presidente americano, no precisamente progresista como el general Eisenhower, cuando decía:" lo único que peligra para la democracia representativa, es el creciente poder del complejo industrial militar, cosa que nunca ocurrió". Lo que yo digo es, ¿no estamos ante un poder financiero global condicionante del poder representativo de los gobiernos, gobierno a gobierno y de los gobiernos en la UE y en el espacio por decir algo, del G20? pues yo creo que sí.
P. ¿Estamos en una batalla entre políticos y mercados?
R. No son los mercados. Es la actuación de los agentes ligados al poder financiero. La contradicción más grande que estamos viviendo es que la operación de rescate de las entidades financieras privadas por sus propios errores se ha hecho a costa de los contribuyentes y ha desequilibrado las cuentas públicas. Los operadores en este momento denuncian el desequilibrio de las cuentas públicas provocado por la crisis financiera, más sus consecuencias, para desestabilizar los mercados. Pero simplifiquemos, a mi juicio, ya se está incubando la siguiente explosión financiera.
P. ¿De qué manera?
R. Hemos rescatado de la anterior al sistema financiero global con porcentajes altísimos de producto bruto y no se ha cambiado nada del comportamiento que nos ha llevado a esa crisis, por tanto, cual es el ejercicio del poder que reclamo, que el mercado funcione con unas reglas claras y unos controles claros, el financiero sobre todo, porque es el que ha provocado la implosión.
P. ¿Cree que es estable un sistema en el que en 40 años el sector financiero ha crecido hasta ser seis veces mayor que la economía real?
R. Claro, claro, eso lo he denunciado, la verdad es que uno no se debe citar a sí mismo, es demasiado vanidoso. Pero en 1999 presenté un informe, encargado por la tribu a la que pertenezco, la Internacional Socialista, sobre el funcionamiento de los mercados de capitales en el mundo. Una de las cosas que dije fue exactamente eso en el informe, si la economía mundial crece a un 4 % y el comercio mundial al 4,5 % y los movimientos de capital al 60 % acumulativo, algo no funciona bien. Tiene que haber un sistema de semáforo, y lo dije ya hace muchos años, que diga si crecen los movimientos de capital tres veces más que la economía real, muy bien, está financiándose el futuro y tal, muy bien. Pero a partir que crezca 4 veces mas, habrá que tener una señal amarilla y roja inmediatamente después para pararlo, no.
P. Hay muchas críticas por la lenta reacción de Europa ante la crisis de estos días.
R. A mí me importa mucho más saber por qué en Europa el efecto de la crisis es mayor que en el lugar de su origen primigenio que es EE UU. A mi me parece que en Europa es más difícil el proceso de toma de decisiones y se ve con menos optimismo la recuperación postcrisis. Esto es lo que me preocupa. En Europa se proyecta esa crisis sobre una Europa que no ha hecho esos cambios estructurales que se comprometió hacer en el 2000 cuando detectó que perdía competitividad, que su crecimiento era demasiado pequeño, que tenía problemas demográficos graves, adaptación a la sociedad del conocimiento. Por tanto la crisis se ha producido sobre una estructura europea digamos obsoleta, distanciada de la capacidad de inserción en la economía global, esto es lo que pasa.
P. ¿Cree que el euro puede resistir sin perder a ninguno de sus socios?
R. Lo que se ha demostrado en esta crisis, es que el pacto de estabilidad es condición necesaria, pero no suficiente. Que además hay políticas económicas que si son excesivamente divergentes no resisten de estar dentro de un espacio interior sin fronteras de moneda única y por tanto de política monetaria igual para todos. Esas divergencias siempre nos exponen a choques asimétricos que ponen en tensión al conjunto del sistema.
P. ¿Pero los problemas de esas divergencias ya se conocían hace 10 años, no?
R. Pues claro. Por eso digo el pacto de estabilidad y crecimiento tomémoslo como la condición necesaria. Y la gobernanza de la convergencia como la condición suficiente. El pacto de estabilidad y crecimiento debe ser rigurosamente aplicado y después hay que establecer un mecanismo de gobernanza para evitar las divergencias de balanza de pagos, de competitividad, de balanzas comerciales. De que vale que un país tenga buenas cuentas públicas si el país como tal tiene cuentas divergentes cada vez más graves.
