Enric Sala: "Los tiburones son el indicador de la salud de un ecosistema"
El biólogo marino catalán ha hecho importantes descubrimientos estudiando arrecifes vírgenes
Carmen Pérez, El País
El año pasado, el biólogo marino catalán Enric Sala lideró una expedición a las islas de la Línea, un archipiélago al sur de Hawai. El objetivo era rodar y mostrar al resto del mundo una de las constataciones recientes que más ha sorprendido a los ecologistas: al contrario de lo que se pensaba, en los arrecifes de coral vírgenes los grandes depredadores como el tiburón son mucho más numerosos que sus presas, lo que supone invertir la pirámide tradicionalmente aceptada. El resultado de esta expedición es el documental El edén del tiburón, que se emite en el seno de un especial sobre los océanos que el canal National Geographic ha preparado para mañana, día de la Tierra. Sala, de 41 años, responde a las dudas al teléfono desde Washington, donde reside:
Pregunta. ¿Cuál era el objetivo de la expedición?
Respuesta. Decidimos visitar los únicos lugares vírgenes que quedan en el océano para describir cómo era el mar antes e intentar recuperarlo. Si no, ojos que no ven, corazón que no siente. El plan es rodar dos documentales al año durante los próximos cinco con ese objetivo.
P. ¿Por qué son tan importantes los tiburones?
R. En los lugares vírgenes donde no se ha pescado lo normal es que haya muchos depredadores, entre ellos tiburones. Cuantos más, mejor. Son un indicador de la salud del ecosistema y hay muy pocos lugares donde todavía se pueda ver eso. La mayoría ha desaparecido.
P. ¿Cuándo decidió dedicarse a esto?
R. Tuve dos momentos de iluminación personal. Cuando era pequeño y vivía en la Costa Brava veía los documentales de Jacques Cousteau. Él mostraba una abundancia marina increíble pero yo no veía nada de eso nadando en el Mediterráneo. Ni meros, ni tiburones. Yo pensaba que en el Mediterráneo sencillamente no había. Hasta que nadé en la reserva marina de las islas Medas. De repente vi todos esos peces que Cousteau enseñaba, me di cuenta de que así era toda la costa antes de que la degradamos. La segunda epifanía sucedió mucho más tarde, cuando estaba trabajando en San Diego (EEUU). Me harté de visitar lugares degradados, de escribir la esquela de los espacios marinos, y decidí que quería ver cómo era el océano antes.
P. ¿Cómo organizó su primer viaje?
R. Con ayuda de National Geographic visité las islas del norte del archipiélago de la Línea y vi un montón de tiburones. Y decidí seguir explorando lugares prístinos para poder enseñar al público cómo era el océano antes y así poder calcular la magnitud de todo lo que hemos perdido. Las flotas pesqueras del mundo están llegando a todas partes y éstas son las últimas joyas que quedan. Son como máquinas del tiempo; un punto de referencia para desarrollar las políticas de conservación.
P. ¿Cree que es recuperable?
R. Volver a estar como antes es imposible. Todos comemos pescado. Pero conociendo su existencia podemos ser más agresivos en los esfuerzos de conservación y ayudar a frenar las pesquerías, porque nos creemos que esto es lo natural, y para nada. Empezamos a degradar los mares mucho antes de que nos metiéramos en el agua con un equipo de buceo. Uno de los objetivos es poner en hora ese reloj ecológico, restaurar el punto de referencia.
P. ¿Cuáles son sus principales conclusiones?
R. Son dos. La primera: en un arrecife de coral prístino, la biomasa de los depredadores es mucho mayor que la de sus presas juntas. Y eso contradice lo que aprendimos de pequeños. En un arrecife de coral sano, la pirámide está invertida. ¡En el arrecife de Kingman, los depredadores suponen el 85%! Eso es como si en la savana hubiera cinco leones por cada ñu.
P. ¿Y eso cómo se mantiene?
R. Imagina las dos manillas de un reloj: la grande se mueve despacio y la pequeña, deprisa. Pues los tiburones se reproducen despacio, y los pequeños peces crecen muy rápido; su tasa de renovación es mucho más alta. Su reproducción anual es suficiente para mantener a los depredadores.
P. ¿Y la segunda conclusión?
R. El ecosistema es más resiliente [más adaptable a las perturbaciones]. Y puede responder con más rapidez al impacto del cambio climático. Y eso ya lo vimos cuando muchas islas fueron afectadas por el calentamiento del 98, con El Niño: en los lugares prístinos, los corales se han recuperado perfectamente; el resto, no. La conclusión final es que si queremos que los ecosistemas marinos sean capaces a adaptarse al impacto humano, hay que habilitar muchas más reservas marinas. Actualmente menos del 1% del mar está protegido, comparado con el 12% de la Tierra. Los biólogos recomiendan se proteja el 20% para que los océanos puedan mantener todos esos servicios que nos dan.
P. ¿Es optimista?
R. Soy un optimista frustrado. Si no fuera optimista, estaría súper deprimido. Estamos nadando contra corriente, y la corriente cada vez va más rápido.
