Qué es el carbono invisible del suelo y por qué es un recurso que podría decidir el futuro climático del planeta
Este compuesto almacenado en la tierra puede superar al presente en la atmósfera y la vegetación. La importancia de un manejo adecuado para mitigar el calentamiento global y garantizar la resiliencia ambiental, según una experta
InfobaeEl suelo cumple un papel central en la mitigación y aceleración del calentamiento global, ya que almacena más carbono que la atmósfera y la vegetación combinadas, señala Jess Davies, integrante del panel científico del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en The Conversation. Es una capacidad que lo posiciona en el centro de las estrategias climáticas.
Actualmente, expertos y organismos internacionales señalan la urgencia de restaurar y proteger los suelos para alcanzar los objetivos climáticos, cuestión destacada durante la COP30 en Belém, Brasil.
La relevancia del suelo como reservorio radica en su potencial para almacenar más carbono orgánico que cualquier otro componente terrestre. En ese sentido, la además profesora titular en sostenibilidad en la Universidad de Lancaster indica que los suelos amazónicos, denominados “tierras oscuras”, sobresalen por su riqueza en carbono, gracias a prácticas ancestrales de las comunidades indígenas, quienes los enriquecieron con cenizas y residuos orgánicos destinados a mejorar su fertilidad y sostener la agricultura.
La experta destaca que, gracias a este almacenamiento, el suelo representa un riesgo y una oportunidad en la lucha climática: un manejo adecuado puede reducir significativamente las emisiones.
El ciclo del carbono en el suelo y su alteración
El ciclo natural del carbono en el suelo implica un intercambio permanente con la atmósfera y los organismos vivos. Las plantas, al crecer, aportan compuestos orgánicos a través de sus raíces que se integran al suelo al interactuar con hongos y otros microorganismos. Al morir plantas y organismos, su materia orgánica nutre el suelo.
La descomposición realizada por microorganismos libera parte de ese carbono en forma de dióxido de carbono y metano. Según Davies, en condiciones naturales, estos flujos suelen equilibrarse. Al tiempo que advierte que la deforestación y la agricultura intensiva han alterado ese balance, liberando grandes cantidades de carbono y otros gases de efecto invernadero.
La degradación del suelo, principalmente originada por el cambio de uso y la expansión agrícola, impacta de manera directa en el clima, siendo que dichas actividades explican cerca del 15% del calentamiento global causado por los gases de efecto invernadero.
No obstante, Davies resalta que restaurar y manejar de forma sostenible los suelos podría incrementar el almacenamiento de carbono, aportando a la mitigación del cambio climático.
Prácticas ancestrales y su inspiración para la restauración actual
Las prácticas indígenas amazónicas ofrecen ejemplos valiosos para las estrategias actuales de restauración. La experta destaca cómo estas comunidades enriquecieron los suelos con materia orgánica y cenizas, generando suelos excepcionalmente fértiles y ricos en carbono.
Estas técnicas, reconocidas por grupos conservacionistas como Conscious Planet, inspiran propuestas para que los países adopten estrategias similares a nivel global, integrando el enriquecimiento de carbono en las políticas climáticas internacionales.
En el plano internacional, el interés por el suelo como herramienta frente al cambio climático ha crecido desde la COP21 de 2015, cuando Francia presentó la iniciativa “4 por 1000”. Davies señala que si los suelos agrícolas globales aumentaran sus reservas de carbono un 0,4% anual, se podría compensar casi todas las emisiones anuales de gases de efecto invernadero.

Aunque hay dudas sobre la viabilidad de esta meta, la integrante del PNUMA subraya que la iniciativa logró ubicar al suelo en el centro de las agendas climáticas y agrícolas, con 41 países y cientos de organizaciones comprometidas. Además, restaurarlos mejora la retención de agua, el ciclo de nutrientes y la seguridad alimentaria.
Desafíos para incluir el carbono del suelo en los compromisos climáticos
A pesar de los avances, la mayoría de los compromisos climáticos nacionales aún no incluyen metas explícitas para el carbono del suelo. Un análisis global citado en The Conversation muestra que las referencias a la “salud del suelo” suelen aparecer de forma indirecta, insertas en la agricultura o la adaptación, en lugar de establecerse como una estrategia clara de mitigación con objetivos concretos.
Davies advierte que esto puede traducirse en menor financiación y prioridad, ya que los compromisos nacionales marcan la política y asignación de recursos.

El potencial para restaurar suelos es considerable. Investigaciones destacadas en The Conversation muestran que en países con altas emisiones y poca tierra per cápita, como el Reino Unido, la reforestación y la restauración de pastizales podrían aportar hasta un 7% de la reducción de emisiones necesaria para 2050, mientras que la restauración de turberas sumaría ahorros adicionales.
La experta subraya que la COP30 representa una oportunidad esencial para que el suelo figure en los compromisos y planes de implementación climática, especialmente a través de fondos como el “Tropical Forests Forever Facility”, que apoya la conservación de bosques tropicales y enfatiza la necesidad de incluir el suelo en estas estrategias.
El papel insustituible del suelo ante el cambio climático
De todas maneras, la especialista advierte sobre las limitaciones de confiar únicamente en el suelo para mitigar el cambio climático. La protección y restauración de estos sistemas debe ir de la mano de reducciones rápidas en las emisiones de combustibles fósiles, ya que el calentamiento global y los eventos extremos pueden afectar gravemente la capacidad de los suelos como sumideros de carbono.
Establecer metas más ambiciosas y específicas para el carbono del suelo puede contribuir decisivamente en la lucha climática, si se prioriza la protección de estos ecosistemas y la reducción de emisiones en todos los sectores económicos.
El potencial del suelo como aliado en la mitigación del cambio climático es grande, pero depende de acciones coordinadas, financiación y compromisos concretos que reconozcan su rol como pilar de la resiliencia ambiental y la seguridad alimentaria.


