Arremetida brasileña
Andrés Soliz Rada
Rebelión
El 6 de abril pasado, una delegación de Brasilia presentó en La Paz un plan de desarrollo binacional, que abarca la instalación de un polo gas-químico en la frontera, la industrialización del litio y del potasio, la construcción de aeropuertos, vías férreas y carreteras, además de proyectos de electrificación, exploración de áreas petroleras e investigación de hortalizas tropicales. Semejante generosidad se debe a que las potencias emergentes: Brasil, Rusia, India y China (BRIC), al no tener fronteras comunes, están obligadas, de manera prioritaria, a acentuar su dominio en su entorno geográfico.
La instalación del polo gas-químico se menciona desde 1972, año de suscripción del primer contrato de venta de gas al Brasil, la que se inició en 1999. El anzuelo de Lula oculta el interés de la “Vale Do Río Doce”, la segunda empresa minera más grande del mundo, transferida a empresarios privados del vecino país, en evitar que las 100 millones de toneladas de reservas de litio y las 2.000 millones de toneladas de reservas de potasio del salar de Uyuni sean explotadas por compañías norteamericanas, japonesas, rusas, chinas, francesas o coreanas, sin la participación decisiva de Brasil.
La Vale Do Río Doce , privatizada por Henrique Cardoso, exporta 150 mil millones de dólares al año, un monto 30 veces superior al de todas las exportaciones bolivianas. Lula, por su parte, consolidó la alianza Estado-burguesía con la concesión a madereros, soyeros y agro industriales brasileños de un tercio de los bosques amazónicos. Ratificó su habilidad, en semanas pasadas, al ser alabado simultáneamente por Obama y Fidel Castro, Chávez y Uribe, Irán e Israel, así como por casi toda la izquierda latinoamericana después de haber sepultado al Banco del Sur, al convertir a Brasil en acreedor del FMI y anunciar la creación del Banco de inversiones del BRIC.
La delegación estuvo comandada por Marco Aurelio García, el “Maquiavelo brasileño”, (el “consejero del Príncipe”). Hace cuatro años, demostró su decisiva influencia en el gobierno del MAS al conseguir, mediante simple llamada telefónica, que el vicepresidente Alvaro García Linera desautorizara una Resolución del Ministro de Energía, Andrés Soliz Rada, que pretendía cumplir el decreto de nacionalización de los hidrocarburos en las refinerías controladas por Petrobrás, lo que precipitó su renuncia.
Sin embargo, Marco Aurelio no retornó satisfecho, ya que no obtuvo respuestas positivas con la celeridad que deseaba. Al parecer, la transición institucional que se opera en Bolivia dificulta encontrar altos funcionarios con capacidad de decisión, en tanto Evo Morales se halla aprisionado entre sus ofertas industrialistas con las que logró su reelección y las demandas indigenistas que le exigen cumplir su proclamada defensa del medio ambiente.
El interés brasileño no sólo por el presente, sino también por el futuro (anuncio de explotaciones petroleras conjuntas, a largo plazo), ocasiona la susceptibilidad de quienes recuerdan que los 38 años de “olvido” del proyecto gas-químico está asociado con la promesa de instalar 24 termoeléctricas en territorio boliviano con parte del gas destinado a San Pablo, agravado por la exportación fraudulenta de gas, mediante asociación con Repsol, y el no pago por el gas húmedo, durante los primeros ocho años de vigencia del contrato boliviano-brasileño. En la situación presente, Bolivia se asemeja a un enfermo muy grave que, en opinión de Lula y Marco Aurelio, podría sobrevivir con el suero por goteo que le suministraría Brasil, a condición de no desarrollarse por si misma.
Rebelión
El 6 de abril pasado, una delegación de Brasilia presentó en La Paz un plan de desarrollo binacional, que abarca la instalación de un polo gas-químico en la frontera, la industrialización del litio y del potasio, la construcción de aeropuertos, vías férreas y carreteras, además de proyectos de electrificación, exploración de áreas petroleras e investigación de hortalizas tropicales. Semejante generosidad se debe a que las potencias emergentes: Brasil, Rusia, India y China (BRIC), al no tener fronteras comunes, están obligadas, de manera prioritaria, a acentuar su dominio en su entorno geográfico.
La instalación del polo gas-químico se menciona desde 1972, año de suscripción del primer contrato de venta de gas al Brasil, la que se inició en 1999. El anzuelo de Lula oculta el interés de la “Vale Do Río Doce”, la segunda empresa minera más grande del mundo, transferida a empresarios privados del vecino país, en evitar que las 100 millones de toneladas de reservas de litio y las 2.000 millones de toneladas de reservas de potasio del salar de Uyuni sean explotadas por compañías norteamericanas, japonesas, rusas, chinas, francesas o coreanas, sin la participación decisiva de Brasil.
La Vale Do Río Doce , privatizada por Henrique Cardoso, exporta 150 mil millones de dólares al año, un monto 30 veces superior al de todas las exportaciones bolivianas. Lula, por su parte, consolidó la alianza Estado-burguesía con la concesión a madereros, soyeros y agro industriales brasileños de un tercio de los bosques amazónicos. Ratificó su habilidad, en semanas pasadas, al ser alabado simultáneamente por Obama y Fidel Castro, Chávez y Uribe, Irán e Israel, así como por casi toda la izquierda latinoamericana después de haber sepultado al Banco del Sur, al convertir a Brasil en acreedor del FMI y anunciar la creación del Banco de inversiones del BRIC.
La delegación estuvo comandada por Marco Aurelio García, el “Maquiavelo brasileño”, (el “consejero del Príncipe”). Hace cuatro años, demostró su decisiva influencia en el gobierno del MAS al conseguir, mediante simple llamada telefónica, que el vicepresidente Alvaro García Linera desautorizara una Resolución del Ministro de Energía, Andrés Soliz Rada, que pretendía cumplir el decreto de nacionalización de los hidrocarburos en las refinerías controladas por Petrobrás, lo que precipitó su renuncia.
Sin embargo, Marco Aurelio no retornó satisfecho, ya que no obtuvo respuestas positivas con la celeridad que deseaba. Al parecer, la transición institucional que se opera en Bolivia dificulta encontrar altos funcionarios con capacidad de decisión, en tanto Evo Morales se halla aprisionado entre sus ofertas industrialistas con las que logró su reelección y las demandas indigenistas que le exigen cumplir su proclamada defensa del medio ambiente.
El interés brasileño no sólo por el presente, sino también por el futuro (anuncio de explotaciones petroleras conjuntas, a largo plazo), ocasiona la susceptibilidad de quienes recuerdan que los 38 años de “olvido” del proyecto gas-químico está asociado con la promesa de instalar 24 termoeléctricas en territorio boliviano con parte del gas destinado a San Pablo, agravado por la exportación fraudulenta de gas, mediante asociación con Repsol, y el no pago por el gas húmedo, durante los primeros ocho años de vigencia del contrato boliviano-brasileño. En la situación presente, Bolivia se asemeja a un enfermo muy grave que, en opinión de Lula y Marco Aurelio, podría sobrevivir con el suero por goteo que le suministraría Brasil, a condición de no desarrollarse por si misma.