Carmen Pérez, El País
El año pasado, el biólogo marino catalán Enric Sala lideró una expedición a las islas de la Línea, un archipiélago al sur de Hawai. El objetivo era rodar y mostrar al resto del mundo una de las constataciones recientes que más ha sorprendido a los ecologistas: al contrario de lo que se pensaba, en los arrecifes de coral vírgenes los grandes depredadores como el tiburón son mucho más numerosos que sus presas, lo que supone invertir la pirámide tradicionalmente aceptada. El resultado de esta expedición es el documental El edén del tiburón, que se emite en el seno de un especial sobre los océanos que el canal National Geographic ha preparado para mañana, día de la Tierra. Sala, de 41 años, responde a las dudas al teléfono desde Washington, donde reside:
Pregunta. ¿Cuál era el objetivo de la expedición?
Respuesta. Decidimos visitar los únicos lugares vírgenes que quedan en el océano para describir cómo era el mar antes e intentar recuperarlo. Si no, ojos que no ven, corazón que no siente. El plan es rodar dos documentales al año durante los próximos cinco con ese objetivo.
P. ¿Por qué son tan importantes los tiburones?
R. En los lugares vírgenes donde no se ha pescado lo normal es que haya muchos depredadores, entre ellos tiburones. Cuantos más, mejor. Son un indicador de la salud del ecosistema y hay muy pocos lugares donde todavía se pueda ver eso. La mayoría ha desaparecido.
P. ¿Cuándo decidió dedicarse a esto?
R. Tuve dos momentos de iluminación personal. Cuando era pequeño y vivía en la Costa Brava veía los documentales de Jacques Cousteau. Él mostraba una abundancia marina increíble pero yo no veía nada de eso nadando en el Mediterráneo. Ni meros, ni tiburones. Yo pensaba que en el Mediterráneo sencillamente no había. Hasta que nadé en la reserva marina de las islas Medas. De repente vi todos esos peces que Cousteau enseñaba, me di cuenta de que así era toda la costa antes de que la degradamos. La segunda epifanía sucedió mucho más tarde, cuando estaba trabajando en San Diego (EEUU). Me harté de visitar lugares degradados, de escribir la esquela de los espacios marinos, y decidí que quería ver cómo era el océano antes.
P. ¿Cómo organizó su primer viaje?
R. Con ayuda de National Geographic visité las islas del norte del archipiélago de la Línea y vi un montón de tiburones. Y decidí seguir explorando lugares prístinos para poder enseñar al público cómo era el océano antes y así poder calcular la magnitud de todo lo que hemos perdido. Las flotas pesqueras del mundo están llegando a todas partes y éstas son las últimas joyas que quedan. Son como máquinas del tiempo; un punto de referencia para desarrollar las políticas de conservación.
P. ¿Cree que es recuperable?
R. Volver a estar como antes es imposible. Todos comemos pescado. Pero conociendo su existencia podemos ser más agresivos en los esfuerzos de conservación y ayudar a frenar las pesquerías, porque nos creemos que esto es lo natural, y para nada. Empezamos a degradar los mares mucho antes de que nos metiéramos en el agua con un equipo de buceo. Uno de los objetivos es poner en hora ese reloj ecológico, restaurar el punto de referencia.
P. ¿Cuáles son sus principales conclusiones?
R. Son dos. La primera: en un arrecife de coral prístino, la biomasa de los depredadores es mucho mayor que la de sus presas juntas. Y eso contradice lo que aprendimos de pequeños. En un arrecife de coral sano, la pirámide está invertida. ¡En el arrecife de Kingman, los depredadores suponen el 85%! Eso es como si en la savana hubiera cinco leones por cada ñu.
P. ¿Y eso cómo se mantiene?
R. Imagina las dos manillas de un reloj: la grande se mueve despacio y la pequeña, deprisa. Pues los tiburones se reproducen despacio, y los pequeños peces crecen muy rápido; su tasa de renovación es mucho más alta. Su reproducción anual es suficiente para mantener a los depredadores.
P. ¿Y la segunda conclusión?
R. El ecosistema es más resiliente [más adaptable a las perturbaciones]. Y puede responder con más rapidez al impacto del cambio climático. Y eso ya lo vimos cuando muchas islas fueron afectadas por el calentamiento del 98, con El Niño: en los lugares prístinos, los corales se han recuperado perfectamente; el resto, no. La conclusión final es que si queremos que los ecosistemas marinos sean capaces a adaptarse al impacto humano, hay que habilitar muchas más reservas marinas. Actualmente menos del 1% del mar está protegido, comparado con el 12% de la Tierra. Los biólogos recomiendan se proteja el 20% para que los océanos puedan mantener todos esos servicios que nos dan.
P. ¿Es optimista?
R. Soy un optimista frustrado. Si no fuera optimista, estaría súper deprimido. Estamos nadando contra corriente, y la corriente cada vez va más rápido.