P. Una de sus propuestas es la de concentrar sus esfuerzos en defender al trabajador más que al puesto de trabajo
R. Por ser absolutamente preciso en el concepto. Defender al trabajador efectivamente en términos que hoy dé resultados significa defender su empleabilidad, que es su capacidad de tener empleo en una economía sometida a profundos cambios tecnológicos y rapidísimos, por eso defiendo la empleabilidad como el factor más seguro para mantener ocupada a la población activa. Por eso tiene más importancia en estos cambios tecnológicos rápido que el puesto de trabajo concreto en una situación concreta y en lugar concreto.
P. ¿Cómo ve que España puede salir de esta?
R. En España estábamos perdiendo competitividad durante muchos años y estábamos consumiendo lo que no ahorrábamos. Estábamos consumiendo a nivel interno en exceso de ladrillo y cemento. Digamos que ha habido dos burbujas, la burbuja que ha explosionado, que nos afecta a todos que es la financiera y una burbuja que era la nuestra, la inmobiliaria, esos dos efectos encadenados han puesto de relieve que nuestro modelo productivo tiene que adaptarse y cambiar rápidamente con elementos añadidos a los que tienen que hacer otros. Pero la competitividad alemana en la economía global también ha decaído. En la economía europea no, pero en la global también, por tanto el mensaje es para todos. Podríamos decir, lo hicieron bien los suecos, lo hicieron bien los daneses, lo hicieron bien los finlandeses, pues si, pero no por la aplicación de la estrategia de Lisboa, sino por su propia convicción previa a la estrategia de Lisboa de la necesidad de adaptación.
P. ¿Cree que el debate político en España está centrado para resolver los problemas que tiene el país?
R. No. Le voy a decir solo la idea, pero no se la voy a explicar, en España los debates no están centrados en los problemas reales y con frecuencia se pierden en los problemas que creamos que no siendo reales se conviertes en graves.
P. ¿Y en este contexto tendría sentido un Gobierno de concentración?
R. Lo que tiene sentido es aunar el esfuerzo de todos los interlocutores con un programa y una dirección y eso significa que nosotros que tenemos el poder repartido en tres niveles y además lo compartimos con Europa. No se puede hablar de un programa de ajuste de la administración pública si no hay un programa de ajuste de las administraciones autonómicas y locales.
Creo que el esfuerzo debe ser colectivo que haga colaborar a los distintos niveles de poder y también a los interlocutores económicos y sociales. Por tanto hay que decir las cosas claras, esto está así, entre todos vamos a repartir el sacrificio necesario para salir de la crisis y este es el esfuerzo y la orientación que pedimos. Esto es lo que me parece clave. ¿Esto se traduce en un gobierno de concentración, en uno de coalición? no, esto es instrumental. ¿Si no hay el sentido de base de trabajar todos a una, en un proyecto y con la misma dirección, de que sirve un gobierno de concentración?
P. ¿La condición sería volver a centrar el debate político en los problemas reales del país?
R. Evidente, eso es lo evidente, es decir, me extraña que la gente pierda demasiado tiempo en temas que no sean enfrentar la salida de la crisis y las reformas estructurales que necesitamos para volver a crecer, generar empleo y competir en la economía global. No digo que no existan otros problemas, me extraña que nos distraigamos demasiado por otros problemas que no interesan a nadie.
P. ¿Algunos economistas han propuesto un ajuste durísimo y un recorte salarial de hasta el 20 %?
R. Sin duda hay que hacer un ajuste repartido. Pero por qué del 20%, en base a qué, porque no el 20 % mas de productividad por horas de trabajo, porqué no invierten la oración, porque lo que no podemos hacer en la economía global es competir por salarios bajos. Competir a la baja salarial no le va a dar a Europa ningún margen de ventaja si quiere mantener la cohesión social. Pero si quiere liquidar la cohesión social y hacer un modelo Singapur, indio, pero creo que esto no es el propósito. El propósito es ganar valor añadido creciendo la economía y sostener la cohesión social. ¿Vamos a competir, con qué?, con un país emergente como Brasil por salarios baratos. Esto está fuera de toda perspectiva razonable.
P. ¿No resulta una paradoja ahora que está tan en duda el estado del bienestar en Europa, que Estados Unidos de la mano de Obama se inspire en el modelo europeo?.
R. Es una paradoja, pero es una maravillosa paradoja, lo mejor que se puede hacer es tener conciencia de que la cohesión social es un factor si se hace bien de competitividad y de sostenibilidad del modelo pero para que sea ese factor de sostenibilidad del modelo, hay que saber que el Estado del bienestar se financia con el éxito de la economía que ahora es economía global. Por tanto, necesitamos una economía social de mercado altamente competitiva y sostenible en el tiempo.