El mapa mundial de la crisis señala a España
Claudia Pérez, El País
En el mapamundi de la economía mundial, el color azul va extendiéndose poco a poco y domina ya con claridad sobre el rojo: los países que ya han salido de la peor crisis desde la II Guerra Mundial son ya muchos más que los que siguen en el fondo del pozo. Diez billones de euros después (y eso son sólo las ayudas a la banca, según la OCDE), la economía mundial mejora por fin más de lo esperado. Y la española también, aunque siga en rojo, sufriendo de lo lindo con una crisis que se está haciendo más dura de tragar que en otros lados.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) presenta hoy su informe de previsiones económicas con relativas buenas noticias: la recuperación mundial avanza a buen ritmo, a una velocidad de crucero superior al 4% este año, aunque los riesgos no desaparecen del horizonte. Y constata que España está en horas bajas, pero participa por fin de esa mejoría: será el único país rico en recesión este año, pero la crisis será algo menos dura de lo que se preveía hace apenas tres meses, con un retroceso del 0,4%, dos décimas mejor que en el anterior informe y prácticamente en línea con las previsiones del Gobierno. Entre los principales países, Alemania e Italia se enfrentan a una revisión negativa del crecimiento para este año.
España es uno de los pocos países de todo el mundo señalados en rojo: aquellos en que la recuperación será anémica en 2010 y 2011. En todo el mundo, el FMI sólo señala a otros ocho países con el color de la crisis. Dentro de Europa, la economía española está en el mismo saco que las de Grecia, Irlanda, Portugal, Islandia, Letonia y Lituania. En el resto del mundo, sólo Venezuela y Haití, según el FMI, tendrán un crecimiento tan pobre como el español en este bienio.
La economía española es un gran ejemplo de todos los desequilibrios que, según el FMI, suelen acabar en un ajuste doloroso: alto déficit público; incapacidad para usar el tipo de cambio para recuperar competitividad; elevado déficit comercial; riesgos de contagio de la crisis fiscal griega; problemas sin resolver en el sistema financiero. El catálogo es de lo más variado.
Y aun así, al menos las previsiones han dejado de empeorar y recogen el plan de reformas -aún algo difuso- del Ejecutivo. En la revisión de enero del FMI, España era el único país desarrollado que no participaba de la mejoría global que ya se apuntaba entonces, y que ahora consigue abrirse paso. Con todo, la economía española tiene ante sí una complicada travesía del desierto: el crecimiento sólo volverá en 2011 e incluso entonces no llegará al 1%, demasiado anémico como para hacer que los mercados se olviden de los problemas con el déficit público, del potencial riesgo sobre el sistema financiero del pinchazo inmobiliario, el repunte de la morosidad y el aumento del paro. El desempleo será del 19,4% este año y del 18,7% en 2011, cuando -al menos técnicamente- España haya salido de la recesión. Puede que para entonces, en sentido técnico, la recesión haya acabado. Aunque atendiendo a las previsiones del mercado de trabajo, esos tecnicismos no parecen fáciles de defender.
El informe del FMI muestra que el mundo es cada vez más diverso, y la actividad económica repunta a distintos ritmos: débilmente en las economías avanzadas (con crecimientos en torno al 2% en 2010 y 2011) y con más fuerza en la mayoría de países en vías de desarrollo (con alzas del 6%). Pero incluso entre los ricos hay diferencias. Estados Unidos, origen y epicentro de la crisis, evoluciona mejor que Europa y Japón. Eso es una sorpresa relativa que el FMI achaca a varios factores que se resumen en uno: la mayor flexibilidad de la economía y la política norteamericanas para adaptarse a las circunstancias. Y entre los emergentes, Asia se lleva la palma, con crecimientos en torno al 10% en algunos países. El centro de gravedad de la economía global, por lo tanto, sigue desplazándose imparable a la costa asiática del Pacífico.
Hay un puñado de buenas noticias que se afianzan: la actividad económica y la financiera se van respaldando mutuamente, el mercado financiero se ha estabilizado, el mercado bursátil repunta, el endurecimiento del crédito parece llegado a su fin. El apetito por el riesgo ha vuelto. Y sin embargo hay también un buen número de riesgos al acecho: el principal, el vinculado al incremento de la deuda pública en los países ricos. A corto plazo, el principal temor es que Grecia acabe prendiendo la mecha del contagio de una crisis fiscal, básicamente a los países de la periferia de Europa, con España como víctima potencial. Aunque hay también otros miedos: el margen de maniobra de la política fiscal y la monetaria está prácticamente agotado, y el sector financiero sigue expuesto a los efectos de la explosión de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y en varios países europeos.
