Corea del Sur 0 - Brasil 5 / Tridente mágico de Brasil

‘Manita’ de la ‘Canarinha’ ante una débil Corea del Sur. Vinicius, Estêvão y Rodrygo, estos últimos por partida doble, encandilan a Ancelotti. Renace el ‘jogo bonito’.

Eduardo Burgos Rodríguez
As
Ganó Brasil, el jogo bonito vuelve a sus orígenes. En Corea - Japón 2002 dejó el listón de lo que el fútbol para la Penta debía ser: eléctrico, de presión y, sobre todo, divertido. Más de dos décadas después y una crisis de por medio, la Canarinha se redime. Rodrygo y Estêvão, Estêvão y Rodrygo. Presente y futuro de Brasil. Vini cerró la ‘manita’ en una contra made in Ancelotti. Brasil da un golpe sobre la mesa. Si los grandes fallan, ahí estará la Canarinha.

En Oriente se tiene la creencia de que la lluvia sirve para limpiar los pecados. Para Brasil fue más o menos así. Del triste paso por las Eliminatorias -quintos, a diez puntos de Argentina- a comenzar el camino de la redención. Porque a Ancelotti no le quedan más balas en la recámara en su pequeño ciclo mundialista. Está en un todo o nada para convertir a Brasil en la sorpresa del torneo si las favoritas fallan. Porque, a pesar de seguir siendo potencia, Brasil sigue en construcción. Sin delantero, Vinicius y Rodrygo parchearon un puesto aún sin ocupante fijo. Y eso que Ancelotti dejó en el banquillo a Richarlison e Igor Jesus. La apuesta salió redonda.

No es ‘Messinho’, es Estevão

A la Canarinha le costó entrar en el juego. Sí que dominaron desde el principio, pero no por juego, sino por dejadez de los locales. Un arranque lento, pero que a la postre se convirtió en exhibición. Brasil volvió a encontrar la magia, el sonido de la samba que tanto se ha echado de menos en la CBF. Estêvão abrió el marcador gracias a un pase de cirujano de Bruno Guimarães a la espalda de Kim Min-Jae. El primero apunta a crack generacional, se está ganando ser el heredero natural de un Neymar que ni está ni se le espera, al menos en el medio plazo. El segundo, el hombre fuerte de Ancelotti, el único que lo ha jugado todo desde que aterrizara el italiano allá por el mes mayo, prácticamente su prolongación en el campo.

Si algo se notó en sobre manera fue la ‘mili’ de Xabi Alonso. La agradecen al otro lado del charco. Ya sea por la mano del donostiarra o por habérsele negado el Balón de Oro, Vinicius es otro. Del chico que caminaba indolente por el campo al defender, con una actitud casi pachorra, al todoterreno moderno. Un cambio radical. Incisivo, currante como pocos, el primero en ejercer la presión y liderar al equipo en ataque. Sabe que, sin Neymar, es el presente del equipo y Ancelotti da rienda suelta a su creatividad. No tiene a nadie que le haga sombra.

Si el siete asombró, Rodrygo se llevó los focos. Cada vez que la tocaba, se notaba en el ambiente que algo podía pasar. Su estilo es un misterio. inexplicable. Y vaya si lo fue. Un tanto en una baldosa, al más puro estilo fútbol sala, su fútbol, con una finta para amagar el regate y sacar el latigazo a la red desde el área pequeña. Del ‘Rodry’ desaparecido, el que no era él, queda poco. Ancelotti fue el primero en echarle un capote cuando más lo necesitaba y ahora está respondiendo donde mejor sabe, en el verde.

Os meninos de Ancelotti

El complementario fue más de lo mismo. Una Brasil arrolladora ante una Corea frágil, una sombra de lo que siempre se ha caracterizado. Sobre todo por los errores defensivos tan notorios. En menos de cuatro minutos, Brasil dio la estocada final. Primero, Estêvão, que cerró su doblete tras robarle la cartera a Kim Min-Jae -sí, otra vez- en el área. El del Chelsea hace méritos para ser titularísimo en Estados Unidos. Ancelotti no lo tendrá fácil. La Canarinha no tiene nada que envidiar a España con Lamine Yamal o a Argentina con Franco Mastantuono. El futuro está asegurado.

Apenas dos minutos después, Rodrygo puso la samba para encarrilar goleada. Otra vez por un error defensivo, otra vez con asistencia de Vinicius, el diez llevó a Brasil al éxtasis. Pero lo mejor estaba por llegar, en el ecuador, el siete cerró la ‘manita’ en una contra letal. A pase de Matheus Cunha, el del Madrid hizo y deshizo como quiso, con regate a Kim y Jo incluidos.

La mano de Ancelotti está más clara que nunca. Brasil es otra, más vertical y fluida, el juego parece más claro y los automatismos casi asentados. La defensa puede ser una de las más solidas del próximo Mundial. A pesar de seguir huérfano en los laterales, Militão y Gabriel Magalhães dieron una masterclass de lo que es defender. Carletto deja el listón alto. Japón, y el mundo, no sabe lo que le espera.

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