En el mapamundi de la economía mundial, el color azul va extendiéndose poco a poco y domina ya con claridad sobre el rojo: los países que ya han salido de la peor crisis desde la II Guerra Mundial son ya muchos más que los que siguen en el fondo del pozo. Diez billones de euros después (y eso son sólo las ayudas a la banca, según la OCDE), la economía mundial mejora por fin más de lo esperado. Y la española también, aunque siga en rojo, sufriendo de lo lindo con una crisis que se está haciendo más dura de tragar que en otros lados.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) presenta hoy su informe de previsiones económicas con relativas buenas noticias: la recuperación mundial avanza a buen ritmo, a una velocidad de crucero superior al 4% este año, aunque los riesgos no desaparecen del horizonte. Y constata que España está en horas bajas, pero participa por fin de esa mejoría: será el único país rico en recesión este año, pero la crisis será algo menos dura de lo que se preveía hace apenas tres meses, con un retroceso del 0,4%, dos décimas mejor que en el anterior informe y prácticamente en línea con las previsiones del Gobierno. Entre los principales países, Alemania e Italia se enfrentan a una revisión negativa del crecimiento para este año.
España es uno de los pocos países de todo el mundo señalados en rojo: aquellos en que la recuperación será anémica en 2010 y 2011. En todo el mundo, el FMI sólo señala a otros ocho países con el color de la crisis. Dentro de Europa, la economía española está en el mismo saco que las de Grecia, Irlanda, Portugal, Islandia, Letonia y Lituania. En el resto del mundo, sólo Venezuela y Haití, según el FMI, tendrán un crecimiento tan pobre como el español en este bienio.
La economía española es un gran ejemplo de todos los desequilibrios que, según el FMI, suelen acabar en un ajuste doloroso: alto déficit público; incapacidad para usar el tipo de cambio para recuperar competitividad; elevado déficit comercial; riesgos de contagio de la crisis fiscal griega; problemas sin resolver en el sistema financiero. El catálogo es de lo más variado.
Y aun así, al menos las previsiones han dejado de empeorar y recogen el plan de reformas -aún algo difuso- del Ejecutivo. En la revisión de enero del FMI, España era el único país desarrollado que no participaba de la mejoría global que ya se apuntaba entonces, y que ahora consigue abrirse paso. Con todo, la economía española tiene ante sí una complicada travesía del desierto: el crecimiento sólo volverá en 2011 e incluso entonces no llegará al 1%, demasiado anémico como para hacer que los mercados se olviden de los problemas con el déficit público, del potencial riesgo sobre el sistema financiero del pinchazo inmobiliario, el repunte de la morosidad y el aumento del paro. El desempleo será del 19,4% este año y del 18,7% en 2011, cuando -al menos técnicamente- España haya salido de la recesión. Puede que para entonces, en sentido técnico, la recesión haya acabado. Aunque atendiendo a las previsiones del mercado de trabajo, esos tecnicismos no parecen fáciles de defender.
El informe del FMI muestra que el mundo es cada vez más diverso, y la actividad económica repunta a distintos ritmos: débilmente en las economías avanzadas (con crecimientos en torno al 2% en 2010 y 2011) y con más fuerza en la mayoría de países en vías de desarrollo (con alzas del 6%). Pero incluso entre los ricos hay diferencias. Estados Unidos, origen y epicentro de la crisis, evoluciona mejor que Europa y Japón. Eso es una sorpresa relativa que el FMI achaca a varios factores que se resumen en uno: la mayor flexibilidad de la economía y la política norteamericanas para adaptarse a las circunstancias. Y entre los emergentes, Asia se lleva la palma, con crecimientos en torno al 10% en algunos países. El centro de gravedad de la economía global, por lo tanto, sigue desplazándose imparable a la costa asiática del Pacífico.
Hay un puñado de buenas noticias que se afianzan: la actividad económica y la financiera se van respaldando mutuamente, el mercado financiero se ha estabilizado, el mercado bursátil repunta, el endurecimiento del crédito parece llegado a su fin. El apetito por el riesgo ha vuelto. Y sin embargo hay también un buen número de riesgos al acecho: el principal, el vinculado al incremento de la deuda pública en los países ricos. A corto plazo, el principal temor es que Grecia acabe prendiendo la mecha del contagio de una crisis fiscal, básicamente a los países de la periferia de Europa, con España como víctima potencial. Aunque hay también otros miedos: el margen de maniobra de la política fiscal y la monetaria está prácticamente agotado, y el sector financiero sigue expuesto a los efectos de la explosión de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y en varios países europeos.